jueves, 13 de agosto de 2015

Las elegidas

Presente en Un Certain Regard, Cannes 2015, y actualmente en el 19 festival de cine de Lima, en la competencia oficial de ficción. Una película sórdida como cierto cine mexicano suele exhibir, como en otroras años en nuestro festival con la notable Heli (2013), y hay que decir que está muy bien, no siendo reacio a negarme a éste tipo de filmes, sino simplemente a contemplarlos y ver si tienen o no calidad, y en efecto, Las elegidas, aunque es bastante cruel y escabrosa, lo tiene, está muy bien hecha, tiene arte, y es muy interesante, aunque, claramente, la  película de David Pablos es para quienes tienen un buen estómago, para escuchar sobre una familia, padre e hijo mayor, que manejan un burdel, los que para llenarse de prostitutas secuestran chiquillas, tras primero enamorarlas y engañarlas para luego vigilarlas y obligarlas en medio de suma violencia con amenazas a que vendan su cuerpo a altas exigencias populares, despersonalizándolas hasta cambiarles el nombre y alejarlas del contacto normal con sus seres queridos y hasta con el mundo, con lo que el hijo menor de esta familia criminal, Ulises, tendrá la misión de iniciarse en el negocio, pero éste más adolescente y mucho menos contaminado se enamorará de su víctima, y aunque ella cae en las manos de la prostitución, él tratará de que se la devuelvan, con lo que en una segunda línea narrativa observaremos como se lleva a cabo todo el enganche para atraer una presa más al redil, y hacer el ansiado reemplazo, teniendo un filme muy sólido y potente entre manos.

En la propuesta destacan las escenas de sexo de Sofía (donde curiosamente ella nunca yace desnuda, sino son otras las que aportan ese matiz explicito, no en gran cantidad), que impactan en su creatividad, son hechas con detalles y acomodos artísticos amparados en el realismo exógeno, como dejar condones usados, proyectar imágenes mentales con el cuarto austero y paupérrimo, ver los cuerpos casi desnudos de los distintos hombres, verla a la protagonista, a Sofía, de frente a la cámara en plano de busto, tensa, cabizbaja y golpeada por su entorno directo, simbolizando el aguante de la agonía, el abuso y la promiscuidad ruin, pero sobre todo trabaja bastante bien, mucho la imaginación, el sonido de los coitos, que son tanto capitales como molestos, incomodan harto y tienen gran fuerza escénica en el fuera de campo, llegando a ser una recreación aturdidora y con toda la vulgaridad que requiere plasmar el momento del atropello y de la maldad del sometimiento, la humillación de una chiquilla de 14 años pasada como adulta en las peores circunstancias, donde éstas mujeres han perdido su identidad y asumen su condición plena de putas, de objetos sexuales que deben reunir una cantidad diaria para no ser maltratadas, cuando esperan en una banca dentro de un encuadre estético, sumidos en la precariedad y en lo mínimo, habiendo muy poca luz de personalidad propia como en otra prostituta/victima que solo quiere ver a su hijo, procurando espacio a la reflexión implacable, como acontece con éste tipo de filmes que son intensos, aunque a través de la punzante y desagradable miseria humana, abriendo los ojos del espectador ante unos hechos quizá típicos criminales de México, y de otras partes del mundo.

Es un filme que además genera mucha atención como ficción, aunque en ello no es que haya demasiada originalidad, sino más bien trata de mostrar lo que se conoce o se ha escuchado, agregándole suspenso y expectativas. La trama propone dos formas de escape, una que parece solamente un sueño. El filme opta por machucar a su protagonista, mientras cunde la desesperación y se requiere de drogas para adormecernos, en medio de la marcada sequedad y la brutalidad en buen aparte elíptica, y la necesidad de ejercer corrupción para sacarla –que yace en toda la propuesta como agente predominante-. Es como una esencia indestructible, y contagiosa, en medio de un relevo brutal, donde no hay espacio para la humanidad, sólo para el cálculo y la transacción, en un mal que nos gobierna naturalizado. Véase la repetición del cumpleaños 54 del padre y la parrilla familiar previa a catar y conocer a una nueva víctima, una simple fuente de dinero; como se dice en un diálogo, espérate que goces de la plata y te olvidarás de todo lo demás. El daño yace en medio de cualquier persona, como lo reflejan las chiquillas humildes cautivas, en lo que es amenazante aunque silencioso, velado a nuestros ojos indiferentes por creerlo distante y de cierta forma inexistente. Pero que el filme lo hace tan palpable, y no sólo es una historia para "entretener", también es cine-arte que toca la fibra emocional, duele, inquieta, cava en nuestra memoria.