lunes, 27 de noviembre de 2017

Era uma vez Brasilia

El brasileño Adirley Queirós hace cine social, político, de guerrilla, ubicándose en Ceilandia, ciudad satélite de Brasilia. Tiene 3 protagonistas, la ex presidiaria Andreia (Andreia Vieira); un hombre en silla de ruedas, Marquim (Marquim do tropa); y WA4 (Wellington Abreu), el personaje más curioso del grupo.

WA4 es un guerrero intergaláctico que ha recibido el perdón de una pena carcelaria a cambio de una misión, matar al presidente brasileño Juscelino Kubitschek, pero WA4 se pierde en el espacio, mientras fuma como chino en quiebra y come parrilla en su pequeña nave espacial. WA4 demora poco más de medio siglo viajando para llegar a la tierra.

Como cine de guerrilla el filme de Adirley Queirós luce un presupuesto magro, se nota en los elementos que le dan a su propuesta el carácter de película de ciencia ficción, aunque como se ha visto en otras propuestas para hacer un sci-fi indie interesante –tipo Primer (2004)- tampoco se necesita de una gran cantidad de dinero. La nave espacial de WA4 luce como el recurso de un pedazo de lata, un pedazo de la carrocería de un auto y su viaje intergaláctico el uso de fuegos artificiales y una máquina de humo. La llegada a la tierra es algo graciosa, parece que el artificio se da por medio de una grúa que deja caer la nave/carrocería con fuerza.

Un casco de soldador y una linterna de minero de cabeza dan forma y estilo a la apariencia de los guerreros, porque luego aparecen más o se les mezcla; a la gente del pueblo se les atribuye la denominación de guerreros intergalácticos y aparecen como combatientes marciales a punto de un torneo de mma, pero con un toque fantástico, humilde, campechano y estrafalario, aunque se ve boxeo, capoeira y kendo entre los participantes. En esto presenciamos sentido del humor, juego y entretenimiento.

Lo más simpático del filme es la parte de sci-fi que le ha dado Queirós, a la que le otorga la simbología de la lucha social, la lucha por una vida mejor. El filme también recurre al hip hop que se fusiona muy bien con lo social y lo fantástico; y a distintos tipos de protesta, que tienen de lúdicas y extraordinarias -como estar inmerso en una distopía- como con la explosión de un auto por un disparo de un arma casera de uso futurista. De la misma manera oímos historias de pobreza y crimen de voz directa de sus protagonistas, quejas secas.

Andreia suele aparecer en un puente peatonal, la calle como espacio de confesión, que tiene un aspecto un poco ambiguo. Andreia tras el espeso enrejado observa sutilmente melancólica y misteriosa hacia la noche donde circulan algunos autos. Marquim también mira a los políticos con recelo, mira hacia el paisaje -en una toma estática- que impone oír la votación del Congreso, que se ubica en Brasilia, en una impresionante infraestructura creada por el famoso arquitecto brasileño Oscar Niemeyer. 

jueves, 23 de noviembre de 2017

The Dreamed Path (Der traumhafte Weg)

La directora alemana Angela Schanelec pone su mirada femenina y autoreferencial en dos historias de ficción intercomunicadas, una sobre el abandono a una mujer y la otra sobre como otra mujer abandona a su marido. La primera abre y cierra con un pequeño acto simbólico. Abre con Theres (Miriam Jakob) ayudada a subir una cuesta por su pareja, Kenneth (Thorbjörn Björnsson). Es la representación del soporte emocional y existencial del amor mutuo en un pequeño acto de caballerosidad. Termina con Theres tirada en la vegetación de otra cima, cogida de la mano por su hijo. Es la pérdida y la depresión. Ambas historias analizan lo mismo desde su propia perspectiva. Luego veremos en la segunda historia a Ariane (Maren Eggert) caer en la depresión, pero anhelar la pérdida de su marido.

La primera historia dura 35 minutos (luego completada la hora volverá). Theres y Kenneth están en Grecia en los 80s, se oye hablar del muro de Berlín y las huidas por Hungría. Ellos cantan y tocan guitarra en la calle por dinero, pero un día la madre de Kenneth enferma muy gravemente y Kenneth se derrumba, tiene que ir a verla y dejar a Theres. El propio Kenneth en otro acto simbólico se enterrará a sí mismo. En esta primera parte la cámara se coloca en la toma de detalle, se enfoca en pedazos del cuerpo o, en especial, en los zapatos gastados de Kenneth. Vemos las manos de Kenneth mientras come un chocolate. El filme también compone momentos estéticos y estilísticos, como algo tan sencillo como servir y tomar agua o mantener una mirada seca y sorprendida en la cara de los protagonistas, como quien está conociendo de qué trata la vida, mucho de dolor, decepción y tensión.

La propuesta también tiene momentos de desahogo o visualmente emotivos, Kenneth llora histriónico mientras come. La infancia está presente de forma importante en la película. Hay varias muestras de ello. Una, cuando el hijo de Theres debe dejar su vida anterior, los compañeritos lo observan irse atentos, impotentes y melancólicos. Dos, cuando la hija de Ariane lame la herida de un niño invalido. También es un crush (enamoramiento platónico) para el niño, un momento decisivo y glorioso en su difícil existencia. Tres y cuatro, la hija de Arianne se rompe el brazo, lo que es el reflejo de la separación de sus padres; luego aparece pateando pelotas de futbol, y representa la superación, enfrentarse al dolor y la pérdida.

La segunda historia confunde un poco, con el disfraz de policía y los sentimientos de Arianne. Pero la mirada femenina de la directora alemana es muy honesta y fresca, igualmente característica, que podemos tomarla como una exposición antropológica de la mujer. Hay otra escena de una dama tumbada en el piso, ésta vez por el alcohol. Arianne ve en el libro de su esposo una igualdad y libertad que añora, aunque es curioso que sea actriz y que su vida no sea tan intensa, quizá porque es una actriz menos pública, europea, y no una de Hollywood. Con éste personaje Schanelec se desliga de cátedras aunque cunde el feminismo. No obstante permite la espontaneidad del caso, habla de una naturaleza en particular (solitaria), no inquiere por culpables, aunque se nota que en la primera historia le sobrevive una mirada negativa muy femenina, y en la segunda una positiva que juzga con complacencia a la mujer. Ese zapato tirado en la calle es algo gracioso –involuntariamente- visto a esta vera. Los paisajes tienen especial importancia en ésta historia, ambientada en el presente.

sábado, 18 de noviembre de 2017

Graduación (Bacalaureat)

Romeo (Adrian Titieni) es un médico intachable en un mundo corrupto. Pero cuando su hija va a dar un examen para poder acceder a una universidad extranjera de prestigio ella es atacada por un violador que no consume el acto. La hija de Romeo, Eliza (Maria Dragus), queda algo perturbada y no logra concentrarse para el examen. Romeo que tiene una vida decente pero humilde en una pequeña ciudad rumana quiere un mejor futuro para su hija, por lo que al ver peligrar la beca de su hija en el examen hace uso de sus buenas relaciones y moviliza todo en su poder para que su hija pueda aprobarlo. En ese lugar entra a tallar la ética, asunto que hace llorar escondido en los arbustos a Romeo.

El filme se vuelve más complejo con las subtramas. El favor a Romeo trae a colación una investigación policial. Curiosamente (e ingenioso) algo que se podría decir pequeño puede llegar a tener grandes consecuencias. Las ramificaciones del filme de Cristian Mungiu son coherentes, no son exageradas, la negociación por el examen de Eliza se agiganta poniendo la vida de alguien en peligro. Mungiu tiene muchos frentes, los mezcla muy bien, mantiene la cohesión y la atención de cada parte. Hay muchas sorpresas y pequeños misterios (las ventanas rotas o el novio y una llamada). Mención especial del actor Vlad Ivanov que siempre le dan pequeños papeles pero los representa con impresionante soltura y naturalidad. Además, la relación matrimonial de Romeo también tiene injerencia, hay una mujer más joven en la vida de Romeo, interpretada por la novel y sexy Malina Manovici. El hijo pequeño de Sandra –Manovici- aporta incluso a la meditación. ¿Cómo comportarnos frente a la injusticia –humana y existencial-?, ¿Puede el mal empujarnos a hacer algo incorrecto?, nos hace preguntarnos el filme.

Romeo ciego por el amor a su única hija debe tomar decisiones, éstas lo persiguen y es que arrastra algunas sin resolver. Un momento crítico desestabiliza todo el largo trabajo a cuestas de su hija. Eliza ha aprendido de sus padres a ser ética y ahora ella también tiene que elegir aunque Romeo –nombre algo irónico cuando pensamos que tiene una amante- es el ente más activo del filme. A Eliza como joven no se le ve tan preocupada por su futuro. No obstante los fracasos de sus padres rondan sobre ella. Como con aquella última foto, como padre Romeo quiere que su hija sea más feliz que él. Pero la chiquilla no sufre de ningún síntoma de pueblo pequeño (vida pequeña). El filme asume los problemas con pasión – a los personajes les duelen sus decisiones, las asumen en todo compromiso- pero sin solemnidad, tiene un toque muy sencillo, clásico del buen cine rumano que es de los más capos tratando temáticas comunes, muy universales, pero sensibles e interesantes. 

Milla

Es la historia de una chica de 17 años, Milla (Severine Jonckeere), que pasará del mundo de la inmadurez y rebeldía típica juvenil, primero vive con su novio Leo (Luc Chessel) ocupando una casa abandonada y cogiendo cosas de la calle, a tratar de mantener a un hijo por nacer, cuando su joven novio embarcado en un barco pesquero decida no regresar. El segundo filme de la francesa de ascendencia armenia Valérie Massadian retratará los pormenores del día común de Milla, ese estar y no estar con el novio, y no hay nada espectacular en su vida, todo es muy cotidiano. Milla quien en un inicio no para de reírse de todo –y es hasta molesta- pasará a verse muy bien retratada en una escena fantástica y potente, con la canción Add it up, de Violent Femmes, de cover, que muestra cómo se siente interiormente. En ésta escena una chica sexy exhibirá toda su furia, frustración e impotencia. La propuesta se pega a las imágenes –imágenes sencillas-, contiene muy poco diálogo, pero el efecto de realismo, de retratar la vida relajada al inicio y la vida pesada después exige paciencia, la intrascendencia puede llegar a ser mayúscula. Quedan claros los dos trayectos existenciales, Massadian lo trabaja bastante, son dos horas de película. La cuestión para cada espectador es meterse en los extensos y humildes momentos. La propia Massadian actúa en el filme como compañera de trabajo de Milla. La primera parte la domina la presencia de Leo, quien hasta declama poemas de amor, y siente que todo es felicidad. Pero pronto las necesidades y la rutina salen a flote y el mar le llama. Milla tiene que tomar la batuta y sin tanta explicación se las arregla, pero carga un peso emocional. Massadian invoca los silencios, interioriza el dolor; luego viene el desfogue con la canción, el glorioso momento punk y feminista del filme. 

lunes, 13 de noviembre de 2017

El otro lado de la esperanza (Toivon tuolla puolen)

Todo empieza con 2 personas por separado haciendo su propio trámite de vida, se preparan para el cambio. Muy ordenadamente y calculado se mueven hacia sus propias metas con suma seguridad, a pesar de que nunca nada está dicho o prescrito en el mundo.

Uno de ellos es un finlandés, Wikström (Sakari Kuosmanen), quien abandona sus negocios, a sus clientes, y va en busca de una gran suma de dinero. De la forma más inaudita y fantástica pone todo el capital que ha acumulado en un juego de póker, con algún tipo de casa mafiosa, y gana. Ese dinero le sirve para comprar un restaurante y a sus 3 empleados.

El admirado director finlandés Aki Kaurismäki se lo toma todo con su humor raro, ese que hace comedia de situaciones muy dramáticas, aunque en su punto preciso, ese que guarda respeto y afecto por la gente que retrata, a través de casos sociales que refieren pobreza, necesidad y mucho de humanidad. Se habla, de lo más sencillo, de gente buena, gente que ayuda al prójimo desinteresadamente y sin apelar a los reflectores. Pero la vida es mucho más complicada que esto, y la realidad es que abundan los problemas, la soledad, la indiferencia.

El otro protagonista es el sirio Khaled (Sherwan Haji) que rodando por Europa medio por accidente ha terminado en Finlandia. Lo vemos bajar de un barco de la forma más curiosa. Lleno de hollín con su gran bolsa de ropa. Khaled huye de la guerra y de la destrucción en Alepo donde ha muerto su familia y sólo le queda una hermana, que está perdida y Khaled, además, la busca. Khaled no tiene bando ni tampoco le importa mucho la religión; éste hombre sólo quiere una vida decente, como cualquiera, integrarse como inmigrante.

En otra entrada de esas algo absurdas Khaled termina trabajando con Wikström. El filme apela a la nobleza y a la sensibilidad humana por el camino del humor seco. Khaled mantiene siempre la dignidad y la entereza. Wikström es un tipo competente en todo sentido. Son dos caras de la misma moneda. El tipo (finalmente) afortunado y el tipo caído en desgracia; el hombre viejo y el joven en tránsito de querer salir adelante; el europeo y el refugiado; el que necesita de los demás en un mundo (aparentemente) nuevo y el que proviene del “mismo” lugar aunque europeo. Tanto Khaled como Wikström son tipos salidos del pueblo, de la clase trabajadora en un mundo capitalista. Wikström no terminará como un capitalista cualquiera, es un tipo con consciencia social, pero relajado, como el cine de Kaurismaki.

El filme de Kaurismaki en ésta oportunidad tiene menos que antaño de puesta de aire antinatural, mientras tanto muestra la realidad como pocos, toca fibra. El séptimo arte de Kaurismaki tiene mucho corazón, pero es un cine fuerte, y entretenido. El director finlandés tiene una manera de contar historias que salen de lo común, tiene una puesta en escena personal y un estilo patentado. Kaurismaki abre con una escena fría, un hombre abandona a su mujer (a la que no conocemos), el anillo queda aplastado en el cenicero. Y termina con una escena muy bella. El filme de Kaurismaki es hacer también poesía del hombre solitario. 

sábado, 11 de noviembre de 2017

Baronesa

Un trasero empieza a agitarse en pantalla, en realidad sólo un pedazo de él, está bailando al ritmo de una canción de moda, así abre el documental de la brasileña Juliana Antunes. En éste conoceremos a Negao, Leidiane y Andreia. Andreia es el centro del filme, y comparte con su amiga Leidiane, mujer joven de una gran prole de pequeños, el día a día en la favela Vila Mariquinha, en Belo Horizonte, en el estado de Minas Gerais. Vemos como beben cerveza y fuman, como se entretienen, como lamentan la violencia de la zona, dicen que a cierta hora no se puede andar por las calles. Negao, un muchacho de aspecto bastante relajado, de muy poca meditación, libre y despreocupado, del tipo hip hop o a lo Snoop Dogg, es buen amigo de Andreia, comparten una línea de coca. El documental trata de ser lo más descarnado y real posible, pero sus protagonistas son simpáticos aun así, parecen gente amable a pesar de su precariedad y llaneza, mantienen la alegría, lucen positivos, no se quejan mucho como película socialista, más bien piden lo justo, un lugar tranquilo para poder caminar sin temer morir. Andreia tiene una meta, quiere ir a vivir a una favela más pacífica, se llama Baronesa, y la cosa es bastante clara, ella habla de invadir lo máximo posible, la realidad es dura para ella y la mujer simplemente sobrevive como puede, mientras en el trayecto se relaja, se toma su cerveza en la puerta de su casa, comparte grandes conversaciones con sus 2 mejores amigos.

El filme es en buena parte como “filosofa” ésta gente humilde, Andreia en especial. Es darles voz absoluta y escuchar cómo ven el mundo (a veces sólo a través de acciones, como Negao), sin drama tampoco, no son gente lacrimógena, es gente fuerte. Oímos de su vida personal, los vemos reír y tratar de tener una vida satisfactoria a uno que va hasta un sueño de mejorar, con algo “pequeño”, mudarse, siempre difícil de conseguir. Pero, claro, hablamos también de construir una nueva casa. No es poca cosa.  Es el gran dilema de la vida, tener dinero para vivir decentemente, para ser feliz. Lo interesante del filme es que no trata de maquillarnos gente impoluta; sí, existe simpatía, no vemos un lado violento directo en ellos, pero nos acercamos a la sombra de hacer algo delictivo, tomar drogas, llenarse de hijos que apenas están vestidos. Andreia confiesa sin pelos en la lengua con fuerza que tuvo que defenderse de un familiar abusador sexual y pensó que lo había matado. Es una mujer que a temprana edad debió ingeniarse como subsistir en el mundo. Muy cerca de su casa en una pared brilla la bandera de Brasil, la favela Vila Mariquinha es también Brasil y en ese lugar hay gente que voltear a mirar. 

lunes, 6 de noviembre de 2017

Halloween Maratón 2017



Eaten Alive (1976)

La segunda película de terror de Tobe Hooper tras el hit The Texas Chain Saw Massacre (1974) es sobre el dueño de un hotel de mala muerte en Texas, el viejo Judd (Neville Brand), que yace al lado del pantano y tiene de mascota a un cocodrilo que alimenta con los cuerpos de las personas que asesina, una mascota que le ha arrancado una pierna. De Judd se dice que es un viejo loco y retardado, no hay más indicativos de las motivaciones de sus crímenes. El filme se inspira en un asesino en serie real, Joe Ball, llamado El hombre cocodrilo (The Alligator Man). Hooper pone las cosas claras, en un hotel de aspecto sucio y rustico, llegan clientes y Judd los mata sin contemplaciones con herramientas agrícolas, sea una enorme hoz o una gran horca, o los empuja hacia el cocodrilo que embiste. Judd secuestra a una bella mujer interpretada por Marilyn Burns, la famosa scream queen y final girl de The Texas Chain Saw Massacre que se dedica a lo suyo, a desesperarse, asustarse y gritar, aunque hay otra que sale corriendo haciendo lo mismo. Tampoco faltan los desnudos y las clásicas bimbos del terror. Por la pantalla pasan rostros reconocibles, como Robert Englund (Freddy Krugger), quien trabajaría con Hooper en varias oportunidades. Englund hace de chico típico texano, rudo, simple y con la libido alta. Otro rostro reconocible es el de Mel Ferrer quien estuvo casado con Audrey Hepburn por más de una década. También William Finley que trabajó bastante con Brian De Palma y hace de estúpido, como el marido de Marilyn Burns en el filme. Y una irreconocible -por la edad- Carolyn Jones (The Addams Family). El filme es muy básico, pero entretiene, mantiene la tensión y la inquietud todo el tiempo, es intenso y tiene su cuota de histeria, la que está mejor trabajada con la niña que es perseguida hasta por el cocodrilo. Las muertes son fuertes y llevan bastante dramatismo, salen un poco de lo común en cuanto a interpretación. El cocodrilo se deja ver pero el que perpetra todo y domina el escenario es el viejo Judd, que es el extremismo en persona, no disimula en absoluto ni su mal humor.


Candyman (1992)

Se basa en el cuento Lo prohibido (The Forbidden), del famoso escritor inglés Clive Barker. Dirige su compatriota Bernard Rose. Es sobre una leyenda urbana de un afroamericano asesinado por enamorarse de una mujer blanca en el siglo XIX y que fue amputado violentamente de una mano por una turba pagada por el padre de su novia y luego llenado todo su cuerpo desnudo de la miel de un apiario matándole al soltarle las abejas, de esto nace el sobrenombre de Candyman, el hombre dulce, como también significa el hombre de los dulces, que es un eufemismo para comerciante de drogas. Esta dualidad está muy presente en el filme, contextualizado en Cabrini-Green, Chicago, donde mataron a Candyman (Tony Todd). Cabrini-Green tiene una zona de pandillaje, peligro y pobreza, de población afroamericana. La protagonista es una estudiante de posgrado, Helen Lyle (Virginia Madsen), que hace una tesis sobre leyendas urbanas y le atrae la de Candyman. La historia es una mezcla de locura, terror psicológico, y algo sobrenatural, paranormal. ¿Quién mata?, esa es la pregunta, y es como una posesión tras el maleficio de repetir el nombre del monstruo 5 veces frente al espejo, pero también vemos a Tony Todd no sólo como el Candyman del garfio, también como un pandillero de la zona, lo que puede dar a entender que todo es parte de la psiquis enferma. Por el final toma la forma de un nuevo cuento urbano. La parte más interesante es el desequilibrio mental que proporciona Candyman, pero el terror también yace importante en el titiritero vengándose directamente de la humanidad, en éste Freddy Krugger afroamericano.


Don't Look Now (1973)

La pequeña hija de John y Laura Baxter (Donald Sutherland y Julie Christie) muere ahogada en un estanque, en un pequeño pantano, en la casa de campo inglesa del matrimonio Baxter. John sangra y su sangre se mezcla con una fotografía que muestra a alguien con un impermeable rojo en el interior de una iglesia, esto es una profecía encubierta que pronto entenderemos con la película. El filme maneja la idea del doble, representando en aquel impermeable rojo con el que muere la hija de los Baxter y que John suele ver al vuelo y anónimo y se siente atraído por las calles, de la que nace la lectura de que el dolor te persigue hasta destruirte cuando no lo logras manejar, para el caso la muerte de un hijo que es la temática central de la propuesta. El filme produce flashforwards (visiones extrasensoriales del futuro) tanto como flashbacks (fijación en el dolor). Laura por su lado cree en una vidente ciega y su hermana que la cuida, pero el filme de Nicolas Roeg que se mueve en el misterio y el suspenso las pone en constante duda, hasta parecer una especie de brujas (se hace énfasis en la risa y se pone a la vidente como destello en la memoria). Puede sonar ridículo pensar que una viejita luzca tan peligrosa, pero terminada la película habrá que creerlo para salir contento. Al mismo tiempo hay un asesino suelto, aunque todo se ve muy leve, accesorio, aunque aquí tenemos un thriller. El filme maneja distintos caminos, llegando a optar por el terror gore. Pero es bastante un drama, el ver como se reconcilian como pareja y con la vida los Baxter, a ese respecto vemos una candente y famosa –por la censura y creerla real- escena de sexo entre Sutherland y Christie. Roeg hace ver a todos raros y sospechosos, desde el policía (Renato Scarpa) al que llaman por un secuestro, al Obispo (Massimo Serato) de muy cambiante mirada, hasta al propio John Baxter (un perfecto Donald Sutherland en quien brilla siempre la extravagancia). El invierno de Venecia y sus solitarias calles tienen un rol trascendental, la mimetización con la trama, los asesinatos, la desconfianza perenne y el duelo.


The Toolbox Murders (1978) y Toolbox Murders (2004)

The Texas Chain Saw Massacre (1974) marcó un hito, impresionó a muchos, no sólo a espectadores, también a la gente que hace cine, ya que con muy poco presupuesto fue un hit, de ingresos en pocas palabras, por lo que muchos querían tener su éxito comercial, de la misma manera. The Toolbox Murders (1978) fue una de ellas, dirigida por Dennis Donnelly quien siempre se dedicó a la televisión y fue ésta su única película de cine. Ésta propuesta se divide en 2 partes. En la primera aparece un hombre con una caja de herramientas y un pasamontañas y empieza a matar mujeres en un edificio. A cada una la mata con una herramienta distinta, con un martillo, un taladro o una pistola de clavos. El asesino es muy tranquilo y muy seguro, apenas se mueve, muestra gran frialdad. En ésta parte abunda el gore. Uno de los homicidios es todo un acontecimiento. Ésta muerte la interpreta Kelly Nichols, actriz novel que solía posar desnuda para revistas y más tarde se convertiría en actriz pornográfica. Nichols yace masturbándose en la bañera cuando aparece el asesino y ella completamente desnuda empieza a correr por el apartamento perseguida por el lento criminal. La primera parte salvo las muertes en sí son momentos muy poco intensos, o es que se deja todo a la fuerza de los sanguinarios efectos especiales. Tras el comienzo de la investigación, que poco importa, pasamos a la segunda parte. Antes termina con el secuestro de una chica de 15 años, que hace Pamelyn Ferdin, la niña que encuentra al soldado del norte en The Beguiled (1971). Ferdin se dedica a hacer lo mismo que hiciera Marilyn Burns, llorar y tener miedo, pero poco después empieza a manipular a sus captores. Esto es otro punto del WTF de la segunda parte, la identidad del asesino de la caja de herramientas se ve llegar de lejos, pero tiene un “compinche” salido de prácticamente la nada. En ésta segunda parte todo es producto de la locura, no hay mucha coherencia que darle al asunto, pero se hace bastante entretenido así el filme, imperfecto, extravagante y algo absurdo. En la película aparece Cameron Mitchell, actor muy popular por la serie El Gran Chaparral quien en sus horas bajas se dedicó a actuar en películas de terror de todo pelaje, con la dignidad del caso, con más de lo que aspiraban los filmes. The Toolbox Murders (1978) dice haber dramatizado hechos reales.

El remake, Toolbox Murders (2004), lo haría Tobe Hooper y sería completamente distinto. Empieza bien con la participación de Sheri Moon Zombie (Baby, de la familia Firefly, The Devil's Rejects, 2005), aunque no llega a la altura de la memorable escena con Kelly Nichols. Lo de la guapa Sheri Moon Zombie es convencional, además de no presentar polémica alguna. Después el filme se presenta como típico contemporáneo con su gente –inquilinos de un edificio de mal aspecto- entre algo trash y cool y pinta feo como producto, manido. Adam Gierasch interpreta al tipo raro y marginal, del cabello largo tapándole la cara, que arregla el edificio, uno donde suelen llegar aspirantes a actores; también es el guionista del filme –junto a Jace Anderson- y más tarde director de películas de terror. La protagonista es Angela Bettis (May, 2002) y simplemente está bien. Una vez avanzado el filme, ver al pandillero maltratador, a la muchacha fácil y sobrada, al chiquillo mañoso con la cámara web y al dueño del edificio fumando marihuana, la trama crea un poco de misterio, más allá de la existencia del asesino de las herramientas. Nell (Bettis) es curiosa y muy tensa, suele llamar a la policía a cada ruido o griterío que oye, luego de varias falsas alarmas nota que el edificio tiene cosas extrañas y se lanza en pos de descubrir que pasa. De aquí en adelante la película toma ritmo y atractivo y terminamos conociendo a Coffin Baby o al hermano de Darkman (1990).


Alone in the Dark (1982)

El filme empieza satirizando la levedad con la que un psiquiatra, Dr. Leo Bain (Donald Pleasence), se refiere y trata a los psicópatas asesinos, esquizofrénicos, con los que se interrelaciona como si todos fueran una comunidad de hippies. Hay un piso especial para estos enfermos y peligrosos asesinos. A la residencia médica del Dr. Bain llega un nuevo doctor sustituyendo a uno muy querido, el Dr. Dan Potter (Dwight Schultz, a un año de convertirse en el loco Murdock de esa genial serie de mi infancia The A-Team), que curiosamente hace de un hombre muy estable, educado y pausado. El problema llega cuando los psicópatas del piso especial creen que el Dr. Potter ha matado en realidad al anterior psiquiatra y quieren vengarlo. Ésta simple idea es el motor para generar toda la película y el terror. Con la ayuda de un apagón general en la ciudad 4 psicópatas escapan de la institución mental y van en busca de la casa del Dr. Potter. Esto sucede a media hora de empezada la película y presenta distintos clímax, intentos, crímenes y apaciguamientos, producto de que el Dr. Potter es algo lento en darse cuenta y reaccionar. Los 4 dementes lo conforman un hombre que se cree predicador pero se toma muchas licencias de interpretación bíblica y es pirómano (Martin Landau, que pone una cara de loco precisa); Ronald Elster, alias Fatty (Erland van Lidth, un ex luchador olímpico de 150 kilos), que es un abusador de niños; un hemofílico que vemos tras una máscara de hockey; y el gran Jack Palance como un veterano de guerra que fue prisionero y es el gestor de la cacería, pero que no vemos nunca matar directamente, sólo sugerirlo llevando él una ballesta. Dirige Jack Sholder y es considerada una película de culto.


Alice, Sweet Alice (1976)

El director americano Alfred Sole se inspira en Don't Look Now (1973) para hacer su película. Se ubica en Paterson, New Jersey, pero con tanta presencia del catolicismo/cristianismo uno duda un poco. El filme gira alrededor de una niña de 12 años llamada Alice (Paula E. Sheppard) que tiene acciones crueles y algunos hasta la consideran desequilibrada. Cuando su hermana menor (Brooke Shields) es asesinada en una parroquia a la que asisten a su primera comunión todo el mundo señala a Alice como la culpable, a pesar de que es un niña. En pantalla vemos al asesino con un impermeable amarillo, zapatos y medias blancas, el uniforme del colegio femenino St. Michael, y la máscara con la que suele jugar Alice. Todo apunta hacia ella, el filme trata de como una niña puede ser una posible psicópata homicida. Alice es muy segura de sí y vengativa, además celosa de la bondad y el cariño que genera su hermana pequeña. Sus padres la defienden pero su tía le tiene miedo, encima su tía es atacada por el mismo asesino y entra en crisis gritando que fue Alice. El filme va agregando cada vez más indicios de que Alice es la culpable. Alice lo niega, pero no deja de mostrarse impasible y dura. La película trata a la niña como a una adulta en muchos casos, incluso la hace defenderse de un posible abuso sexual con suma autosuficiencia y sin trauma alguno, aparte de frialdad y hasta maldad. El filme utiliza mucho la religión, está por todas partes, pero Alice como que vive al margen de su profundización. El filme guarda el misterio, siempre cabe el despiste, nunca muere la duda, pero al ver al asesino baja un poco el interés, la originalidad y el encanto descienden aun con la coherencia de su lado, pero queda la curiosidad de ver la resolución de la trama una vez que todo está expuesto. El filme explota harto la figura de Alice, se hace muy rica su participación, la niña mantiene bastante la picardía y astucia. La película es elegante en gran parte, la religión le da un toque y estética muy familiar y se van arrojando destellos de sordidez.


Alligator (1980)

Ésta historia es una leyenda urbana americana convertida en película de terror. Una niña compra un pequeño cocodrilo y lo tiene de mascota, pero un día su padre se molesta con el animal y decide echarlo por el inodoro. El cocodrilo llega hasta las cloacas, crece y de pura casualidad empieza a alimentarse con unos perros muertos que tiran donde se halla, pero está la particularidad de que estos perros son trabajados científicamente, se agigantan, cuando buscan hacer ganado más grande. El cocodrilo por tanto llega a crecer hasta 10 - 12 metros,  y como se alimenta de lo que tiene cerca esto incluye gente que cae en su zona, con lo que partes humanas desmembradas salen a la superficie. Un policía que tiene mala fama, los compañeros que salen con él terminan muertos, lo interpreta Robert Forster, se obsesiona con el caso del cocodrilo, pero nadie le cree, buscan a un asesino en serie. Forster trasmite mucha simpatía y relajo, y así se luce el filme de Lewis Teague, con guion de John Sayles (director independiente; guionista de Piranha, 1978; y sería co-guionista de Aullidos, 1981). Esto genera que se sume al conjunto humor algo tonto y cierto cariz de cine familiar, pero también hay sus momentos prodigiosos de gore y espectáculo, como cuando el cocodrilo sale a plena ciudad y se mete en un matrimonio y se come a casi todo el mundo, incluyendo a los malvados. El cocodrilo está en su propia fiesta masticando a cuanta persona se le cruza. Con esto se podría decir que la propuesta de Teague mezcla distintos espectadores, al hardcore y al naif. El policía que hace Forster logra la ayuda de una herpetóloga (Robin Riker), que aporta muy poco, es una simple compañera. Forster es el único personaje que brilla (Perry Lang como Kelly, un joven e impávido policía, tiene su gracia, además), aunque por algo el filme lleva ese título. El filme es sencillo, práctico y muy entretenido. Al cocodrilo se le ve en toda alevosía, y aparte de verlo tragar personas y luego ver restos de su comida, tiene varias escenas memorables, como cuando lo observamos moverse enorme sobre una gran pista de Chicago.


Let's Scare Jessica to Death (1971)

Éste filme luce bien independiente, de bajo presupuesto, y no tan programado, se ve algo descuidado o dígase de aspecto espontaneo, pero de esta manera es interesante. El director americano John D. Hancock nos presenta a Jessica (Zohra Lampert), a su marido y a un amigo trasladándose a vivir a una casa de campo en una isla en Connecticut. Para raros llegan en una carroza fúnebre. Jessica siempre anda tensa, suele hablar en su mente, solemos escuchar muy seguido sus pensamientos, cómo trata de no parecer una loca, de comportarse lo más normal posible, de disimular (tal cual lo hacía Norman Bates al terminar en una celda), cuando recién acaba de salir de un instituto psiquiátrico, aunque sonríe y se porta amable con todos. Su amabilidad la lleva a invitar a una mujer que estaba viviendo de polizón en su casa de campo a que se quede con ellos. Su nombre es Emily (Mariclare Costello, la que tiene un cierto parecido con Meg Ryan), y aunque tiene de hippie es una mujer educada. Ella generará seducción en el ambiente y aunque pretende siempre irse es retenida por el grupo. En el pueblo hay mucha gente extraña, los ancianos lucen como salidos de un sanatorio mental, tienden a agolparse hacia los recién llegados. El filme siempre maneja una atmosfera enrarecida, es perenne el suspenso de que algo anda mal o va a terminar mal, provocando expectación y vigilancia, mientras Jessica y compañía tratan de adaptarse a su nueva vida y buscan relajarse entre ellos. Jessica desde el arranque de la historia (un flashforward) nos presenta la disyuntiva si lo que vive es su locura o una verdad sobrenatural, duda que jamás se resolverá, y es donde anida el terror, transparente, básico y muy libre, dentro del terror psicológico, pero el que se toma muchas licencias. El filme alude a una tal Abigail que se ahogó en el lago próximo a la casa de campo y que el folclore local la señala como un vampiro que pasea por la zona, pero su presencia llega a tener muchas expresiones, es un fantasma, una asesina en serie propia de un slasher, un monstruo a lo Jason Voorhees que está dentro del lago y un vampiro e historia que recuerda a la Carmilla de Sheridan Le Fanu. Todo se relaciona a un retrato del siglo XIX de los antiguos dueños de la casa de campo, la familia Bishop. El filme se presenta con un espíritu hippie, muy suelto, pero finalmente toma sentido, de lo alejado y despreocupado del terror que está se convierte en una revolución, una avalancha, de elementos del género.


The Legend of Hell House (1973)

Se basa en una novela del famoso novelista americano Richard Matheson, quien se encarga además del guion. Un millonario le paga a 3 estudiosos de lo paranormal por ir a la casa Belasco, alias La casa del infierno (Hell House), a comprobar la veracidad de la vida después de la muerte; al Dr. Lionel Barrett (Clive Revill), a la médium Florence Tanner (Pamela Franklin) y al estudioso del espiritismo y sobreviviente de Hell House Franklin Fischer (Roddy McDowall). Junto a ellos va la guapa esposa de Barrett, Ann (Gayle Hunnicutt). La leyenda habla de un asesino en serie llamado Emeric Belasco que ha dejado embrujada la casa con sus asesinatos. El filme tiene escenas y sustos bastante buenos, como cuando los objetos enloquecen y son lanzados violentamente por algún espíritu contra el Dr. Barrett. Aquí se prueba la potencia y facilidad con la que pueden matar los espíritus. También es interesante la posesión erótica y sexual, los fantasmas llenan de lujuria y liberalidad a las mujeres protagonistas, y hasta intentan tener sexo con ellas. Una de las muertes con una enorme cruz cayendo encima tiene su encanto. El filme verbaliza mucho por su parte la depravación y las posibilidades. El lenguaje y la investigación tienen un toque (pseudo) científico bastante elogiable. Aunque éste filme es más técnico y serio más tarde Los Cazafantasmas (1984) reinventaran sus usos. Movilizaran la idea del ectoplasma que llegamos a ver, de Hell House como una gran batería y de una máquina para jalar dentro a los fantasmas. A Belasco lo llaman el gigante rugiente (Roaring Giant), para cuando llegue la solución esto y el filme sonará ridículo. Pero el filme de John Hough ya habrá cumplido, nos habrá entregado una buena película de terror.


Hellraiser (1987)

Dirigida por el famoso novelista Clive Barker quien Stephen King llamaría el futuro del terror. Hellraiser se convertiría en una franquicia, con 9 secuelas en su haber. Se basa en la novella The Hellbound Heart (que traducida sería El corazón atado al infierno), del mismo Barker. Es una gran película, una gran historia, pero tiene algunos cabos y ratos imperfectos, como aquel dragón salido del fuego, también aquel monstruo del laberinto está intrascendente, y la desaparición de los enemigos parece más de ciencia ficción cutre que de película de terror. Pero el resto es una delicia para el fanático del género. Un hombre totalmente perverso anclado a experimentar con los límites del sexo llamado Frank (Sean Chapman) compra en Marruecos un cubo de rompecabezas, que es una puerta y llave a otra dimensión y al placer y al dolor, un dispositivo mecánico y místico llamado La Caja de Lemarchand, o La Configuración del Lamento. Esto lo relaciona con los cenobitas y su líder, el icónico en el género, Pinhead, que apenas aparece. Los cenobitas son gente desfigurada, mutilada o monstruosa pertenecientes a un culto destinado al sadomasoquismo que es tanto el cielo como el infierno. Los cenobitas parten en pedazos a Frank en una de sus sesiones extremas, pero Frank regresa a la vida con la sangre que gotea sobre su cuerpo por el piso. Frank vuelve como un cadáver de muy poca piel sediento de más sangre, interpretado aquí por Oliver Smith. Larry y Julia Cotton (Andrew Robinson y Clare Higgins) se mudan a la casa donde está Frank, que es el hermano seductor del obediente y dócil Larry. Frank fue el amante de Julia y ésta no deja de sentir placer y devoción con su recuerdo, con sus encuentros sexuales. Julia se encargará de proporcionarle sangre a Frank trayendo tipos excitados a su hogar y matándolos. Los efectos visuales del filme son tremendos, muy terroríficos, no dejan espacio a la imaginación, tiene un buen manejo del gore y lo grotesco y desagradable. La explicites, estética y potencia de Barker es su mejor marca, aparte de la subyugante y entretenida historia que tiene entre manos.