lunes, 30 de julio de 2018

The Shooting


The Shooting (1966), de Monte Hellman, es un western raro, se parte a partir de una tumba, una muerte misteriosa y una huida, pero no se entiende hasta el final. Tiene a una mujer (Millie Perkins) que le paga a un ex cazarecompensas para que sea su guía, la transporte a un lugar. Willett Gashade (Warren Oates) es éste guía, que acepta a regañadientes por la terquedad de ésta mujer, pero a medida que el filme empieza su recorrido hacia un territorio del que poco se explica Gashade tiene una corazonada de lo que pretende la mujer y es lo que secretamente lo motiva a seguir y aguantarla.

Junto a Gashade está un hombre medio idiota llamado Coley (Will Hutchins) que el guía obliga a la mujer a que le pague y los acompañe. Coley es un tipo bonachón y Gashade lo quiere como un hermano pequeño. Coley no es cómico sino es un tipo lento e infantil. Su participación es algo molesta, además de que se siente fuertemente atraído por la mujer y se comporta más tonto aun. Pero el filme propone cierta originalidad con él, como cuando se topa con un hombre abandonado moribundo en el desierto y le regala caramelos.

El filme es el trayecto sin explicación hacia un lugar, pero a medida que avanza el filme se empieza a intuir de qué trata todo, y es algo sencillo, pero se guarda Monte Hellman de explicarlo hasta el final. El filme se entiende claramente en última instancia con aquellos fotogramas ralentizados del doble, aun cuando la propuesta tiene una argumentación mínima. Pero es un western atípico, hay muy poca o casi ninguna escena de acción.

La rivalidad del héroe Gashade la aporta Jack Nicholson como el pistolero Billy Spear, se trata de crearle mítica, pero Nicholson aunque luce una buena presencia como pistolero, creíble, por su comportamiento y engrandecimiento se nota algo ridículo. Oates en cambio está muy natural, y mejor. Esta rivalidad se pone un poco infantil cuando Coley no puede esconder que le desagrada Spear, y no le teme aunque Coley con las armas sea muy común. Esta interacción de los tres es particular, no lo hace un western tan trascendental, pero mantiene la atención.

Es un filme que en el fondo no parece western, sino una road movie con gente que no se lleva muy bien y no tiene una idea muy clara de que están haciendo, pero siguen adelante porque lo que importa es la interacción entre ellos, las armas parecen meros adornos o juego. De cierta manera el remate es como sacar un truco bajo la manga. Aunque está obviamente planificado parece casual o quizá un pretexto para darle lógica a un filme espontáneo. El filme tiene un toque psicológico si se quiere, un toque muy indie, la acción propia del western es irrelevante. Por todo ello no tiene desperdicio, no es lo que uno espera en el género, pero sí como cine.

Ride in the Whirlwind


Éste western de Monte Hellman fue escrito por Jack Nicholson y es un filme convencional, pero muy intenso, bastante bueno aunque común, sin mucho de por medio. Arranca con el robo detallado de una diligencia y se pone en perspectiva cuando tres vaqueros cruzan la zona y ven a un hombre ahorcado colgado de un árbol. Esto sonaría a película de terror sino fuera un western, lo que significa una alarma para los héroes o, mejor dicho, víctimas.

El filme pone a los tres hombres a descansar en la cabaña y escondite de los asaltantes, liderados por el tuerto Dick (Harry Dean Stanton), y grave error, terminan siendo confundidos como parte del grupo por unos vigilantes de la zona, los hombres que ahorcan criminales. El filme tiene a estos vigilantes como tremenda banda de implacables perseguidores, que se toman la ley en sus manos. Esta premisa sencilla da mucho entretenimiento.

Tanto la banda del tuerto Dick como los vaqueros de paso, Wes (Jack Nicholson), Vern (Cameron Mitchell) y Otis (Tom Filer), quedan sentenciados a muerte y empieza una fuga y un combate fiero contra los vigilantes, que son en mucho anónimos y un número gaseoso, enorme. Salir vivo es casi imposible, pero se lanzan a intentarlo, no les queda otra. El filme genera mucha adrenalina, lo que suma al no poder los vaqueros quitarse de encima el estigma de criminales, y no les queda más que sobrevivir como pueden, aceptando verse como tales, porque los vigilantes disparan a matar y solo piensan en ahorcarlos.

El filme apenas dura 1 hora y 20 minutos y desde que son marcados los tres amigos vaqueros se ven en el infierno, acorralados, agredidos a una cuenta de tres, escondidos, huyendo, hasta llegar a una casa de colonos donde los sobrevivientes juegan damas pensando en la muerte; los flashbacks, la tensión y lo que se avecina parpadea en sus mentes. Nicholson y Mitchell trabajan muy bien el miedo y la expectativa, como su valentía frente a la adversidad.

Es un filme sumamente básico, pero genial por el ritmo que posee y la acción trepidante viéndose vehementemente perseguidos, sin tregua alguna, mientras los criminales capturados son inmediatamente colgados de la manera más sencilla, sin juicio, tal cual abre el robo de la diligencia que es también brutal y abusivo. Justos pagan por pecadores. La propuesta suena a un buen alegato contra la pena de muerte.

La educación del Rey


La educación del Rey (2017), del argentino Santiago Esteves, es un policial. No es un filme con muchas escenas de acción, pero las tiene y cuando llegan cumplen. Es un filme de acción con pocos elementos, se podría decir que son 2 o 3 escenas muy sencillas pero intensas. Lo que más apunta la propuesta es al drama, a raíz del primer crimen de un muchacho, que cae en manos de un hombre que sin demasiada justificación, aunque coherente, se vuelve su protector y un poco como un padre.

Germán de Silva interpreta a éste especie de padre adoptivo o simbólico, además de que como guardia de seguridad y el uso de armas tiene un vínculo digamos que cool con el muchacho, que no es tampoco un punk, pero sí se le describe con carácter y termina violento. Por el lado del crimen se maneja muy bien la imagen de unos policías corruptos. En un inicio la credibilidad no es tan potente, pero a medida que el filme muestra tanta seguridad en sí, se la cree, se convierte en un policial más que decente, descontando lo entretenido que es.

La parte social es leve con el muchacho medio suelto en plaza con el mal ejemplo del hermano mayor, todo expuesto con velocidad. Lo que pesa más en el filme es el drama de padre adoptivo formando a hijo descarriado con potencial emocional de buen muchacho. Éste vínculo hará que los más sensibles gusten del filme, mientras todo decanta finalmente en escenas de acción que complementan muy bien, sin ser muy audaces, ni extensas.  

Algunas escenas tienen ligera originalidad, como cuando van a comprar ropa deportiva, se ve una chica linda, un protector ambiguo, reacciones y alguna pequeña maldad. Es una película muy simple, pero competente. Pasa de una cosa a otra con gran ritmo. Tiene sus momentos predecibles, pero muchos otros no lo son. El segundo conflicto criminal del protagonista, Rey (Matías Encinas), es prácticamente inevitable, si no por donde continúan, piensas. Pero aunque ahí no deja mucho espacio para sorprendernos, lo que viene después sí en una medida.  

La educación del rey no será de las películas más memorables, pero trabaja bien como entretenimiento, como policial o thriller a ese respecto. Piensa la solidez de pocos elementos, es un filme muy práctico, y alcanza. No le pidan demasiada originalidad, pero tampoco es una propuesta sin gracia en lo que ofrece. Se pega al mínimo en todo sentido, justifica lo suficiente como para darle la predominancia a la agilidad narrativa, tramita con la coherencia básica. Pero eso crea un entretenimiento dinámico, intenso y vital, y tienes lo emocional.

domingo, 29 de julio de 2018

Un día en la vida de Andrei Arsenevitch y A.K.


Un día en la vida de Andrei Arsenevitch

Éste es un ensayo cinematográfico del francés Chris Marker que analiza el cine de Andrei Tarkovsky, y hasta lo filma en sus últimos días. Una curiosidad es que menciona que en una sesión de espiritismo que hiciera Tarkovsky se comunicó con Borís Pasternak y le manifestó que haría 7 películas, justamente lo que pasó, y aunque él creía que eran pocas películas le dijeron que serían notables. Según el filme Tarkovsky toma conciencia de ésta premonición cuando lo vemos editando su última propuesta enfermo desde su cama. El documental compara, unifica, las películas de Tarkovsky con su vida real, como con la espera del director ruso y su mujer por la llegada de su hijo, el permiso de la URSS para que salga del país, que lo hacen ver igual que El espejo (1974); o el lograr la toma perfecta del incendio del final de El Sacrificio (1986) y que Tarkovsky grite de alegría lo unen con la celebración tras el levantamiento de la campana en Andrei Rublev (1966). En el estudio del cine de Tarkovsky se menciona que el director hacia sus filmes pensando en los cuatro elementos de la naturaleza. Sus personajes se mezclaban, se revolcaban, con la tierra; se veía incluso a la lluvia y el fuego en una misma toma; el aire se hace presente como con el globo aerostático y la bella mirada desde arriba en Andrei Rublev. Estos elementos se convertían en arte en el cine de Tarkovsky. Igualmente su lado místico, con lo que no buscaba que sus personajes miraran hacia el cielo, sino que el cielo mirara hacia los hombres, que Dios observara su creación. Con el tiempo Tarkovsky –nos dice el documental- se desprende de pretextos y explicaciones. Tarkovsky quiere que el cine iguale a las mayores artes, sea apreciado en la misma liga, con la misma admiración. Utiliza por ello la pintura como un espejo o hace hincapié en la lectura de literatura o de historia en sus personajes. Tarkovsky siempre tuvo trabas y negatividad de parte de la URSS, fue un cineasta exiliado, pero fue el más ruso de todos nos dicen, y se deja ver en Nostalgia (1983). La censura de la URSS incluso le recriminó que el protagonista en Solaris (1971) no llevara pantalones. El documental hace ver que Tarkovsky dejó muchos lugares de fe por creer en su séptimo arte, como la medio inexplicable La Zona de Stalker (1979); creyó en la ciencia ficción como vehículo para lo místico. También nos dice que en una de las primeras escenas de La infancia de Iván (1962) aparece un niño al lado de un árbol joven y se cierra el círculo en Sacrificio con un árbol muerto.


A.K.

Éste documental de Chris Marker es un detrás de cámaras de la película Ran (1985). Nos habla de los lugares comunes del cine de Akira Kurosawa, dividido por secciones, como el amor del director japonés por los caballos que incluso simbolizan cosas en sus películas. También por la lluvia que John Ford le dijera que había notado su aprecio especial por ello cuando se conocieron y el nipón se lo confirmó directamente. Kurosawa luchaba a menudo contra el clima, lo tenía como un rival, como en el Monte Fuji durante el rodaje de Ran, pero esculpía con éste igualmente su arte. Le criticaban la violencia en sus obras, pero el director se defendía que mostrarlo, verlo, era enfrentar y vencer el miedo hacia ello. Afirmaba no gustarle en absoluto la violencia, pero era su manera de catarsis exhibirla en sus películas. La niebla y el fuego también toman mucha parte en su séptimo arte. Vemos a Kurosawa involucrarse en toda la fabricación de Ran, convertirse en un autor en toda la palabra, secundado por gente con quien siempre trabajaba, bien explicado en el uso de tres cámaras al mismo tiempo. Al director nipón se le ve muy tranquilo y amable, luce todo un caballero y alguien humilde, pero estaba en todas, corregía hasta lo más mínimo. Éste detrás de cámaras permite ver la admiración de Marker y del entorno de Kurosawa, a quien llamaban sensei, uso más frecuente en el arte marcial, pero refiere a un dominio excepcional. Kurosawa ya tiene cierta edad en éste documental, como admite. No obstante sigue al pie del cañón dominando cada pedazo de su magistral arte, como mandar a pintar la vegetación de color dorado y fabricar una luna para crear una escena exacta a su gusto e imaginación. Es un quehacer meticuloso como ver la sincronización de flechas encendidas con fuego arrojadas hacia la niebla profunda. El detrás de cámaras es medio gaseoso visualmente, más que todo es ver la arcilla en transición, la grandeza viene después al ver Ran terminada y cada obra suya. Son órdenes, planificación y detallismo lo que presenciamos, gente comprometida, apasionada, hasta los extras, a los que observamos meterse en su rol, vestirse, comer, gritar, coordinar, marchar, bromear, etc. Son parte importante desde el más pequeño gestor hasta su sensei, el gran Akira Kurosawa.

viernes, 27 de julio de 2018

Las herederas


La película del paraguayo Marcelo Martinessi pudo pasar por la historia de dos hermanas mayores enfrentándose al mundo, más un descubrimiento sexual adulto, pero prefiere ser más original, más impredecible, y es en su lugar el relato de una pareja lésbica de mujeres mayores que se enfrentan al desgaste de su relación amorosa, sólo que una únicamente se da cuenta, la más pasiva y clásica femenina, la que anda en el hogar, la que depende de la otra, la del carácter fuerte, más masculino. Al mismo tiempo es la historia de la decadencia de una cierta aristocracia o burguesía paraguaya, desde el plano económico.

Una de las mujeres protagonistas, Chiquita (Margarita Irun), termina en la cárcel por fraude,  pero dentro se maneja con aplomo, a pesar de venir de una familia con dinero, no se intimida por el lugar bullicioso, vulgar y peligroso, con gente agresiva, loca y algunos extravagantes. La que sufre más el embate por paradójico que suene es la que yace afuera, Chela (Ana Brun), que no sabe cómo subsistir. Ya por entonces ambas se encuentran vendiendo las pertenencias de su casa, y se ve ese fastidio y pena silenciosa de ir perdiendo su opulencia, que llega hasta el extremo de que Chela empieza a hacer taxi.

La idea del empleo de taxista exclusiva proviene de una mujer amiga de Chela, una anciana llamada Pituca que va a jugar cartas con amigas de su edad y todas éstas se convierten en clientes en potencia. Pero la que más llama la atención es una mujer adulta, Angy (Ana Ivanova), que también asiste. Angy es una mujer sensual, muy femenina, que pronto genera ésta cierta originalidad narrativa, fomenta la tentación de una infidelidad lésbica.

Chela guarda mucho silencio, yace como intimidada por la seguridad de Angy que es la que toma la iniciativa. En ese trayecto de vender los muebles del hogar y relacionarse con Pituca y sus amigas en el taxi y una comedia suave con sus engreimientos y posición económica Chela duda en serle fiel a Chiquita que yace buscando salir legalmente de prisión. La infidelidad domina el filme por completo, sumido el contexto en la decadencia económica. De ahí el título de las herederas, el cambio generacional, los nuevos tiempos.

El filme tiene un aire clásico con Chela, que guarda mucho las formas, de esto que uno pensara que en lugar de lesbiana era una solterona, pero es el silencio en realidad la simple duda de cambiar a Chiquita por Angy tras varias décadas de estar juntas y una lealtad que le debe. Pero el desmoronamiento económico la tiene a punto de quebrarse. Es un filme con una protagonista que su pasividad se pone en juego en busca de la trasgresión, de buscar pensar más en ella, ser algo cruel también, aunque Chiquita luce muy fuerte.

Lo que es un lugar común es la representación burgués de las empleadas, las tienen por brutas, no trasmiten mucho, y hasta hablan de regalarle a una un desodorante. Esto es algo un poco fastidioso y no aporta mucho, es un recurso fácil además. Es mejor para conseguir el aire aristocrático esa elegancia que mantiene Ana Brun en todo momento, esa introversión, ese recato, hasta un estado infantil y de timidez, muy apropiado con el sobrenombre de muñeca dado por el padre, niña mimada, niña bonita. Brun ganó mejor actriz en el festival de Berlín, y es muy merecido, porque sostiene una cierta original ambigüedad en su manera de ser.

El filme al final parece plantear un robo de juventud, en todo sentido, de aire fresco, un llenado de intensidad, de vitalidad, como que al terminar una mala racha viene algo nuevo, una renovación, una nueva marcha, algo bueno, una nueva Paraguay también, creer en una nueva generación y es algo social y político, aunque la protagonista sea una mujer mayor, una representación simbólica del mismo país, expuesto con la chiquillada de escapar en el auto.

Cierto, dirán, tremendo rollo por una infidelidad –dicho como cine, porque el cine suele ser más radical, audaz, crudo o trasgresor que la vida misma producto siempre de buscar impactarnos, de impresionarnos, de hacernos vivir lo impensado, mil experiencias-, pero es también el arte de la delicadeza, también 30 años de pareja no es poca cosa, una herencia difícil de desprenderse, una fuga suena prácticamente inviable. El filme se mueve mediante una aproximación lésbica de sugerencia, sin contacto físico en pantalla, todo trabajado a través del personaje de Angy, la provocación abierta, con sus ademanes y confianzas. Es un cine arte latino que tiene ya su identidad atrás, bien y mal nos reconocemos en éste estilo.

jueves, 26 de julio de 2018

El reino de la sirena y Siempre andamos caminando


El reino de la sirena

Documental austero, de Luis Rincón, que se contextualiza en un pueblo de pescadores en Nicaragua, que mezcla fantasía con violencia. Vemos la cotidianidad de un hombre en silla de ruedas y lentes negros de sol que ha sido buzo y se dice que quedó así producto de una maldición de sirenas. Dos personas mayores son entrevistadas, hablan de las sirenas, lo hacen de manera muy básica y poco original. El filme tiene mucho de cine social; la gente que observamos es humilde. Otro ex buzo dice haber dejado atrás la vida de gángster y además rechazar el mar. Una mujer joven embarazada que le invita un vaso de agua no le cree, pero él persiste en decir que es cierto aunque con una sonrisa de ironía. Éste mismo hombre habla coherentemente de la precariedad con la que se realiza el buceo en la zona, y cómo ésta misma precariedad es la culpable de tanta invalidez y muerte. Lo dice sin esforzarse en convencer a nadie. Al mismo tiempo el filme deja correr los relatos locales de sirenas, mientras presenciamos las labores de los pescadores. Hay hasta cámara submarina. En un efecto de la cámara –sencillo, pero que queda bastante bien- ésta entra o sale como si formara un pasadizo imaginario, entra a un mercado, sale de un puerto. También el paisaje tiene su belleza, el día común de los pescadores igualmente su interés. El lado más logrado de la propuesta es lo social, que en mucho simplemente vemos, y no lo oímos machacar. Los dos ex buzos protagonistas tienen atractivo narrativo, uno por carismático, otro por muy natural.

Siempre andamos caminando

El documental de Dinazar Urbina Mata abre con un camioncito llevando gente a un pueblo llamado Santa Rosa de Lima. Apiñados atrás observamos una escena sencilla, como una madre da de beber agua a su hijo. El filme tiene a tres mujeres de protagonistas, nos ubicamos en el estado de Oaxaca y se ve como la gente pasa de la sierra a la costa en busca de trabajo. Alberta tiene 21 años, trabaja de agricultura, pero se da tiempo para cuidar a su hijo. La vemos en una bella escena bañando a su bebé en una batea, muy ducha en su cuidado. Catalina vende comida, mientras nos cuenta de una decepción familiar y de cierta humillación de la gente por no hablar bien el castellano. Catalina se siente bendecida por tener un lugar propio, para sus hijos. Julia tiene 28 años y celebra no tener hijos, imagina hijos malogrados, pero llora por una pareja que yace a la distancia. La miramos robusta recogiendo limones. Siempre andamos caminando es una frase que sale de su boca y refiere a estar expuestos a los peligros, en la humildad del trajín diario, pero agradeciendo estar libre de daño. Las tres mujeres son fuertes y sencillas. Las tres hablan muy bien, de manera clara y se ven humildes y auténticas. Es un filme que está ahí para oírlas, para conocer de su sobrevivencia, sus logros, sus afectos. Ninguna habla con amargura, a pesar de tanta dificultad. Hablan sí de la necesidad de migrar para vivir mejor, hablan de gente que las ha decepcionado, pero las tres en su naturalidad muestran felicidad, tranquilidad, en un retrato diáfano y austero de nuestra humanidad.

miércoles, 25 de julio de 2018

Amore, piombo e furore


Western dirigido por Monte Hellman ayudado por el italiano Tony Brandt, es un western de bajo presupuesto que es inclasificable en cierta manera. Tiene muchas escenas sexuales, pero no explicitas, sólo eróticas, entre el protagonista, el pistolero Clayton Drumm (Fabio Testi) y Catherine Sebanek (Jenny Agutter), la esposa del hombre a quien lo han enviado a matar.

El filme puede adscribirse al romance por una parte con ésta aventura e infidelidad que ocurre en medio de la acción, con varias escenas de sexo expuestas con bastante detalle sensual, prolongadas más de la cuenta, que se hacen sentir que tienen demasiado espacio. Pero las escenas de acción son buenas, a pesar de ser un filme algo barato o propio de un cine imperfecto. La trama también no está mal, es atractiva y muy entretenida.

Drumm es perdonado de morir en la horca por la ley pero tiene que matar a un hombre que se niega a vender su terreno a una empresa que quiere hacer una vía de tren. Éste hombre es Matthew Sebanek (Warren Oates), un tipo terco, que es secundado por sus hermanos. Finalmente se cambian los papeles, Drumm huye con la mujer de Sebanek y él va tras ellos en busca de venganza. En el camino Drumm se defiende simplemente, no suele tomar la ofensiva. Al mismo tiempo pistoleros de la empresa del tren van a asesinar a Sebanek.

El enfrentamiento de Drumm contra los hermanos de Sebanek es original, tiene mucha buena adrenalina además, y no solo se usan armas. Luego más tarde habrá tres frentes en una nueva balacera, entre Drumm, los hermanos de Sebanek y el mismo Sebanek y los asesinos del tren. Es un filme que cuando propone acción lo hace muy bien, pero tiene muchos ratos de pacifismo, de meditación y de arreglo, ya que Drumm es tremendo pistolero, pero típico héroe, muy justo y humanitario, inclusive en mucho un tipo sensible con las mujeres.

Warren Oates hace de un tipo mucho más vulgar, algo detestable, pero también razonable, es atacado por su mujer quien incita al pecado a Drumm a quien lo ve no solo físicamente más atractivo tras prolongadas miradas y candentes silencios sino la trata mucho mejor. Luego pretende vengarse de ella, la mujer es humillada, pero se llegan a manejar matices, no es un enemigo cliché, aunque carece de simpatía. No obstante Monte Hellman tiene misericordia para con él, ya que le aplastan la dignidad. Es un tipo valiente también, dice no ser de los que huyen, aun cuando su cabeza tiene un irrevocable precio y enfrenta mucho poder. Así mismo le hace frente a Drumm aun cuando sabe que no está en su misma liga como pistolero.

Tanto Fabio Testi como Jenny Agutter aportan mucha sensualidad, Testi no yace desnudo frontalmente pero si de otras maneras, mientras Agutter muestra todo varias veces. Sin embargo esto es lo menos interesante, lo que lo hace más barato al producto, pero también distintivo en menor medida. Pero toda la acción que propone y el recorrido que sigue Drumm son muy coherentes y excitantes y el affair –que no el exceso de erotismo- tiene sentido. Clayton Drumm aunque bonachón, es un pistolero efectivo, cumple a la hora de la acción.

martes, 24 de julio de 2018

El confidente (Le doulos)


Le doulos (1963), de Jean-Pierre Melville, es cine polar, cine negro francés. Tenemos a Maurice Faugel (Serge Reggiani) como un ladrón y gángster que va a vengarse de alguien que mató a una pareja suya años atrás cuando estuvo en la cárcel. Éste es el punto de partida del filme pero hay mucho más, se trata sobre todo de un soplón con el que jugará la propuesta.

El filme tiene la curiosidad de que prepara escenas a la manera inversa, como con la apertura. Propone un lazo de amistad entre Faugel y Gilbert Varnove (René Lefèvre), los vemos interactuar todo muy cálido y amable, y termina con su asesinato a sangre fría, con el rostro de Varnove sorprendido. Faugel le roba unas joyas y dinero, las esconde. Por más que Varnove había mostrado arrepentimiento y una amistad muy abierta Faugel se deshace de él. Éste filme tiene esa característica, se trata de hombres muy violentos y fríos, clásico del género del que bebe, del cine negro americano, más su toque de distinción francés.

Otra escena magistral en el mismo sentido es la aparición de otro gángster, Silien (Jean-Paul Belmondo), que persigue a Faugel, aunque son amigos, y mata a su pareja, una mujer muy sensual y hermosa (Monique Hennessy). La escena es brutal, muy llamativa como noir. Nuevamente sucede lo que uno no espera, cuando parecía que había una atracción sexual. Silien tiene un amigo en la policía aunque también es perseguido por la ley. Son las extrañas relaciones que mantienen todos, y no se sabe quién es quien hasta el final. El filme manipula mucho las apariencias y ahí yace su maestría como cine negro.

Es un filme complejo, pero muy bien urdido, perfectamente entendible prestando atención. Hasta el último minuto hay sorpresas, todos bajo la ley del crimen, matar, hacerse cargo de los enemigos, defender a los amigos –quien recoge a Faugel herido-, vengar al caído –que incluye a un policía-. En ello entra a colación otro personaje, otro gángster, Nuttheccio (Michel Piccoli), que maneja apuestas y juegos de casino; al mismo tiempo una mujer provocativa pero enamorada (Fabienne Dali), a la orden de los criminales.

Nuttheccio es un personaje importante, pero más pasivo, del que se habla más que todo y sirve para redondear la trama, dentro de una gran planificación y una gran secuencia. Los que más se mueven son Faugel y Silien, cada uno por su cuenta, para converger al final. Silien de manera más audaz, Faugel más emocional, impetuoso. El filme es un enfrentamiento de intelectos, de manera muy novedosa, donde policías y criminales juegan su propia partida, pero los más importantes son los mafiosos.

El silencio es un cuerpo que cae


El documental de la argentina Agustina Comedi remite a su padre, Jaime, a quien ella le rinde homenaje, hablando de su homosexualidad. Jaime de un momento a otro decidió casarse y tener un hijo, era su sueño tener un hijo. Estuvo con un hombre 11 años poco antes, Néstor, quien fue su mejor amigo en su nueva vida. Comedi entrevista a gente cercana a su padre, tratando su verdadera orientación sexual.

El filme desentraña su pasado y resalta que debió ser libre, porque eso es maravilloso expresa, como lo señala el hijo pequeño de la directora al final del filme cuando se le pregunta indirectamente por algunos significados. Comedi no tiene pena ni molestia en revelar el sacrificio que hizo su padre para encajar en la sociedad y en la imagen paterna de ella, hija que confiesa ser bisexual, lo que ayuda también a entender el hacer éste documental. El dolor queda ajeno, en su madre, más que seguramente, aunque el filme dice que Jaime le decía una y otra vez que volvería a casarse con ella, y le llevaba siempre flores.

Pero el pasado era la esencia de éste hombre, a quien su hija ya grande, porque se fue temprano, murió cuando aún era una adolescente, cuando ella tenía 12 años, comprende, le conmueve, porque su homosexualidad estuvo desde siempre, y no era una pequeña parte que manejar como le refirió un examen psicológico. Todos los entrevistados hablan de la homosexualidad de Jaime, esto es muy sólido, hay hasta antiguas parejas, como un travesti. Lo que más le mueve al filme es que no pudo vivir a plenitud su tendencia sexual, por la sociedad argentina tan represiva que vivió, de la que hablan muchos en la propuesta.

La única persona que se abstiene de hablar es la madre de la directora, Monona, pero la vemos en las imágenes y se habla de ella, se dice que hasta hoy carga consigo una foto de su marido. Se casó con él sin saber de su homosexualidad, recién cuando su hija tenía 4 años supo que su marido era gay, pero como vemos siguió con él. No se dice como lo resolvieron, hay muchas cosas que quedan sin explicarse del todo, una de ellas es la razón del cambio de Jaime, no está tan claro, aunque hay indicios, presión social, querer tener un hijo, una ruptura amorosa, la propia familia dándole consejos y preocupándose por el Sida.

Si Jaime tuvo o no sus escapadas casado tampoco se dice, se habla de un cambio y una parte que dejó atrás tras nacer su hija. No obstante se topaban con él antiguos amigos gays, aunque Néstor, su vínculo más fuerte con su pasado decía verlo muy poco o nada. Jaime filmaba todo, pero no salía en las imágenes, y es como decir que daba paso a su nueva vida y él se borraba o quedaba en segundo plano. En el documental hay mucha presencia de Agustina, de Disney en especial, y esa simbolización de vida familiar feliz.

Pero el filme quiere rescatar y enaltecer la libertad, el ser uno mismo, aun cuando por lo que se sacrificó es por quien habla -la directora- y su realidad, que nazca, tener un hijo, una esposa, una vida heterosexual, una vida familiar tradicional. Pero el amor de hija es inconmensurable, sumada la propia identificación homosexual, y es decirlo, comprenderlo, superarlo quizá también y al mismo tiempo que no se repita en otros, y que todos vivan su sexualidad, libres, felices, aceptados por la sociedad. Lo importante es Jaime, el amor hacia el padre.

Lo que vemos son los videos caseros del padre y entrevistas, en mal estado la mayoría por el soporte y por el tiempo. La cordobesa Agustina Comedi indaga con naturalidad entre amigos, familiares, antiguas parejas y compañeros de ideología, la socialista que Jaime usó – donde muchos negaban la homosexualidad y se lo hacían más difícil- para apoyar a los gays. El filme trabaja con una enorme cantidad de videos caseros, hasta presenciamos bailes de travestis, pero sobre todo a la hija pequeña, dominando por completo la existencia de Jaime. La madre queda relegada en éste culto al padre, pasa a un plano de devoción por sobre todo. Jaime es el protagonista que no aparece, o aparece muy poco, pero que es más que uno, representa a muchos, y esa es la complicidad que fomenta el filme, su empatía, la sensibilidad.  

lunes, 23 de julio de 2018

Robar a Rodin


Robar a Rodin (2017), el documental del chileno Cristóbal Valenzuela Berríos, es como su protagonista, Luis Emilio Onfray Fabres, un filme vital, lleno de intensidad, algo de gracia, cierta particularidad o extravagancia, y dedicado al arte. El filme también nos informa de un incidente, por el que se mueve, el robo del Torso de Adele, del famoso escultor francés Auguste Rodin. Fue sustraído por Onfray Fabres cuando tenía 20 años y causó como hemos de esperar mucho revuelo en Chile, incluso internacionalmente.

El robo ocurrió el 2005, la escultura de Rodin de 20 kilos fue cogida por Onfray Fabres del Museo Nacional de Bellas Artes, en Santiago de Chile. El documental recorre ese incidente y apunta a mostramos todo alrededor de quien hurtó la pieza. Nos dicen que Onfray era un chico especial, y lo vemos hablando también. Éste de muchacho quiso hacer una acción de arte robando el Rodin y querer guardarlo por 2 semanas y esperar a ver como repercutía en el entorno, en la sociedad, pero cuando se dio cuenta del castigo judicial que podía caerle, no hace mucho se estipulaban 5 años inmediatos de cárcel, pensó en como devolverlo enseguida.

El filme nos menciona tres versiones que quedaron en la memoria de los chilenos, creando cierto mito alrededor. Todo esto pasa por una mirada de juventud, de inmadurez y de audacia. También de no meditar muchas consecuencias, lo que hace pensar en la necesidad de un castigo sugerente, aunque al final el documental lo llama un triunfo para el joven. Lo pusieron a trabajar una vez a la semana por un año en la biblioteca de una cárcel.

El filme tiene un lado hippie que se pega al muchacho aunque más contemporáneo, y nos va enseñando curiosidades, como mencionar también un precedente en  el hurto de La Gioconda, del Museo del Louvre en París, ocurrido en 1911. Se entrevistan a todos los implicados, a la jueza, abogados, amigos, etc., y hablan hasta analistas franceses. El filme lo hace con un tono relajado, muy personal y cierto humor además.

Se habla de cómo son los chilenos y de la importancia del arte, hasta presenciar como enardece a muchos una escultura de arte moderno donde cualquier cosa absurda puede convertirse en excepcional, como una silla de playa, que fue robada también como una acción de arte. Consideraban un insulto aquella exhibición y fue defender la verdadera trascendencia. El robo del Rodin aunque denota algo más casual tiene la idea del deseo por la ausencia, que puede ramificar hasta la propia ausencia del padre de Onfray a quien rechaza finalmente.

Se habla de una necesidad del arte, de algo que está muy cerca a uno y no es algo elitista. El Rodin que es una pieza para conocedores es tratado como una joya al alcance de muchos, dicho simbólicamente, porque es una pieza de museo. No obstante el arte que subyace en el trabajo presente del joven ladrón o activista es uno minoritario y más de arte moderno, ironías de la vida aparte, pero también por lo extravagante que es como persona. Sin embargo lo importante es que tiene la necesidad de trasmitir un mensaje en el que cree, discusiones al margen, y eso fue al parecer el robo del Rodin y eso es lo que queda en la propuesta.

Éste documental es ameno, muy moderno, ligero e interesante. De poco saca mucho, sin buscar inventar, forzar nada, sino recurrir a mil ideas y detalles que generan complemento y una visión global, poderosa, que le rinde culto al arte y a una juventud tal cual, criticable en su cierta inmadurez, pero también culta pero de a pie, sin rimbombancias intelectuales, con una rebeldía y locura que el filme celebra, que mira con complicidad.

Léon Morin sacerdote (Léon Morin, prêtre)


La película de Jean-Pierre Melville empieza con una mujer llamada Barny (Emmanuelle Riva) que confiesa estar enamorada de otra mujer (Nicole Mirel), una mujer bella de su trabajo. Barny tiene una hija y es así de rebelde, de fuerte personalidad. Es el tiempo de la ocupación alemana en la segunda guerra mundial, y Melville retrata de manera original a sus personajes. Un americano intenta aprovecharse de Barny, un alemán juega con la hija de Barny, en el camino de esperar lo impredecible, aunque finalmente las cosas toman el orden normal.

Entre lo atrevido está que Barny quiere seducir a un cura, a Léon Morin (Jean-Paul Belmondo), a quien admira y es gran amigo de ella. Barny regularmente va a conversar con él, hablan de filosofía, de religión, de literatura. Barny se considera atea pero mediante los diálogos con Morin se volverá creyente, católica, se rendirá a sus argumentos que le contestan sabiamente siendo ella también inteligente. Barny en un inicio quiere vencerlo –negar a Dios-, cuando es época de renegar incluso de ser judío, para salvar la vida, sabiendo que Jesús fue judío.

Barny en un ataque de audacia conoce a Morin cuando quiere enojarlo, ridiculizarlo con su inteligencia, quiere entrar al confesionario y vencer a éste padre que ha elegido por su condición humilde, por su cercanía al pueblo, ya que Barny rechaza la burguesía. Morin muy austero –como vemos cuando el cuadro se posa sobre el detalle de su ropa- incluso defenderá a la gente con mucho dinero, a todo ser humano frente a la misericordia de Dios.

La gran escalera subiendo al cuarto de Morin es tomada por la cámara como el constante preámbulo de emociones, generando momentos de mucha expresión, dramatismo, temor, pena, curiosidad, entusiasmo. Son mujeres las que visitan a Morin, en tiempo de guerra son las que esperan en casa. Todas quedan enamoradas de él, por su solidez al hablar, e incluso alguna más avispada, más puta, quiere llevarlo a pecar, a que tenga sexo, sin mayor razón.

La curiosidad es que Barny sensibilizada le pide a Dios que le conceda acostarse con Morin, también quiere pasar por alto que es pecado e ir contra el gran temple del cura, aunque hay más entre ellos –respeto y cariño-, mediante una escena muy hermosa donde ella –la toma- mira –sugiere- hacia la cama, a su cuarto, a pasos de ella y Morin. Pide con fervor poder tener sexo con el cura. Morin que es muy religioso y honesto escapa, entre furioso y recio a odiarla.

Morin es noble y tolerante, de mente abierta –como cuando oye de la bisexualidad-, pero tiene carácter también. Se enoja de manera brusca. Es tosco, pero no violento, como cuando tiene un hacha entre las manos. No es para nada delicado en muchos de sus actos. Esto le otorga mucha masculinidad, un toque que mezcla sensualidad, provocación pasiva, y fe muy firme. Son dos grandes personajes en disputa y atracción, pero no solo ellos, el grupo de mujeres del trabajo de Barny también muestran mucha personalidad y proponen interesantes momentos alrededor del antisemitismo, la convivencia, el poder, la admiración y la seducción.

El filme hace mucho hincapié en lo maravilloso que es Morin, puede notarse mucho esto, lucir a ratos algo fácil, pero ese es el eje de la propuesta, la atracción del cura inteligente y auténtico, que contrasta con tantas críticas a la iglesia y a la debilidad y hasta la corrupción del cuerpo. Mientras todo esto sucede tenemos un escenario especial, aunque muy afín al cine de Melville, la segunda guerra mundial que también aporta. Es un filme amable de bellos momentos en la interactuación y que no es cruel ni demasiado sufriente –más es sugerente- a pesar de tremenda guerra o estar uno por conocerse más en profundidad y cometiendo fallas, que es lo que sobrevive cuando la protagonista le agradece finalmente a Dios.

jueves, 19 de julio de 2018

Sal


Segundo largometraje del director colombiano William Vega que se contextualiza en el desierto de La Tatacoa donde hay salinas. Es un filme misterioso con un personaje que busca a su padre. Éste personaje se ha accidentado en moto y se recupera con el cuidado de una pareja de mediana edad. La película tiene una parte poética e histórica leída a colación del árido territorio por una chica de ascendencia china que repite varias veces estar soñando, y aunque vemos al protagonista interactuar en un momento con dicha chica y hablar de su viaje al desierto puede ser toda su vicisitud éste sueño femenino. Ésta parte es la menos conseguida en todo sentido. 

La búsqueda del padre es metafórica al igual que el desierto. Puede ser un Purgatorio, un limbo o un lugar de muertos. También puede ser reflejo del conflicto armado colombiano, aunque se oye hablar de entes violentos más fantásticos. El filme tiene una atmósfera apocalíptica y el protagonista habla de estar atrapado en éste lugar. El filme a su vez tiene una estética de espacio rústico muy atractiva -lo mejor de la propuesta-, como su anterior obra, La Sirga (2012).

La recuperación del protagonista y el arreglo de su moto tienen bastante espacio narrativo. El filme se siente muy libre, como que no le importa contar una historia, pero tiene mucha visualidad. Vemos como la mujer lo cura -el antebrazo rociado de sal es una bella imagen-, como el marido le ayuda con la moto y hay un tercer hombre que es un negociante y remite a la desesperación. El protagonista dice ser poeta, pero es muy pedestre y humilde también. El padre puede ser muchas cosas, incluso el hombre que le ayuda con la moto llega a autodenominarse así. Entonces el desierto puede representar en una interpretación el hogar familiar. El desierto tiene un claro sentido surreal con el centro de la recuperación de un gran golpe. Es un filme de datos mínimos y ahí está el juego. No es un filme de certezas.

martes, 17 de julio de 2018

The Naked Spur


Un ranchero, Howard Kemp (James Stewart), pierde su rancho cuando su novia lo vende y se va con otro, pero él se ha dispuesto a recuperarlo. El dinero lo pretende por la recompensa de un criminal, Ben Vandergroat (Robert Ryan), que ha asesinado a un sheriff. Por las montañas rocallosas, en el sur del estado de Colorado, Kemp persigue a Vandergroat.

Finalmente lo atrapa, junto a una muchacha inocente, Lina (Janet Leigh), habiéndosele unido 2 tipos con quien debe compartir la recompensa. Estos son un buscador de oro con muy mala suerte, Jesse Tate (Millard Mitchell), y un militar del ejército del norte, Roy Anderson (Ralph Meeker). El filme se moverá con tan sólo estos 5 personajes –en estado de gracia- y el ataque de los indios. Darán mucho drama del bueno, en pleno camino de las montañas. Anthony Mann dirige éste western, otra de sus genialidades en el género.

Por poco tiempo se mantiene la ambigüedad del tipo de prisionero que es, pronto se revela como una persona despreciable, siempre con la sonrisa de burla en la cara y la trama de algún acto de violencia o alguna confabulación para poder escapar. Es como el demonio tentador, generador de criminales, de gente sin moral, de brutalidad.

Lina es algo más ambigua, uno no entiende del todo la razón de que ayude a Vandergroat, cuando parece buena persona, aunque se aduce un padre amigo de él y muy parecido y el sueño de ir a California, además de su juventud. Pero sobre todo es la audacia que tienen los western de Mann que brindan matices a sus personajes, como con el oficial del norte que tiene un lado violento también y hasta criminal, o que al buscador de oro lo arrastra la ambición hasta la traición. Ambos generan aventuras, riesgos y sus propias grandes escenas. Una con el ataque de los indios que vienen por el oficial y otro con un escape.

Es un filme lleno de momentos muy potentes, cargados de la lucha contra la propia humanidad. En varios instantes Kemp que luce como un tipo noble aunque aplastado por su pasado se le hace perder la paciencia hasta llegar a retar a duelo a Vandergroat. El criminal es pícaro y muy inteligente, más que ducho con el arma. Es un western propio de la interacción humana que de balazos, pero muy rico en aventuras. Todo el viaje por las montañas depara mil grandiosos descubrimientos, con personajes valiosos en sí aunque expuestos con sencillez.  

Tiene un final muy poderoso, lleno de adrenalina, donde nuevamente sale a la luz la ambición, la brutalidad, la moral de los hombres. En el fondo de lo que trata el filme es de ser un hombre correcto, muy a pesar de las frustraciones, carencias y tentaciones del mundo. El motor de la propuesta es que Vandergroat quiere escaparse a como dé lugar, tan simple como ello, mientras los demás anhelan una mejor vida, pero que se mezcla con el querer dinero, que tiene de enceguecedor con lo ético. Al final lo que necesita Kemp no es una tierra o una recompensa económica sino la restitución de su afecto y fe hacia el mundo.

The Man from Laramie


Ésta es otra obra maestra de Anthony Mann que tiene mil giros y sorpresas, es todo lo impredecible e intenso que uno pueda pensar. Un hombre que dice no ser un pistolero, Will Lockhart (James Stewart), pero sí un hombre de carácter, va a un pueblo llamado Coronado en busca del culpable de la muerte de su hermano, muerto en una masacre por los violentos y combativos apaches, producto de que alguien les ha vendido rifles.

Ésta masacre de un regimiento militar es sólo el punto de partida de una película que contiene muchos hilos emocionales, centrados en la familia más poderosa del territorio, con el patriarca Alec Waggoman (Donald Crisp), dueño de casi todo, un tipo ejemplar, aunque hecho con la fuerza de su carácter, que lo mantiene aún en la edad, en el que es un gran personaje.

Alec Waggoman provoca una escena en que enfrenta con las armas a Lockhart sólo, aun viejo y casi ciego. Lockhart por su parte también esta disminuido físicamente, herido de una mano, y así agarra la escopeta. Lockhart es un tipo muy bravo y muy justo, quien no necesita ser pistolero, pero es un héroe en toda grandeza, sencillo, pero clásico.

El filme tiene varios enemigos, alguno impensado, creando una competencia por el poder y la herencia que no tiene nada de típica, entre el agresivo Dave Waggoman (Alex Nicol), que parece el más corrupto, pero es su deseo de estar a la altura del legado de su padre, y Vic Hansbro (Arthur Kennedy), un tipo que luce correcto, encargado del imperio de Waggoman, pero termina como todo un descubrimiento.

En el filme Lockhart no quiere irse, a pesar de que su vida pende de un hilo. También siente atracción por la sobrina de Alec, Barbara Waggoman (Cathy O'Donnell), comprometida con Vic, a quien Lockhart al oírle decir que no es tan bella le dice que a él le parece deliciosa. Más tarde ella brindará otra hermosa escena romántica clásica donde confiesa su confusión amorosa.

Anthony Mann en un principio pareciera que hablara de ir contra el monopolio del territorio, pero luego lo resuelve de manera muy sencilla, prácticamente se olvida del tema. El único apoyo de Lockhart es una dama solterona ya mayor, Kate Canaday (Aline MacMahon), éste personaje tiene la frase audaz y precisa en la punta de la lengua. Mann hace ver el enfrentamiento de Lockhart como el de un sólo hombre contra muchos, contra lo que parece imposible de salir victorioso, como la llegada de los apaches por las armas, pero todo lo resuelve con gran inteligencia y coherencia.

El filme se ampara mucho en la inestabilidad familiar de los Waggoman, producto del carácter explosivo, cruel, engreído e inmaduro de Dave, que empieza como un enemigo total, y luego se diluye en medio de accidentes y homicidios no premeditados. El enemigo se vuelve menos predecible, aunque Dave y Lockhart entregan escenas gloriosas, como cuando Dave hace su entrada y hace que arrastren del caballo sobre una fogata a Lockhart. Luego también cuando Lockhart busca la revancha en una toma hermosa saliendo furioso y decidido a su encuentro.

Hay peleas a puño limpio y duelos con final novedoso, muy bien dramatizados, sin recurrir a la exageración de las habilidades, es realista y con su propia expectativa, pero jugando al héroe solitario y valiente hasta lo suicida. La acción tiene un toque menos brutal, pero muy impredecible y emocionante, recurriendo mucho a las relaciones humanas y a su complejidad. Dave tampoco es un pistolero, pero tiene en sí la furia y violencia del peor rival de la tierra.

domingo, 15 de julio de 2018

Winchester '73


Es el primer western que dirige Anthony Mann, fueron 10 en total y ésta una obra maestra, y el comienzo de su relación laboral en el género con James Stewart -hicieron 5 western juntos-, quien hace de un pistolero que quiere vengar la muerte de su padre, en manos de su hermano, que se hace llamar Dutch Henry Brown (Stephen McNally). Aparte de ésta curiosidad de criminalidad entre parientes es notable el trayecto que recorre un rifle winchester, plagado de aventuras y mucha acción, en un western muy entretenido, de los mejores que hay.

El filme es todo lo clásico que puede ser pero también muy emocionante en sus combates, que incluye el ataque de los indios que también llegan a tener en sus manos el famoso winchester. Cada pedazo del filme es perfecto, tiene mucha bravura y naturalidad, como con el apostador y vendedor de armas que enfrenta a la banda de Dutch. La cobardía está presente como tema en un personaje, en Steve Miller (Charles Drake), y provoca otras grandes escenas, como una persecución de los indios contra una carreta con una toma hermosa general con el vehículo al frente seguido por los caballos enemigos y el paisaje en toda panorámica.

Hay un matón y bandolero importante aparte de Dutch, el pícaro Waco Johnny Dean (Dan Duryea) que enfrenta a la ley, a Dutch y a Lin McAdam (James Stewart). El filme está lleno de personajes notables, como la rubia Lola Manners (Shelley Winters), mujer valiente, pero también presta a la feminidad, aunque se le achaca ser una cabaretera, no obstante luciendo muy elegante y formal, pero se entiende al cambiar simplemente de compañía. Inclusive hay secundarios de oro como el mejor amigo de Lin, High Spade (Millard Mitchell), el sargento amable Wilkes (Jay C. Flippen) y hasta vemos a un tranquilo y viejo Wyatt Earp (Will Geer).

El filme tiene potentes escenas de acción, vemos de todo y en poco tiempo, hay grandes cambios y recorridos del winchester, todo enhebrado a la perfección, hay tremenda maestría para dar coherencia y visibilidad a cada aventura del arma admirada. Es un western emocionante de principio a fin, desde que Lin compite con Dutch por el winchester en el pueblo de Wyatt Earp hasta el duelo final tras las montañas. También sobresale el robo de una diligencia con un enfrentamiento de los más geniales del cine, todo dentro del uso privilegiado del tiempo, en su economía, claridad y precisión. Mientras Anthony Mann se dedica a entusiasmarnos con la intensidad de mil aventuras su western remite a la amistad, la lealtad, el respeto familiar, la libertad femenina y el llamado del deber, ver por otros.

El día de la ira (I giorni dell'ira)


Spaghetti western perteneciente a Tonino Valerii, con Lee Van Cleef como un pistolero sin ley, llamado Frank Talby, que ve por sí mismo únicamente. Lo mejor del filme, donde yace su originalidad, es el paso de tipo noble a tipo despreciable de Talby. Se debe mucho a un código de vida que tiene y que se lo enseña a su pupilo, Scott Mary (Giuliano Gemma).

Scott es un tipo huérfano de padre e hijo de una prostituta que por esto es maltratado por todos en el pueblo, es despreciado además por ser un tipo que se encarga de la limpieza. Ésta parte está muy subrayada y no es lo mejor del filme, pero queda clara la condición del protagonista que ve en Talby un ídolo, un maestro. Scott no aprende a disparar por Talby, sino por el humilde Murph (Walter Rilla) que fue sheriff, pero Talby le da el carácter suficiente para convertirse en un pistolero respetado como él.

Ésta propuesta tiene una primera parte muy dramática, bastante telenovelera, donde se repite el maltrato de casi todos los pobladores a Scott, que incluso los padres de las hijas deseadas lo menosprecian, lo llaman bastardo. Esto no obstante puede verse también algo ingenioso, porque el rechazo es gigantesco a algo no tan serio aunque propio de los tiempos más clásicos, donde la pertenencia al hogar era muy importante.

Le caen a golpes siempre y éste aguanta sin responder. Scott debe ser el tipo más golpeado y humillado en la historia del spaghetti western. Luego llega Talby, le invita su primer whisky y mata a un tipo que quiere humillar a Scott. A razón de esto Scott lo sigue fielmente y Talby le indica su código de vida, le da sus lecciones, que en el último duelo Scott ducho las pondrá todas en práctica, hasta las más salvajes, propias del western.

En su segunda parte el filme mejora notablemente, Talby va en busca de dinero y se hace cargo de mucha gente, tanto de pistoleros como de empresarios corruptos, banqueros, dueños de bares, jueces y sheriffs. En esta parte hay muy buena acción, más viaje e imponente paisaje, hasta un toque de cine sucio, barato, que no desestimo, como aquella golpiza del cowboy deudor en un bar. En sí el filme tiene varias escenas austeras pero efectivas.

La tercera parte es la mejor con un Talby poderoso y temido por medio mundo, habiendo tenido varias escenas gloriosas, como aquella en que Scott lo ayuda y se vuelve un pistolero. También es estupenda la escena del duelo de Talby con un asesino a sueldo montados a caballo y con escopetas. Muchos quieren deshacerse de él y hay un escenario de lograda ambigüedad, ya no se sabe bien quienes son los malos y los buenos, todos tienen algo reprochable. Surgen varias muertes y las escenas se llenan de más elementos, de abundancia.

El filme toma un rumbo impredecible, aunque el protagonista es Scott, al que se le quiere poner la mítica de Doc Holliday. Es notable la explicación sobre el uso de las pistolas para tomar ventaja en duelos. Es un Spaghetti western interesante, lleno de muchos momentos, giros, mucha trama que no opta por lo sencillo y una argumentación sobre la violencia y lo bruto en el oeste. Finalmente Scott se pega a lo simple, pero con el respeto de su lado. 

sábado, 14 de julio de 2018

El cuarto hombre (De vierde man)


Ésta película se puede leer como otra versión de Bajos instintos (1992), pero aquí el holandés Paul Verhoeven filma en su país y lo hace al estilo europeo, o sea con mucha extravagancia y mayor trasgresión, mostrando mucho sexo, como la parte frontal de su protagonista, el escritor Gerard Reve (Jeroen Krabbé), que es bisexual. Lo vemos provocando erotismo homosexual, aunque queda atrapado en la tela de araña de una mujer, que como abre el filme se come a tres moscas, tres reses sangrientas, mata a tres maridos y va en pos del cuarto.

El filme también es profano con el catolicismo, la religión está por todas partes en montón de símbolos, manipulaciones y visiones, especialmente de la Virgen María que hasta es vuelta a humanizar, e incluso Jesús es combinado con un deseo homosexual. También el filme tiene mucha violencia, gore, como la muerte de los elegidos por Christine Halsslag (Renée Soutendijk), o ver cómo le cortan los genitales a alguien con unas tijeras, bajo la mención de Sansón y Dalila, y la labor de peluquera de una especie de bruja o caso de locura que maneja bastante el filme, como desdoblar esas premoniciones de sangre que persiguen a Gerard.

El filme tiene una narrativa algo atípica, llena de sorpresas, cosas que pasan y son sólo pensamientos, miedos, enojos, proyecciones. Gerard pretende matar a su amante en el inicio del filme ahorcándolo con un sostén, cuando muestra que es alcohólico, razón para pensar en su desequilibrio. El filme muestra muy sencillamente las muertes de los maridos en medio de la aventura –paracaidismo, safari, paseo en lancha-, filmados en vídeo casero y guardadas las cenizas como los trofeos de una cazadora de hombres, un ente muy sexual, pero no se les justifica del todo, que hasta hace pensar en algo sobrenatural –tras accidentes-, cosa que tampoco argumenta, prefiere el juego, el entretenimiento y la libertad, rehúye un poco la confirmación, a lo convencional, plasmando una dosis de misterio de lo más simple.

En el filme Gerard tiene una fuerte inclinación gay, éste ve a Christine como un hombre, a pesar de su gran sensualidad, de esto que le tape los senos con las manos. Se enamora a la vez de un amante de ella que ve antes en un metro y más tarde tiene una escena erótica con él. A Christine la observamos pasiva, aunque esconde a un ser perverso. Al final vemos lo que en realidad es, pero el filme se mueve mucho por el thriller psicológico, por la mente del protagonista. Gerard es un conferencista que como escritor cree en el poder de la imaginación por sobre la realidad y eso presenciamos al fin y al cabo, sumergido en una cierta paranoia donde el ojo de una puerta sangra y nos aterroriza la fachada de un hotel.

Yo soy la revolución (A bullet for the General)


Spaghetti Western dirigido por Damiano Damiani que exuda bastante inteligencia, en su argumentación social, en su narrativa, muy bien estructurada, que a la vez es muy entretenida. Tenemos a un americano apodado El Niño (Lou Castel), siempre de sastre a lo gángster, que se une a la revolución mexicana, se hace compañero de un líder llamado El Chuncho (Gian Maria Volonte), un tipo rustico y muy llano, pero autentico y honesto. Con él está un sacerdote revolucionario, interpretado por Klaus Kinski haciendo una vez más de loco. Kinski aparece poco. El protagonismo se lo reparte Castel y Gian Maria Volonte.

Es un filme notable, que prefiere ser realista que mítico. En un inicio vemos tal cual la revolución, que tiene que matar gente opuesta a ellos, que no son muy distintos. En el tren se teje un plan secreto aunque se ve de lejos, con un Niño muy audaz, muy calculador, un tipo que persigue como él mismo anuncia el dinero. Después con el Chuncho pasan a tener enfrentamientos con el gobierno mientras buscan conseguir armas.

Vemos en toda claridad como el pueblo le exige justicia a los guerrilleros, quieren la tierra de un rico terrateniente y su ajusticiamiento, todo está muy directo y trabajado a fondo que no se busca ninguna poesía en el asunto y queda una recreación muy sólida pero que por ello a muchos menos ha de gustar. Se ve que el terrateniente no es una mala persona, su familia sufre su sentencia, aunque la gente del pueblo  lo tiene por indiferente con su entorno y lo ven como el eje del sostenimiento de la pobreza de los demás.

El filme tiene éste tipo de argumentación social, el filme defiende el socialismo, que en oposición tiene al gringo, al Niño, un capitalista absoluto, un amante del dinero. La propuesta plantea el idealismo de la revolución de la mano de un tipo muy común y hasta salvaje en el Chuncho, excelentemente interpretado por Gian Maria Volonte, que como hombre de acción igualmente da la talla, como el filme, que muestra mucha adrenalina e intensidad. En ese sentido Kinski sobresale, lanzando granadas y rezos, aunque se limita a esto.

El Chuncho es muy violento, pero también aunque de tipo bruto carismático, es un simple obrero de la revolución, aunque líder de un grupo bajo el mando del General Elías. El Chuncho se hace muy amigo del gringo y en esto salta su lugar en el mundo. El filme sólo al final se permite una cierta poética, aunque fiel a su argumentación. Sobresale también la participación de Martine Beswick como Adelita, una revolucionaria con cerebro y bella además.

El Niño es el tipo más audaz del filme, el pistolero más dotado, el más frío y solitario, aunque el protagonismo a fin de cuentas le pertenece al Chuncho, curioso porque es el tipo más ordinario de todos. En esto está pensar en que cualquiera puede ser héroe, incluso alguien por una parte cruel –capaz de matar a un compañero o querer acostarse con la mujer de un ajusticiado-, como en un inicio se ve en los revolucionarios con el trato a los que van en el tren, que no están caricaturizados en nada, ni los militares, que temen por sus vidas, dudan qué hacer.

Pero al mismo tiempo hay muchas escenas para hacer simpático al Chuncho, como esa en que agotado tira piedras a la mujer robusta insaciable sexualmente o cuando salta hacia detrás de un muro para evitar morir ante los disparos torpes de los nuevos reclutas, guerrilleros a lo cine de Pasolini, muy humildes, poco agraciados, algo cómicos.

Mi nombre es ninguno (Il mio nome è Nessuno)


Éste Spaghetti Western lleva bastante comedia, especialmente con Terence Hill. Es una película un poco freak en cuanto a que Terence Hill interpreta a Nessuno (Ninguno o nadie), un joven que de niño vio a un pistolero, Jack Beauregard (Henry Fonda), matar en la barbería de su padre a tres matones que iban en su busca y quedó fascinado con él. Ésta admiración la lleva al extremo, persigue de adulto a Beauregard porque quiere que éste se enfrente a una banda de 150 bandoleros y quede así inmortalizado en la historia.

El titiritero Nessuno argumenta con el viejo Beauregard buscando convencerlo, pero el pistolero sólo quiere jubilarse y cambiar de vida, lo cual finalmente le facilitará el admirador. Todo esto lleva comedia y no todo es efectivo, tiene algo de ridículo, de WTF, de preguntarnos qué estamos viendo, y eso la hace una película para pocos, aunque también la podemos ver sin hacernos muchas disquisiciones y seguirle el juego a Nessuno y al filme de Tonino Valerii.

La lógica está del lado del viejo Beauregard, pero es lo más común, incluso su apariencia está muy alejada de la mítica del western, pero el aplomo, experiencia y la naturalidad de Henry Fonda le dan cierta credibilidad. También como es una comedia como que aguanta todo. Terence Hill casi no usa la pistola, se dedica a golpear a todo el mundo en medio de la broma, acelerando sus movimientos, lo que hace menos interesante al filme. Éste tipo de comedia slapstick tiene poca gracia en un western.

No quiere decir que el filme tampoco sea despreciable, tiene su originalidad y algunas buenas escenas de acción –el bar con los tiros a los vasos de cerveza, o frente al tren robado- y encima en escenarios vistosos –como un circo o una casa de sustos-, aunque parece Hill un nieto persiguiendo a su abuelo, sólo que con un viejo –en buen estado físico, Fonda tenía 68 años por entonces- que no tiene muchas ganas de andar con él, de contar ninguna historia. Esto también le brinda más dignidad, no es un hombre pretencioso, se le ve muy tranquilo.

Todos se quieren deshacer de Beauregard, por meterse con el empresario de turno, con Sullivan (Jean Martin). Solamente el extraño e infantil Nessuno habla de mítica en Beauregard. Nessuno ni siquiera pretende sustituirlo, es como quien tiene una ilusión y quiere que esa ilusión brille –se mantenga- para su propia satisfacción y felicidad, suena bien, pero en la práctica tiene un lado freak aunque se palia en parte con la comedia y quien es Terence Hill.

jueves, 12 de julio de 2018

Il mercenario


Franco Nero es el mercenario del título, el polaco Kowalski, hace del asesor de un joven revolucionario, el mexicano Paco Roman (Tony Musante). Paco es inmaduro e ignorante como él mismo se adjudica, pero en parte también es inteligente al buscar asesorarse, aunque Kowalski es abusivo con sus beneficios, dada la situación social, provocando la buena broma en el trayecto, como bañarse en el desierto cuando todos están sedientos.

El dúo Nero-Musante es uno muy bueno, y de esto se sostiene el filme, de la interacción entre jefe y asesor o asesor jefe y jefe pantalla o simple hombre de acción. Además está la injerencia de una mujer inteligente, Columba (Giovanna Ralli), que quiere que Paco se ponga los pantalones y le quite el poder al polaco, pero como Paco no es muy planificador no puede dejar de depender de Kowalski, que todo lo hace con una naturalidad y dominio que por algo nos parecen decir que Franco Nero es tremenda figura del spaghetti western, aunque mucho se debe también al genio del director, a Sergio Corbucci.

Éste filme es muy bueno, sobre todo usando la comedia, cuando la comedia suele arruinar el entusiasmo que genera un western como acción al quitarle seriedad y mítica. Pero éste está en su punto de genialidad, fusionándose plenamente a la acción. El filme llega incluso a abrir con unos payasos en un rodeo, uno de ellos es Paco que yace escondido. Otro aporte bueno es el del enemigo, interpretado por Jack Palance, como Curly (Risos), por su cabello. Inicialmente puede verse algo ridículo, pero más tarde toma forma. Curly es un malvado competente. Hay un duelo excelente al final entre Musante y Palance con escopetas.

Il mercenario (1968) es un filme entretenido, con su gracia al ritmo de las ametralladoras que tanto ama Corbucci. Nero no exagera y Musante se ve muy natural como un muchacho alegre, despreocupado, risueño. Giovanna Ralli también tiene talento para hacer de una fémina que se da cuenta de las cosas y no sólo quiere ser una beldad o una mujer para la cama, su aporte en el filme no es tampoco muy argumental, pero ya es una cierta mejora de cómo se retrata a las mujeres en los spaghetti western, cosa a la que no es tampoco muy ajeno Corbucci como cuando el polaco analiza una situación usando el culo de una mujer desnuda.

Algo ingenioso del filme es que la revolución está como en segundo plano, nadie parece muy convencido de ello, o muy comprometido, hasta el final donde muy ligeramente se deja ver que es ahora el sueño idealista del protagonista. Esto es en favor del entretenimiento, de la comedia, de lo práctico y de la interacción de los principales. El final es haber aprendido, pero tal cual se despachan fácilmente a los malos, a los militares de una dictadura.

También es audaz el Musante al servicio de la libertad de Corbucci, y que no lo endiose, sino juegue mucho con él hasta llegar a tirarlo a un lugar de chanchos, de barro. Nero tiene un papel más de líder, de tipo privilegiado por el guion, pero finalmente le llegan a poner un bozal de caballo, todo esto puede parecer intrascendente, pero quitar y poner mítica en un personaje, generar un balance, manejar la broma, el relajo y la imagen del tipo duro no es tan sencillo, no siempre funciona o se es favorablemente intrépido, pero en la presente Corbucci está en toda gloria. Musante se hace querer y Nero está en una de sus mejores actuaciones.

Corre, Cuchillo, corre (Corri uomo corri)


Es el tercer y último spaghetti western que dirigiera Sergio Sollima y es el menos interesante, pero aun así es entretenido. Es el más ligero de todos su western, tiene mucho de comedia, lo que le quita cierta emoción como western. Tiene a Tomas Milian otra vez como Cuchillo, pero sin su buena mítica. Lo acompaña Donald O'Brien como Cassidy, un pistolero que quiere primero dinero y luego se vuelve idealista, sin mucha mediación argumental y poca distinción, aunque como fue sheriff dirán que de ahí le viene el asunto.

El filme tiene a medio mundo tras una gran cantidad de dinero escondido para usarlo para la revolución mexicana, pero todos lo quieren para su ambición personal. Cuchillo tiene un especie de mapa, la ubicación, y por ello lo persiguen, hasta la que pretende ser su mujer bajo la ley, la celosa Dolores (Chelo Alonso), que quiere que se case con ella y deje de andar en aventuras de bandoleros, que se vuelva sedentario. La tentación llega con la bella Penny Bannington (Linda Veras), miembro del ejército de salvación. Las mujeres llegaran a cogerse de los pelos peleándose por Cuchillo. 

Dos mercenarios franceses que representan al gobierno –a los malos- mueven gente contra Cuchillo, de esto salen combates. Todo el mundo grita corre Cuchillo, corre, y le ponen música, esto tiene su adrenalina y encanto, pero no es mucho. Todo está muy bien articulado como western, de manera muy sencilla, pero es poco aporte. Como pasatiempo es competente, aunque de trascendente spaghetti western está en casi nada, pero no obstante tiene la inteligencia de Sollima para el spaghetti western y es mejor que muchos de todas maneras.

domingo, 8 de julio de 2018

Érase una vez en el Oeste (C'era una volta il West)


Sergio Leone fue el nombre más grande que dio el spaghetti western, con El Bueno, El Malo y El Feo (1966) como el filme más popular y trascendental del western italiano. Érase una vez en el Oeste (1968) es uno de los mejores spaghetti western del cine. Junto a Django (1966) e Il grande silenzio (1968) son las películas más celebradas del subgénero.

El filme empieza con una escena mítica, tres bandoleros esperan a alguien –a un hombre sentenciado a muerte- en la estación del tren. A uno (Jack Elam) le molesta una mosca y trata de no perder su mirada de matón imperturbable y a otro (Woody Strode) una gotera que cae hacia su sombrero. Ambos se desasen de sus problemas como quien anuncia que lo harán con el hombre por venir. El que viene es apodado como Harmonica (Charles Bronson), por el instrumento que toca, y se produce un gran duelo.

El filme esta espléndidamente orquestado, todo es muy diáfano y claro, y no menos emocionante ni interesante. El asesinato de una familia irlandesa producto de negocios a un lado y a otro es el motor del filme para plasmar traiciones y luchas. Harmonica tiene una vendetta personal, de algo muy sencillo, pero no menos cruel, explicado maravillosamente en una pequeña y potente escena. Un bandido se hace aliado del solitario y misterioso Harmonica, Cheyenne (Jason Robards), que se siente conmovido por una fémina y dice no ser tan malo como dicen de él, por Jill McBain, la hermosa y sensual Claudia Cardinale, una ex prostituta y ahora viuda.

Cada pedazo del filme está laboriosa y bellamente explicado, sumado a una música en parte sublime, provista por el legendario Ennio Morricone, pero que a ratos también se le siente tiene demasiada injerencia. Cantidad de escenas están provistas de gran dramatismo, una estética clásica del spaghetti western, la de tratar de darle poesía y expectativa a cada asunto, y no sólo a los duelos, sino a la interacción que busca otorgar personalidad a cada uno de los personajes, inclusive a la viuda Jill, aunque típico ser indefenso ante lo bruto, pero con el cuero de chancho de la mujer promiscua, sólo que de gran belleza y carisma.

En el lado del mal está el ente intelectual interpretado por Gabriele Ferzetti como el empresario Morton, un hombre con problemas para caminar y que representa al dinero. A éste lo acompaña -aunque lobo solitario, a fin de cuentas- el pistolero Frank (Henry Fonda), asesino por naturaleza, típico ser del western más salvaje, que trata de aprender a ser un empresario, al ser un tipo también ambicioso. Frank tendrá su escena gloriosa con una emboscada.

Sergio Leone siempre busca crear una cierta mítica, y puede saltarse algo de razón, en cosas más intrascendentes, está a la orden de la frase audaz también, sea fomentando la imagen de la prostituta admirada o del pistolero frío digno de respeto. A Cheyenne le facilita cierto toque cómico, una cierta libertad, como disparar a través de su zapato, y a Harmonica la llana bravura del hombre de poca palabra y gesto tosco, firme y preciso. Mucho trato con Jill parece inexplicable, pero es la muestra del ser esencial, pudo ser Harmonica un campesino de joven.

Todos están plenamente dibujados, pero el que más sorprende –impresiona- es Henry Fonda, el resto parece estar en todo su elemento, lo que se espera de su participación en el cine y no por ello menos grandiosos. Fonda es de apariencia elegante, pero de trato rústico, asumiendo un esqueleto de hombre de acción, elemental, mientras trasmite una maldad en toda magnitud. Bronson es la sencillez en estado bruto y puro, el de la mirada peligrosa e inmutable. Leone propone imágenes clásicas en toda fuerza.

Cada parte se percibe bastante razonada pero fresca, en un guion en manos de Bernardo Bertolucci, de Dario Argento, de Sergio Donati y del mismo Leone. También el paisaje es imponente, se siente trabajado, se presta al brillo, la música también lo señala claramente, como con la llegada de Jill al mundo salvaje –ella viene de la ciudad-, hasta entrar en una taberna del peor aspecto y parecer una mujer que está fuera de lugar, y pronto sabremos que como todos aducen es la idónea  –lo suficientemente fría, y la parte dura de procesar- para asistir a cada acto grotesco y primitivo del entorno, como la escena con Frank que aunque delicada -como ella- la viste de puta, y oír los malos consejos de Cheyenne, un aficionado al café dígase en favor, que terminará en una escena social –con obreros construyendo el futuro-.

Cara a cara (Faccia a faccia)


Éste es el segundo spaghetti western que hizo el italiano Sergio Sollima y está interpretado por Tomas Milian como el bandido Solomon Bennet y por otro ícono del western italiano, por Gian Maria Volonte, como el profesor Brad Fletcher. Fletcher es un intelectual y un hombre alejado de toda forma de violencia propia, mientras Solomon es un pistolero famoso. Pero el filme se basa en que ambos cambiaran de comportamiento y de filosofía de vida. Pronto Fletcher se irá corrompiendo, atrayéndole más y más la fuerza bruta, y Solomon se impregnará del idealismo inicial del profesor y su amigo.
 
El filme tiene a Solomon tratando de escapar de la ley y queriendo formar nuevamente su pandilla de asaltantes, y en ese trayecto Fletcher irá enamorándose de la esencia del western. Solomon es muy respetado y buscado, y aunque suene extraño querido por muchos, a pesar de que no duda en matar. La amistad que forma con el profesor lo ablanda. Es el aprendizaje de la vida ajena a la vera de mucha acción. Hay un pueblo llamado Purgatorio y en éste Solomon sólo enfrenta a muchos pistoleros. También hay un refugio de maleantes y mercenarios donde se cobija Solomon y su gente.

A la par hay un cowboy espía enviado por una agencia histórica famosa de ley privada, la agencia Pinkerton, con William Berger como Siringo, el héroe, aunque yace medio opacado por el mal, representado por Solomon y Fletcher. Éste mal no es completo, está matizado con algunas acciones nobles y palabras, como salvar al pueblo Purgatorio del poder abusivo, aunque a cambio de dinero. Hay un cierto heroísmo y popularidad que enaltece criminales. También es irrefutable la simpatía que brota de Milian. Suma igualmente vivir en un mundo salvaje, donde matar es algo normal y hay mucho hombre ambicioso.

Volonte hace un gran papel, primero se le ve muy débil, y luego es creíble como matón. El cambio de cada uno es progresivo, pero Sollima denota mayor justificación con Volonte que con Millian. Volonte es un tipo que habla de hacer historia en un inicio y se ve minimizado por el mundo que lo rodea y es que hay curiosamente más oportunidades para el salvaje que para el intelectual, es un mundo bárbaro. Milian es más un ave libre sin demasiada profundidad, y como que da a entender un cansancio de vacío, de inconciencia.

Uno quiere más, y el otro menos, menos acción. Pareciera un relevo, pero es más la lucha del bien contra el mal, que al final cohabitan en un contexto de corrupción en que el ideal surge como ave fénix, para imponerse. Es una cuestión de liderazgo en muchos sentidos. En todo éste despliegue de filosofía de a pie surge un western emocionante, entretenido.

viernes, 6 de julio de 2018

The big gundown (La resa dei conti)


El italiano Sergio Sollima dirige éste spaghetti western, con Lee Van Cleef como Jonathan Corbett, un cazador de hombres, como lo llaman, de outlaws, hombres fuera de la ley. Empieza con tres bandidos celebrando su escape cuando aparece de la nada Corbett y en una escena de esas míticas -como presentación- les entrega a cada uno una bala. El resto es historia. Corbett se mezcla con políticos y gente aristocrática pensando en postular a senador. Conoce al empresario Brokston (Walter Barnes) con quien se hace aliado para su campaña y la construcción de una vía de tren. A Brokston lo acompaña el Baron von Schulenberg (Gérard Herter), y no es difícil de imaginar que veremos en algún momento un duelo entre Corbett y el Baron que suele preguntar por su capacidad de disparo y vanagloriarse ante él.

Éste filme de Solima tiene muchas escenas de acción y sigue un recorrido muy poco previsible, llegando incluso el protagonista a cruzar la frontera y estar en México. Está muy bien preparado. El meollo del asunto lo trae un mexicano apodado Cuchillo (Tomas Milian) que señalan ha violado y matado a una menor, por lo que se le encomienda a Corbett atraparlo. En esa consigna se le escapa muchas veces Cuchillo que es muy escurridizo y habilidoso. Su introducción se da con un escape con acrobacia en caballo. Corbett es un tipo muy terco y dotado tirador, pero le cuesta mucho atrapar al humilde Cuchillo, que como su sobrenombre indica es un maestro con el uso de dicha arma, que reta incluso con ésta en duelo a pistoleros.

Entre las muchas escenas gloriosas de acción que hay en el filme está una en un rancho, previo maltrato a Cuchillo, que dígase de paso le es muy atractivo a las mujeres, tanto aprovechado como mujeriego. En el rancho gobierna una fémina conocida como La Viuda (Nieves Navarro), una mujer sensual, solitaria y fuerte a quien respetan mucho. Corbett enfrentará sólo a muchos cowboys en el rancho. Luego irá al desierto donde surgirán nuevas aventuras con Cuchillo que suele ser muy tramposo también. Corbett no es un superhombre, falla, le cae algún tiro y pasa las de Caín cuando lo engaña Cuchillo. Entre ellos surge una cierta amistad–odio-responsabilidad que da mucho entretenimiento. Milian y Van Cleef son leyenda en el spaghetti western y se notan las razones claramente. A ambos se les exige bastante física y emocionalmente y se entregan en toda magia.

En el filme hay muchos pistoleros duchos como un cura ex bandolero. No todo es acción, hay su sencilla celebración y sus discursos del mundo salvaje del western. Otra escena memorable es en un prostíbulo en México con el solitario Corbett peleando contra todo el mundo. Pero la secuencia cumbre llega con la persecución final de Cuchillo cansados todos de no poder con él, que es verdaderamente escurridizo y tan decidido y corajudo como Corbett. En dicha escena hay un aire a cine social muy logrado. Tampoco faltan los hermosos duelos llenos de emoción.