sábado, 31 de diciembre de 2016

Las mejores películas del 2016


La primera es la mejor película del 2016. El resto no tiene orden alguno.

1.       Ausma (Laila Pakalnina)
2.       Arrival (Denis Villeneuve)
3.       Elle (Paul Verhoeven)
4.       Carol (Todd Haynes)
5.       The neon demon (Nicolas Winding Refn)
6.       La academia de las musas (José Luis Guerín)
7.       The Hateful Eight (Quentin Tarantino)
8.       Take Me Home (Abbas Kiarostami)
9.       Foyer (Ismaïl Bahri)
10.   Langosta (Yorgos Lanthimos)
11.   Mi amiga del parque (Ana Katz)
12.   Sangre de mi sangre (Marco Bellocchio)
13.   The Witch (Robert Eggers)
14.   Right Now, Wrong Then (Hong Sang-soo)
15.   La luz incidente (Ariel Rotter)
16.   La gran apuesta (Adam McKay)
17.   L'ombre des femmes (Philippe Garrel)
18.   The Sky Trembles and the Earth Is Afraid and the Two Eyes Are Not Brothers (Ben Rivers)
19.   Taxi Teherán (Jafar Panahi)
20.   Rogue One: Una historia de Star Wars (Gareth Edwards)
21.   Toni Erdmann (Maren Ade)
22.   Bone Tomahawk (S. Craig Zahler)
23.   Hail, Caesar! (Joel y Ethan Coen)
24.   The Revenant (Alejandro González Iñárritu)
25.   Las lindas (Melisa Liebenthal)
26.   El hijo de Saúl (László Nemes)
27.   The Handmaiden (Park Chan-wook)
28.   Alone (Hon-ja,  Park Hong-min)
29.   Hell or High Water (David Mackenzie)
30.   El rastreador de estatuas (Jerónimo Rodríguez)      
31.  Moonlight (Barry Jenkins)
32. Videofilia (y otros síndromes virales) (La mejor película peruana del 2016)

jueves, 29 de diciembre de 2016

Neruda

El director chileno Pablo Larraín ha trascendido a su país y se ha instalado dentro del mejor cine comercial del mundo, aun hecho en Latinoamérica. Este año no solo mediante el salto decisivo con su película Jackie (2016), ya inmerso en la cultura americana y en el cine de Hollywood. También con Neruda (2016), una película que revisa un momento importante de la vida de uno de los iconos más grandes de Chile, el famoso poeta y premio Nobel Pablo Neruda. Este sucede cuando el presidente chileno Gabriel González Videla -que interpreta el asiduo de Larraín y brillante Alfredo Castro- tacha a Neruda de comunista tras unos insultos del vate y le declara la guerra, surge una persecución política, por lo que Neruda debe esconderse y seguidamente intentar salir del país, como implica la historia universal. Sin embargo, Pablo Larraín no se queda solo con ese contexto, sino que le agrega una parte ficcional, la que incluso se lo dice al espectador directamente (para qué hacernos problemas), en el personaje del inspector policial que interpreta el mexicano Gael García Bernal, como Óscar Peluchonneau, un nombre que puede ser real, pero que su persecución en sí, personalidad, background y definición es el invento del filme, y aunque muchos obviamente quedamos enganchados con la presencia y vida de Neruda, el verdadero aporte (metalingüístico) del filme es el de Peluchonneau.

Peluchonneau está obsesionado con Neruda (un genial Luis Gnecco), quien declama en fiestas sus poemas románticos más populares, afecta la voz y se engríe y embelesa entre los fanáticos, todos los asistentes de sus fiestas, es un ídolo, lo cual le suma su tendencia social, política, aunque es visto como un socialista privilegiado, que vive suntuosamente, no obstante se preocupa por el pueblo, a los que les otorga voz con sus poemas más comprometidos y luchadores, cargados de reivindicaciones. Neruda es un hombre apasionado, que disfruta de la buena vida, lo vemos en burdeles y siempre celebrando, rodeado de gente (que se sienten tocados por su esencia y personalidad, recordemos la maravillosa escena que proporciona ese buen actor camaleónico que es Roberto Farías), pero también es un hombre comprometido con su mujer, la devota de él Delia del Carril (Mercedes Morán), y sobre todo de la política y de los desfavorecidos, lo cual engrandeció o creo una leyenda, además de que supo plasmarlo en sus letras, uniendo al artista con el personaje público, que divertirse en juergas y tener dinero pasa/pasó a segundo plano. 

En el filme de Larraín hay una escena precisa y audaz, una compañera socialista salida del pueblo –en la muy buena actriz Amparo Noguera- se le acerca a Neruda y prácticamente pone la situación de sus diferencias de clase en claro, ella es pobre y anónima, él rico y famoso, mientras Neruda come en un buen lugar, pero ambos son socialistas, y ella tras cierta pequeña recriminación lo celebra, Neruda en ese momento, según la película, acepta su lugar, no lo discute, más bien sabe quién es y qué hace. El filme hace ver a un Neruda aclamado, pero con los pies en la tierra, aunque apasionado y algo ciego con ciertas acciones. Pero está bien asesorado y parece saber escuchar. En conjunto la propuesta es muy respetuosa de su legado y presencia en general. Larraín simplemente juega a movilizar el mito. Grueso, disfrazado, bohemio, declama y encanta a todos, quedan extasiados con él, y se trasluce una cierta sobredimensión a propósito, de ahí que pueda entenderse una pequeña crítica muy discreta de un endiosamiento.   

El filme muestra a un Neruda realmente muy poco políticamente incorrecto, el retrato es inofensivo, tratamos con entretenimiento, implica a Neruda el personaje, no a fin de cuentas al hombre de carne y hueso. Lo de las fiestas y el lado extravagante del poeta es más “efectismo” que trasgresión argumental, o, mejor, algo para hacer el filme ameno y atractivo para un público masivo, y no hallarnos con un poeta sin gracia cinematográfica. El Neruda de Larraín es cine, en el sentido de espectáculo, pero muy inocuo y básico. Encantador sí, pero poco sustancial a la hora de las novedades, descubrimientos y de la verdades. La recreación de su vida incluso es esquemática y funcional, pero se disfruta, el viaje es cautivador, tiene estilo, las formas y la narrativa son muy competentes. Y eso no es todo, hay más, el filme tiene otra parte, y es la que representa Peluchonneau, que se imprime como perteneciente a la mente de un escritor/autor "imaginario" (quizá sea además el sueño de vanidad del propio Neruda, o al que le achacan, el de vivir una existencia inigualable, pomposa), y con éste se plasma un ambiente noir, y se dan tonos y estéticas nostálgicas y clásicas, detrás de las descripciones de contextos, revelaciones, elucubraciones, bajo la voz en off  de Peluchonneau. El ser anónimo que lucha por ser inmortal, el hombre trágico, el hombre complejo, pero invisible. Su madre fue una prostituta, su padre resulta el señalamiento del hombre que le hubiera gustado sea su padre. Pretende hacerse de una gran historia, consumar el sueño de la gloria, por lo que Peluchonneau admira a su perseguido, y como muchos han hecho en la historia –nómbrense asesinos- quiere sustraerle un pedazo de su fama. 

sábado, 24 de diciembre de 2016

Rogue One: Una historia de Star Wars

Un spin-off de Star Wars sonaba a priori a algo poco posible de que fuera a tener éxito, pero el resultado en manos de Gareth Edwards (Monsters, 2010) es bastante satisfactorio. Muchos dicen que lograr una película decente tras la nueva trilogía y Star Wars: Episodio VII- El despertar de la fuerza (2015) ha sido cosa fácil, no había mucho que superar, pero la realidad es que este spin-off que se ubica entre el Episodio III y IV de la saga, una versión 3.9, digamos, es ciertamente un tipo de genialidad, sobre todo cuando de lo que trata el filme presente es de conocer como los planos de la estrella de la muerte llegaron a manos de la princesa Leia, con lo cual pueden destruir ésta arma de destrucción masiva. Asunto que se ve en Star Wars: Episodio IV - Una nueva esperanza (1977). La película que dirige Edwards tiene un meollo muy sencillo. La trama parte de encontrar a la hija de uno de los principales arquitectos de la estrella de la muerte, muchacha que será la heroína, Jyn Erso (Felicity Jones), y que formara parte de los rebeldes que luchan contra el lado oscuro, donde no hay jedis sino gente valiente pero común.

El capitán Cassian Andor (el mexicano Diego Luna), el piloto renegado del imperio Bodhi Rook (el británico de ascendencia pakistaní Riz Ahmed), el droide del imperio reprogramado como rebelde K-2SO (con la voz de Alan Tudyk), el monje ciego Chirrut Îmwe (el hongkonés Donnie Yen) que cree en  la fuerza pero no es un jedi, y su leal amigo el mercenario Baze Malbus (el chino Wen Jiang) son el grupo de rebeldes que acompañaran a Jyn Erso tras los planos. Como se ve el filme ha buscado la diversidad de nacionalidades y razas, sumado a que el padre científico lo interpreta el danés Mads Mikkelsen, y el enemigo es el director Orson Krennic en el actor australiano Ben Mendelsohn. Esto luce natural, no se nota mayor diferencia en el mundo de Star Wars. Hay una plena compenetración. Los personajes rebeldes tienen sus pequeñas historias, nada especial, pero suficiente como para identificar algún rasgo de personalidad. Andor, en un competente Diego Luna, es un hombre que se arrepiente de su obsesión y amoralidad con la guerrilla. K-2SO es gracioso, y se presta al comentario audaz. Donnie Yen reparte golpes de kung fu, pero solo a los Stormtroopers, igual a una de sus películas (y así se sienten varios momentos del filme, no necesariamente son los de un sci-fi), pero haciéndolo sólo frente a la plana baja.

Desde luego todos celebran al robot K-2SO (¿ironía?), pero lo interesante es ver que Diego Luna se mantiene serio y creíble en toda la película (cuando parecía una elección “extraña” para el mundo de Star Wars; tampoco es la primera vez que sucede en la saga), muy poco o casi nada aparatoso o llamativo, todo lo contrario a lo que esperaríamos de un héroe, pensemos que puede verse como un especie de Han Solo. No hay fiesta ni espectáculo en el personaje de Diego Luna. Cumple, acepta un lugar menor. Igualmente pasa con la naturalmente carismática, en parte contenida y bella Felicity Jones, a pesar de haber sido criada y entrenada por un guerrillero extremista como Saw Gerrera (Forest Whitaker) y haber cierto ímpetu desarrollado en ella. Gerrera hace de contraste con la práctica de una revolución más bruta, en una línea narrativa que pareciera sobrar o confundir, pero que en realidad da más que una pequeña perspectiva de expresión política, hace de bisagra entre la separación de padre e hija Erso de la apertura con cierta motivación y venganza existencial del trayecto. Tiene más sentido del que se cree.

Orson Krennic es un enemigo también humilde, pero sorpresivamente más competente que Kylo Ren, no tiene poder alguno, es solo un tipo ruin y apasionado, pero su ambición y frialdad denotan ser bastante valiosos como el antagonista central de Rogue one. No obstante, la riqueza del lado oscuro en verdad viene del pasado, lo mejor del filme es el CGI del querido Peter Cushing como el malvado y mítico Grand Moff Tarkin. Digitalmente disfrazan la actuación del británico Guy Henry de fisonomía parecida a Cushing –quien murió en 1994-  y con esto le dan vida. El resultado del efecto es maravilloso, totalmente creíble. Es como ver una nueva actuación del propio Cushing en la película, a diferencia del CGI de la princesa Leia que denota falsedad, mucho brillo. El otro resucitado es Darth Vader, pero solo es necesaria la voz original de James Earl Jones. En el filme a Vader se le usa brevemente y huele a deja vu, pero de todas maneras en su segunda aparición brinda uno de los mayores orgasmos de un cinéfilo.

Una interrogante que uno se hacía era como iba a ser el desenlace del filme y de los personajes para encasillar con toda la saga de Star Wars, y aunque muchos han apuntado a encandilarse con la idea –y promesa de Gareth Edwards- de una batalla sin igual, y ya muchos hablan con entusiasmo selectivo del último acto del filme, la realidad es que tiene lógica, sorprende de Disney y es conmovedor el final. El filme paga bien al espectador, cierto que tampoco es terriblemente maravilloso, maneja mucha humildad, hay una notoria noción –en el alcance- de estar frente a un spin-off, pero ver al original Vader, al original Moff Tarkin, articular una trama y narrativa correcta, sin malograr nada y propiciando un background básico, generar emoción en algunos momentos de acción y sostener el mundo de Star Wars desde cierta independencia inocua merece su agradecimiento. 

viernes, 23 de diciembre de 2016

Mi amiga del parque

Ganadora de mejor guion en el festival de cine de Sundance 2016. Liz (Julieta Zylberberg) es una mujer insegura, pero lógicamente insegura (aunque la idea es pensar que tiene un problema y exagera), teme por la salud y bienestar de su bebé, duda de su capacidad para cuidarlo y de lo impredecible que es la realidad y el mundo. Ahí la vemos ducharse y llorar y a cada rato mover la cortina y vigilar si está bien su bebé. El filme de la argentina Ana Katz coge esa inseguridad y la pone a prueba con una amistad –la de la amiga del parque, la de Rosa, la propia Ana Katz, en un dueto magistral- y yendo a lo secundario en un largo viaje en carro (cuando se piensa de Liz que es una pésima conductora y tiene una responsabilidad que prácticamente la tiene sujeta en su vida, cuidar de su primer hijo). 

La prueba –que la propia Liz se impone- es poder confiar en Rosa, en hacer solvente su amistad, cuando en el barrio Rosa y su hermana Renata son mal vistas, las llaman despectivamente las hermanas R, las ven fraudulentas, inmaduras, confianzudas y aprovechadas. Se dice de Rosa que se llevó un auto del barrio sin permiso, y frente a Liz se roba el pago que Liz hace en un lugar de comida y genera que tengan que huir con los cochecitos de los bebés. Liz desconfía de todos, hasta de una nana y empleada ejemplar y rigurosa que contrata. La observa como si pudiera lastimar a su pequeño Nicanor de 8 meses de nacido. Liz desconfía también de sí misma porque no puede dar de lactar a su hijo. Pero en lo que puede sonar paradójico Liz se hace amiga de Rosa en este trance tan difícil de su vida.

¿Temes de lo más confiable –de una nana experimentada y seria- y del amor más grande, y se pueden entender estas dudas, pero pretendes confiar en el peor de tus (nuevos) amigos? Rosa tiene –al parecer- su cuota de simpatía y expresa ganas de apoyar, pero está cargada de defectos y libertades reprobables, como mentir diciendo que Clarisa, la bebé de su -supuesta inestable- hermana, es suya. Rosa se cree una buena madre, antes y después de saberse la verdad, y esto es parte de la prueba (en la mente de Liz) en un juego de espejos. Pero todo tiene una razón y un sentido, y esta es la audacia y distinción de la propuesta. Aunque arriesgada y poco común es una elección elaborada y emocional. Liz quiere demostrarse y demostrar que uno puede confiar en uno mismo y en los demás, cuando las personas de este “experimento” no presentan todas ni muchas de las cualidades para sostener una maternidad y amistad saludable. Trata de la búsqueda de una cura psicológica. El extremo requiere de otro extremo, es decir, el miedo frente al heroísmo. La trama invoca al pusilánime que se convierte en héroe.

El filme yace en un empaque sencillo de vicisitudes menores y narrativa amable. Muchos dirán convencional, pero sumamente atrapante y delicioso (nunca habrá mejor que saber contar una historia, poder profundizar en el mundo con tanta claridad), como hallar un arma en un bolso o que desaparezca el bebé, a la vera de las hermanas. En el filme contrasta la personalidad vulgar -a un punto- y desenfadada de Rosa con la corrección de Liz, en la que es una especie de buddy movie de la maternidad. Además tenemos una sub-trama de lejanía  y soledad con el marido de Liz, el que trabaja en el extranjero, que agrega al meollo, pero no tiene mucho vuelo en sí. No obstante nos habla del machismo, en donde se cree que cuidar de un hijo es deber exclusivo de la madre, dejando al padre relegado a un segundo plano, lugar a donde apunta una crítica. Aparte se manifiesta que la madre no tiene esa naturaleza irreprochable que muchos señalan, sino se va construyendo, aprendiendo y creciendo una como madre, habiendo una imperfección y cierto vacío que trabajar. 

martes, 13 de diciembre de 2016

Viejo Calavera

Si antes he mencionado que era una alegría hallar cine ecuatoriano, por lo que no abunda, la alegría es la misma con el cine boliviano, que apenas existe. Este filme se ubica en Huanuni, una zona minera. Nuestro protagonista es Elder Mamani (Julio Cezar Ticona), un joven que acaba de perder a su padre, quien era un buen hombre –vemos en una escena lograda como limpian su cuerpo, que propone un lado místico y llano al mismo tiempo, tal cual esa voz que lanza lamentos familiares al viento- y se halla perdido, para alcoholizado y drogado, vive con su sufrida abuela y no tiene una buena conexión con ella. Un tío y padrino, Francisco (Narciso Choquecallata), decide ayudarlo, y lo mete a trabajar en la mina, aun a riesgo de ser tachado de generar nepotismo. El joven Elder no se encamina y sigue rebelde, pronto disgusta a sus compañeros que lo ven como una mala vibra, e incluso se pone en peligro al deambular borracho por la mina.

El arranque del filme es bastante bueno, vemos como Elder lleva una vida desenfrenada, roba y huye, y se va de juerga a una discoteca, en que vibra la música electrónica. Esto es interesante, ver que el filme no recurre a estereotipos, y apreciamos que Elder es una bala perdida, cero corrección con él, es un tipo solitario. Pero esto no es arbitrario, porque Elder es un joven lastimado internamente, requiere un mentor, cariño que valorar, y es por eso que malgasta su vida, se halla desganado y destructor de su propio ser. Lo cual muy bien se definirá en aquellos cuerpos cubiertos por una frazada, en un acto de retribución y cuidado.

El filme nos enseñara la vida de la mina también, la de los compañeros, divirtiéndose, celebrando y haciendo política, ya que pertenecen a un sindicato y no falta la lucha social en sus duras existencias laborales. El filme es muy sencillo en la historia de Elder, pero sirve de diferenciación, con esto la propuesta trata de desligarse de una visión parametrada de las personas. Enseñar la complejidad y la imperfección de todo ser humano, las distintas aristas que solemos poseer. Es interesante ver que los mineros no solo son supersticiosos y socialistas, sino que también juegan/tontean, se divierten, como hacer luchas de sumo en la piscina, donde existe una camaradería y sentido de la unidad bastante poderoso, al menos como grupo de trabajo.

El filme está ambientado mayormente entre tinieblas, hay una estética de la oscuridad, habiendo la dificultad de filmar en la mina, pero que queda bastante bien, uno logra ver tranquilamente a pesar de la poca luz y a la vez sentir no solo la realidad de esta forma de vida, también una distinción visual, una creación cinematográfica, una buena captura, la de un tipo de mundo aparte. Los roles no los tienen actores profesionales, y se nota, sobre todo cuando hablan, están en parte acartonados. Pero el director Kiro Russo inteligentemente no hace hablar mucho a Elder, su expresividad es corporal más que todo, es un hombre de acciones, y así funciona mejor el filme, salvo los discursos sociales, que ciertamente se ven muy naturales, que se oyen como salidos de un cine soviético, con la palabra compañero/camarada repetida hasta la extenuación. El filme tiene un buen toque realista, se maneja muy bien, con los mineros con sus bolas de coca en la boca. 

domingo, 11 de diciembre de 2016

Sully

Unas  gaviotas se estrellan contra los dos motores de un avión comercial y los malogran apenas salen del aeropuerto quedando en muy mal estado el vuelo. El piloto Chesley “Sully” Sullenberger (Tom Hanks) que cuenta con 40 años de intachable experiencia, junto a su copiloto, Jeff Skiles (Aaron Eckhart), decide amerizar en el río Hudson, New York, como medida para salir intactos, salvar a sus 155 pasajeros y a la tripulación, rehusando no aterrizar en ninguno de los 2 aeropuertos más cercanos, como le indican por radio. Esto es el filme, Eastwood vuelve con un filme elemental, tras la pésima y propagandística El francotirador (2014). Y lo que hace de buena calidad al filme es su estructura y su forma de exposición, donde mediante varios flashbacks se palpita el momento clave del vuelo de Sully, se discute si fue apropiado su amerizaje o en realidad puso en peligro a los pasajeros con su acción, sabiendo que el Hudson es un río helado además y pudo haber hipotermia o congelación, por lo que la ayuda de los guardacostas y demás grupos de rescate hicieron lo suyo también.

Se pone en duda el profesionalismo y el sentido común del piloto, al que en New York lo creen un héroe, y él humildemente no celebra, lo llama una acción colectiva, apreciándose como situacional, de reacción rápida y de temple, mientras busca tratar de pensar bien que sucedió, y defender con juicio pleno que hizo lo correcto, que un momento de este tipo puede implicar romper con el reglamento, que el factor humano implica una decisión más real, más eficaz, y a pesar de las apariencias mucho más segura, porque ir hasta los aeropuertos significaba por el contrario no llegar ilesos. Esto puede entenderse que es también la premisa de El Francotirador, pero cambia un contexto, añádele otros elementos y el panorama, la decisión, la empatía y la respuesta es totalmente distinta. Partamos de que es inconcebible y muy ligero, no es el mismo peso ni la misma condición, comparar al antihéroe de un western, la fantasía de un entretenimiento puro y duro, con una figura real e histórica, muy fácil de identificar y que hay que asumir y aprobar, el nivel de abstracción y compromiso es distinto, como lo que proporciona una guerra reciente como Irak y sus agentes de acción, el aceptar sacrificar vidas humanas –niños y mujeres, ciudadanos civiles, seres humanos, vistos todos como salvajes- toma otro vuelo cuando tenemos la noción de querer perpetrar una justificación con algo mucho más próximo y tangible, la proyección y el entendimiento asume otro nivel y el espectador lo siente y lo procesa/atiende de otra forma, cuando lo que uno observa ya no es un juego o simple ficción.  

Decir que Eastwood repite la misma esencia  y constantes en sus películas es verdad de alguna forma, pero cuando el nacionalismo y el patriotismo por sobre el resto se desbordan es menester señalar ese extremismo, egoísmo, empobrecimiento humano y unilateralidad, como también el sentido de la ira y la falta de meditación total. En cambio Sully prefiere pensar en lo humano, asumiendo a esos 155 pasajeros como el mundo y no solo como norteamericanos, o es por eso que uno se identifica y ama lo que ve. El filme de Eastwood pone a pensar el incidente llamado “El milagro del Hudson” desde distintos ángulos –que no son muchos- y momentos, es el sistema reclamándole a un agente, distinto a El Francotirador donde el sistema impulsa y justifica ese comportamiento bélico  y ultra defensivo y cerrado de lo nacional y lo premia y lo eleva como héroe oficial. Sully hace un gesto por los demás, se “sacrifica” o desobedece (en realidad solo hace lo que cree lo más razonable para salvar a todos), manteniendo su moral y ética, actúa fuera de la cuadratura para salvar hasta el último pasajero, hace de su experiencia y lucidez una bandera de justificación. Lo inteligente del filme de Eastwood es que no se trata de ir en contra de los reglamentos, de aceptar que cualquier “loco” puede creer que debe reaccionar a su regalado gusto, Sully demuestra que lo que decide es lo más inteligente, y además hace uso de una opción del manual, el amerizaje.  Pende de un hilo su reputación y se juzga su profesionalismo, como se dice toda una intachable carrera puesta en vilo por 208 segundos de reacción, en que Sully demuestra su buen manejo, donde la mayoría hubiera fallado. Es realmente un héroe.

El filme no cansa por más que se articula mediante lo elemental, aun cuando los componentes son muy pocos, el contraste de la decisión –e investigación- como el de la introspección personal –que llega hasta soñarse en la catástrofe, que repiten los simuladores, creando la idea del horror que pudo ser, sin grandilocuencia alguna- y el revuelo y la reacción de cara al público –un taxista, un barman, gente común, que muestran admiración- y a los familiares –que muestran preocupación por el estado emocional de Sully- , no hay mucho que contar, pero el ingenio del director hace que el filme presente momentos interesantes alrededor del vuelo (explican puntos contrarios pero, desde luego, Sully es el protagonista y se entiende a donde apunta la balanza). La película posee una narrativa solvente y delicada, se siente emoción dentro de un tono elaborado (recurriendo a la otra cara de la moneda, el triunfo, no el horror, que por lo general no se estila, sino más bien el espectáculo, la tragedia, y ahí el tribunal también yace muy comedido), que no se agote a pesar de la omnipresencia de esos intensos y decisivos 208 segundos –que sentiremos en todo el metraje de distintas maneras, el vuelo es una constante en nuestra mente- , sin buscar sentimentalismos, ni celebraciones heroicas altisonantes, como en su anterior película, lo cual parece una enmienda a cierto punto, no obstante se puede ver que Eastwood recurre a varios lugares suyos comunes, como un director que tiene una manera de narrar el cine.

Tom Hanks para ello como Sully mantiene mucho el equilibrio, demuestra sosiego y madurez, sencillez, de quien sabe y solo cumple con su trabajo y deber, transportar sanos y salvos a sus pasajeros. Tiene un cariz natural que revela a un hombre coherente, racional, centrado, controlado, aunque pensativo y preocupado dada la situación.  No es –con todo respeto- como Chris Kyle que va por lo extremos (nacionalista, en una misión superior, sufriente hasta la locura, rechazando intenso los honores), donde Eastwood subraya, pone énfasis en su mensaje. Sully puede que sea una versión mucho más light y bastante mejorada de Kyle, pero, claro, lo dicho, es otro contexto para bien o para mal. Este filme es simpático y sencillo, en el estilo de un buen clásico, es más un Eastwood medido y austero, pero genial en su distribución narrativa, en como mueve y expone sus fichas. Ser novedoso y emocional en su punto, sin tragedia ni melodrama, con una historia donde un vuelo no se estrella, no hay muertos y se habla de un triunfo de lo colectivo, es un filme definitivamente valioso, y sobre todo muy maduro e inteligente.  

sábado, 10 de diciembre de 2016

Take Me Home

Último trabajo cinematográfico del admirado y querido cineasta iraní Abbas Kiarostami, recientemente muerto el 4 de julio del 2016. Es un corto de 16 minutos de duración. El filme es muy sencillo, minimalista, sin trampas ni sobredimensiones ajenas, de lo más transparente, sobre una pelota de futbol que un niño deja en la entrada de su casa que se encuentra en una zona de elevación y que se rueda y empieza a caer por las escaleras, de forma interminable, y que es el juego de la presencia de la pelota y las distintas maneras de exhibirla y apreciarla a través de la flexibilidad de la toma, que de una distancia y altura real, ya que hay cantidad de distintas escaleras, más de lo aparentemente lógico, junto a unos cuantos pequeños callejones y rellanos, por donde la pelota rebota como frontón y sigue su curso, va cayendo y cayendo y cayendo, con una lúdica y armoniosa música de acompañamiento. A nuestros ojos parece un pinball natural, de lo que en realidad su dinámica es propia de efectos especiales. Uno se puede preguntar: ¿es todo casual?, ¿es todo divino? Las escaleras simbolizan al mundo, el movimiento es la felicidad. O como puede implicar el título (en segundo plano), la caída como golpe y querer ser llevado a un lugar cálido y seguro. O, simplemente, ya jugué, ahora vámonos a casa.

Se puede ver a la pelota en sombras o en medio de ángulos y estéticas curiosas. El corto recuerda a El globo rojo (1956) con su lógica caracterización de movimiento, ya que en el hermoso mediometraje de Albert Lamorisse el globo parecía más una mascota. La  pelota incita a pensar en  la simbolización de la búsqueda de la libertad o la gloria de tenerla. Es un filme tierno y ultra positivo, “infantil” y bello. Kiarostami muestra su sensibilidad y esa grandeza de lo pequeño, en su eterno canto a la niñez. La pelota no deja de caer, pero nunca se pierde, el niño la halla con facilidad. Se trata de un juego y entretenimiento netamente visual, ver las cuantiosas caídas, apreciando a las escaleras semejantes a una "interminable" hilera de dominó, rebotando a cada peldaño como derribando cada pieza, generando la idea de la perfección. La pelota logra seguir moviéndose siempre entrando en alguna lógica. Es ante todo un descanso visual, algo que no necesita profundas elucubraciones. Invoca -primeramente- la relajación y la alegría de existir, todo lo contrario a la complejidad y muchas veces crueldad del mundo. Que mejor despedida que esta, con la pasión por la sencillez y la emotividad del séptimo arte. 

El futuro perfecto

La ópera prima en el largometraje de ficción de la alemana radicada en Argentina Nele Wohlatz es una película en cierta manera poco definida, es varias cosas y todas leves, cómo que está llena de espontaneidad, sin un plan estricto de trabajo, y tiene un cierto aire amateur, y de work in progress. En esta película vemos faces de creación cinematográfica e híbridos entre documental y ficción, entre relato y meta-cine. La escuela de aprendizaje de idiomas del filme, donde la protagonista y compatriotas chinos van a aprender el español también se nota a todas luces que es un taller de actuación, aprenden el idioma haciendo performances.

El filme no solo habla de la inmigración y de la adaptación a un nuevo país, sino igualmente del deseo de convertirnos en actores. Para eso la protagonista Xiaobin, muchachita china de 17 años llega a la Argentina donde le esperan sus padres y hermanos, llega sin saber nada de español, y rápidamente se adapta, aun cuando sus padres  -que tienen una lavandería- buscan mantener su tradición y no quieren mezclarse con los argentinos, ven su estadía como una transición para hacer dinero y volver a China. Xiaobin como toda fuerza joven piensa modernamente y diferente, por un lado es disciplinada y respetuosa de sus padres, por otro quiere ser independiente y decidir por sí misma, de esto que guarde/esconda dinero para sí. Xiaobin trabaja vendiendo carnes, asado y embutidos, trabajo lo más típico argentino, hay que decir.

La propuesta de Wohlatz empieza como documental, haciéndole preguntas a Xiaobin, más adelante estas versaran sobre el uso de su imaginación en cómo sería su vida hecha ficción en una relación amorosa con un chico de la India –esto es lo que define el título-  que en el filme vemos en su parte de relato y que choca con la tradición de sus padres de no mezclarse afectivamente con personas de otras nacionalidades. En ese lugar se abren posibilidades y se juegan con las variaciones. Xiaobin es muy libre y luce natural aun en su imperfección expresiva, no solo vocal, por lo que lo que inventa no es lo suficientemente ingenioso o tan atractivo, raya en el lugar común. Xiaobin y la mayoría del reparto lucen como que no dominaran la actuación (aunque existe la genial escena cuando todos los amigos y compañeros chinos del taller de la mano del actor argentino Nahuel Pérez Biscayart logran manejar bien el poder llorar en el cine). En el filme esto da una figura simpática de amateurismo, como estilo más que como defecto. Esa manera de hablar y de comportarse sin perfecta fluidez, con una narrativa bajo cierta ausencia de bisagras, algo robotizados, tiene su encanto, y más parece otra parte del meta-cine de la película, se notan las costuras de una actuación.

En el filme no hay un esfuerzo de crear una ficción convencional, su búsqueda y cine es otro. Xiaobin se interpreta a sí misma, pero también juega a la actuación y lo deja notar, en otras partes simplemente se manifiesta como es, en sus anhelos, sueños y quehaceres, en su juventud y en su cualidad de migrante, donde vemos que se comporta como cualquier persona. Un acierto, el de Wohlatz, es dejar ver una personalidad, no solo es el objeto de una chica china recién llegada a la Argentina. De Xiaobin también hay que decir que viste muy bien, tiene estilo. 

miércoles, 7 de diciembre de 2016

Dog Eat Dog

El director de Aflicción (1997), Paul Schrader, es de hacer películas muy personales y osadas, de las que apuestan por la autoría y por la diversión cinéfila, fuera de que su filmografía sea bastante irregular. Su última película tiene a tres criminales buscándose la mala vida, tratando de hacer dinero a toda costa, mientras se van con putas y se drogan, mientras tratan de deshacerse de los cadáveres que van generando. El tipo más extremo, medio psicópata, es como su apodo lo dice, Mad Dog (el genial Willem Dafoe), un sujeto que es en buena parte insoportable, que parece gentil y termina provocando mucha violencia. Es un tipo fracasado y solitario, por lo que su criminalidad es una extensión natural de su existencia. Lo acompañan Troy (un buen Nicolas Cage) que es en cierta forma extravagante, tiene su edad, pero mantiene su estado juvenil, relajado. Por último tenemos a un actor desconocido y novel, Christopher Matthew Cook, como Diesel, el tipo grandulón  y supuestamente bruto pero que lucha por ser coherente, no obstante termina temperamental. Los tres se meten en trabajos sucios de robos y secuestros, no temen a la policía y son unos criminales de la peor calaña, aunque tienen personalidades llamativas, si se quiere, propio de la invención de personajes distintivos.

El filme de Schrader es ver cómo se comportan y desenvuelven estos criminales. Existe una cualidad de novedad, de no ir por el lugar ordinario, amable y fácil en una buena cuota, hay tiempos muertos y algarabía, vagabundeo, pero fallan muchas cosas en la película, hay momentos que sobran y abruman, mucha audacia tiene un feo efecto y hablan mucho, sobre todo tonterías, pero no se oyen como los hampones de Quentin Tarantino, a los que uno les presta atención y generan placer, sino todo lo contrario, molestan, aburren, agotan. El filme quiere ser rocambolesco, pero carece de cierta magia, el guion y las aventuras, la forma de narrar no son tan efectivos, desgraciadamente el filme no entusiasma, por más que se esfuerza.

Puede que ver la criminalidad de estos tipos en toda gloria y maldad sea “atípico” y provoque curiosidad, el cine es muy tolerante, hay mucha libertad y aguantas mucho más de lo normal, pero en la práctica, en los hechos en sí no funciona del todo bien. No es que Cage, Dafoe y Cook lo hagan mal, pero el guion no les ayuda. Suben un cadáver y de pronto una compuerta se abre y caen a un  basurero con el cuerpo, ¿qué pasa después?, Mad Dog intenta justo ahí ser comprendido y escuchado. Se genera mucha incongruencia. Mad Dog mata sin contemplación. Troy es medio poético y rebelde, en el tono de un viejo Elvis. Diesel está como aburrido de su vida. Lo malo es que luego se comportan como personajes planos y estúpidos, y la acción no es lo suficientemente buena. En un momento Troy secuestra a una pareja de ancianos afroamericanos, y como en un sueño empieza una balacera, al poco rato de volver de la muerte esposado y arrastrado por una patrulla. La incorrección política es muy insípida y desagradable, y así se siente la película en general. Una cabeza explota de un disparo inesperado, los amigos juegan a echarse mostaza y kétchup tomando a la ligera la relación criminal entre ellos, arranca el filme con un desenlace impactante, hay ironía en la crueldad, pero el filme –o quizá por eso- no termina de funcionar. 

martes, 6 de diciembre de 2016

Las plantas

Ésta película chilena y debut de Roberto Doveris es una obra rara, a un punto; no es de las más amables para empezar, sino más bien puede generar disgusto en su explicites sexual y como coming of age desenfadado, por lo que por obvias razones tuvo cierta polémica en su país, y no le faltaron los ataques. Sin embargo más tarde mereció 2 premios en el festival de Berlín 2016. La propuesta invoca el despertar sexual de una chica de 17 años que no es muy típica; ésta figura es propia de la siempre buscada originalidad del cine, de perpetrar personajes extravagantes, especiales, y en ello pueden hasta ser incómodos (de ahí puede o no que tenga un logro y audacia), aunque no es la costumbre.

Florencia (la cantante argentina Violeta Castillo) contacta por internet a muchachos que quieren tener relaciones sexuales casuales, pero una vez que llegan a buscarla ella los manipula y juega con su deseo sexual, los obliga a masturbarse y en segundo plano tan solo los observa, no quiere contacto, solo es una experimentación y curiosidad. Los hombres, desde luego, se enfadan, se sienten defraudados y ansiosos. Una decepción produce que haya una gran escena cargada de tensión, de cómo va a terminar; uno de los encuentros se convierte en el juego del gato y el ratón. En esos momentos el filme se posa sobre el poder de seducción de la mujer, en el control por sobre los hombres (en un arranque feminista que termina en frustración y en ortodoxia), y en la responsabilidad y peligro de llevar ese deseo con una, aunque desde un caso extremo.

Florencia señala a todos los de su edad un cierto aspecto friki general, lo cree por antonomasia en la juventud, lo cual puede sentirse como disonante en el concepto del cine latinoamericano, más propio de la modernidad norteamericana. El problema de adaptación de Florencia, aun cuando está llena de amigos, es que su rareza proviene de tener a un hermano en estado vegetal y tener que cuidar de él. Ella es parte de una familia muy golpeada. Florencia impredecible –también hace cosplay y se anima a hacer coreografías singulares a ese respecto- toma al hermano por un maniquí y lo manipula como le viene en gana. No es que no lo quiera, sino que le da vida con su irreverencia, lo hace por un optimismo particular. Lo mismo pasa cuando lee un cómic de unas plantas fantásticas que hablan transversalmente de la vida del hermano, como dentro de un mundo alterno y secreto, de otro despertar, el que ve o quiere compartir Florencia (¿incesto?), una chica muy imaginativa y atrevida. El filme carece de cierta consistencia, parece que algo está aquí y allá sin mayor motivo; contiene momentos dispersos y llamativos, a propósito quizá, como estilo y lugar común de cine arte. Gira en base a tres elementos centrales, el cómic (la cultura pop), la sexualidad y lo vegetativo/la enfermedad (como ella pasmada frente al vidrio de la puerta), donde se triplica una experiencia, la de las plantas que desbordan sexualidad. Suena interesante como concepto, pero que queda en un filme regular solamente. 

Ruinas tu reino

Un pequeño barco pesquero en el golfo de México es el escenario principal del presente filme, ahí el director mexicano Pablo Escoto nos enseña la humildad de los pescadores que van separando tripas, restos, suciedad, de los pescados, entre chancletas. La imagen carece de belleza, la toma se demora, mientras la captura es lo más franca posible, el ambiente es precario. El rostro del flaco pescador, serio, concentrado e indiferente. Pero la cámara no se detiene solo en su diario existir, en la dureza de su labor, aparte de verlos matar el rato, Escoto trata de hacer su propia lírica, construyendo ideas muy gaseosas con las imágenes. Podemos ver solo el vaivén del mar, sumergirnos en su ecosistema, la repetición de las varias faenas del oficio, la toma petrificada  -mal encuadrada- frente a unas gaviotas sobrevolando el cielo, y no se queda únicamente en ese lugar, va hasta tierra donde observamos a una mujer ir hacia adelante sin más, penetrando en la oscuridad, rumbo a una parte frondosa de plantas, y enseguida uno termina pensando en el cine que hace Nicolás Pereda.

Un intermedio –infaltable- le reza al mar, lo enaltece y a su bravura. Una voz clama por un retorno y una distancia territorial. El filme hecho de forma rústica, implica no solo la mundanidad de los pescadores, su sencillez vivencial, un lugar social, sino trata de experimentar con el espíritu que rodea la dura jornada y el hogar, lo que nunca es barato. La película recuerda a la joya de Leviathan (2012), que es hacer la misma película con otro estilo y con muy pocos recursos, algo bastante pequeño y humilde, un cine marginal, donde la toma de un ángulo desangelado y muy simple de un barco –pedazos en bruto- es nuestra declaración de principios.

Foyer

El tunecino radicado en Francia Ismaïl Bahri filma un papel en blanco durante 31 minutos, sí, aunque usted no lo crea, y eso es todo lo que verás en este mediometraje en cuanto a aspecto visual. Un fondo blanco movido por el viento. Un viento e iluminación que produce algunos leves tonos y sombras, nada más. Detrás de ese papel Bahiri sale a la calle y empieza a deambular filmando su particular película. En el camino abundan los curiosos que le preguntan que qué hace, se autoproclaman cinéfilos y le hacen comentarios, hay conversaciones, aunque nunca veremos a nadie ni a nada.

Se trata de dilucidar de alguna forma qué es el cine, cuales son las pretensiones propias y las de los espectadores con respecto a este. Se da el encuentro entre el cine comercial y el cine más personal, extravagante y experimental. La gente común que se acerca es amable y simpática, no desestiman a Bahri, más bien tienen la mente abierta o son diplomáticos. En algún momento se acerca la policía, y se puede apreciar un tono político en el filme. ¡Sí! (risas), todo esto sucede tras un simple papel en blanco. Sin duda, el filme reta al espectador común. Es un filme que seguramente molestaría, aburriría y frustraría a miles de espectadores. En su aspecto político, ese papel en blanco puede simbolizar muchas cosas, algo se oculta o se le oculta a la sociedad tunecina (todo quema, como el potente sol que siempre acompaña a Túnez), o implica la noción de que usted debe poner las imágenes a lo que oye, las conclusiones. En ello se habla de una Túnez problemática, difícil, pero no se especifica nada (al final, el filme irá a parar a una piscina, según se oye). Se siente además el peso de Francia, la sombra de Europa en la ciudad. 

Entre las preguntas del público sale a flote preguntas que se hacen los cineastas del cine de guerrilla, minoritario y de cine arte más austero, ¿vas a exponer en algún lugar tu película? (detrás: ¿quién va a ver tu película?). ¿Cuál es el peso, significado y necesidad de tu película? En el trayecto alguien ironiza diciendo que la película lo volverá famoso. Ahí siempre el contraste con el cine comercial. Cine en que la mayoría se identifica. Se entiende la noción de exposición, de lucha, de convicción, de soledad. Pero el filme está lejos de ser sombrío. El cineasta pretende otorgarle al movimiento del viento de un papel en blanco algún tipo de belleza. 

jueves, 1 de diciembre de 2016

La mano (The Hand)

Antes de que Oliver Stone se volviera un autor tan político empezó como muchos, haciendo películas de terror, hizo 2, la segunda es de la que hablaremos. Stone tiene un sentido del relajo bastante potente también, como se ve en The Doors (1991) o en Natural Born Killers (1994). Tiene talento para los dos lugares, y puede manejar ambos en el mismo espacio, tipo su maravillosa Wall Street (1987). La mano (1981) es entretenimiento, pero con un lado psicológico; Stone no se conforma con solo divertirse. Puede que por esto el filme intenta ser más neuronal de la cuenta o narrativo que terrorífico, aunque tiene también mucho de básico. La escena donde pasa la mutilación de la mano tiene su espanto, su gore, eso sí; me agrada cuando la mano perversa empieza a arrastrarse y a fisgonear, a dejar rastros por ahí, a seguir a su amo. Sea con el anillo, la hierba o el gato, esa acechanza se percibe muy bien, te inquieta, genera suspenso, mucho más que con las performances de los asesinatos que lucen apenas cumplidores, poco impresionantes. A pesar de esto, Stone, con el giro final (a lo Carrie, 1976), muestra que disfruta(ba) del género; también cuando se presta él mismo para una de las escenas de "terror".

La presente tiene de antecedente a Las manos de Orlac (1924) donde un trasplante de manos, las de un criminal ejecutado por la pena capital, mortifica la psiquis de un hombre idealista, el pianista Paul Orlac, interpretado por el enorme Conrad Veidt, quien gesticula en su potente expresividad, es alguien que lleva prácticamente el cine en su teatralidad y plasticidad gestual. Orlac cree ser poseído por las manos del criminal, y se siente destruido moralmente. En el filme de Robert Wiene vemos la grandeza del expresionismo alemán, del cine mudo, la de Veidt y la de Wiene. Orlac pasa por tremenda angustia mental y de culpa. El estado de sufrimiento se nutre del expresionismo alemán en gran forma y queda tremendamente sentido; vemos la daga incriminadora de Vasseur, el estado de pesadilla, la perversidad de Nera y la entrega de la leal Yvonne que llega al rescate. Hay un remake  (de Hollywood) más sencillo, pero casi tan genial como el original, Mad Love (1935), de Karl Freund. En éste filme nos ubicamos en Francia con un tal doctor Gogol (el estupendo Peter Lorre) que toma todo el protagonismo; él es en un tipo que no puede controlar el amor desmedido que siente por la esposa del concertista Stephen Orlac (Colin Clive), una actriz del Grand Guignol, a la que adora incluso mediante una estatua de cera. Gogol obsesionado hasta el tuétano terminará dañado frente a unas palabras de amargura –quedando golpeada su genialidad como cirujano, uno amante de las ejecuciones- y nos dará una de las escenas gloriosas de la historia del séptimo arte, con lo del trasplante de cabeza (salido de la película de 1924, pero con una figura con propia personalidad, aunque breve). También hay un segundo remake, de 1960, con Christopher Lee (Nero El mago) y Mel Ferrer (Orlac) que al parecer no es muy bueno, aunque no he tenido oportunidad de verlo.

En la película de terror de Stone observamos que un exitoso realizador de cómics llamado Jonathan Lansdale (Michael Caine) pierde una mano en un accidente de autos y ésta mano mutilada cobra vida y viene a ejecutar todo el odio y venganza secreto que siente el protagonista. Se dedica a poner en práctica sus oscuros pensamientos. Lansdale pasa por problemas maritales, su mujer no lo quiere más y desea a otro hombre, y esto repercute en volverlo un villano, un psicópata (con pérdidas momentáneas de la memoria), quien tiene recurrentes pesadillas y alucinaciones. El filme juega con la realidad y la fantasía, genera dudas sobre qué está pasando en verdad; en ello hay dos historias paralelas. No obstante es un filme que llega a explicarlo todo con pelos y señales perpetrándose barato. A ratos pareciera haber inspirado al escritor Bret Easton Ellis y a American Psycho (2000). La mano es una película curiosa en la filmografía de Oliver Stone, aparte de ser muy atractiva la idea de una mano solitaria cometiendo asesinatos, tras los deseos íntimos de un hombre frustrado y castigado, en su hogar y en su trabajo, en el amor y la pasión. 

Comanchería (Hell or High Water)

Ésta es una película del siempre interesante David Mackenzie (Perfect sense, 2011) donde 2 hermanos vaqueros en éste western moderno roban pequeñas sucursales bancarias en Texas. Tanner Howard (Ben Foster, creíble a un rango decente) es el impetuoso y loco hermano quien es un ex presidiario, un hombre proclive desde siempre a lo criminal, sin exagerar la nota –sin crear una figura de cómic o caricaturas- con sus maneras rebeldes e inesperadas. Toby Howard (Chris Pine, que sorprende a lo que le conocemos como actor, ya que no suele tener actuaciones tan exigentes, serias, rudas y realistas) es el hermano pensante, quien tiene todo un plan para vencer al capitalismo ramplón y más aprovechado (el que representan los bancos, que para el caso se quedan con los hogares y tierras tras las hipotecas).

En el otro lado tenemos a dos rangers de Texas, a Marcus Hamilton (Jeff Bridges, en una magnífica actuación) y a su compañero medio indio y medio mexicano Alberto Parker (Gil Birmingham, excelente compañero) que siguen las pistas de los asaltantes. El dúo de la ley está muy bien trabajado y sobresale bastante en el filme, Hamilton es siempre políticamente incorrecto con su compañero, le hace mil bromas sobre su ascendencia mexicana e india, pero tienen ambos una sólida amistad, así de rara. Parker es astuto y despierto, tranquilo, de respuesta estoica y avispada aunque respetuosa. El dúo de los hermanos está también bien trabajado, pero es más algo muchas veces visto en el cine, de ellos sobresale su periplo, en lo cual no todo es criminal, muestra afectos y juegos entre ellos, simpatía con gente que van conociendo, y a la vez van chocando con el mundo. Los dos están en una misión, más Toby que Tanner, éste último respalda a su hermano, proponiendo experiencia, aun cuando fuera el hermano loco y uno esperaría menos de él, pero aun así resulta muy verídico. La relación de cariño entre los hermanos es un gran puntal, “malos” o buenos todos tienen emociones aquí.

El viaje de los hermanos por las carreteras de Texas y la persecución racional y básica de los rangers, la sencillez del método físico de los robos, pero de suma inteligencia como complejo plan contra los bancos, tiene todo un toque muy cotidiano y sencillo, un tono híper realista y natural, alejado de lo grandilocuente, recurriendo a  personajes secundarios pintorescos, algunos secamente cómicos. El filme trata de coger y crear una gran cercanía con la vida común y silvestre, con unos robos que más son una necesidad de vencer al mundo y al sistema que pura y banal maldad o criminalidad sin escrúpulos. La propuesta tiene de único guionista a Taylor Sheridan, también único guionista de Sicario (2015), otra gran película, y más que traer originalidad, se trata de estilo, de recurrir mucho a la vida tal cual, evitando más bien lo aparatoso y fantástico, en lugar de buscar impresionar, todo es muy vital y directo, buscando lo audaz en el realismo, como la seducción de una recepcionista bella con el piropo preciso (para la mujer candente escondida en las formas) o ser atendidos en un restaurante de parrillas por una mesera anciana cascarrabias e imponente.

El filme deja en claro por su parte figuras conocidas de comportamientos, aquí esta lo rudo y llano, sin pose, gente naturalmente extrema amante de lo rural y social cansada de lo citadino y capitalista. Hay hasta una escena obvia con el choque entre gente tipo hip hop versus vaqueros, gente del interior americano. Escuchar música típica de la zona es otro realce y gran acierto, el cariño por lo autóctono y primario, que canten los asaltantes la música que los refleja. En Hell or High Water, aunque cumple con su tiroteo y esperado enfrentamiento con la ley, más vale el viaje y sus formas comunes audaces, originales porque el cine sobredimensiona las realidades y aquí se busca el opuesto. 

martes, 29 de noviembre de 2016

La llegada (Arrival)

El canadiense Denis Villeneuve es uno de los grandes directores de la actualidad, no solo únicamente en Hollywood y por la enorme repercusión que esto significa en los cines del mundo, sus películas exceden el rotulo de simple entretenimiento, es audaz, interesante y personal. Su última película es una maravilla, tiene suma inteligencia en como armar una narrativa plena, perfecta y de relevancia, y sorprender al espectador por completo con su redondez final. Hablamos de llevar una sonrisa –y lágrimas- al final de su visionado, y esto se debe a que el filme está interrelacionado con algo muy humano; lo grande y posiblemente espectacular –a lo Independence Day (1996)- con lo familiar y muy sensible.

La llegada (2016) puede ser vista como una historia de posible invasión y guerra con extraterrestres, en donde 12 naves yacen a pocos metros de altura en los cielos de distintos países de nuestro planeta, sin que conozcamos sus intenciones, con lo que ciertas potencias mundiales como China en especial, y EE.UU. por su parte también se halla en tensión y desconfianza, sienten que pueden ser un peligro para la humanidad, y están dispuestos a atacar a las naves, mientras los alienígenas, que parecen calamares o pulpos de buen tamaño, votan tinta para generar símbolos como palabras tal cual el idioma japonés o jeroglificos, y hay un trabajo de comunicación y de descifrado por lograr, para lo que se le pide a una experta lingüista, Louise Banks (Amy Adams), que se encargue. La otra parte del filme es que Louise supone ha perdido a su hija, y debe superarlo (antes o después, no importa), lo cual es enorme, pero la historia no se queda ahí y juega con nuestro entendimiento inicial, al dar un gran vuelco al final.

Los extraterrestres vienen a hacernos ver el lenguaje universal, en una unión trascendental de evolución como en 2001: Una odisea del espacio (1968), articulando un lenguaje que significa devoción al ser humano –tocando nuestra entrañas y vínculos más poderosos- a pesar de cualquier desenlace, mediante lo gigantescamente complejo  y  extremo de padecer;  o aquel que trata de comprender lo que le es distinto y lejano, al otro, al foráneo, uniendo las distancias, como puede ser a través de los puntos de conexión como el amor y la entrega más honesta.

Todo el filme tiene una lectura sentimental escondida en una película de ciencia ficción, de las mejores de la historia del séptimo arte, agrego. Es parcialmente una película de género, que se escurre de las convenciones y de lo más fantástico (incluso las naves y los extraterrestres son algo muy básico visualmente, las naves parecen monolitos, otra conexión con la película de Kubrick), que en realidad es más un drama velado, fuera de las tantas intervenciones de la lingüista y de su equipo que cuenta con el matemático Ian Donnelly (Jeremy Renner) que será parte importante dentro del rompecabezas general. La llegada, aclaro, no es una película difícil de entender, como la interesante pero críptica Enemy (2013), es cercana y amable, la que será más que seguro una película de alta competitividad en los próximos premios Oscar. También será bastante curioso ver que hace Villenueve con la secuela de Blade Runner (1982). 

sábado, 26 de noviembre de 2016

Hierba

Suena original y atractiva la idea motor de éste filme de los más recientes del argentino Raúl Perrone, prolífico director de culto que ya anda presentando una nueva obra, Cump4rsit4. En la presente se trata de darle vida narrativa a la pintura Almuerzo sobre la hierba, del francés Édouard Manet, obra pictórica que pasa por el estilo del director de Ituzaingo. Es ante todo un viaje estético y experimental, convertida la pintura en una historia típica suya, con cazadores salidos prácticamente de la nada –pero con el campo como una invitación natural- y amores o sensualidades peligrosas de por medio, compartidas, con forzamientos y en pugna.

En el cuadro de Manet vemos a 2 mujeres y a 2 hombres teniendo un picnic, donde la nota trasgresora es que una de las mujeres yace desnuda y la otra observa de lo más natural. El cuadro inicial parte de que los varones de aspecto culto y refinado lucen sosegados con la desnudez de la mujer, cosa que cambiara una vez que Perrone los ponga en marcha, simbolizando al deseo y a la pasión y a la locura que desencadena ésta Eva ofreciendo tentación, creándose una nueva lectura de acuerdo a nuestros tiempos, unos más callejeros. En la pintura de Manet uno pensaría que se tratan de prostitutas, pero la realidad es que tiene un toque más bien familiar. Perrone en cambio pone al pie del cañón la lujuria y su cualidad de distancia con las mujeres.

Perrone experimenta con la manera de expresarse, dividido el filme en 18 actos, de lo más sencillos, la historia repite más bien motivos, en un estado latente de conflicto. El filme parece enmarcado como si fueran viejas fotografías aunque en color (en un formato cuadrado y con bordes blancos), remiten a un tiempo de proyección de un cine inicial. Los fondos lucen antinaturales, la mayoría yacen como láminas (tiesas), pero las disolvencias de los cuerpos fusionados con el paisaje proporcionan vida, bajo unos fondos que homenajean al impresionismo y fomentan una estética de conjunto, dentro de una amalgama, al contener personajes teatrales y bastante expresivos, guiados tipo por la comedia francesa, luciendo un cierto aire de nobleza que va quedando en segundo plano frente al desenfreno de las altas pasiones.

Alba

No se hacen muchas películas ecuatorianas, por lo que encontrarse con la ópera prima de Ana Cristina Barragán genera entusiasmo. Es una película que trata sobre una niña que vive con su madre separada que yace enferma, débil, postrada en una cama. Cuando ésta empeora y es trasladada al hospital, tiene la niña que ir a vivir con su padre, al que no conoce mucho. Este es un hombre de pocos recursos económicos, a diferencia de su ex esposa, además es una persona cohibida y de expresión pobre, con lo que pasa por raro y antisocial, pero por encima de las apariencias es un hombre decente y quiere formar un mejor vínculo con su hija. Alba (Macarena Arias) tiene 11 años y se parece a su progenitor, es también percibida como rara, no encaja muy bien con sus compañeritas del colegio, y como todo niño anhela integrarse, por lo que sacrifica pensamientos, donde los otros niños suelen ser crueles y superficiales. El filme trata de como la niña va a encontrarse a sí misma y va cimentando su propia personalidad. Es una historia de crecimiento.

La película exhibe a la niña en variedad de pequeñas primeras experiencias, está el temido despertar sexual (viendo desnudarse a su padre; besando en un juego a un niño; en ponerse bonita, agrandada, para una fiesta), la incómoda llegada de la menstruación (que se maneja con madurez), la aparición de vellos en la axila y la sensación de no ser atractiva. Esta la lucha por aceptarse, y en ello entra a tallar la situación económica (Alba teme ser marginada por vivir en una casa humilde con su padre). Macarena Arias hace un buen papel, puede que sostenga más de la cuenta un estado de fuera de lugar algo monotemático, como si no pudiera ser encantadora y natural también, y se explote el lugar común del afecto por los insectos, pero también tiene sus virtudes y una buena estructura, tal es su estado de cierta independencia (va y viene por calles desconocidas, hasta de noche), aun a corta edad, como contiene su parte de astuta, aunque no sea un ser firme, para lo que siempre está atenta, observadora de su entorno, como quien está buscando respuestas, salidas.

El filme comparte sus estragos por la aceptación personal con la relación con su padre, que va de fondo, con el que hay un juego de espejos (te quiero, me quiero). Este tiene su sensibilidad y mucha humildad, manejando pequeños gestos, que no abruman con sentimentalismos, aunque el padre (Pablo Aguirre Andrade) tenga una apariencia lastimosa marcada (que no lo anula). El filme resulta ser sutil en los muchos detalles, mientras remarca el sentir general de la rareza e inadaptación que gobierna (habiendo dosificado romanticismo). El personaje de Alba tiene materia, esencia, de lo cual se sostiene la película y compenetra, aunque existe cierta rigidez.

domingo, 20 de noviembre de 2016

United States of love (Zjednoczone stany milosci)

Estamos en Polonia un año después del fin del comunismo en este país, 1990. El director Tomasz Wasilewski nos retrata el fin de una política, pero no la de la violencia del hombre a la mujer, como quedando rezagos -en un símil- de primitivismo con aquel gobierno de antaño, lo que se observa en la historia del hombre que enviuda y su amante lo busca, pero ella se le presenta como sentimiento de culpa y él no quiere ya nada con ella, pensando en matices, ya que el hombre parece no tener ninguno (en un momento se ve que él alquila una película pornográfica, como queriéndose decir que la relación con la amante es puro sexo). A la par el hombre tiene una hija de su matrimonio y no quiere pelear con el recuerdo de la madre. La amante, una mujer profesional, rectora de un colegio, plena y desinteresadamente enamorada, la cual no se siente como una cualquiera, llamada Iza (Magdalena Cielecka), se enfrenta al maltrato y a la humillación del rechazo del hombre amado (el que llega a ser muy cruel), a sentir la superficialidad de su relación, aunque en la propuesta no se profundice el lado inmoral de ser la otra durante 6 años. A lo que va el filme por otra parte es a cierta hipocresía, doble moral y unilateralidad, aparte de a la violencia de género. Esta historia, de tres que son, termina como una de las películas del Decálogo de Krzysztof Kieslowski, de quien comparte el espíritu en aquellos edificios y viviendas hechas por el gobierno comunista. El filme no se pone a un solo lado como muchos pueden pensar al ver el maltrato, sino que Iza también tiene un fuerte lado recriminable, en esto se apela también a la propia actitud de aceptarse subalterna al hombre como amante, minusvalorarse. Este relato posee un poderoso momento en el cual Iza tiene sexo casual y bruto en un lugar público, sintiendo el peso de ser una “cualquiera”. 

En la historia de apertura tenemos a una mujer cansada de su matrimonio, desilusionada de éste, por motivos desconocidos, que no sean soñar con un amor imposible, tampoco especificando antecedentes. En esto hay mucha sutileza que apela más que todo a las emociones, a los estados de ánimo, a la complejidad de las mujeres. Nuevamente hay escenas ingeniosas –el filme tiene varias- compartiendo el sentir de Agata (Julia Kijowska), la protagonista, tal es aquel sexo rabioso, desesperado y esencial que busca en el marido pensando en el otro hombre, en lo platónico, de lo que solo podemos hacer conjeturas e imaginar respuestas. ¿Un antiguo amor?, ¿un hombre intachable que enamora con su idealismo?, que me recuerda a ¡Qué verde era mi valle! (1941). Esa entrada al baño para ver al hombre deseado desnudo es otra pulsación primaria que acierta en su exhibición y sugerencia. El filme posee muy buena narrativa, haciendo de historias muy fáciles de identificar un cine sensible y duro a partes iguales, un cine que logra contener arte. La religión, algo importante en Polonia, sobre todo frente al comunismo en su país, queda relegada por las 4 mujeres protagonistas, donde ellas se enfrentan elípticamente a ésta.

La tercera historia yace compartida – las cuatro mujeres poseen una relación muy fuerte entre sí-  y se da entre Marzena (Marta Nieradkiewicz), una bella aspirante a modelo, profesora de danza y de ejercicios acuáticos, y Renata (Dorota Kolak), la profesora solitaria y mujer mayor, que vive fascinada con la joven vecina Marzena. Renata sueña con darle una vida llena de cuidados y afectos que la joven no consigue contener, a pesar de representar la figura del deseo, observando que la belleza le representa aprovechamiento y desilusión de los otros más que realización. Miremos esa escena de masturbación sobre su cuerpo desnudo petrificado, acto impropio, sucio, cercano a la violación, una escena poderosa que se complementa con un lavado espiritual, de idolatría secreta. En la historia brilla el contraste de los dos cuerpos, el bastante imperfecto y el voluptuoso, el de la relación “imposible” (lo que gobierna el filme), de cara a la liberalidad sexual heterosexual que atrae daño y a la trasgresora homosexualidad idealizada, pura. 

sábado, 19 de noviembre de 2016

Cronos

Ópera prima del director mexicano Guillermo del Toro, película ganadora de 8 premios Ariel (el premio de la Academia Mexicana de Cine), la que es una película de terror, pero más es una película familiar, mediante la sólida relación de cariño del protagonista Jesus Gris (Federico Luppi) y su pequeña nieta que no habla. Tampoco es un filme sangriento, hay apenas tres muertes y son más que justificadas, muy argumentales. La película se ampara en lo sobrenatural y en lo extraño, con un aire refinado si se quiere, bajo un cine amable, apto para todos. Tiene una escena magistral, su gran momento cinematográfico friki y audaz en el placer de lamer una mancha de sangre del piso de un baño, con lo que Luppi se gana el panteón de los entregados e iluminados.

Jesus Gris es un anticuario que en el interior de una pieza de escultura de un arcángel halla un dispositivo de un escarabajo dorado con el cual uno puede vivir por la eternidad, resucitar y hasta rejuvenecer, solo pide sangre a cambio, como un tipo de vampirismo más elaborado y mucho menos homicida, o es que del Toro y la decencia de su protagonista trabajan una cierta elipsis o es que diluyen el requerimiento de sangre en su sutileza y buen hacer familiar. Lo que sorprende es la madurez y hasta cierta perversidad implícita o llamémosle mejor inconsciente, o reacción ante el amor más grande que uno siente, de Aurora (Tamara Shanath), la nieta, la que llega a apoyar el uso del artilugio por tener vivo a su abuelo (pero antes prevé el daño de su manipulación) y luego hasta le salva la vida.

Del Toro le pone mucha sustancia y heroísmo a la niña, con lo cual propone mucha nobleza e inocencia a su historia, más que oscuridad, esa que representa muy ligeramente el tío millonario (Claudio Brook) y su sobrino americano Angel (Ron Perlman) que tienen de caricaturas de hombres infames, agregándoles además humor. De ahí que de terror más bien muy poco tenga la propuesta y más de aventuras en la lucha contra ellos. Mientras, la relación con la esposa de Jesús tiene una cierta falta de química, a pesar del aire de ternura de telenovela mexicana que brota de Margarita Isabel, o es que resulta muy secundaria frente a  la relación abuelo-nieta.

El filme arranca con la historia de un alquimista y su invento que le brinda 400 años de vida, lo cual se siente bastante endeble y barato, pero el artilugio tiene suma gracia como generador de la trama, de ambiciones y dependencias, en el guion del propio del Toro. Lo bueno del filme llega cuando el mecanismo de relojería hace su magia en toda potencia, en la escena del embalsamador con Daniel Giménez Cacho, que es otro de los momentos iluminados del filme, y tremendo personaje que bien merecido tiene un Ariel, el mejor de los ocho otorgados. Es gracioso ver cómo queda maquillado Luppi tras ello, provocando un buen toque de cine B para ese momento, con su nacionalismo mexicano de fondo, con ese aprecio por los muertos, la religiosidad y su dominante cariz de gente del pueblo. También se presta de paso para el humor, como cuando pregunta el embalsamador en qué tipo de cocción quiere al muerto, asumiéndolo como un trozo de carne. 

The Burning

Los hermanos Bob y Harvey Weinstein son productores de cine actualmente muy reconocidos y poderosos en Hollywood, pero también han dirigido películas (en los 80s), los dos juntos tienen la dirección de una comedia, y Harvey además una de animación sobre gnomos. También han ejercido de guionistas, ambos en su comedia, y Bob en la película que nos reúne esta vez, The Burning (1981), con la idea original de Harvey, teniendo en cuenta que dice haber ideado el proyecto de la presente película más o menos por 1979, un año antes de la icónica Friday the 13th (1980), con la cual guarda cantidad de similitudes, como con la segunda exhibida casi simultáneamente, Friday the 13th Part 2 (1981). Si uno ve estas películas puede creer a The Burning como una copia descarada o propio de la época y el entusiasmo por subirse al carro del slasher, gracias al éxito descomunal de Friday the 13th, pero si vemos en su momento y en el tiempo de todas formas ésta gloria se le escapó a The Burning que es una película olvidada y muy poco celebrada, sobre todo bastante en comparación de la saga de Jason Voorhees.

Los Weinstein dicen haberse inspirado en una leyenda urbana muy conocida, la de un tal Cropsy, que se quema tras una broma de unos muchachos en un campamento de vacaciones, queda horriblemente desfigurado por estos jovencitos que lo detestaban, Crospy convertido –hasta literal- en un monstruo –sumado a su gran tamaño- y en una leyenda propia de las fogatas cuentan que regresa como asesino serial a vengarse de los muchachos que vacacionan en los campamentos de verano.

Yendo al filme en sí éste tiene una explicación visual completa sobre quién es Cropsy, no hay cabos sueltos, todo está ahí claro y fuerte (tal cual el final que es también potente). Para luego en el pabellón de quemados extremos unos enfermeros jueguen a curiosear con el daño de las quemaduras, bajo la llamada monstruosidad de Cropsy, lo cual es irrespetuoso en general. Después como introducción homicida, al estilo de un cine de bajo presupuesto, bastante sucio, Cropsy asesina a una prostituta de la calle. El monstruo no dejará ver su rostro hasta el desenlace, un rostro totalmente exagerado. Los asesinatos se darán con cámara subjetiva, como con una mirada nublada (teniendo Cropsy daño en los ojos), con su infaltable música preparatoria de tensión y en su mayoría con unas enormes tijeras de podar.

El filme, que dirige Tony Maylam, hasta más o menos los 45 minutos de metraje solo presenta dos muertes, pero más tarde digamos que se reivindica totalmente y fabrica una masacre que, desde luego, es la gran escena de terror del filme. El héroe es irrelevante (Brian Matthews), más llama la atención otro personaje, un muchacho parecido a Woody Allen al que hacen bullying, Alfred (Brian Backer). En el reparto está Jason Alexander (de la serie cómica Seinfeld) que debutaba en el cine, hace de muchacho bromista pero no de lo más populares; y el actor y director Fisher Stevens (Short Circuit, 1986), también en su debut en la gran pantalla. Otra cosa para disfrutar es la desnudez completa y frontal de Carolyn Houlihan, Miss Ohio USA en 1979 y participante del Miss USA del mismo año. Tom Savini que hiciera el maquillaje de Friday the 13th (1980) se encargó del de The Burning, una película entretenida, aunque tampoco demasiado genial, pero tiene su cuota de decente suspenso, se juega a poner en la mira a varios muchachos y se dan falsas alarmas. También puede verse la propuesta como un filme de popularidad, marginación y alta búsqueda de sexualidad.

Territorio

El poeta vanguardista Henri Michaux viajó por barco a Ecuador en 1927 y escribió un diario de aquel viaje dos años después, de esto se vale la directora ecuatoriana Alexandra Cuesta como punto de partida para hacer su propio viaje y (re)encuentro de su país, cruzando el océano, la montaña y la selva nacional. Cuesta estudió en el Instituto de las Artes de California (CalArts) y tuvo de profesor a James Benning, director de cine experimental, paisajista y underground, y se nota su influencia en esos encuadres fijos de la cámara y por la fragmentación como exhibición del presente documental, aunque no sea un filme abocado al paisaje o a los escenarios sino más bien busque el retrato de la propia gente, de los ecuatorianos, desde las capas más humildes, enfocándose en sus expresiones naturales, pasatiempos y dedicaciones, simplemente observamos gente en su vida y habitad cotidiano. Contemplamos personas en la playa, en la excavación de un hueco o en una discoteca, en un sinfín de lugares sencillos, como tan sólo ver a una familia sobre la cama con la televisión encendida o mirar a un ser anónimo estar en un cuarto sin luz meciéndose en una hamaca.

Los lugares son filmados dentro de una reducción hacia lo más elemental y mínimo, como algo secundario, lo central es la humanidad y la llaneza de los retratados, muchas veces es sólo una persona con un objeto entre manos (una guitarra, un juguete), o únicamente alguien sonriéndole a la cámara, o notándola en un cuadro fijo e ir a cruzársele, sintiendo curiosidad, rubor, entusiasmo o inquietud de ser filmado. Presenciamos el territorio, pero invocando a la gente como tal, al pueblo, desprendiendo universalización, donde el gesto natural y más sencillo nos abraza, recibe y une. Es sentirse parte o no de éste territorio, cómo perspectiva de qué forma nos definimos, en lo cual se debate de cierta forma la directora. Sin embargo a todas luces se trata de un querer ser parte de, de hallar o tener coincidencias, igual que de sostener nuestro origen, a través de un territorio sentimental con los “extraños”, con nuestros paisanos, desde un mundo feliz, en donde ver a una bella mulata pelar con los dientes un pedazo de caña de azúcar y comer es la puerta a dicho idilio. 

lunes, 14 de noviembre de 2016

Elle

El holandés Paul Verhoeven es un director muy querido por cantidad de cinéfilos (los de en serio), por lo que no sorprende tan buena reacción ante su último filme, haciendo un largometraje después de 10 años, que aparte de ello es una obra notable, con una película que en gran parte del metraje parece no tener mucha lógica. Una mujer exitosa e imponente ya de cierta edad pero aun atractiva es violada en su casa, en lugar de denunciarlo a la policía decide guardar silencio (producto también de su herencia criminal), tomárselo con calma, simplemente cambia las chapas de las puertas. Los ataques –hasta psicológicos- se sucederán, pero la trama tendrá un giro bastante audaz, en lo ultra feminista. La mujer poderosa (una espléndida Isabelle Huppert) convertirá la repetición de la violación y la violencia, el posible trauma, en una relación de deseo y autoafirmación extremo, propia de un sadomasoquismo bruto, tomando control de la situación, para luego hacerse cargo a su modo de todo el planteamiento loco que propone en mayoría Verhoeven, lo cual termina cogiendo lógica conjunta y triunfando.

Isabelle Huppert interpreta  a una arpía en toda hegemonía, la que engaña y traiciona a sus amigos/as con harta superficialidad; su sensualidad y apetito carnal no mantiene cortapisas, lo mismo pasa con sus familiares, pero con cierta inocencia. Es de mano dura en su trabajo, siendo una empresaria del diseño de videojuegos que se sabe manejar muy bien frente a la efervescencia y el arrinconamiento de la juventud (como pasa con el propio Paul Verhoeven, que a los 78 años hace una película fresca, libre y osada, una obra actual, más allá del año de realizada y de la edad). Michèle Leblanc (Huppert) mantiene vínculos con su ex marido, un escritor medio perdedor, al que aun manipula y maltrata, pero ayuda. Su hijo es la parte estúpida del filme, trayendo comedia de poca importancia con la infidelidad tacita de su fácil y vulgar mujer. Verhoeven hace gala de humor grueso, de burla notoria, que se pueden asumir como actos de cierta intrepidez autoral.

Isabelle Huppert luce físicamente y por expresión siempre sofisticada,  se le interpreta de un poco soberbia, tiene un look y un aire esnob, pero es una falsa apariencia salida de su elegancia, ya que como actriz da todo en el filme de Verhoeven, luce apetecible, vulgar, se entrega a lo absurdo, al humor grueso, a la irreverencia, a la sexualidad, a la brutalidad, y no teme el ridículo. Huppert debe ser una de las mejores actrices actuales, y no solo una filmografía con cantidad de grandes autores en su haber, y en esta película afirma totalmente su lugar, realmente brilla.

La película es de notoria incorreción política y de cierto riesgo. Inicialmente puede ser chocante la situación de los abusos masculinos y la reacción del filme frente a ello, luciendo un quehacer ligero, pero  al fin del metraje la perspectiva argumental se verá con mejor opinión (aunque aún discutible). Estamos ante un filme ultra feminista, donde prima que Huppert no es una blanca paloma, tampoco el sexo débil ni una víctima, sino una heroína bastante poco convencional y muy poco ideal, pero al fin y al cabo una mujer del nuevo siglo o tal cual muchos/as lo pretenden, dura, fría, calculadora, que maneja todo a su regalado gusto, una mujer que está por encima de los hombres, que no se deja amilanar ni por la peor experiencia, dentro de un cuento oscuro, perverso, idéntico a  esta mujer omnipotente, que no teme la corrupción, que no tiene imposibles, ni nada la va a detener. El resto, el mundo, se rinde –o debe rendirse- a sus pies.