Ésta película chilena y debut de Roberto Doveris es una obra rara, a un punto; no es de las más amables para empezar, sino más bien
puede generar disgusto en su explicites sexual y como coming of age
desenfadado, por lo que por obvias razones tuvo cierta polémica en su país, y
no le faltaron los ataques. Sin embargo más tarde mereció 2 premios en el
festival de Berlín 2016. La propuesta invoca el despertar sexual de una chica de
17 años que no es muy típica; ésta figura es propia de la siempre buscada originalidad
del cine, de perpetrar personajes extravagantes, especiales, y en ello pueden hasta
ser incómodos (de ahí puede o no que tenga un logro y audacia), aunque no es la costumbre.
Florencia (la cantante argentina Violeta Castillo) contacta
por internet a muchachos que quieren tener relaciones sexuales casuales, pero
una vez que llegan a buscarla ella los manipula y juega con su deseo sexual,
los obliga a masturbarse y en segundo plano tan solo los observa, no quiere
contacto, solo es una experimentación y curiosidad. Los hombres, desde luego,
se enfadan, se sienten defraudados y ansiosos. Una decepción produce que haya una gran escena
cargada de tensión, de cómo va a terminar; uno de los encuentros se
convierte en el juego del gato y el ratón. En esos momentos el filme se posa
sobre el poder de seducción de la mujer, en el control por sobre los hombres (en
un arranque feminista que termina en frustración y en ortodoxia), y en la
responsabilidad y peligro de llevar ese deseo con una, aunque desde un caso
extremo.
Florencia señala a todos los de su edad un cierto aspecto
friki general, lo cree por antonomasia en la juventud, lo cual puede sentirse como
disonante en el concepto del cine latinoamericano, más propio de la modernidad
norteamericana. El problema de adaptación de Florencia, aun cuando está llena de amigos, es que su rareza proviene de tener a un hermano en estado
vegetal y tener que cuidar de él. Ella es parte de una familia muy golpeada.
Florencia impredecible –también hace cosplay y se anima a hacer coreografías
singulares a ese respecto- toma al hermano por un maniquí y lo manipula como le
viene en gana. No es que no lo quiera, sino que le da vida con su irreverencia,
lo hace por un optimismo particular. Lo mismo pasa cuando lee un cómic de unas plantas
fantásticas que hablan transversalmente de la vida del hermano, como dentro de un mundo
alterno y secreto, de otro despertar, el que ve o quiere compartir Florencia (¿incesto?), una chica muy imaginativa y atrevida. El filme carece de cierta consistencia, parece
que algo está aquí y allá sin mayor motivo; contiene momentos dispersos y llamativos,
a propósito quizá, como estilo y lugar común de cine arte. Gira en base a tres elementos
centrales, el cómic (la cultura pop), la sexualidad y lo vegetativo/la
enfermedad (como ella pasmada frente al vidrio de la puerta), donde se triplica
una experiencia, la de las plantas que desbordan sexualidad. Suena
interesante como concepto, pero que queda en un filme regular solamente.