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lunes, 30 de agosto de 2021

25 Festival de Lima: Noche de fuego y La Civil

 


Noche de fuego de la mexicana Tatiana Huezo y La Civil de la rumana Teodora Mihai, ambas del 2021, son dos grandes películas, cogen toda la esencia de la realidad actual de México, un país difícil, peligroso, un poco tierra de nadie con el crimen, los narcos, y también con el poder del ejército. En La Civil una madre pierde a su hija joven, la secuestran unos chiquillos criminales. Ésta madre (una inconmensurable Arcelia Ramírez) primero intenta pagar el rescate, luego como no le devuelven a su hija es de armas tomar y emprende la búsqueda por ella misma y se propone luchar contra estos criminales. Éste filme en todo momento se percibe creíble por más que la madre resulta un personaje digno de lo extraordinario. También se ampara en que a Cielo (Ramírez) la ayuda un mando militar y el ejército, que hacen maniobras paramilitares en la zona. Se ve cómo frontalmente el ejército enfrenta al crimen en sus propias reglas. El amor y el coraje de Cielo es a toda prueba, demasiado grande y poderoso, y siempre emotivo, sensible, toca fibra. Es algo que remite a la acción, pero también al drama y a los afectos más profundos. Noche de fuego también implica un amor enorme, a cuesta de sacrificar -de la misma manera- la vida por el hijo, en éste caso la hija joven que es tentación para que los narcos la secuestren, aquí ubicados en el campo, en los pueblos alejados, donde la mayoría de pueblerinos trabajan la droga de las amapolas. En Noche de fuego hay un amor sólido, pero rudo entre madre e hija, notando que es una madre protegiendo a su hija. La hija medio que se le hace complicado entender, sufre, quiere ser como una muchacha común, pero la realidad del lugar no lo permite. Tanto en Noche de fuego como en La Civil el crimen domina el territorio, está muy arraigado. La civil es un thriller emocionante además; es atractivo como la madre, Cielo, va siguiendo los pasos de los criminales y posibles secuestradores y cómplices, como va apartándolos, destruyéndolos. Los lidera o es el principal sospechoso un joven interpretado por Juan Daniel García Treviño, el fantástico protagonista de Ya no estoy aquí (2019), que tiene una risa malévola, muy cruel. Por otra parte Cielo tiene una interacción con su marido, un vaquero mexicano; hay una lucha entre ellos de infidelidad, reencuentro, abandono y desamor. Cielo es una mujer que lleva encima la bandera del feminismo, sin ser militante directa o andar pensando en ello, si bien es ante todo una madre entregada en cuerpo y alma a su hija. En Noche de fuego la hija enarbola el feminismo, a puertas de construirse con la presencia de la madre -esa que bebe y llora lágrimas de azufre olvidando al esposo cobarde y huido-; se ve claramente cuando ella traba relación con el hermano de una de sus mejores amigas -con el arma y con los vehículos de él-, que tiene su buena salsa, su romance juvenil cool en medio del campo salvaje y vivo, intenso, lleno de power. El momento de acercamiento durante la fiesta regional, tras el acto de macho man con el toro, es sublime. También es notable la relación platónica y de fantasía juvenil sensual con el maestro de la gran vocación y el talento y con las amiguitas desde niñitas. Se puede ver un lado original que roza lo sobrenatural con la lectura del pensamiento, puesto como juego infantil. La melancolía de la chiquilla protagonista también es magistral, muy sentida en pantalla de manera natural, a la vez que el amor madre-hija con aspereza es cine en estado de gracia. La Civil es violenta, una mirada descarnada del México feminicida -donde en general la vida vale muy poco y los sicarios gobiernan-, así como las condiciones rurales de Noche de fuego lucen implacables -tal cual las lecturas de las desapariciones-, ambas películas recuerdan la guerra interna, contra el terrorismo, vivida en Perú. 

domingo, 29 de agosto de 2021

25 Festival de Lima: LXI


LXI (2021), la segunda película del director peruano Rodrigo Moreno del Valle, no es una luminaria de película, pero se ve interesante, luce hasta una estética de Lima -entre gris, azulada, solitaria, noctámbula, sonámbula- y de cine indie. Éste cine indie luce profesional. En realidad lo de indie es más una descripción de formas de un tipo de cine ya que en Perú la mayoría de cineastas se agencia la inversión, los gastos y producción de su película. Éste cine es austero, íntimo, personal, pero está muy bien hecho, denota nivel. Tiene un lado que refleja un cierto estado de eterno adolescente que apunta a lo cool, que suele acompañar cierto criollismo nacional y propio de cierta gente nice, hablando de ya casi cuarentones. No obstante ésta tiene una trama con un lado oscuro y sórdido o que genera culpas o desnudan almas y melancolías, alguna perversa. Se trata del reencuentro de 4 mejores amigos del colegio, pasados 20 años de no verse y compartir un suceso traumático juntos. Poco a poco se irá llenando la info de ese pasado oscuro y sórdido. Formaremos el rompecabezas. Sobre éste pasado gira el filme. Mientras tanto es simplemente la reunión de unos amigos que no se ven de mucho tiempo y se dedican a pasar la tarde y la noche en un apartamento divirtiéndose, tomando alcohol, conversando, fastidiándose o cantando karaoke. Los 4 amigos son interpretados por Sebastián Rubio, Cynthia Moreno, Rodrigo Palacios y Javier Saavedra. El más interesante de todos lo hace Rodrigo Palacios, es el malo de la película, el atorrante, el abusivo, el personaje antipático y molesto, que lo hace de maravillas, tiene harto talento. El personaje principal es hecho por Javier Saavedra. Saavedra pasea en bicicleta muchas veces y esto se ve estupendo, está excelentemente grabado, se ve muy potente y natural, encima propone harta melancolía y pensamiento existencial en su movimiento por la ciudad, por barrios de cierta clase acomodada que es donde se contextualiza la historia y son los protagonistas. El título de la película suena enigmático o extraño, puede creerse que se trata de alguna talla de ropa o algo así, pero Moreno del Valle ha explicado en una entrevista que es la denominación que usan los colegios pitucos para el número de promociones escolares.  

25 Festival de Lima: A cop movie


Ésta propuesta es un hibrido entre documental e historia de ficción. Dirige el mexicano Alonso Ruizpalacios. En un inicio es un filme realmente sólido sobre el día a día de 2 policías, una mujer y un hombre. Estos 2 policías van contando cosas personales y los observamos en acción. Ella manifiesta haber enfrentado a un padre machista y no muy tirado a dar afecto. Ella logró ganárselo, nos cuenta, trasmitiendo mucha empatía y naturalidad, proponiendo igualdad de géneros, de oportunidades. Luego el filme tras las presentaciones de ambos nos pone una nueva faceta enfrente, estos 2 policías son pareja. Ésta película no luce extraordinaria pero va bien como documental, aun recordando la serie americana Cops, aunque más intima, más personal. Pero de repente se revela frontalmente que estos 2 policías en realidad son actores, interpretados por Raúl Briones y Mónica del Carmen. El filme intenta ser original y revela secretos de como estos actores han creado a sus personajes. Ellos hablan directamente. Toda esta parte a la larga funcionará como conjunto, pero inicialmente lo golpeará un poco negativamente, aun cuando la primera parte tenía de convencional. Ésta nueva parte o giro no será todo lo interesante que podemos creer porque se le percibirá un poco banal. Lo que sí queda claro es que como documental se estaba haciendo un gran trabajo de recreación y actuación, aunque desde luego tanta magia recopilando la verdad crea también cierta sospecha. El filme regresará a la ficción o mejor dicho a la recreación de los actores de la realidad, es decir, estos 2 policías se basan en 2 oficiales reales que podremos ver en pantalla dando opiniones y contando un poco de ellos, de su situación y experiencia. En el filme veremos honestidad, aunque no es que te pongas de su lado, sino que dejan cosas que pensar. Es bastante curioso notar cuanto se parece la policía mexicana a la policía peruana. Los policías reales intrépidamente justificaran la corrupción de su profesión, y cómo no es la policía los únicos culpables de que exista. Lo que señalan en parte es cierto, tiene de verdad, pero tampoco significa que deba hacerse, que tengan carta abierta y que todo siga así. Otra cosa notable del recojo de la verdad, que veremos desde la ficción, es que al policía mexicano se le falta el respeto con suma facilidad. Se le compara con el policía americano y es abismal la diferencia, al americano lo respetan, si no hay consecuencias. Ese es otro punto, el oficial mexicano genera también desconfianza, que se traduce en temor, creen que puede convertirse en un criminal peligroso. También es de apuntar que para ser policía en México se expresa que solo se requiere de 6 meses de entrenamiento, y medio que el resto es sentirse en el cargo, en la figura. Por todo lo expresado es una obra con varios atributos, varias virtudes, como conjunto es un buen filme. En poder observar a un actor transformarse en un personaje de ficción es además atractivo, cómo brilla la magia del séptimo arte. Como documento sobre auscultar al policía latinoamericano presenta su peso, revela asuntos que deberían tener más atención de la que se ha normalizado y debería de cambiar.  

viernes, 27 de agosto de 2021

25 Festival de Lima: Las mejores familias


Es una comedia peruana dirigida por Javier Fuentes-León, su tercera película. Retrata a la clase alta limeña representada en 2 familias que son vecinos. Es un retrato típico de broma, para un peruano no es nada del otro mundo, por ello hacer algo realmente especial con los pitucos -como se le dice acá en jerga a la gente de plata- resulta complicado, encima en una comedia, cuando no solemos dominar éste género. No obstante hay varias comedias en nuestro cine, lo intentan todos, incluso directores serios. La mejor comedia peruana, y comedia dramática en realidad, que se ha hecho en el cine peruano es Pantaleón y las visitadoras (1999), de Francisco Lombardi. Las mejores familias se burla de todo lo clásico, incluso hay un personaje interpretado por César Ritter que recuerda a Jaime Bayly. El meollo de la historia es una pésima costumbre peruana, aprovecharse sexualmente de las empleadas. En el filme en un momento clave se dispara la histeria en la mesa, todos contra todos, sacando trapos sucios sin parar como metidos en una balacera, en una película interminable de acción. Ésta extensa secuencia es la mejor del filme, aunque te saca el IGV, te agota, hay que tenerle paciencia. Esto ocurre a media hora de ir a acabar el filme, o sea falta metraje cuando parece todo ya prácticamente finiquitado o gastado todo el tanque de gasolina, pero, claro, falta el final feliz, o arreglar un poco ésta pequeña lucha de clases, de respetos, que quiere manejar la propuesta. Finalmente el mensaje es que todos son una gran familia, y en éste panorama incluyen a los empleados, algo que no luce lejano de nuestra mirada nacional de la realidad. En el fondo es como decir que somos imperfectos y ya, que nos gusta golpearnos/maltratarnos, hacer burradas y malabares, también cometer actos algo malvados con aire de relajo, pero finalmente esto es ser un criollo nacional, esto también es nuestra pituquería, entre nice y al fin y al cabo algo ordinaria. Es un filme coral, donde no queda títere sin cabeza. En varios momentos se pone un tono algo más elaborado de lo de siempre, con ralentización de movimientos y su musiquilla burlesca y de aspecto algo elegante y clásico. No se puede desestimar tampoco -cegarse- que hay muchos momentos ridículos, como lo de tirar a 2 viejas al suelo a jalarse lo pelos o que ellas saquen como as de la manga máscaras de gas tras una protesta de aspecto forzado -más cliché- y poco significativa o muy poco trabajada. El uso elaborado de una protesta (del pueblo) se puede ver en La Llorona (2019), y cójase el guante que es una película de terror. Algún día, esperemos, o mejor no, quizá sea mejor que se rindan, tendremos una buena película peruana burlándose de la aristocracia nacional; mientras tanto seguiremos pensando que como aquí tenemos tan solo un Buñuel barato.

sábado, 14 de septiembre de 2019

La venganza de Jairo


Jairo Pinilla es un cineasta colombiano de 75 años, pionero del cine de terror en su país (en los años 70s) quien por deudas y derechos de autor terminó condenado al ostracismo, al olvido. Casi 20 años después intenta en éste documental, de Simón Hernández, dejar constatación de la que ha llamado su última película,  de su realización, como también de su historia, legado y su cinefilia. El documental de Hernández es interesante porque Jairo es un personaje bastante rico, con harta verdadera cinefilia, quien es un fan acérrimo del cine de terror. Es un cineasta que hace de todo en producción y no cuenta con grandes sumas de dinero, pero intenta hacer algo muy personal con el cine de género. Nos dice que no escogió el cine que hace por fácil, como muchos pueden creer –en lugar de cine arte- o menosprecian, porque él nos da a entender que lo aborda con complejidad, involucrándose en cada detalle y, a su ver, haciendo algo especial. Vemos partes de sus filmes, algunas partes son muy buenas, otras lucen re-baratas y terribles. De esto pende que el cineasta y su compatriota Luis Ospina lo llame maestro y lo señale como un hit de popularidad en la historia del cine colombiano, una recepción de taquilla que pocos han llegado a tener agrega Ospina, llegando incluso a mencionarse lejano humildemente. Pero a la vez la crítica dominante de su tiempo y país lo consideraba el Ed Wood nacional. El director colombiano Ciro Guerra también habla con admiración de Jairo Pinilla, aunque lo que dice suena mucho menos interesante que lo que dice Ospina, comparando a Jairo con Orson Welles. El documental tiene unas partes burocráticas que son bastante sosas, pero la historia de Jairo, quien es, que ama, su lucha, su pasión, hacen del presente documental uno valioso. A Jairo se le menospreciaba diciéndole que sus películas estaban en la línea de las de Superman que en las de Bergman. Pero Jairo menciona que siempre buscaba retarse (en lo que amaba), frente a inventar recursos y ser original en lo suyo. La venganza de Jairo (2019) es un buen documental para descubrir a un cinéfilo autentico, ultra fan del cine de terror -que muchos amamos y disfrutamos- y alguien importante en la historia del cine colombiano y en el séptimo arte de género hecho en Latinoamérica, es una buena oportunidad y llamado para recuperarlo.

martes, 7 de agosto de 2018

Bixa Travesty


Documental de los brasileños Kiko Goifman y Claudia Priscilla que sigue a un travesti que se hace llamar Linn da Quebrada que muestra su espectáculo de baile pop -hay harto twerking- y voz por la libertad absoluta de los homosexuales, con canciones atrevidas, desenfadadas sobre su homosexualidad, sobre su travestismo, en forma agresiva. Dice las cosas de la manera más directa, incluso mostrando desnudos, el órgano masculino y su manipulación, como mensaje de rebeldía y postura de impacto, de una fuerte definición. Linn da Quebrada interactúa con sus amigos, como con integrantes de su grupo musical, y va explayando sus ideas sobre su condición sexual. No busca ser una mujer sino un travesti, es decir, un hombre con inclinaciones femeninas pero que proyecta su órgano sexual original. Éste documental no guarda la mínima compostura, tiene mucho de vulgar, mientras es totalmente franco, dispara a fuego abierto. Linn da Quebrada hace todo tipo de performances trasgresoras. En éstas épocas no escandaliza tanto, no es ningún tipo de hito, ha llegado tarde, pero es firme, tiene una voz potente. Puede que haber tenido cáncer le haya dado ese autodescubrimiento, esa ofensiva como activista de su propia condición homosexual. Hay una parte de archivo de su enfermedad mezclada con su agresividad performativa. Linn da Quebrada también habla en la radio y se autodefine como un gay negro travesti de las favelas, con lo que su activismo incluye lo social, la lucha contra la marginación de distintos cauces. Es una propuesta que no se guarda en nada, que tiene muchas escenas fuertes homosexuales, aunque exentas de coito. El concepto gira alrededor de exposiciones artísticas propias del arte moderno. El protagonista tiene una muy buena voz más allá de las letras a quemarropa, y en cierta manera el filme parece un musical, tiene un lado soft, o cálido, agregando el compañerismo, la amistad, la militancia gay y la gravitación de todo un entorno –artístico y argumental-, ateniéndonos a un activista brutal, de los tiempos que corren.

sábado, 4 de agosto de 2018

Ayer Maravilla Fui


Sci-fi mexicano, cine fantástico, perteneciente a Gabriel Mariño que pone de centro de atención a un ente no identificado que toma cualquier cuerpo, cualquier forma humana, aunque no lo premedita, es como algo que le sucede y debe lidiar con ello. El filme no abunda en argumentación, pero es bastante efectivo y sugerente, con el ente que es un ser solitario y melancólico enamorado de una peluquera, llamada Luisa. Éste ente pasea por México DF y recuerda al ángel enamorado de El cielo sobre Berlín (1987).

En un momento, Ana (Sonia Franco, ganadora de mejor actriz en el festival de Morelia 2017, además de primera o segunda mejor película mexicana), la forma del ente que más predomina en la narrativa del filme, le cuenta un sueño a su amada, le revela su condición fantástica. La propuesta pone al ente con la única motivación de ser pareja de Luisa cuando tiene la dificultad de perder su aspecto físico y tener que volver a enamorarla. Parece algo fácil de resolver, simplemente contarle, convencerla a toda costa, pero aunque no se da razones el ente enamorado no lo dice abiertamente, sólo finge contarle un sueño. Claro, dirán, sino pensará que está demente. Pero ahí están esos especies de origamis.

El filme se atiene a la dificultad de lo sobrenatural para volver a ser amado, en la siempre empática consideración de que el amor debe trascender lo físico. No obstante tomemos en cuenta que el ente ama una figura precisa, a Luisa, y hasta llora con su fotografía. Aparte de éste atractivo centro escueto fantástico se maneja como cine indie, proveyéndose de bellas escenas, de la mano del siempre leal, creador de profundidad, plástico, proveedor y efectivo blanco y negro, con un estilo de cine arte de expresividad poética en el deambular callejero de Ana junto a unos breves clásicos divagues filosóficos existenciales, que hacen una buena conjunción, aunque con el anciano apuntaba mucho a lugar común. Pero la idea audaz propia del sci-fi le da harto vuelo. Suma también el tener una relación lésbica, engrandecida por la indistinción de género y edad, que propone un costo, el esfuerzo.

La trama plantea vencer la personalidad, el background, nuestra visión del mundo, hacer ver que el amor es lo que llena y mueve todo, aunque mediante el uso de lo mínimo. Es difícil ser tan gaseoso, como aquel ente cambiante y amoldable a todo. El filme juega con que la identificación del ser sea suficiente, no importando absolutamente nada de lo externo –lo físico-, pero hablando del cambio de una mujer joven a un anciano con parkinson la cosa se pone bastante complicada o peor, con la duplicidad, y es ingenioso como algo tan pequeño, éste eje del ente cambiante, un ardid intelectual, albergue su buena complejidad para reflexionar e intentar quizá desestimar una de las esencias del amor.

Da para pensar mil cosas, poner posiciones. Defender la no definición sexual, la libertad total; o la fuerza de lo físico, y no es algo estético, en cuanto a un solo tipo de belleza, pero si un aprecio personal de un físico. La propuesta exige mucho más que el deterioro, es decir que el amor verdadero debe ser propio de la ceguera y las feromonas. La personalidad tampoco está demasiado trabajada, no observamos gran distinción, se trabaja con personajes muy ordinarios, básicos, haciendo más ardua la aceptación. El enamoramiento surge por sencilla amabilidad, por un acto de ayuda, es la cotidianidad y llaneza de la mayoría, le habla al hombre común.

jueves, 2 de agosto de 2018

Matar a Jesús


Matar a Jesús (2017), de Laura Mora Ortega, es una película que tiene una magnífica recreación, bastante cautivante. Todo el recorrido por los lugares marginales de Medellín es perfecto. Hasta el más mínimo momento tiene gran fuerza escénica, visual. La historia en sí es bastante sencilla, pero solvente. Una chica ve morir a su correcto y admirado padre en manos de un sicario en moto y una vez que se topa con él en una discoteca se plantea matarlo. Pero antes se le vuelve próxima, indaga, toma confianza, mientras piensa en comprar un arma, sólo que al conocerlo se mezclan sus emociones.

Ésta premisa, querer acercarse, andar con él, es algo más elaborado de lo que uno haría, quizá busca el momento preciso para matarlo, tenerlo cerca, a punto, pero la interacción le rebota. Aunque la protagonista, Paula (Natasha Jaramillo), viene de una clase social más alta se mezcla sin dificultad con el submundo criminal del muchacho, de Jesús (Giovanny Rodríguez). El joven le enseña el uso de armas –que yace muy presente- y la pasea en moto. Paula nada en un lago con Jesús; miran la ciudad desde la altura, el paisaje urbano imponente.

Éste vínculo afectivo no es congruente, pero es el conocimiento del otro, del tipo distinto, que aflora. Se da cuenta ella que Jesús es un mero ejecutor, como él mismo menciona, y la violencia que hay en Medellín es la verdadera culpable, el chico es un peón, uno más del montón, propio de la pobreza y la falta de instrucción. El quehacer de la muerte del padre de Paula más que seguramente tiene que ver con algo político, nunca se aclara.

En un momento se oye decir que nunca llegará al fondo del asunto, que nunca atrapara al gestor intelectual, se echa la culpa a la maquinaria. El filme pretende con la simbología del nombre del sicario hacer la gracia de evitar la violencia, buscar la misericordia, es algo complicado pero es no seguir con la cadena, es también comprender la situación. La solución es un trabajo grande, que queda sin mencionarse.

El filme prefiere ser intenso, un lugar de emociones, al tiempo de mostrar fielmente los lugares, el barrio, la fiesta, la vida del delincuente, es vivir el submundo. Lo mejor de la propuesta es ésta contextualización, éste neorrealismo local. Después es muy simple, hasta falto de profundidad y un poco incongruente. Pero, desde luego, no es la solución más violencia –como lo dice aquel vomito simbólico, aunque ridículo para los que la acompañan-, Jesús es pieza pequeña de algo mucho más profundo, aunque tampoco merece impunidad.

La interactuación entre Paula y Jesús es potente, la cosa es no pedirle mayores justificaciones con la violencia de Medellín, no pretende dar soluciones, sino señalar simplemente que se trata de la cadena más baja. Es pensar en un mundo deplorable, de marginalidad, inconsciencia, brutalidad, una juventud arrastrada hacia la normalidad de la criminalidad.

lunes, 30 de julio de 2018

La educación del Rey


La educación del Rey (2017), del argentino Santiago Esteves, es un policial. No es un filme con muchas escenas de acción, pero las tiene y cuando llegan cumplen. Es un filme de acción con pocos elementos, se podría decir que son 2 o 3 escenas muy sencillas pero intensas. Lo que más apunta la propuesta es al drama, a raíz del primer crimen de un muchacho, que cae en manos de un hombre que sin demasiada justificación, aunque coherente, se vuelve su protector y un poco como un padre.

Germán de Silva interpreta a éste especie de padre adoptivo o simbólico, además de que como guardia de seguridad y el uso de armas tiene un vínculo digamos que cool con el muchacho, que no es tampoco un punk, pero sí se le describe con carácter y termina violento. Por el lado del crimen se maneja muy bien la imagen de unos policías corruptos. En un inicio la credibilidad no es tan potente, pero a medida que el filme muestra tanta seguridad en sí, se la cree, se convierte en un policial más que decente, descontando lo entretenido que es.

La parte social es leve con el muchacho medio suelto en plaza con el mal ejemplo del hermano mayor, todo expuesto con velocidad. Lo que pesa más en el filme es el drama de padre adoptivo formando a hijo descarriado con potencial emocional de buen muchacho. Éste vínculo hará que los más sensibles gusten del filme, mientras todo decanta finalmente en escenas de acción que complementan muy bien, sin ser muy audaces, ni extensas.  

Algunas escenas tienen ligera originalidad, como cuando van a comprar ropa deportiva, se ve una chica linda, un protector ambiguo, reacciones y alguna pequeña maldad. Es una película muy simple, pero competente. Pasa de una cosa a otra con gran ritmo. Tiene sus momentos predecibles, pero muchos otros no lo son. El segundo conflicto criminal del protagonista, Rey (Matías Encinas), es prácticamente inevitable, si no por donde continúan, piensas. Pero aunque ahí no deja mucho espacio para sorprendernos, lo que viene después sí en una medida.  

La educación del rey no será de las películas más memorables, pero trabaja bien como entretenimiento, como policial o thriller a ese respecto. Piensa la solidez de pocos elementos, es un filme muy práctico, y alcanza. No le pidan demasiada originalidad, pero tampoco es una propuesta sin gracia en lo que ofrece. Se pega al mínimo en todo sentido, justifica lo suficiente como para darle la predominancia a la agilidad narrativa, tramita con la coherencia básica. Pero eso crea un entretenimiento dinámico, intenso y vital, y tienes lo emocional.

viernes, 27 de julio de 2018

Las herederas


La película del paraguayo Marcelo Martinessi pudo pasar por la historia de dos hermanas mayores enfrentándose al mundo, más un descubrimiento sexual adulto, pero prefiere ser más original, más impredecible, y es en su lugar el relato de una pareja lésbica de mujeres mayores que se enfrentan al desgaste de su relación amorosa, sólo que una únicamente se da cuenta, la más pasiva y clásica femenina, la que anda en el hogar, la que depende de la otra, la del carácter fuerte, más masculino. Al mismo tiempo es la historia de la decadencia de una cierta aristocracia o burguesía paraguaya, desde el plano económico.

Una de las mujeres protagonistas, Chiquita (Margarita Irun), termina en la cárcel por fraude,  pero dentro se maneja con aplomo, a pesar de venir de una familia con dinero, no se intimida por el lugar bullicioso, vulgar y peligroso, con gente agresiva, loca y algunos extravagantes. La que sufre más el embate por paradójico que suene es la que yace afuera, Chela (Ana Brun), que no sabe cómo subsistir. Ya por entonces ambas se encuentran vendiendo las pertenencias de su casa, y se ve ese fastidio y pena silenciosa de ir perdiendo su opulencia, que llega hasta el extremo de que Chela empieza a hacer taxi.

La idea del empleo de taxista exclusiva proviene de una mujer amiga de Chela, una anciana llamada Pituca que va a jugar cartas con amigas de su edad y todas éstas se convierten en clientes en potencia. Pero la que más llama la atención es una mujer adulta, Angy (Ana Ivanova), que también asiste. Angy es una mujer sensual, muy femenina, que pronto genera ésta cierta originalidad narrativa, fomenta la tentación de una infidelidad lésbica.

Chela guarda mucho silencio, yace como intimidada por la seguridad de Angy que es la que toma la iniciativa. En ese trayecto de vender los muebles del hogar y relacionarse con Pituca y sus amigas en el taxi y una comedia suave con sus engreimientos y posición económica Chela duda en serle fiel a Chiquita que yace buscando salir legalmente de prisión. La infidelidad domina el filme por completo, sumido el contexto en la decadencia económica. De ahí el título de las herederas, el cambio generacional, los nuevos tiempos.

El filme tiene un aire clásico con Chela, que guarda mucho las formas, de esto que uno pensara que en lugar de lesbiana era una solterona, pero es el silencio en realidad la simple duda de cambiar a Chiquita por Angy tras varias décadas de estar juntas y una lealtad que le debe. Pero el desmoronamiento económico la tiene a punto de quebrarse. Es un filme con una protagonista que su pasividad se pone en juego en busca de la trasgresión, de buscar pensar más en ella, ser algo cruel también, aunque Chiquita luce muy fuerte.

Lo que es un lugar común es la representación burgués de las empleadas, las tienen por brutas, no trasmiten mucho, y hasta hablan de regalarle a una un desodorante. Esto es algo un poco fastidioso y no aporta mucho, es un recurso fácil además. Es mejor para conseguir el aire aristocrático esa elegancia que mantiene Ana Brun en todo momento, esa introversión, ese recato, hasta un estado infantil y de timidez, muy apropiado con el sobrenombre de muñeca dado por el padre, niña mimada, niña bonita. Brun ganó mejor actriz en el festival de Berlín, y es muy merecido, porque sostiene una cierta original ambigüedad en su manera de ser.

El filme al final parece plantear un robo de juventud, en todo sentido, de aire fresco, un llenado de intensidad, de vitalidad, como que al terminar una mala racha viene algo nuevo, una renovación, una nueva marcha, algo bueno, una nueva Paraguay también, creer en una nueva generación y es algo social y político, aunque la protagonista sea una mujer mayor, una representación simbólica del mismo país, expuesto con la chiquillada de escapar en el auto.

Cierto, dirán, tremendo rollo por una infidelidad –dicho como cine, porque el cine suele ser más radical, audaz, crudo o trasgresor que la vida misma producto siempre de buscar impactarnos, de impresionarnos, de hacernos vivir lo impensado, mil experiencias-, pero es también el arte de la delicadeza, también 30 años de pareja no es poca cosa, una herencia difícil de desprenderse, una fuga suena prácticamente inviable. El filme se mueve mediante una aproximación lésbica de sugerencia, sin contacto físico en pantalla, todo trabajado a través del personaje de Angy, la provocación abierta, con sus ademanes y confianzas. Es un cine arte latino que tiene ya su identidad atrás, bien y mal nos reconocemos en éste estilo.

jueves, 26 de julio de 2018

El reino de la sirena y Siempre andamos caminando


El reino de la sirena

Documental austero, de Luis Rincón, que se contextualiza en un pueblo de pescadores en Nicaragua, que mezcla fantasía con violencia. Vemos la cotidianidad de un hombre en silla de ruedas y lentes negros de sol que ha sido buzo y se dice que quedó así producto de una maldición de sirenas. Dos personas mayores son entrevistadas, hablan de las sirenas, lo hacen de manera muy básica y poco original. El filme tiene mucho de cine social; la gente que observamos es humilde. Otro ex buzo dice haber dejado atrás la vida de gángster y además rechazar el mar. Una mujer joven embarazada que le invita un vaso de agua no le cree, pero él persiste en decir que es cierto aunque con una sonrisa de ironía. Éste mismo hombre habla coherentemente de la precariedad con la que se realiza el buceo en la zona, y cómo ésta misma precariedad es la culpable de tanta invalidez y muerte. Lo dice sin esforzarse en convencer a nadie. Al mismo tiempo el filme deja correr los relatos locales de sirenas, mientras presenciamos las labores de los pescadores. Hay hasta cámara submarina. En un efecto de la cámara –sencillo, pero que queda bastante bien- ésta entra o sale como si formara un pasadizo imaginario, entra a un mercado, sale de un puerto. También el paisaje tiene su belleza, el día común de los pescadores igualmente su interés. El lado más logrado de la propuesta es lo social, que en mucho simplemente vemos, y no lo oímos machacar. Los dos ex buzos protagonistas tienen atractivo narrativo, uno por carismático, otro por muy natural.

Siempre andamos caminando

El documental de Dinazar Urbina Mata abre con un camioncito llevando gente a un pueblo llamado Santa Rosa de Lima. Apiñados atrás observamos una escena sencilla, como una madre da de beber agua a su hijo. El filme tiene a tres mujeres de protagonistas, nos ubicamos en el estado de Oaxaca y se ve como la gente pasa de la sierra a la costa en busca de trabajo. Alberta tiene 21 años, trabaja de agricultura, pero se da tiempo para cuidar a su hijo. La vemos en una bella escena bañando a su bebé en una batea, muy ducha en su cuidado. Catalina vende comida, mientras nos cuenta de una decepción familiar y de cierta humillación de la gente por no hablar bien el castellano. Catalina se siente bendecida por tener un lugar propio, para sus hijos. Julia tiene 28 años y celebra no tener hijos, imagina hijos malogrados, pero llora por una pareja que yace a la distancia. La miramos robusta recogiendo limones. Siempre andamos caminando es una frase que sale de su boca y refiere a estar expuestos a los peligros, en la humildad del trajín diario, pero agradeciendo estar libre de daño. Las tres mujeres son fuertes y sencillas. Las tres hablan muy bien, de manera clara y se ven humildes y auténticas. Es un filme que está ahí para oírlas, para conocer de su sobrevivencia, sus logros, sus afectos. Ninguna habla con amargura, a pesar de tanta dificultad. Hablan sí de la necesidad de migrar para vivir mejor, hablan de gente que las ha decepcionado, pero las tres en su naturalidad muestran felicidad, tranquilidad, en un retrato diáfano y austero de nuestra humanidad.

martes, 24 de julio de 2018

El confidente (Le doulos)


Le doulos (1963), de Jean-Pierre Melville, es cine polar, cine negro francés. Tenemos a Maurice Faugel (Serge Reggiani) como un ladrón y gángster que va a vengarse de alguien que mató a una pareja suya años atrás cuando estuvo en la cárcel. Éste es el punto de partida del filme pero hay mucho más, se trata sobre todo de un soplón con el que jugará la propuesta.

El filme tiene la curiosidad de que prepara escenas a la manera inversa, como con la apertura. Propone un lazo de amistad entre Faugel y Gilbert Varnove (René Lefèvre), los vemos interactuar todo muy cálido y amable, y termina con su asesinato a sangre fría, con el rostro de Varnove sorprendido. Faugel le roba unas joyas y dinero, las esconde. Por más que Varnove había mostrado arrepentimiento y una amistad muy abierta Faugel se deshace de él. Éste filme tiene esa característica, se trata de hombres muy violentos y fríos, clásico del género del que bebe, del cine negro americano, más su toque de distinción francés.

Otra escena magistral en el mismo sentido es la aparición de otro gángster, Silien (Jean-Paul Belmondo), que persigue a Faugel, aunque son amigos, y mata a su pareja, una mujer muy sensual y hermosa (Monique Hennessy). La escena es brutal, muy llamativa como noir. Nuevamente sucede lo que uno no espera, cuando parecía que había una atracción sexual. Silien tiene un amigo en la policía aunque también es perseguido por la ley. Son las extrañas relaciones que mantienen todos, y no se sabe quién es quien hasta el final. El filme manipula mucho las apariencias y ahí yace su maestría como cine negro.

Es un filme complejo, pero muy bien urdido, perfectamente entendible prestando atención. Hasta el último minuto hay sorpresas, todos bajo la ley del crimen, matar, hacerse cargo de los enemigos, defender a los amigos –quien recoge a Faugel herido-, vengar al caído –que incluye a un policía-. En ello entra a colación otro personaje, otro gángster, Nuttheccio (Michel Piccoli), que maneja apuestas y juegos de casino; al mismo tiempo una mujer provocativa pero enamorada (Fabienne Dali), a la orden de los criminales.

Nuttheccio es un personaje importante, pero más pasivo, del que se habla más que todo y sirve para redondear la trama, dentro de una gran planificación y una gran secuencia. Los que más se mueven son Faugel y Silien, cada uno por su cuenta, para converger al final. Silien de manera más audaz, Faugel más emocional, impetuoso. El filme es un enfrentamiento de intelectos, de manera muy novedosa, donde policías y criminales juegan su propia partida, pero los más importantes son los mafiosos.

El silencio es un cuerpo que cae


El documental de la argentina Agustina Comedi remite a su padre, Jaime, a quien ella le rinde homenaje, hablando de su homosexualidad. Jaime de un momento a otro decidió casarse y tener un hijo, era su sueño tener un hijo. Estuvo con un hombre 11 años poco antes, Néstor, quien fue su mejor amigo en su nueva vida. Comedi entrevista a gente cercana a su padre, tratando su verdadera orientación sexual.

El filme desentraña su pasado y resalta que debió ser libre, porque eso es maravilloso expresa, como lo señala el hijo pequeño de la directora al final del filme cuando se le pregunta indirectamente por algunos significados. Comedi no tiene pena ni molestia en revelar el sacrificio que hizo su padre para encajar en la sociedad y en la imagen paterna de ella, hija que confiesa ser bisexual, lo que ayuda también a entender el hacer éste documental. El dolor queda ajeno, en su madre, más que seguramente, aunque el filme dice que Jaime le decía una y otra vez que volvería a casarse con ella, y le llevaba siempre flores.

Pero el pasado era la esencia de éste hombre, a quien su hija ya grande, porque se fue temprano, murió cuando aún era una adolescente, cuando ella tenía 12 años, comprende, le conmueve, porque su homosexualidad estuvo desde siempre, y no era una pequeña parte que manejar como le refirió un examen psicológico. Todos los entrevistados hablan de la homosexualidad de Jaime, esto es muy sólido, hay hasta antiguas parejas, como un travesti. Lo que más le mueve al filme es que no pudo vivir a plenitud su tendencia sexual, por la sociedad argentina tan represiva que vivió, de la que hablan muchos en la propuesta.

La única persona que se abstiene de hablar es la madre de la directora, Monona, pero la vemos en las imágenes y se habla de ella, se dice que hasta hoy carga consigo una foto de su marido. Se casó con él sin saber de su homosexualidad, recién cuando su hija tenía 4 años supo que su marido era gay, pero como vemos siguió con él. No se dice como lo resolvieron, hay muchas cosas que quedan sin explicarse del todo, una de ellas es la razón del cambio de Jaime, no está tan claro, aunque hay indicios, presión social, querer tener un hijo, una ruptura amorosa, la propia familia dándole consejos y preocupándose por el Sida.

Si Jaime tuvo o no sus escapadas casado tampoco se dice, se habla de un cambio y una parte que dejó atrás tras nacer su hija. No obstante se topaban con él antiguos amigos gays, aunque Néstor, su vínculo más fuerte con su pasado decía verlo muy poco o nada. Jaime filmaba todo, pero no salía en las imágenes, y es como decir que daba paso a su nueva vida y él se borraba o quedaba en segundo plano. En el documental hay mucha presencia de Agustina, de Disney en especial, y esa simbolización de vida familiar feliz.

Pero el filme quiere rescatar y enaltecer la libertad, el ser uno mismo, aun cuando por lo que se sacrificó es por quien habla -la directora- y su realidad, que nazca, tener un hijo, una esposa, una vida heterosexual, una vida familiar tradicional. Pero el amor de hija es inconmensurable, sumada la propia identificación homosexual, y es decirlo, comprenderlo, superarlo quizá también y al mismo tiempo que no se repita en otros, y que todos vivan su sexualidad, libres, felices, aceptados por la sociedad. Lo importante es Jaime, el amor hacia el padre.

Lo que vemos son los videos caseros del padre y entrevistas, en mal estado la mayoría por el soporte y por el tiempo. La cordobesa Agustina Comedi indaga con naturalidad entre amigos, familiares, antiguas parejas y compañeros de ideología, la socialista que Jaime usó – donde muchos negaban la homosexualidad y se lo hacían más difícil- para apoyar a los gays. El filme trabaja con una enorme cantidad de videos caseros, hasta presenciamos bailes de travestis, pero sobre todo a la hija pequeña, dominando por completo la existencia de Jaime. La madre queda relegada en éste culto al padre, pasa a un plano de devoción por sobre todo. Jaime es el protagonista que no aparece, o aparece muy poco, pero que es más que uno, representa a muchos, y esa es la complicidad que fomenta el filme, su empatía, la sensibilidad.  

lunes, 23 de julio de 2018

Robar a Rodin


Robar a Rodin (2017), el documental del chileno Cristóbal Valenzuela Berríos, es como su protagonista, Luis Emilio Onfray Fabres, un filme vital, lleno de intensidad, algo de gracia, cierta particularidad o extravagancia, y dedicado al arte. El filme también nos informa de un incidente, por el que se mueve, el robo del Torso de Adele, del famoso escultor francés Auguste Rodin. Fue sustraído por Onfray Fabres cuando tenía 20 años y causó como hemos de esperar mucho revuelo en Chile, incluso internacionalmente.

El robo ocurrió el 2005, la escultura de Rodin de 20 kilos fue cogida por Onfray Fabres del Museo Nacional de Bellas Artes, en Santiago de Chile. El documental recorre ese incidente y apunta a mostramos todo alrededor de quien hurtó la pieza. Nos dicen que Onfray era un chico especial, y lo vemos hablando también. Éste de muchacho quiso hacer una acción de arte robando el Rodin y querer guardarlo por 2 semanas y esperar a ver como repercutía en el entorno, en la sociedad, pero cuando se dio cuenta del castigo judicial que podía caerle, no hace mucho se estipulaban 5 años inmediatos de cárcel, pensó en como devolverlo enseguida.

El filme nos menciona tres versiones que quedaron en la memoria de los chilenos, creando cierto mito alrededor. Todo esto pasa por una mirada de juventud, de inmadurez y de audacia. También de no meditar muchas consecuencias, lo que hace pensar en la necesidad de un castigo sugerente, aunque al final el documental lo llama un triunfo para el joven. Lo pusieron a trabajar una vez a la semana por un año en la biblioteca de una cárcel.

El filme tiene un lado hippie que se pega al muchacho aunque más contemporáneo, y nos va enseñando curiosidades, como mencionar también un precedente en  el hurto de La Gioconda, del Museo del Louvre en París, ocurrido en 1911. Se entrevistan a todos los implicados, a la jueza, abogados, amigos, etc., y hablan hasta analistas franceses. El filme lo hace con un tono relajado, muy personal y cierto humor además.

Se habla de cómo son los chilenos y de la importancia del arte, hasta presenciar como enardece a muchos una escultura de arte moderno donde cualquier cosa absurda puede convertirse en excepcional, como una silla de playa, que fue robada también como una acción de arte. Consideraban un insulto aquella exhibición y fue defender la verdadera trascendencia. El robo del Rodin aunque denota algo más casual tiene la idea del deseo por la ausencia, que puede ramificar hasta la propia ausencia del padre de Onfray a quien rechaza finalmente.

Se habla de una necesidad del arte, de algo que está muy cerca a uno y no es algo elitista. El Rodin que es una pieza para conocedores es tratado como una joya al alcance de muchos, dicho simbólicamente, porque es una pieza de museo. No obstante el arte que subyace en el trabajo presente del joven ladrón o activista es uno minoritario y más de arte moderno, ironías de la vida aparte, pero también por lo extravagante que es como persona. Sin embargo lo importante es que tiene la necesidad de trasmitir un mensaje en el que cree, discusiones al margen, y eso fue al parecer el robo del Rodin y eso es lo que queda en la propuesta.

Éste documental es ameno, muy moderno, ligero e interesante. De poco saca mucho, sin buscar inventar, forzar nada, sino recurrir a mil ideas y detalles que generan complemento y una visión global, poderosa, que le rinde culto al arte y a una juventud tal cual, criticable en su cierta inmadurez, pero también culta pero de a pie, sin rimbombancias intelectuales, con una rebeldía y locura que el filme celebra, que mira con complicidad.

Léon Morin sacerdote (Léon Morin, prêtre)


La película de Jean-Pierre Melville empieza con una mujer llamada Barny (Emmanuelle Riva) que confiesa estar enamorada de otra mujer (Nicole Mirel), una mujer bella de su trabajo. Barny tiene una hija y es así de rebelde, de fuerte personalidad. Es el tiempo de la ocupación alemana en la segunda guerra mundial, y Melville retrata de manera original a sus personajes. Un americano intenta aprovecharse de Barny, un alemán juega con la hija de Barny, en el camino de esperar lo impredecible, aunque finalmente las cosas toman el orden normal.

Entre lo atrevido está que Barny quiere seducir a un cura, a Léon Morin (Jean-Paul Belmondo), a quien admira y es gran amigo de ella. Barny regularmente va a conversar con él, hablan de filosofía, de religión, de literatura. Barny se considera atea pero mediante los diálogos con Morin se volverá creyente, católica, se rendirá a sus argumentos que le contestan sabiamente siendo ella también inteligente. Barny en un inicio quiere vencerlo –negar a Dios-, cuando es época de renegar incluso de ser judío, para salvar la vida, sabiendo que Jesús fue judío.

Barny en un ataque de audacia conoce a Morin cuando quiere enojarlo, ridiculizarlo con su inteligencia, quiere entrar al confesionario y vencer a éste padre que ha elegido por su condición humilde, por su cercanía al pueblo, ya que Barny rechaza la burguesía. Morin muy austero –como vemos cuando el cuadro se posa sobre el detalle de su ropa- incluso defenderá a la gente con mucho dinero, a todo ser humano frente a la misericordia de Dios.

La gran escalera subiendo al cuarto de Morin es tomada por la cámara como el constante preámbulo de emociones, generando momentos de mucha expresión, dramatismo, temor, pena, curiosidad, entusiasmo. Son mujeres las que visitan a Morin, en tiempo de guerra son las que esperan en casa. Todas quedan enamoradas de él, por su solidez al hablar, e incluso alguna más avispada, más puta, quiere llevarlo a pecar, a que tenga sexo, sin mayor razón.

La curiosidad es que Barny sensibilizada le pide a Dios que le conceda acostarse con Morin, también quiere pasar por alto que es pecado e ir contra el gran temple del cura, aunque hay más entre ellos –respeto y cariño-, mediante una escena muy hermosa donde ella –la toma- mira –sugiere- hacia la cama, a su cuarto, a pasos de ella y Morin. Pide con fervor poder tener sexo con el cura. Morin que es muy religioso y honesto escapa, entre furioso y recio a odiarla.

Morin es noble y tolerante, de mente abierta –como cuando oye de la bisexualidad-, pero tiene carácter también. Se enoja de manera brusca. Es tosco, pero no violento, como cuando tiene un hacha entre las manos. No es para nada delicado en muchos de sus actos. Esto le otorga mucha masculinidad, un toque que mezcla sensualidad, provocación pasiva, y fe muy firme. Son dos grandes personajes en disputa y atracción, pero no solo ellos, el grupo de mujeres del trabajo de Barny también muestran mucha personalidad y proponen interesantes momentos alrededor del antisemitismo, la convivencia, el poder, la admiración y la seducción.

El filme hace mucho hincapié en lo maravilloso que es Morin, puede notarse mucho esto, lucir a ratos algo fácil, pero ese es el eje de la propuesta, la atracción del cura inteligente y auténtico, que contrasta con tantas críticas a la iglesia y a la debilidad y hasta la corrupción del cuerpo. Mientras todo esto sucede tenemos un escenario especial, aunque muy afín al cine de Melville, la segunda guerra mundial que también aporta. Es un filme amable de bellos momentos en la interactuación y que no es cruel ni demasiado sufriente –más es sugerente- a pesar de tremenda guerra o estar uno por conocerse más en profundidad y cometiendo fallas, que es lo que sobrevive cuando la protagonista le agradece finalmente a Dios.

jueves, 19 de julio de 2018

Sal


Segundo largometraje del director colombiano William Vega que se contextualiza en el desierto de La Tatacoa donde hay salinas. Es un filme misterioso con un personaje que busca a su padre. Éste personaje se ha accidentado en moto y se recupera con el cuidado de una pareja de mediana edad. La película tiene una parte poética e histórica leída a colación del árido territorio por una chica de ascendencia china que repite varias veces estar soñando, y aunque vemos al protagonista interactuar en un momento con dicha chica y hablar de su viaje al desierto puede ser toda su vicisitud éste sueño femenino. Ésta parte es la menos conseguida en todo sentido. 

La búsqueda del padre es metafórica al igual que el desierto. Puede ser un Purgatorio, un limbo o un lugar de muertos. También puede ser reflejo del conflicto armado colombiano, aunque se oye hablar de entes violentos más fantásticos. El filme tiene una atmósfera apocalíptica y el protagonista habla de estar atrapado en éste lugar. El filme a su vez tiene una estética de espacio rústico muy atractiva -lo mejor de la propuesta-, como su anterior obra, La Sirga (2012).

La recuperación del protagonista y el arreglo de su moto tienen bastante espacio narrativo. El filme se siente muy libre, como que no le importa contar una historia, pero tiene mucha visualidad. Vemos como la mujer lo cura -el antebrazo rociado de sal es una bella imagen-, como el marido le ayuda con la moto y hay un tercer hombre que es un negociante y remite a la desesperación. El protagonista dice ser poeta, pero es muy pedestre y humilde también. El padre puede ser muchas cosas, incluso el hombre que le ayuda con la moto llega a autodenominarse así. Entonces el desierto puede representar en una interpretación el hogar familiar. El desierto tiene un claro sentido surreal con el centro de la recuperación de un gran golpe. Es un filme de datos mínimos y ahí está el juego. No es un filme de certezas.

martes, 15 de agosto de 2017

El primero de la familia

El debut del chileno Carlos Leiva es la historia de un cúmulo de problemas, de mil y un dramas, parece una gran tragedia griega, de cómo vive una familia pobre en un barrio periférico de Santiago de Chile. La madre sufre de dolores de espalda por una mala operación y debe usar muletas pero no quiere, el padre es un obrero que necesita le adelanten dinero y que suele ser un hombre sumiso, la hija menor es la burrita de la familia y ha quedado embarazada de un pandillero que no quiere hacerse cargo, por último el hijo mayor estudia medicina y acaba de ganar una beca para seguir su carrera en Inglaterra, pero oculta deseo sexual por su hermana, mientras toda la familia lo cree el mejor de todos ellos.

En el mismo cuarto duerme la abuela con los hijos, la muchacha tiene que cambiarse (desnudarse) en el cuarto, el hermano siempre la observa, lascivamente, no sabe qué hacer para controlarse y todo apunta a la debacle. La hermana confía en el hermano mientras el padre la menosprecia. Además la alcantarilla del patio se malogra y genera olores pútridos por toda la casa. Justamente esto hace pensar en la vida que llevan o que algo está por explotar.

El filme a ratos parece telenovela, grabado un poco de forma parecida, pero atrapa la atención, provoca seguir viéndola, hay actuaciones aceptables y cotidianidad tratada al menos con cierta decencia, aunque muestra una pobreza casi pornográfica, medio que te identificas, pero también sufres de indolencia. Gran parte ocurre en la precaria casa familiar, desde el pequeño lugar donde comen todos apretados y se pasan el sobrecito de té para que lo use más de una persona o que Tomás (Camilo Carmona), el hijo, se levante asustado a matar una cucaracha o insecto en la pared de su cuarto pensando ¿habrán más? Todo este panorama es tan obvio que uno no se compenetra mucho, requiere de un poco más de arte.

La sombra del incesto es lo que destaca de esta obra y su clímax es la audacia de la propuesta. El resto es muy similar y poca novedad aporta. Ver a la madre comprarse una prenda bonita algo fuera de su alcance o al padre enfrentar su pasividad otorgan algún respiro. Toda la familia está en conflicto con su realidad, y aunque Tomás las tiene todas para escapar y brillar, es la hermana, Catalina (Catalina Dinamarca), la que diría que es la que importa más, la que sufre más la situación, y de ese lugar podemos sacar una denuncia.

El filme requiere un poco de mejores transiciones, está como apurado en mostrar muchas cosas, lo mismo, drama tras drama. También algunas actuaciones lucen muy sufridas, falta a ratos variedad, matices, sorpresa. Son los hermanos los que más destacan del grupo. Esta película no es una obra trascendental pero debería ayudar a revisar el sistema neoliberal, como analizar el seguro médico o el derecho laboral y mejoras justas.

lunes, 14 de agosto de 2017

La región salvaje

El filme empieza enfocándose brevemente en el espacio con una roca a punto de caer a la tierra, más tarde algo se percibe extraño en el ambiente (el misterio dura como una hora y al descubrirse se aprecia claramente). Una mujer desnuda en una cabaña luce rara, ensimismada, excitada (pide más de algún tipo de sexo), luego ella comenta con un amigo sobre conocer no sé qué en un apartado de campo cercano a la ciudad, dice no conocer el sexo de ese ser que la tiene en éxtasis, que la ha dejado marcada.

El director mexicano Amat Escalante para sorpresa de quienes seguimos su carrera nos presenta un sci-fi, pero que recorre centralmente la relación oculta homosexual de un hombre con su cuñado. El filme apela al sexo y a la violencia como leitmotiv, y como todos creen ver a una alegoría de la sociedad en general y del pueblo mexicano en especial, que implica el caos tras la represión sexual.

Ángel (Jesús Meza) es un tipo que aparenta ser homofóbico –más que seguro que por la sociedad mexicana que lo empuja a ello- pero es bisexual en realidad, se divierte con el hermano de su mujer, Fabián (Eden Villavicencio), que es abiertamente gay. La vida de Ángel sería común y corriente si no fuera por esta doble vida sexual, y el filme muy cotidiano si no fuera por el extraterrestre. El filme contiene erotismo en aquel monstruo con tentáculos tipo falos, monstruo que recuerda a Possession (1981).

La propuesta es oscura a un punto, con un aire a velado culto satánico, como en The Witch (2015). Igualmente recuerda a Post Tenebras Lux (2012) en ese llamado del bosque a lo oculto, al desenfreno, y al juego con el demonio representado en la liberalidad que genera karma, e inconsciencia –una mente poseída, en blanco- como en Antichrist (2009). También a Tenemos la carne (2016) pero exhibiendo una película mucho más digerible y coherente, mejor estructurada, como mejor expuesta en su análisis social aunque este luzca leve.

El filme invoca referentes del terror, pero tiene una trama en mayor parte realista. El monstruo queda como en segundo plano, son las relaciones a la vera del sexo las que generan tantos problemas, y la cereza del pastel es ese ente “prodigioso” ofreciendo el placer máximo. Vemos distintos animales copulando dentro de una orgía sobre un cráter y más que felicidad se percibe como algo sórdido. La música también moviliza hacia esa dirección. Verónica (Simone Bucio) complementa el panorama como una especie de vampira acólita. 

domingo, 16 de agosto de 2015

Planta madre

Gianfranco Quattrini hizo una de las mejores películas que se han hecho en el Perú, Chicha tu madre (2006), por lo que habían muchas expectativas con su próximo largometraje, y el resultado ha sido regular, en ésta coproducción peruano-argentina, que cuenta con actores de ambos países, acertando en el ambiente del rock argentino de fines de los 60 y comienzos de los 70s en esos flashbacks constantes dispuestos con la narrativa central, sobre la búsqueda espiritual, medicinal y el propio perdón del sobreviviente del grupo de los hermanos Santoro, ya que el otro hermano, Nicolás, murió, cuando tenía el sueño de viajar a Iquitos y probar el ayahuasca y un viaje psicodélico al interior de nuestro yo, con lo que Diamond Santoro cumplirá ese anhelo, más por salir de un especie de trauma tras el mal comportamiento y abuso que tuvo con su hermano menor. Aquellos flashbacks ahondan en la relación fraternal, no obstante llega un momento donde cansan, parecen agotarse y se nota que sobran imágenes, que empiezan a repetirse y a llenar espacio como por gusto, ya no ejercen la complicidad (marcadamente buscada) inicial, adolecen del toque necesario de creatividad.

El filme que estuvo en la sección hecho en el Perú, del 19 festival de cine de Lima, es bastante sencillo, es el camino que emprende Diamond en busca de un reputado chamán, que actualmente es vendedor de pescado, para probar la ayahuasca y votar el mal que le aqueja, mientras con la exnovia de Nicolás conoce a su nueva pareja y a su hermano menor, dobles de la relación principal, quienes se meten en problemas con unos maleantes de la zona a los que deben dinero y surge un conflicto donde hay disparos, por lo que el periplo por la selva también resulta una persecución. En sí es todo lo que sucede, lo que hace de éste filme en buena parte plano, sin demasiadas aristas, ni suficiente jugo como trama, aunque tenga a la música como papel trascendental, donde la fogosidad y el ritmo tropical se mezclan con el rock y hacen una incursión potente, con personalidad (en que Diamond no canta nunca directamente, producto de un dolor que le genera impotencia, pero que de regreso terminará supuestamente poético, en tremendo lugar común), sin embargo el rol principal, que recae en Robertino Granados, como Diamond, se hace a un punto insoportable con su gesto de eterna compunción en medio de su escapismo constante que roza por ratos el ridículo, lo infantil, haciendo de él un personaje sin gracia, insignificante, a pesar de que tiene un background “prominente” en su amor, necesidad y control de la vida de Nicolás. Con lo que estar dirigidos por éste tipo de personaje, tan anodino en su presencia y alcance propio, hacen un mal contraste con los buenos momentos de esa historia del pasado, y no porque sea un tipo de aspecto ordinario, que tiene mucho sentido, sino porque su tono y su intervención no poseen riqueza alguna, solo una perspectiva ínfima de culpa y desazón que no movilizan mayor proyección ni generan ninguna conexión.

La participación (y gran gancho nacional de publicidad) del cómico Manolo Rojas no es nada especial, como suele ser a fin de cuentas, tiene un papel pequeño, es solo un presentador de conciertos, un promotor musical, y, bueno, está en lo justo, pero sin más, no es Aristóteles Picho. Con ello Planta Madre sufre de falta de creatividad y verdadera atracción más allá de lo que puede dictar en el papel (rock, drogas, muerte, sufrimiento y redención), como que dilata bastante una historia que no tiene mucho que contar, toda la trama se la pasan esperando por el viaje de la ayahuasca, y termina siendo algo natural y realista, pero poca cosa al final, y ese es el mal del filme, que le han faltado aristas, esquivar la redundancia y el vacío, y tener mayor composición narrativa, que en la edición está bien y en la recreación de la selva y las costumbres, pero en general como relato simplemente no logra brillar como conjunto, y no pasa de cierta sobredimensión, esperar algo grande por el pasado musical, y verlo representado en un presente (40 años después) que describe el alcance del filme en la figura última de Diamond y de esa forma termina concluyéndose como producto. 

jueves, 13 de agosto de 2015

Las elegidas

Presente en Un Certain Regard, Cannes 2015, y actualmente en el 19 festival de cine de Lima, en la competencia oficial de ficción. Una película sórdida como cierto cine mexicano suele exhibir, como en otroras años en nuestro festival con la notable Heli (2013), y hay que decir que está muy bien, no siendo reacio a negarme a éste tipo de filmes, sino simplemente a contemplarlos y ver si tienen o no calidad, y en efecto, Las elegidas, aunque es bastante cruel y escabrosa, lo tiene, está muy bien hecha, tiene arte, y es muy interesante, aunque, claramente, la  película de David Pablos es para quienes tienen un buen estómago, para escuchar sobre una familia, padre e hijo mayor, que manejan un burdel, los que para llenarse de prostitutas secuestran chiquillas, tras primero enamorarlas y engañarlas para luego vigilarlas y obligarlas en medio de suma violencia con amenazas a que vendan su cuerpo a altas exigencias populares, despersonalizándolas hasta cambiarles el nombre y alejarlas del contacto normal con sus seres queridos y hasta con el mundo, con lo que el hijo menor de esta familia criminal, Ulises, tendrá la misión de iniciarse en el negocio, pero éste más adolescente y mucho menos contaminado se enamorará de su víctima, y aunque ella cae en las manos de la prostitución, él tratará de que se la devuelvan, con lo que en una segunda línea narrativa observaremos como se lleva a cabo todo el enganche para atraer una presa más al redil, y hacer el ansiado reemplazo, teniendo un filme muy sólido y potente entre manos.

En la propuesta destacan las escenas de sexo de Sofía (donde curiosamente ella nunca yace desnuda, sino son otras las que aportan ese matiz explicito, no en gran cantidad), que impactan en su creatividad, son hechas con detalles y acomodos artísticos amparados en el realismo exógeno, como dejar condones usados, proyectar imágenes mentales con el cuarto austero y paupérrimo, ver los cuerpos casi desnudos de los distintos hombres, verla a la protagonista, a Sofía, de frente a la cámara en plano de busto, tensa, cabizbaja y golpeada por su entorno directo, simbolizando el aguante de la agonía, el abuso y la promiscuidad ruin, pero sobre todo trabaja bastante bien, mucho la imaginación, el sonido de los coitos, que son tanto capitales como molestos, incomodan harto y tienen gran fuerza escénica en el fuera de campo, llegando a ser una recreación aturdidora y con toda la vulgaridad que requiere plasmar el momento del atropello y de la maldad del sometimiento, la humillación de una chiquilla de 14 años pasada como adulta en las peores circunstancias, donde éstas mujeres han perdido su identidad y asumen su condición plena de putas, de objetos sexuales que deben reunir una cantidad diaria para no ser maltratadas, cuando esperan en una banca dentro de un encuadre estético, sumidos en la precariedad y en lo mínimo, habiendo muy poca luz de personalidad propia como en otra prostituta/victima que solo quiere ver a su hijo, procurando espacio a la reflexión implacable, como acontece con éste tipo de filmes que son intensos, aunque a través de la punzante y desagradable miseria humana, abriendo los ojos del espectador ante unos hechos quizá típicos criminales de México, y de otras partes del mundo.

Es un filme que además genera mucha atención como ficción, aunque en ello no es que haya demasiada originalidad, sino más bien trata de mostrar lo que se conoce o se ha escuchado, agregándole suspenso y expectativas. La trama propone dos formas de escape, una que parece solamente un sueño. El filme opta por machucar a su protagonista, mientras cunde la desesperación y se requiere de drogas para adormecernos, en medio de la marcada sequedad y la brutalidad en buen aparte elíptica, y la necesidad de ejercer corrupción para sacarla –que yace en toda la propuesta como agente predominante-. Es como una esencia indestructible, y contagiosa, en medio de un relevo brutal, donde no hay espacio para la humanidad, sólo para el cálculo y la transacción, en un mal que nos gobierna naturalizado. Véase la repetición del cumpleaños 54 del padre y la parrilla familiar previa a catar y conocer a una nueva víctima, una simple fuente de dinero; como se dice en un diálogo, espérate que goces de la plata y te olvidarás de todo lo demás. El daño yace en medio de cualquier persona, como lo reflejan las chiquillas humildes cautivas, en lo que es amenazante aunque silencioso, velado a nuestros ojos indiferentes por creerlo distante y de cierta forma inexistente. Pero que el filme lo hace tan palpable, y no sólo es una historia para "entretener", también es cine-arte que toca la fibra emocional, duele, inquieta, cava en nuestra memoria.