miércoles, 30 de enero de 2013

Lo imposible


La película de Juan Antonio Bayona ha roto récords de taquilla en España, se ha convertido en una de las cintas más rentables de la historia de su cine, lo cual se debe a tres factores desde quien se encarga de ésta crítica, uno a sus actores, a los muy famosos y queridos por el público, Naomi Watts y Ewan McGregor, a los que si les va en serio la broma de que irían a España ante tanto éxito, recordando que McGregor estuvo en el último Festival de San Sebastián (2012) para promocionar el filme y recibir un premio honorífico, el Donostia. Otro a su lado emocional, sentimental, su dramatismo escénico que conlleva el núcleo de la humanidad, la familia, su unión y su desesperación ante el caos que los pone frente a la muerte y a la omnipotencia de la naturaleza, a su salvaje quiebre y destrucción. Y tercero a ser una película muy bien estructurada, dosificada inteligentemente durante sus casi dos horas de duración, una primera parte desde la madre, María (Naomi Watts), junto a su hijo mayor, Lucas (Tom Holland), y la otra desde el padre, Henry (Ewan Mcgregor), y sus dos hijos menores. La cinta se alarga en base a una sencillez temática y no se repite, logra guardar un aire de novedad, asumiendo constante emotividad en una variedad de momentos. La historia es sobre el tsunami que arremetió la costa sur y sureste de Asia el 2004; la familia Bennet, de origen inglés, son participes de ese desastre natural cuando vacacionan en Tailandia.

El primer factor

Son muy bien desplegadas las actuaciones de los protagonistas, llevan una buena carga de tensión y de temor, en esa desesperación que implica el amor más fuerte de un ser humano, el de sus seres más próximos, el de la esposa y el de los hijos. Watts ya ha mostrado antes una clara disposición al drama, a mostrarse sometida por el feroz destino, por lo que a ella no se le hace complicado compenetrarse con un personaje que yace mucho en la congoja, en el dolor, pero también siendo a ratos fuerte como en su nado dentro del maremoto tras violentas sacudidas y heridas. Lo que busca en su aporte interpretativo es la intensificación del drama, no se trata de diálogos sino de trasmitir con lo físico, ya que más anda convaleciente, echada en una camilla, adolorida, golpeada por la inclemencia de algo impremeditado en un país distinto al suyo. Lo logra, funciona, y es una contundente competidora al Oscar 2013, única nominación del filme en dicho certamen pero que en los Premios Goya ostenta 14 nominaciones. Watts prima en lo que conmueve y en lo que genera complicidad visceral en el espectador. 

Así tampoco le va mal a McGregor, que nos tiene acostumbrados a su simpatía, a su seductora y agradable sonrisa, siendo un carismático actor que suele mostrarse en pantalla y fuera de ella como el más normal y feliz de los individuos, su papel no decae y logra asirse convincentemente al mismo registro de Watts, aunque en estado hiperactivo ya que en él recae la natural responsabilidad de su unión familiar, relegada en buena parte a su hijo mayor que toma la posta y se hace cargo de su madre, mostrando aplomo, y madurando en el desastre, recordando que en el avión no se valoraba mucho la tranquilidad que reinaba, había cierta insolencia en no apreciar que la vida puede ser bastante endeble y que estar seguro es una bendición que agradecer, como termina sucediendo en el desenlace, conscientes de haber sido participes de descubrir una realidad que les da un renacimiento existencial. 

Tom Holland es un fenómeno, una joven promesa, su aporte inquieta, enardece, fastidia, entristece, emociona, es muy expresivo y lo hace desde la representación de su edad, desde su inexperiencia en la existencia y desde su fuerza vital, desde mostrarse tal cual, desde sus más abiertos sentimientos, puede ser molesto y a la vez enternecernos, es una buena muestra de la complejidad humana en su lado primario, desde el instinto y lo más interno, lo más simple y a la vez lo más potente y verdadero. Su actuación sobresale y domina el ecran, la preocupación, la fortaleza, se propone desde su rol, en un estado naturalista.

El segundo factor 

La esencia del filme, ya que realmente la trama es muy plana. Vale el filme más por su fondo esencial de poderosos afectos, una familia rota literalmente por un desastre que busca reencontrarse. Ahí Bayona hace gala de todo su ingenio, de su lado más cautivante para el público sensible. Constantemente recurre a escenas donde hay emociones, el niño rubio que ayudan al inicio que está abrazando a su padre, Lucas expresándose gestualmente ante ese momento. Tenemos el creer a la madre muerta cuando no la encuentran en su camilla del hospital. La pelota roja en manos de Henry en el lugar de los acontecimientos, la piscina en donde jugaban sus vástagos. La descripción del incidente desde lo personal en medio de la fraternidad de un grupo de sobrevivientes foráneos. El filme es una mirada occidental con predominancia extranjera desde el espacio asiático pero que pone algunas figuras autóctonas. Esto puede ser incongruente en cierta forma con ese cariz universal en que se basa el filme o es que no lo toma en cuenta el director porque lo cree implícito no viendo ninguna diferencia ni necesidad en las distintas ascendencias implicadas, o es que era una producción destinada al público angloamericano en que gustan de verse retratados mayormente. La zona es exótica y paradisiacamente turística, e incrementa la sensación de unificación de lo que es la vida, el goce y el sufrimiento siempre a puertas uno del otro. 

Abundan los momentos esenciales de afecto. María tratando de darle valor a una damnificada en estado de shock. Lucas siendo diligente y ayudando a hallar personas separadas por el tsunami. El padre explicando a los pequeños hijos que tiene que encontrar a su progenitora. Un sinfín de piezas que articulan el estado de mortificación y entusiasmo ante superar alguna crisis que destruye toda nuestra seguridad y paz. Como es algo fragrante mucho se cae en cierto estado de facilismo en cuanto al dramatismo pero a su vez parece un reto de credibilidad, busca ser convincente y de eso trata pero a veces no convence o es que se nos duerme el sentimiento, caemos algunas veces en la frialdad de la desconfianza, dándose una aclimatación ante la constante reiteración emotiva. Pero es un toma y quita, a ratos nos conmueve, nos moviliza y a otros no deja indiferentes, esto varía en el espectador, pero es inevitable ya que es repetitivo. También parece a ratos algo grandilocuente, solemne, parece una declamación poética con énfasis en sus versos, en sus estados e instantes, algo que entre desmerece ante la exageración y dramatiza eficazmente. Démosle mitad y mitad, ya que sino no apreciaríamos en nada el filme siendo esto lo importante del conjunto. Definitivamente no es banal pero sí que es muy sencillo y comercial el filme. Estoy seguro que Bayona sería un monstruo en Hollywood en cuanto a recaudación y llegada masiva.

El tercer factor

Con esto el tercer factor es sacar provecho de los dos primeros puntos y lo hace bien. Se ve un tecnicismo escondido muy bien pensando, prolonga lo que podría caber en unos minutos, se centra en las consecuencias del tsunami sacando siempre un as bajo la manga y sin amodorrase enfocándose en su continuidad coyuntural dando giros e incrementando la curiosidad, no decae, no deja de crear interés y eso es un don ante la sencillez que trabaja. Tiene la vocación de centrarse en un núcleo que figure el conjunto, de esto que podamos perdonarle una cierta ausencia de conjunto, de ser completo en toda palabra que no lo consigue en ciertas ausencias o quizá no lo busca. A su vez los efectos especiales son perfectos, la recreación de lo que le sucede a María no puede ser más detallista y lo de la piscina basta y sobra para asumir la catástrofe, eso sí.  Bien por Bayona que produce reflexión, algo que pensar de forma directa, simple, como la vida misma es en la práctica, y aun así tan complicada en todas sus aristas desde una raíz elemental.

Searching for sugar man

Nominada a los Oscar 2013 a mejor documental tras ganar el premio especial del jurado del Word Cinema documental y el de la audiencia en el Festival de Sundance 2012, la siguiente película procedente de Suecia dirigida por Malik Bendjelloul es el rescate de una figura, de un cantante  de rock y folk que para muchos era la gran promesa musical de los 70s, que parecía tan prometedor como el mejor Bob Dylan. Simplemente era conocido como Rodríguez, de nombre cambiante e indefinido, Sixto, Jesús u algún otro más, y es que era un hombre que se envolvía en un misterio sobre quien era, casi no se sabía de él, mucho más tras su partida de Michigan Detroit  – su ciudad natal en donde ha radicado la mayor parte de su vida- a Sudáfrica en donde se volvió sin saberlo en un cantante de culto y un símbolo de los tiempos, de rebeldía, de libertad, de igualdad, hasta de lucha contra el apartheid.

Rodríguez grabó en Estados Unidos dos álbumes, Cold Fact (1970) y  Coming from Reality (1971) que son los únicos de su carrera y aun siendo visto con gran futuro en el medio musical por algunos que aman la música y saben del negocio fue realmente un fracaso de ventas en EE.UU, quizá porque no se le impulso como se debía o a pesar del entusiasmo de los entrevistados en este documental porque sus manejadores y disqueras no creían en su persona en realidad, que además no se veía tan rentable al ser de origen latino (es de ascendencia mexicana) o que incluso se puede argüir que se aprovecharon de él, como muchos creen y deducen al ser un éxito en Sudáfrica. Y eso fue, fue en el papel un fracaso, al punto que su vida trascurrió en gran parte en la necesidad económica, y tuvo que dedicarse a otro trabajo para sobrevivir, dentro de la construcción, sin embargo el cariño y el sentimiento que despierta su música, su autenticidad, su subyugante melodía, su esencia mítica, un aura propia poética lo describen en el filme con esa nostalgia del que hubiera querido un resultado distinto, y la propuesta cinematográfica se vale de ello, de rendirle un tributo a quien consideran debió tener otro lugar en la historia musical. Se encarga entonces el documental de recuperarlo, de enaltecerlo, de darle el lugar que no conoció.

Es un filme pequeño, íntimo y bastante sencillo, pero cargado de feeling, de verdadera admiración. Los entrevistados incluso alguno lleva un sobrenombre en razón de Rodríguez, han escrito la introducción de uno de su discos, se han dedicado a buscarlo, desapareció de escena en 1981, y al hallarlo este muy humilde y de poca palabra escucha los elogios como un alma apabullada por la realidad, luego hace alguna gira para conmemorar un nuevo encuentro y eso es todo. Nos queda la sensación de una vida abducida por las circunstancias que inesperadamente siendo en esencia lo que buscó no llegó a donde se esperaba, en una idiosincrasia que nos remite a un determinismo inexistente, a una libertad que juega tanto para bien como para mal, y a una lógica universal que no siempre pone en su lugar a las personas en cuanto a prioridad y merecimiento, y no es que Rodríguez haya sido único, quizá lo fue pero eso apunta a que no todos los sueños llegan a puerto ni los mayores talentos, aunque no solo somos lo que dicen que somos públicamente a pesar de que en la práctica esa verdad sea tan hiriente y dominante, sino como en el filme, el mundo material oculta ciertos lugares que merecen de alguna forma una reivindicación, aunque sea simbólica, conocer esa verdad que idealmente merece el mundo. Y se queda ahí, solo es un momento de paréntesis, chiquito, un triunfo dulce, y seguramente en eso consiste el atractivo del filme, en su esencia, ya ni siquiera se trata de Rodríguez, es algo más grande que va por debajo , una cierta injusticia divina o mejor dicho, demasiado humana, demasiado común, sin ser fantasiosos que como se suele decir, el oro brilla hasta en el fango, y ese es Rodríguez, para quienes vean el filme, y eso debe ser lo más importante.

Éste es un filme que despierta en el espectador un lado emocional y cómplice, como la lucha del pequeño guerrero, una confabulación desde abajo, mientras escuchamos su música, muy típica de su época (estética y creativamente nada del otro mundo la verdad pero tampoco menos que muchos consagrados, aunque hay un productor de música entrevistado que cree que mencionar el desempleo a dos semanas antes de navidad es algo sublime, muy triste), sobre la espontaneidad, el estar en todas partes y en ningún lugar, la sinceridad, los valores trascendentales que hacen una vida decente para el ser humano ordinario, el goce de vivir en toda libertad, el alma joven, la irreverencia de su búsqueda, mediante la letra sugerente hacia la identificación de su generación, en parte melancólica pero relajada,  fragmentaria en pos de algo gaseoso que va dejando potentes pistas.

Rodríguez ha sido fiel a todo ello, a una despreocupación del artificio y lo físico, y una entrega honesta hacia la defensa de las ideas, y es que ha sido además un tipo correcto, un defensor de lo social, de los desfavorecidos y de su comunidad en la que se ha visto reflejado ante sus carencias. Lástima que la historia se lo haya engullido, pero el filme es más que su relato, el símbolo de su realidad, más que regresarle el éxito nunca alcanzado oficialmente (es un hombre de 70 años), se trata de la poesía de su vida, que no por ello merece la inmolación sino la retribución del afecto por su esencia, y mañana más tarde podremos ver y quizá no repetir tantos errores.  

sábado, 26 de enero de 2013

Los Miserables


La obra de Víctor Hugo es monumental, una de las mayores creaciones de la literatura universal, y como no podía faltar el cine la ha adaptado en varias oportunidades. El teatro hizo lo propio en un musical, en la letra escrita por Alain Boublil y Jean-Marc Natel, mientras la música estuvo a cargo de Claude-Michel Schonberg. Herbert Kretzmer la convertiría al inglés. Y es como nos llega al séptimo arte, en las manos de Tom Hooper, ganador del Oscar por mejor director y película el 2010 por El discurso del rey, que le valió además una estatuilla a Colin Firth, que hacemos mención ya que Hugh Jackman, actor que poco lo tenemos en mente para dicha nominación, a actor principal, opta por lo mismo.

Lo más resaltante que se siente mirando esta propuesta es que es algo igual de potente y grande, hay una aura de espectáculo muy subyugante, además tiene la particularidad de ser un drama en donde el musical no suele serlo por lo general. La historia nos remite a un hombre de esos únicos, paradójicamente no tratados como tales sino tergiversados ante lo público en su esencia, Jean Valjean (Hugh Jackman) que por quebrar su libertad condicionada tras 19 años de prisión por robar un pan es perseguido como un fugitivo, éste se esconde y rehace su vida con una nueva identidad, logra amasar una cuantiosa fortuna, y aun así nunca pierde su humanidad y generosidad, es un hombre que siempre está ayudando al prójimo más necesitado, y por ello adopta a un niña huérfana, criándola como a una hija. El gran problema de Valjean lo representa Javert (Russell Crowe), un inspector de policía tenaz y muy pegado a la ley, tanto que es un ser obsesivo sin la más mínima cuota de permisividad ni indulgencia, el que ve a nuestro héroe solamente como el preso Nº 24601. Luego dentro de lo resaltante hay un cantico de reivindicación, derecho y justa rebeldía en donde nos acercamos a una pequeña revolución de estudiantes en 1832 ante la mala situación de la clase baja.

El filme dura 2 horas 38 minutos y no escatima esfuerzos por rodearnos de esa majestuosidad de la canciones (muy poco diálogo en realidad habiendo una concatenación muy próxima entre ellas), en medio de la fuga, persecución y combate, el buen quehacer humanitario de Valjean, el sufrimiento de Fantine (Anne Hathaway), el amor de Marius (Eddie Redmayne) y Cosette (Amanda Seyfried) entre muchos pasajes que enarbolan entusiasmo, pasión por la libertad y el ideal humano, los valores éticos, morales y la igualdad. Valjean no se cansa de ser intachable, un hombre probo ante el sacrificio de su tranquilidad, a costa de su felicidad, responsable siempre por otros.

La parte cómica proviene de dos personajes traviesos, ladinos, desharrapados, desenfadados en dos actores de esos que uno encuentra difíciles de ignorar u olvidar, una es Helena Bonham Carter, musa artística, fetiche y esposa de Tim Burton, que le cae como anillo al dedo el papel de Madame Thénardier, siendo siempre una outsider por naturaleza en donde la personalidad es de esas apabullantes, hace un papel secundario que da vida al conjunto y que no pasa desapercibido. Lo mismo con Sacha Baron Cohen, alguien a quien personalmente detesto por Borat (2006) en una comedia personal que es demasiado vulgar y agresiva al punto de ser insoportable, pero que reivindico en un papel totalmente distinto, muy cuidado, muy de cuento de niños, en La invención de Hugo (2011), y que aquí se hace admirar con esa desfachatez de noble comedia, está a la altura de la seriedad de esta propuesta, con mucho profesionalismo. En ello se imprime mucho color, alegría dentro del hurto y el engaño, dos tramposos a quienes votar de la fiesta pero que no llegan a extremos de detestarles gracias a su ridiculez.  Puede ser muy repetido pero se hace muy gracioso verle olvidar el nombre de Cosette cuando están vendiéndola.  Sus gestos se adaptan y son muy expresivos.

Otro papel importante, siendo secundario, es el de Anne Hathaway, nominada al Oscar 2013 como mejor actriz de reparto, lo suyo es algo muy dramático, sumamente gestual y físico, desde un corte de cabello descuidadamente cortado y la extracción violenta de un diente que la muestra en la pobreza al punto de prostituirse para pagar deudas y subsistir, poder alimentar a su hija. Mucho sufrimiento nos refleja, es la parte más explícita, que reúne el mensaje del filme, el hambre, la necesidad económica, el tan difícil hecho de sobrevivencia en medio de la desidia de clases pudientes y dirigentes, de un gobierno opresor y maltratador. Su participación es muy corta pero visceral y emotiva.  Colinda mucho con la exageración – o mejor dicho, la concreción de un mundo en poco espacio- del fondo más que de la forma.

Después Valjean, Hugh Jackman, está muy bien, sobre todo al ser un actor de cierta forma menospreciado o reducido a papeles superficiales, muy poco complejos, es visto como un actor de entretenimiento intrascendente –aun siendo ya el Wolverine por excelencia, casi por antonomasia- aunque tiene algunas actuaciones bastante decentes como The Prestige (2006) de Christopher Nolan y La fuente de la vida (2006) de Darren Aronofsky. Su elección es arriesgada pero logra sobresalir. El peso del filme yace en él que es el que está en todas partes pero se trata de un conjunto, de una historia muy bien pensada en que resulta una pieza de una realidad y una atmósfera que lo pone a prueba, es eje de su destino pero se remite  a lo que tiene que enfrentar, tanto que yo diría que ante todo es el contexto, uno que se puede transformar que ese es el motivo y alcance de la filosofía de Víctor Hugo como intelectual. Logra adoptar las distintas etapas del personaje, en cuanto a su apariencia a la vez de los hechos, también puede ser emotivo, como en sus dudas éticas o en su última etapa en la iglesia. A diferencia de Hathaway su papel no exige tanto dolor visual, se debe en parte uno hacer la idea aunque su vida está plagada de reveses implacables, ya que es un hombre fuerte, literal y en abstracto. Valjean desde que un sacerdote cree en él se convierte en un luchador, decide cambiar y nunca falta a su palabra. Canta –hay que decirlo- bastante bien, y eso lo hace todo terreno, un actor completo como se decía de obras maestras como Cantando bajo la lluvia (1952); en sí no hay ningún quiebre o bajón en el grupo.

Bella la estética de las escenas en la galeras, otro punto marcado del filme, sus ambientaciones, muchas minimalistas y evocativas, pero aun en ello fastuosas, completas, y no son menos ante escenas mayores en el artificio, el bar de los esposos Thénardier, las calles por donde se prostituye Fantine o la fábrica de Montreuil en donde hay abundancia, detallismo. En cierto modo parece respetar el precedente físico y sugerente del teatro como una opción del director aunque siendo cine propone utilizar también sus ventajas.

Y llegamos al que es pieza clave en la historia, el que representa el estatus quo aunque sin darse más que en su deber y siendo solo un sirviente ciego en realidad, esa fuerza represora que no ve la desgracia, que es fría, que representa  una clara crítica frente a la rigidez del orden y esa hoy natural defensa contemporánea a la maleabilidad, a la continua readaptación y al juzgar bajo la práctica más que desde la teoría en sentido de sopesar características desde afuera. Se trata de Javert, Russell Crowe, que tiene una voz que es muy particular, un tono que se hace muy regular tanto que parece que estuviera cantando la misma canción y no es desmerecimiento tampoco, que lo hace soberbio dentro de su característico registro y se impregna una sensación de recuerdo. Buen papel de Crowe, pegándose a su calidad de enemigo intencionalmente cuadriculado, una constante que quiere que se entienda y que contrasta con la pobreza, colaborando por ausencia a llevar el mensaje de necesidad de compasión, de perdón, de sensibilidad, de ayuda, de humanidad. Por el tipo de personaje no logra mayor alcance y quizá haga falta un toque de ingenio tanto en su representación como en la personalidad del tipo que interpreta aun habiendo muchos así y siendo coherente. De todas formas creo que es el que más se recuerda aun estando muy por debajo de lo que significa y aparece Valjean. Fabulosa su última escena, no por el desenlace literal en pantalla sino por el sentimiento que desborda alguien que no suele tenerlo, y que en sus dudas ya no se reconoce, una alusión a esa maleabilidad que un visionario como Víctor Hugo logra atisbar, y es que el ser humano es un ente de evolución, ahí radica toda su esencia.

Otro papel que no se puede obviar y que nos descubre una nueva actriz, es el de Samantha Barks como Epónime, la hija de los Thénardier que se enamora del revolucionario Marius pero que es capaz al amarlo tanto de dejarse de lado y buscar la felicidad de él (algo bastante atípico la verdad); sale bastante como para no notarla y es una cara desconocida, no lo hace mal pero carece aún de la magia de la presencia del actor consumado, parece increíble decirlo ya que no es que un actor famoso sea sinónimo de una buena actuación o peor que termine siendo más importante que la historia que eso es muy ajeno a lo que uno busca del cine como prioridad pero que tampoco se puede negar que uno se acerca a ciertos filmes por alguien a quien ya le hemos tomado cariño aun siendo irregular o caer en etapas menguantes, me pasa con Bruce Willis, Charlize Theron o Edward Norton por mencionar alguno, o en el caso (y de cierta forma unánime) de pensarlo dos veces cuando veo a Nicolas Cage o Meg Ryan, por decir dos más. Y pasa eso con ella, no lo hace tan sobresaliente para alabarla en toda palabra, que dicho antes cumple poco más que bien, ni es una presencia dominante o fascinante, otro alegato discutible pero no es tampoco una rareza atípica de especial normalidad como Kevin Spacey o Paul Giamatti. Lo que sí es concreto, es que ahora sabemos quién es.

Otros actores, Eddie Redmayne y Amanda Seyfried lo hacen bien pero de todas formas dan muy poco en cuanto a destacar, son el otro lado del filme, el romance pero en la historia en sí provoca poco entusiasmo, más emociona la bandera agitada en el canto revolucionario, o el llanto y la desesperación de Fantine, o incluso la chispa de dos locos sueltos en sus trucos de los Thénardier. La pareja de la propuesta son sin duda Javert y Valjean más que Marius y Cosette y hasta el lazo entre Fantine y Valjean es más potente (y es creíble solo por la honestidad idealista del protagónico que termina siendo un símbolo de una ideología), más honesto, más tierno, indudablemente más trascendente, no sé si de forma intencional en Víctor Hugo pero la complejidad es mayor fuera del típico romance. Redmayne (My Week with Marilyn, 2011) ya va siendo más reconocible  y va camino a serlo más seguramente. Seyfried (Chloe, 2009) es una promesa jugando con tenacidad, buscando su lugar y ya es una figura famosa, pero todavía no logra convertirse en una gran actriz como Carey Mulligan o Jennifer Lawrence.

En los musicales predominan las canciones y esta no es la diferencia pero es una historia tan atractiva que eso favorece la compenetración con ellas, escuchas las letras y te dejas llevar por la melodía ya que tu atención está en la trama que yace dentro, la historia se vive con las canciones, y esto no es tan sencillo, merito especial a esos compositores y letristas, siendo un punto interesante de fusión, que recalco porque muchos somos sordos, y aquí es maravillosa esa unificación, tanto que no molesta que todo sea cantado, un punto muy favorable para quienes no quieren a los musicales y a su vez a los que sí, le da a todos algo por su lado, ayuda a aprender de ese otro lugar que no es atractivo naturalmente para uno. Ciertos musicales pueden apabullar en una modernidad que enseguida le llama pedante, anacrónico o inauténtico a toda ambición totalitaria como si los nuevos tiempos se rindieran a un facilismo y un cansancio crónico (no hay que mentir, somos parte de ello), y más siendo una obra magna de la literatura como Los Miserables, pero hay que decir que se presenta muy sencillo para asimilar (aun siendo un drama que no se hace pesado porque hay momentos de efervescencia como los estudiantes reunidos o en acción en su lucha colectiva o en Valjean en la suya individual pero despierta hacia el beneficio ajeno que asume como suyo desde su probidad más que en algo encaminado,  el falso detenido, el hombre debajo de la carreta, la  hija o el amor de ella), es un entretenimiento en donde uno se deja llevar, y ni siquiera hay que amar los musicales e igual recordaremos el sentido de las canciones.  Muy digerible, en donde el uso de tomas próximas se nos hacen costumbre a un rato y pierde importancia tanto para bien como para mal (realzar el dramatismo, crear vínculos con el espectador, o incomodarle la vista también), y eso es ver que un musical y una obra mayor pueden compartir juntos -sin darnos cuenta- como este cine lo puede hacer en el presente con mucho éxito cuando ya casi nadie apuesta por ellos, solo los más clásicos en pos del ingenio del amor colectivo.

jueves, 24 de enero de 2013

Django desencadenado

Los filmes de Quentin Tarantino, por quienes le adoran, que son legiones, son esperados con mucha expectación, cada propuesta suya busca propagar el aprecio personal de su director por algún género o subgénero del cine, siendo un hombre que suele buscar disfrutar y trasmitir su pasión por el séptimo arte. Reservoir dogs (1992) es su visión de unos asaltantes a bancos en una cinta de crimen en donde mucho se da en solo cuatro paredes al mejor estilo del misterio. Pulp Fiction (1994), su obra magna, es un neo noir que nos remite a tres historias concatenadas por algunos personajes en que se da tributo a las historias pop de las pulp, novelitas baratas dispuestas para el entretenimiento. Jackie Brown (1997) es su blaxploitation en una nueva historia de crimen, con la participación de una famosa musa del subgénero, Pam Grier. Kill Bill volumen I y volumen II (2003, 2004) es su versión de las cintas de artes marciales, acción al más puro vistoso estilo sangriento oriental. Death proof (2007), su grindhouse, es un explotation en toda regla, otra muestra de su amor por la cultura cinematográfica popular américa, un slasher y acción sobre autos musculosos. Malditos bastardos (2009) es su cinta de guerra en una revisión histórica muy libre y extravagante en que los judíos logran tener participación activa frente a los nazis cambiando el devenir natural de la historia, donde ni Hitler se salva de la fantasía redentora. Y llegamos hasta su última realización, Django Unchained (2012), su spaghetti western que toma de homenaje uno de los más famosos que se han hecho, el Django (1966) de Sergio Corbucci, imitado hasta el cansancio y con incontables secuelas, un filme rabiosamente disfrutable que ha logrado calar en la cultura de todo el mundo, en Perú también como concederle un sobrenombre a un asaltante peruano de bancos.

Los que no quieren a Tarantino suelen desmerecerle diciendo que suele plagiar obras míticas descaradamente, y pues la realidad es que el autor americano es un tipo cool que suele admirar y abordar algunas ramas y derivaciones del cine teniendo de base ciertos referentes e influencias concretas, y simplemente buscar hacer su propia versión, su reinterpretación, y darles su particular estilo, nada malo, ya que nos ha entregado maravillas que se desprenden de ese malicioso descrédito (véase un halo de ironía en el mencionar del parecido de la trama con una leyenda alemana, del héroe germano Sigfrido, el rescate de la amada del mismo nombre en manos de una amenaza que librar valientemente). Django desencadenado toma ideas del original, como suele ser la costumbre de éste reciclador americano, el racismo de los gringos del sur por lo mexicanos, los encapuchados y su persecución masiva (transportado luego a las raíces en el Ku Klux Klan) o el azote de una mujer comprada que es importante en la historia.

La primera hora empieza con la presentación tomada del Django primigenio en su banda sonora compuesta por Rocky Roberts y en la misma tipografía de los créditos y presentaciones. En esa primera parte se liga en buena porción al original, pero luego en la segunda hora se desprende de ello totalmente y más se parece a la forma de Jackie Brown, con una calma inteligente en que se despliega una argumentación contextual en un aura en gran parte realista e identificable, a diferencia de tener una base histórica central tergiversada como en Malditos bastardos o Bastardos sin gloria (en Latinoamérica), que suena mejor, en el ex esclavo negro que es cazador de recompensas y asesino de blancos, muy en la línea del blaxploitation en que se sobredimensiona, se fantasea y se vuelve un epicentro al hombre de color. Los últimos cuarenta y cinco minutos de éstas casi tres horas de película se da el esperado combate en donde se aniquila salvajemente a los enemigos y vuelve de cierta forma al primer Django, como en el original en que apenas con 10 o 15 minutos restantes se define y concluye la historia con muertes determinantes. Tarantino en las muertes recurre al gore, a la explicites pero propia de un espectáculo, exagerado, aparatoso, irreal, más cerca del entretenimiento y del relajo.

Sobre los personajes el más destacable, imposible de no notarlo y darle su lugar, es Samuel L. Jackson, que le debe dos de sus más celebres premios a la obra de Tarantino, el Bafta de 1995 a actor secundario por Pulp Fiction y el oso de plata a mejor actor en la Berlinale de 1998 por Jackie Brown.  Su performance de un esclavo servil y perverso es sumamente loable. Encorvado, cojeando y envejecido lo suyo es pura máscara, compenetración con el papel y transformación en el sentido más elogioso. Si alguien tenía dudas con él o no lo conoce en toda su medida ya debe ponerlo en su lista más próxima de élite interpretativa. A continuación le sigue, el que ha sido unánime, Christoph Waltz, ganador del Oscar 2010 por Bastardos sin gloria y nominado por la presente película, aporta sarcasmo, coherencia, carisma e intrepidez. Sobre Jamie Foxx hay que decir que está bastante correcto pero no logra impresionar, que tampoco significa que no convenza o que falle. Sin embargo no es que Django o el spaghetti western en general sea un lugar para la celebración histriónica del héroe o antihéroe ya que suelen ser secos, fríos, de poca expresión física y de palabra y no resulta demasiado exigente en cuanto a dramaturgia, aunque Foxx se da en una soltura muy típica de la imagen del afroamericano a la par del estilo de Tarantino en que se habla mucho y se da una personalidad fluida.  Y llegamos a Leonardo DiCaprio, como el antagonista principal, y es una elección de un papel valiente, bien asumido, y sabemos que al director americano no le tiembla la mano para despachar a figuras famosas como Robert de Niro, Harvey Keitel o Kurt Russell, por lo que es la crónica de una muerte anunciada. El villano es un reto para el actor aunque en el espectador más sencillo sea un motivo subyugante de enojo y desprecio que remite a un lugar menor que al del héroe. DiCaprio como Don Johnson (un rescate al igual que con John Travolta y Daryl Hannah, o en otra medida, siendo más exacto decir una elevación de rol en Robert Forster o Michael Madsen) se enfundan en personajes malvados que son racistas, pedantes y hasta insufribles. Un logro, algo muy bien tratado, con fuerza y credibilidad. Esos son los cuatro más resaltantes, viéndose a  Kerry Washington en la dama que hay que salvar con un actuación con altibajos, a ratos bien y a otros no, muy desapercibida sino fuera que es un importante motivo de la película. Mención especial de una actriz secundaria Laura Cayouette que es deliciosamente despreciable en su engreimiento, refinamiento, sentido del humor  y vanidad. Luego hace un cameo muy insignificante realmente Franco Nero, pero que nos dice irónicamente que se ignora al Django original, cosa que por supuesto no se hace para nada sino que es un homenaje y un goce hacia ese precedente de éste nuevo filme. Tarantino también actúa y solo se divierte, se le antoja, como en Pulp Fiction en que de entrometido le mandan a preparar café, mientras en la presente lo despachan a lo grande.

Otro inconfundible rasgo de Quentin son sus diálogos o monólogos en sus personajes, que se humanizan por su sociabilización verbal y no se toman tan en serio pero no se anula su esencia, esquivando el estereotipo y el ser cuadriculado, mostrando la cotidiana e inevitable superficialidad e intrascendencia de las personas. Estos son extravagantes y ridículos algunas veces, otros a su vez memorables, y hasta reflexivos como en Pulp Fiction y la explicación de la lectura de un evangelio en la vida de un asesino. Resaltan algunos en Django, absurdos como en los encapuchados y los huecos de sus cubiertas, en una incursión de un guion ingenioso, irreverente y saludablemente divertido (Tarantino es guionista en sus filmes, ha ganado un Oscar por su trabajo en Pulp Fiction, y está en su tercera nominación en el rubro a la estatuilla dorada este 2013), donde vemos que sale Jonah Hill como cereza de pastel dando el toque en toda regla. Otros como el de porque perdonar a Django en la justificación de Stephen, en Samuel L. Jackson; y el de los tres puntos del servilismo de un negro enmarcado en la prueba de un cráneo, en Calvin Candie, Leonardo DiCaprio, son interesantes pero funcionales, más cerca de la trama, pero a su vez con la infaltable audacia argumental que suele usar Tarantino para definir a alguien. En esa misma línea se rescata otro indispensable, en el momento en que se entiende el ser un asesino caza-recompensas al dudar Django de matar a un hombre buscado que está arando tranquilamente la tierra con su hijo, habiendo una lógica que trata con algunas imágenes reprobables, que se desligan del bien y el mal y se asoman a dar un razonamiento del otro, normalmente relegado a su anulación. Hay un enriquecimiento general muy propio de esa libertad y complejidad humana que por supuesto no equivale a ser aceptada. Django no es un héroe al uso, desde el principio sabemos que crea sorpresa verle libre montando en un caballo como un blanco a dos años antes de la guerra civil americana, y su moral y personalidad tampoco lo es, tiene rasgos negativos y una necesidad de impureza, como en el caso del negro asesinado por los perros mientras él decide no salvarlo.

Y aunque suelo ser sordo con las bandas sonoras ésta vez no he podido abstenerme y he compartido y me he sido cómplice de ellas, y no podía ser de otra forma ya que está el legendario Ennio Morricone en la labor, que ha trabajado en el mejor spaghetti western de la historia, el bueno, el feo y el malo (1966) de Sergio Leone. Su canción Ancora Qui, cantada por la italiana Elisa Toffoli en la muestra del interior de Candyland se hace muy idónea y bella, inconfundible, no pasa desapercibida de ninguna manera. Con él hay bandas sonoras del compositor Luis Bacalov que tiene amplia experiencia en el subgénero. En la primera hora hay una repetición del estilo en los soundtracks que equivalen a un estribillo representativo en ciertas escenas. Después hay música moderna de onda afroamericana, hasta un rap, o en otro registro una canción de música folk, hecha por autores contemporáneos americanos. Esto afirma que Tarantino más que emular un spaghetti western característico hace una versión muy personal, muy libre y desenfadada, además de muy actual y renovada, como un Scarface (1983) reinterpretando a las mafias desde hoy en día, hace lo mismo. La temporalidad se quiebra bajo nuevas reglas, están porque son históricas y contextuales pero el estilo lo invade y domina todo como en Kill Bill y Malditos bastardos (Death Proof si es más respetuosa y es porque lo oficial no le queda lejos a la personalidad de Tarantino).  

Es un filme imperfecto como la mayoría de los suyos que recriminarle una disminución de ingenio en sus últimas propuestas luce injusto, porque sigue siendo fiel a sí mismo, sigue siendo él mismo, sigue siendo atrevido, sigue bebiendo de la cultura pop, de subgéneros en buena parte menospreciados, haciendo algo grande y sin perder su esencia de entretenimiento, que de eso trata, de sentir satisfacción con el séptimo arte, siempre entusiasta, en un tema visceral (el racismo) aunque relajado y aun así no menos importante como cine.

domingo, 20 de enero de 2013

Zero Dark Thirty


Kathryn Bigelow vuelve a una historia bélica tras su triunfo con the hurt locker (2008) que le dio un Oscar a mejor director y uno por película. Vuelve a ponerse en el ojo de la tormenta, si antes era el contexto de la guerra de Irak, ahora es la eliminación de Osama Bin Laden.

Con the hurt locker evitó la polémica del aura política entorno a la invasión de Irak, creando un filme que trataba lo existencial, la naturaleza del hombre que se siente vivo en la guerra, que necesita de ella y le salió un filme pequeño pero muy bien tratado, una pequeña obra maestra, pero con su nueva película no evita dar algunas ideas, incluso hace mención del error de agredir a un país tras una calumnia, de decir que tenía armas de destrucción masiva cuando no las había, y nace del temor a repetir el mismo desliz en una nueva situación. Esta vez su registro muestra no exactamente una crítica sino el desnudo de varios métodos usados por la CIA que no son muy legales ni humanitarios ni propios de esos derechos humanos que siempre le han prodigado al resto se deben de respetar, pero, claro, enfrentándose al terrorismo y a la muerte de 3000 ciudadanos norteamericanos, a sangre fría, como sale de boca de un torturador y élite de inteligencia, como ellos pueden juzgarlos, y en un punto lo hayan necesario, ya que quieren información y se enfrentan a un enemigo sádico y muy duro, ponerse en la piel de una guerra de este tipo los hace convertirse en un tipo de bestias clamando venganza, duela a quien le duela. El discurso de los hombres secretos tras Bin Laden  es claro en ese sentido.  Pero el filme es muy neuronal, muy sistemático, muy elaborado en su estructura milimétrica de detallar todo el trayecto que llevo a encontrar y matar a Bin Laden. Toda la inteligencia norteamericana al servicio de una búsqueda, tecnología y dinero al servicio de esa titánica y decidida labor, expertos tras su pista, capturas y torturas, la parte sucia del negocio, que es visto con mucha naturalidad y frialdad, como un método más y hasta indispensable, ya que de ese lugar salen todos esos nombres gracias a la traiciones inducidas por el quebrar la moral y resistencia física del terrorista. En pantalla tampoco es que Bigelow nos remita a los más cochinos métodos de tortura, lleva una cierta contención y los encargados de ejecutarla lucen muy profesionales, pero es valiente en exhibir ese lado oscuro de la gestión contra los terroristas. Luego se ve que hay cambios y ya no se puede llevar ese tipo de interrogatorios pero ya tras muchos años de conseguir nombres. El método cambia, se busca comprar información. Se adscriben a reglajes, a intervenciones telefónicas, a continuar moviéndose por los países donde creen se esconde Al Qaeda.

El personaje principal lo lleva la actriz Jessica Chastain como Maya, encargada directamente de forma obsesiva de esta misión, y  a contracorriente de una administración que parece cansada y menguada, desconfiada de nuevos datos, ella tiene la clara determinación de hallarlo y empuja a sus superiores y a su equipo en la dirección de sus prioridades, para ello la pista principal es el nombre del mensajero del líder terrorista, cree que Osama sigue repartiendo órdenes, y esboza la estructura que se debe estar llevando de donde tiene un nombre que se le escurre entre las manos (todo apunta a ese lugar y esa es la línea que sigue), el filme no se hace problemas y se enfoca en esto, la trama está muy simplificada, muy digerible, no hay abundancia de información sino se da en lo más relevante y característico, hay un buen ingenio de dejar muy transparente y fácil las operaciones y la labor de inteligencia, los actos que siguen durante los años. Es un filme largo como actualmente se acostumbra, dos horas treinta y siete minutos, en que se da con buen ritmo y bajo una estructura que aunque con similitudes es suficientemente creativa para seguir aportando novedades sin romper esa estructura sencilla que ostenta.

El filme hace hincapié en que se enfrenta con un adversario no solo el típico musulmán auto-inmolado  sino inteligente, cruel y siempre peligroso, para ello hay atentados, hay tensión. Se recalca una cierta inseguridad y se pretende que de alguna forma equiparan fuerzas desde sus propias condiciones, que una vez vistas en las últimas escenas de como los comandos abordan la fortaleza estratégica de Bin Laden (magnífica recreación, pormenorizada y trepidante, de lo más destacable del filme, es como esperar algo impresionante y que efectivamente todo sea como lo previsto, y hasta mejor), demuestran el poder y las diferencias abismales, que Estados Unidos era muy superior, sin embargo eso implica más una sensación de constante miedo ante cualquier mínima reacción y respeto por su contrincantes. Bigelow demuestra mucha seguridad y madurez, es un tema espinoso y eternamente mediático, doloroso, delicado, que produce ira, para su país y compatriotas, pero ella no es sensacionalista, tiene mucha calma, mucho aplomo, un rasgo suyo es que no trata de exagerar en general y eso se agradece, y le beneficia, recurre a  ciertos inevitables artificios, pero los menos o tan bien construidos que no son notorios como para dar la sensación de seriedad, de réplica documental desde la ficción, asumiendo emoción y un lado dramático, comprometido, emotivo, pero todo con su buen quehacer, claro sin rodeos pero recatado de cierta forma. Hay un control en la dirección que evita los constantes errores de películas que tratan temas parecidos,  no se regodea en nacionalismos que es algo muy americano, hay como un cuadro que pone cierta objetividad, en lo posible, incluso Bin Laden es más un objetivo que otra cosa, y eso es un acierto de su cine. También un aire apolítico, más pegado a lo neutral, a seguir solo dando a conocer su relato. Bigelow nos cuenta una historia que es descriptiva y situacional, pero lo hace tranquila, dejando al espectador un poco libre, y todo sabiendo que hay ideas intrínsecas que no se pueden evitar, el odio a Bin Laden y una sensación de triunfo, pero más bien se despreocupa de ello, lo da por natural, no necesita recargarle  ni explotar ese lado, y lo asume en la medida de lo indispensable solamente. Humaniza la historia, en lugar de mitificarla, la hace real, concreta. La pasión la pone literalmente en su personaje, asume toda esa convicción y deseo del pueblo americano en algo tangible, y demuestra honestidad, más inteligencia, y al aceptar ciertas realidades y ponerlas dentro no como método sino como un ente vivo identificable uno se siente dentro por entendimiento propio, y eso es constante, Bigelow nos dice, nos enseña sus ideas, y busca nuestra complicidad más diáfana.

Hay un cariz de compenetración sentimental en Maya pero a su vez hay un deber, y este se lleva como tal. Y hay una sensación de que esa es la personalidad de Bigelow, más coherente todavía. Todo apunta a un filme limpio, dentro de lo humanamente aceptable viendo la temática y las raíces con esta (la dificultad de no existir la inocencia), tratado con cuidado pero con cierta osadía. El mundo puede entender que se matara a Osama Bin Laden y todo lo acontecido en su persecución (en el filme hasta se desliza que es “accidental” los últimos disparos, y ayuda mucho ver que a los soldados no les tiembla la mano cuando matan a los compañeros del terrorista y hasta a una mujer que se interpone y trata de salvar a su pareja, y parece sincera la directora), y eso se desprende del ingenio de la autora en la defensa y orgullo sutil de esto. El desenlace nos remite a una metáfora de la muerte de Osama Bin Laden, un alivio, un poder descansar del terror. Algo que había que hacer.  Como ésta historia en el cine y que mejor que lo haya hecho una directora de la talla de Kathryn Bigelow, a quien a la larga todos en su país terminaran felicitando, y el Oscar quizá sea el gran faro en una historia con final conocido.

Las Sesiones


As Good as It Gets (Mejor…imposible, 1997) es una de las mejores comedias que he visto, y no soy muy próximo a elogiarlas, dotada de un humor sarcástico pero aun así fino, repleto de ingenio. Con dicha película Helen Hunt ganó el Oscar, y por esa época ella era de las mejores estrellas del cine comercial americano, con películas muy populares y simpáticas como What Women Want (¿En qué piensan las mujeres?, 2000) y Pay It Forward (Cadena de favores, 2000), y la serie de televisión que encantaba en Estados Unidos, Mad About You, (Loco por ti, 1992-1999), sin embargo Hunt decayó y prácticamente desapareció de lo mediático, sin embargo con la presente vuelve como un ave fénix, obteniendo una nominación por mejor actriz principal. Con ella, dos actores de primera, el prometedor  John Hawkes, y el siempre interesante pero eterno secundario William H. Macy. Un trio que hacen una solvente actuación.

Un rasgo notorio a recalcar es que a pesar de que Hollywood suele premiar personajes como el de Hawkes, un tetrapléjico con apenas el movimiento de su cabeza, no lo ha nominado, y eso es un llamado de atención para aquellos que suelen decir que el Premio de la Academia es un lugar predecible (lo es en cierta filosofía como en cualquier otro certamen), pero menos esta vez con tantas nominaciones para Michael Haneke y una de director para Benh Zeitlin en su debut cinematográfico (aunque ellos premian calidad y no cantidad lo que es razonable pero igual nos sorprenden). Lo que no resulta irrefutable es cuando achacan al Oscar de ilógico muchas veces, y en realidad aunque tiene algunos buenos errores no deja de ser una gala competente. Pero yendo al asunto es una muy digna actuación (la elección de Hawkes hubiera sido tan inteligente como la de Hunt), sobre todo porque no se trata de un (estereotipado) melodrama sino de algo curioso pero vital en todo ser humano, la realización sexual, con la particularidad de dicha minusvalía.

Mark O'Brien (John Hawkes) aún es virgen  llegando a los cuarenta, solo se ha enamorado y pedido matrimonio a una única mujer y no hace mucho siendo rechazado, cuando le recomiendan una terapeuta sexual (Helen Hunt). Y ella dice en su primera presentación, esto es muy llamativo para evitarlo, que no es una prostituta, y el escenario es este, ella está casada, su marido sabe del tipo de terapia que hace y es un filósofo casero sin trabajo, mientras la mujer en cuestión  accede a dar seis sesiones por cliente explícitamente sexual con toda forma incluida. Claro, ella graba sus intervenciones, las analiza, tiene contacto con otros especialistas y es sumamente profesional, asumiendo coitos, sexo oral y prometiendo hasta orgasmos a su vez, más un trato cariñoso y educado, y parece todo muy complejo, y quisiéramos no ver la realidad, pero sin duda es una prostituta, y ella dice que porque no tiene deseo natural, excitación, no lo es, y resulta peor aún visto a esa luz, pero claro no es una ninfómana. Y el filme es un poco raro tanto en forma como en fondo, tiene un aire frío, realista digamos, en que el sexo se habla y se ofrece directamente, duro y al grano, aun con toda la dulzura y paciencia del mundo que esconde su verdadera naturaleza, una transacción de dinero por concebir actos sexuales, hay un aura de cierta falta de gracia en los actos, que está perfecto, en la vida esto se apega más a esa imagen, sin adornos, pero luego el filme quiere agradecer y enaltecer a la terapeuta sexual, y resalta su flagrante ambigüedad moral, que se ve desde darle satisfacción a un minusválido como un acto de caridad y bien social, muy noble pero también que implica indisoluble y predominantemente que se trata de promiscuidad, banalización e infidelidad. Y no es todo, muy moderno el filme, el mejor amigo de Mark es un sacerdote que escucha sus confesiones y le apoya, como no podía ser de otra forma, sino sería un convencionalismo y una negatividad que el filme no quiere, y es reciproca la amigabilidad que se esperaría.

Helen Hunt luce impresionante en su actuación,  ella es muy natural y le da dignidad y credibilidad a su papel, se desnuda sin problemas, lo hace continuamente (y ya está mayorcita, pero tiene un cuerpo trabajado, delgada y con curvas todavía agradables pero sencillas), y le da un descaro y confianza que hacen del personaje algo muy sólido, y ayuda a solventar la idea del director, que es más que una prostituta, además de colocar emotividad y sensibilidad que se hacen indispensables bajo dichas expectativas. Es un filme “particular” en su trato (si bien siendo de muy mente abierta es algo típico), pero se entiende la necesidad en la que la terapeuta se convierte, en la satisfacción y felicidad que brinda, y ese agradecimiento de alguien débil y especial es el que se asume. Y es coherente con ese mítico lugar común de cualquier ser humano, que suele terminar enamorándose de las prostitutas, ya que tampoco dejan de ser hombres y más estando en condiciones de fragilidad interior, hasta es más razonable ya que en efecto es un acto con condiciones que llenan un vacío muy grande.

Es un filme medio bobalicón no hay que negarlo , pero muy real, sincero,  y para ser más aceptado se le reviste de belleza, se le cubre de una atmósfera de mayor cuidado, sin embargo de esta manera piensan muchos en verdad, y es que la prostitución con minusválidos no será como se quiere prodigar, algo propio de santos, el vividor y pobre diablo del marido hasta lo recalca, pero es un quehacer universal que es inevitable y es hora de reconocerle algo, a la prostitución, pero sin engañarnos, o hacer como el filme convertirlo en algo romántico, dándole una personalidad imaginativa, Cheryl  menciona en un momento que no entenderían que es lo que hace, por supuesto parece que ella y el director Ben Lewin sí, y todos también sin coincidir en todo, porque tampoco se puede uno cegar y fabricar una fantasía que no es, ni para un lado ni para otro absoluto, mucho menos el del ideal en lo que tiene de amoral, por eso hay que reconocer que es una furcia y no el bonito nombre de terapeuta sexual, no cambiemos la esencia ni lo que es, para aceptarla, lo que hace el filme un tanto fallido en su mensaje y artificialidad pero si muy atractivo en su complejidad aun apuntando a la aprobación.

Al cabo de tener en gran parte del metraje un aire seco, práctico, pero amable y simpático, no se puede evitar una cierta estética para ello aunque un poco deslucida, luego se muestra sentimental en el personaje de Mark (en ella es una treta de una filosofía notoria), lo hace en el momento justo, ya no buscando la rápida conexión con el público, que se gana el tema sin esfuerzo y es muchas veces un error acometerla demasiado, sino para darle forma al hombre, que su estado implica sensibilidad y no hay que evitarla tampoco, que el cine no puede ser indolente con su tipo de vida, con su dolor, pero también creemos en los cuentos optimistas manteniendo un aire de cierta tragedia que habla solo intrínsecamente, en el filme revisado sin mucho drama, sin inquirir en la lagrima fácil, siendo la trama ante todo un recuerdo agradable el que se administra, y es loable verlo distinto de vez en cuando, aun con esa ilusión del agradecimiento, que es respetable visto bien. Además el filme nos dice que se basa en artículos de un tetrapléjico real, es su visión, su sentir, uno muy humano. Y el filme recoge esa sensación, fabrica esa contradicción, entre un realismo físico y un romanticismo espiritual.

El desenlace sucede muy raudo, y resulta tan abrupto que se hace endeble, también la relación de la asistente y el recepcionista del hotel se ve nada significativa, innecesaria. Hawkes hace un estupendo papel, podemos ver que en efecto es un tipo poético y aquejado por la fragilidad, además de su miedo e inexperiencia muy bien desarrollado, y su entusiasmo en el descubrimiento sexual se luce contundente. Quizá no está nominado porque yace todo el tiempo en un estado de contento o mejor dicho, de tranquilidad aun petrificado en un camilla con la proclividad a la falta de oxígeno (otro punto negativo es cuando se va la luz y está solo de noche en su burbuja de aire, pasa por tres momentos veloces, primero resulta predecible, luego poca cosa -como si se arrepintiera el director-, y termina siendo algo mayor sin ahondarlo), sin exudar sufrimiento, y lo que busca es lo que no esperamos de un discapacitado, pero es un gran tema, una historia muy potente, te atrapa totalmente, una banalidad en él que no lo es tanto, ya que todo hombre tiene deseo sexual.

Es un filme imperfecto, con aire a un lado europeo y luego americano, que nada en aguas de originalidad explotando la leyenda urbana y un tipo de lugar común. Dulce discretamente, la playa y la reflexión de la culpabilidad. Simpático, cuando piropea a las damas, cuando se lee su poema. Notablemente realista a ratos, la última de las sesiones. Pero también tonto o fácil, cuando Cheryl empieza a cambiar o en el intercambio de miradas en la iglesia. Y es atrevida a un punto pero honesta en el sentir de su protagonista, que es lo más importante. 

jueves, 17 de enero de 2013

Batman: The Dark Knight Returns parte 1 y 2

Jay Oliva viene de trabajar de storyborder con muchos superhéroes como Linterna verde, Hulk, Batman, Spider-Man, Superman, La Mujer Maravilla, La liga de la justicia, y otros personajes como Robocop y Winnie Pooh; es él quien dirige las dos películas que trataremos, basada en 4 cómics de una serie hecha por Frank Miller (Sin City, 2005).

Jay Oliva en Batman: The Dark Knight Returns (parte uno: 2012 - parte dos: 2013) se muestra como un gran storyboarder, y no solo queda en ese lugar, sino que nos entrega a continuación una magnífica adaptación animada en dos partes del superhéroe que más ama el mundo, con perdón de Superman, Spider-Man y The Avengers que intentan hacerle la competencia

Otra película de la que hablaré de paso es Batman: year one (2011), de Sam Liu y Lauren Montgomery, también creada por Frank Miller, en 1987, un año después de la presente. Los cómics de Batman: The Dark Knight Returns son de 1986, a diferencia de los filmes que han invertido su lugar de exhibición. Batman: year one es un filme muy intenso, que nos remite al inicio de la construcción de Batman en una ciudad caótica donde el crimen reina hasta el punto de que la policía está totalmente corrompida, pero no está solo ya que al mismo tiempo aparece un compañero dentro de la legalidad, con quien codo a codo lucha por rescatar a ciudad Gótica, el detective de policía James Gordon. En paralelo se nos da la historia de ambos. Mientras uno crece y aprende su lado enmascarado de la justicia, el otro se enfrenta a la agresión y desconfianza de los corruptos compañeros, de la supervisión abusiva de su jefe y de una relación extramatrimonial mientras su esposa está embarazada. A la luz de un humano pero idealista Gordon que tiene fuerte presencia en el conjunto vemos a un Batman decidido, aceptando y proyectando su pasado, en datos a grosso modo pero precisos, mientras asume -y se asume- su papel en la salvación de la ciudad. Por ahí se ve la historia de Selina Kyle y su transformación rauda en Catwoman; sus habilidades de combate y su choque con el murciélago humano.

Batman: year one comparte vínculos con Batman: The Dark Knight Returns, siguen algunas ideas en común, aparte de provenir de una renovación dictada por la pluma de Frank Miller, su trazo veloz y un aura de arte rompedor nada limpio; tienen un destacado pero parcial tono realista, cercano a los cotidiano en varios rasgos, a los problemas identificables aunque dentro de una ficción y una aventura fantástica propia de cómics de superhéroes (más la segunda parte), como su modernidad y su lado cool, su soltura, su explicites en la acción y sus repercusiones en los combates, su ir a complacer más al adulto que a los niños, su agilidad narrativa y su claridad argumental sin perder un tono humano y mayor al simple dibujo animado de primera referencia, o sea el infantil, sino saciar ese lado oscuro que muchos creemos es la verdadera y mejor identidad del cómic que muchos apreciamos. Otro rasgo es que Batman, aunque muchos no lo ven así, vive una fuerte represión hacia su persona oculta, la que es una necesidad, entonces cuando la ciudad  vuelve a caer en el caos, en la alta criminalidad, en la anarquía y su peligrosidad callejera, y la policía no puede detenerla, se requiere de su presencia. Sin embargo la trama de The Dark Knight Returns nos presenta un nuevo contexto, bastante especial y opuesto, Bruce Wayne tiene 55 años de edad, yace retirado hace diez años tras la muerte de Robin, Jason Todd, y decide como anuncia el título regresar.

La primera parte de Batman: The Dark Knight Returns, nos pone como entes de destrucción e inseguridad a los denominados mutantes, una pandilla de punks que son inhumanos y asesinos implacables, naturalmente proclives a la violencia pero anclados al servilismo límite (matan a un niño aun recibiendo el rescate económico por él). Los mutantes tienen un líder muy parecido al Bane más ligero que uno conozca, solo puro músculo, y lo que se hace complicado al enfrentarlo, su juventud. En cambio el hombre murciélago está viejo pero sigue fuerte, valiente y confiado en sus nociones, por lo que vemos que hace frente a todos con esa misma agilidad de antaño, salvando algún esfuerzo extra. No obstante ahí es nada porque sale a flote no solo por su inteligencia, sus recursos técnicos, su osadía, sino con su capacidad de pelear a puño limpio. Acepta pelear cuerpo a cuerpo con el mastodonte, inmisericorde y bruto líder mutante, en dos oportunidades; la segunda ya con algún truco bajo la manga pero igual de aguerrido.

El relato es sencillo y es artificialmente nostálgico, como en un colofón glorioso que es lo que apunta constantemente, un ir hacia adelante frente a la lentitud, al pasar de los años, pero en donde a nuestro héroe le queda ante todo la experiencia si bien parece no haber cambiado en realidad. Aunque luce como un anciano sigue siendo Batman. Le da duro a todo el que se mete con él y no se podía esperar otra cosa, por lo que es, un cómic que con buena dosis de modernidad y audacia también requiere de ciertas constantes tradicionales, sino no existiría. Lo  mismo le pasa a fin de cuentas y en otro grado mucho menos notorio a Christopher Nolan y la discusión de que era o no realista, lo cual parece algo bastante tonto de pedirle a un personaje de historieta, y es que desde el arranque se nos muestra inverosímil, solo irrigado por unos pocos rasgos realistas pero que es una fantasía en toda regla.

Otro rival es Dos Caras, que nos dice literalmente –y en varios planos- que uno aun con cambios físicos sigue siendo el mismo. También destacan algunos toques de recuerdos que son muy escuetos pero son como brillos iluminadores, que hacen al héroe quien es, exhiben sus rasgos de identidad ya muy populares. Batman no deja de tener ese fuego en su interior ni con avanzada edad, yace inamovible ese combate por superar sus pérdidas y en quien lo ha convertido (depende de ello), bajo la curiosidad en el filme de monologar con su propia psiquis de forma exaltada, y es que si vemos bien Batman está un poco loco. Además, en pantalla se da la sutil ironía, en realidad de siempre con el personaje, para quienes decían de que Robin tenía un aire afeminado; la elección de una niña lo hace algo muy esencial, muy descarado, pero entretenido, como es siempre éste magnífico superhéroe.

La primera parte no auguraba algo destacable como ha sucedido, los mutantes son bastante planos como personajes, no representan mucha imaginación en el trazo ni en el fondo. No obstante todo el paquete es lo que la hace sumamente agradable, y aun con estos enemigos se hace audaz. En total, entre ambas partes, mucho importa ver la trasformación del tiempo, ese nuevo contexto desplegado como impremeditado, en cada presencia dentro de una novedosa interpretación visual y hasta en parte de su fondo, todo envuelto en un aire de cierta modernidad. Tenemos la infaltable y constante prensa, las autoridades, las entrevistas a analistas y psiquiatras, la intervención de un presentador de televisión, que la hacen una historia más mediática, analítica y referencial en su discurrir predominantemente ligero.

La segunda parte gracias al ambiente anterior –concreto y bien desarrollado- se dedica a ser solo un poco original en su trama, en la misma dirección pero ya de forma menor recogiendo la miel que le precede, pero nadando en personajes más atractivos a través del hecho de estar consolidados y ser un gancho seguro en el espectador que no se cansa de volver a verles. Surge siempre clásico el Joker como rival, que con él es como dicen que un superhéroe no sería nadie sin un buen antagonista. El plan es sencillo y es un macguffin, pero termina siendo una matanza insaciable y un enfrentamiento final muy duro y explícito. Hay más, Batman se enfrenta a Superman estando viejo. Es el hombre intachable que obedece al gobierno de Estados Unidos, versus el que es un audaz, efectivo, justo y exitoso outsider, metafóricamente interesante. Esto uno no lo puede creer sino lo ve y es que viendo lo que ya nos han reflejado parece una lucha imposible, aun siendo Batman, y juega como connotación doble, porque es un hombre contra uno que no lo es, sino de otro planeta con poderes superlativos, mucho sabiendo que el hombre de acero sigue siendo el mismo de antaño, joven y poderoso.  

Ésta segunda parte aunque en realidad no aporta casi nada nuevo en su superficie y utiliza un refrito muy gastado en una nueva guerra atómica entre una ulterior Unión Soviética y el país de las barras y estrellas por un territorio en disputa, se hace más entretenida, más fácil, e igual sigue el mismo método, aparecen algunos viejos personajes como Selina Kyle (a la que vemos irónicamente vestida de Mujer Maravilla y le cae precisa la frase malvada del Joker, los años no perdonan); y un superhéroe que ahora tiene su propia serie de tv., Oliver Queen, Flecha Verde, que es otro ejemplo de una constante en el filme, ser el mismo, seguir siendo un superhéroe aun siendo ya un hombre sin disfraz. De aderezo presenciamos a los mutantes divididos, a Robin, y la persecución policial en un nuevo comisario, y el anunciado y esperado cierre “definitivo” de la leyenda.

martes, 15 de enero de 2013

Life of Pi


La película que nos compete está dirigida por el taiwanés Ang Lee, merecedor del premio de la Academia del 2006, por Brokeback Mountain. Pi, un joven indio naufraga en el océano pacífico y sólo en una balsa adaptada por él queda a su supervivencia, conviviendo con un tigre de bengala llamado Richard Parker. Todo ello contado por el propio Pi a un novelista que cree que su historia será un éxito de ventas. Sin embargo, sería muy frío el filme si sólo fuera esto, y éste propone calidez, identificación, y se afianza a una reflexión sobre Dios y, además, la trascendencia de los animales, por lo que tenemos una propuesta muy solvente.

El filme arranca como un cuento, pero primero somos participes del exotismo y belleza salvaje de una gama de bestias del reino animal, para luego ya entrar a rememorar el particular nombre de nuestro héroe en la denominación de una famosa piscina francesa, Molitor, y así queda, en recuerdo del mejor momento de la vida del amigo entrañable de su padre, Piscina Molitor Pate; lo que será motivo de burla en el colegio, pero llegará el audaz rescate de su orgullo con un nuevo sobrenombre, únicamente –y bastante- Pi, como el esencial número irracional infinito. A continuación se brinda el contexto del protagonista, el zoológico, el primer encuentro con el tigre, el amor, las múltiples religiones y el viaje familiar a Canadá; mediante buen ritmo, carisma y soltura, mientras volvemos momentáneamente al presente, donde yace el actor indio -conocido en América- Irrfan Khan en el papel del personaje ya adulto.

Una notoriedad del filme es que aparte de una breve intervención del francés Gerard Depardieu no hay figuras que reconozcamos con facilidad en el mundo occidental, aunque en adelante estoy seguro que muchos recordaran la belleza de la actriz india Tabu, y al joven actor Suraj Sharma del cual el filme se apoya en lo que en realidad es, los días de abandono y resistencia de Pi en medio del océano, tras un comienzo atroz, el hambre y la depredación, entre una hiena, un orangután, una cebra y un tigre. Escena metafórica que nos reta a creer en algo increíble al servir de contraste y que pone en juego el reto de la fantasía para sustentar la creencia en Dios. Una hipótesis que busca “convencer” o conciliar con el no creyente, brindándole lo que espera escuchar aunque creando complicidad. Ya antecedido por el diálogo con el padre de Pi en la mesa familiar en donde invoca la racionalidad como centro de la mejor forma de creer. Audaz pero muy lejos de complacer a todo el mundo, pero, claro, busca hablarnos de religión de forma amable en un mundo que empieza a no creer más que en lo terrenal, sin embargo es de destacar que la habilidad de la historia logra colocarse de tal forma que la que parece fantasía resulta la mejor opción; otro homenaje, aunque discreto y parcial, al género al que se adscribe para algunos, mientras que para otros se trata de aventura. Y esto es definitorio para ponernos en el lugar al que llama nuestra consciencia religiosa o nuestro agnosticismo, e incluso el filme va más allá, propone que hay alma en los animales. Richard Parker puede ser un ángel, la última escena nos deja esa sensación. Lo que sí es que éste es un tipo de reto espiritual; es lo que entiende Pi sea o no verdad; un reto de fortaleza, como el mismo personaje lo dice.

El relato tiene un cariz fantasioso, propio de un cuento de las mil y una noches y se nota desde el comienzo por la forma de la narración, siendo además literalmente un recuerdo a puertas de ser una obra literaria. La condición del joven en la intemperie inclemente atrapado con un animal indomesticable no es algo muy realista. Aprender a sobrevivir sin ninguna experiencia, con manuales, con un bote que parece salido de un milagro, estando impávido, y encima afrontar una responsabilidad ajena y especial, no alcanza como historia verídica, pero como ese es el leit motiv del filme, estamos ante una propuesta redonda en lo argumental.

Al naufragio se le dan algunos matices. Pi sueña, desvaría, ve en los ojos del tigre, y esto inteligentemente se ajusta nuevamente al fondo de la trama, a la creencia de Pi en algo distinto a su padre, como en el lado cristiano del protagonista. No obstante, esto hace de espejismo, de treta al fin y al cabo, ya que Pi recurre a la lógica paterna para proclamar su ideología. El asunto de creer se vuelve más alucinante, recordemos que ya sabe el director que eso le sirve -gracias al guion de David Magee, basado en la obra del canadiense Yann Martel-, y cae en lo que se puede ver como otra metáfora, el mundo tiene una noche y un día, dolor y esperanza, mientras en la vivencia más práctica la isla yace desierta por su capacidad de muerte que la cobija y eso impulsa a que nuestro héroe emprenda la retirada.

Estamos ante un canto de optimismo, muy fiel a lo que vemos en el protagonista, si no tampoco hubiera sobrevivido. Por ahí un grito de increpación al Todopoderoso, mismo Teniente Dan Taylor en Forrest Gump (1994), poco antes de entender el designio divino; sólo un momento pasajero y natural. Fácil sí, aunque tiene siempre la intención de dejar para la imaginación cierto dolor, ya que en esencia el naufragio representa algo dramático, pero razonablemente no en el quehacer cinematográfico de Ang Lee. Pero es que el filme no busca salirse de ser una obra que desea entretener, hacerte sentir bien, siendo en efecto bastante sencilla aunque con su toque inteligente que la haga mayor de lo que es y que lo consigue, y eso que falta mencionar que es trepidante, tiene una buena promesa de violencia (proclamada en las agresiones carnívoras de la hiena), es satisfactoriamente deliciosa visualmente, tiene buena estética (como lucir algunas mezclas de colores atractivos), sabe mantener la expectativa en el ambiente, dosificar la tensión y manejar una coherencia notable, que genera una falsa sensación de realismo. Un filme notable, que sabe llegar al público, que es reflexivo en dosis respetable, que quiere presentarnos una aventura extraordinaria, como la vida misma, en que lo mejor nos dice es creer, pensar el mundo con ilusión y fantasía, con fe. 

domingo, 13 de enero de 2013

Looper


Rian Johnson se ha hecho más popular a nivel mundial pero aun no despega hasta lo más alto del séptimo arte en su país y de ahí irradiar al resto gracias al poder de su cine, pero está en ese camino, intentándolo y muy bien. Con la presente película nos demuestra que es capaz de manejar ingeniosas tramas, complejas ideas, ya que unir cabos entre el futuro y el presente en el cambio de la acciones producto de la tergiversación de lo que hacemos en el tiempo no es asunto sencillo, y no solo es eso sino que llega a urdir su propia imaginación colocando elementos nuevos y fantásticos, que son varios. Un rasgo de su inteligente propuesta es que se aboca a su tema y no trata de abarcar más de la cuenta ya teniendo mucho entre manos, para ello recurre a salidas ingeniosas en los diálogos, como quien quiere decir que sabe pero no necesita decirlo y ahí la elipsis no se echa en falta ni la trama necesita de mayor contexto. Looper para quien escribe ha sido una gran sorpresa, se esperaba un filme comercial trepidante y de alguna forma predecible pero el ingenio puesto ha dado un escalón más en su haber, algo que admirar.

Y no es primera vez que Johnson hace algo que parece muy original, ya en su primer filme, que se ha convertido en uno de culto, Brick (2005), se veía su habilidad con las  mismas características que Looper. Brick, es un neo-noir ambientado en la escuela secundaria, que también cuenta con el protagónico de Joseph Gordon-Levitt. La trama gira entorno a la ex novia desaparecida de Brendan (Gordon -Levitt) a la que no puede olvidar y que se halla metida con drogadictos y dealers en su promiscuidad y adicción. Una vez que ella balbucea algunas claves del relato en una conversación telefónica se da la búsqueda del misterio a manera de según declaraciones del autor de una típica historia inspirada en Dashiell Hammett (maestro de la novela negra americana) a quien admira y del cual se empapó tras ver Muerte entre las flores (1990) de los hermanos Coen. Brick se mueve aunque seriamente en medio del imaginario de una historieta, con algunos toques infantiles y fantásticos, bajo los prototipos que no faltan en el género literario, donde The Pin es un chiquillo espigado y cojo que lidera el negocio de las drogas, pero aunque vive en un barrio pobre viste elegantemente, y comparte hogar con su madre que dulcemente atiende a su amigos; otro que destaca es Tugger, un joven matón bruto del tipo rapero que solo sabe golpear a todo el mundo, mientras no falta la femme fatale en la bella y sensual joven actriz Nora Zehetner que aunque desconocida me recuerda a Natalie Wood; también tenemos a la vampiresa y explotadora que es aficionada al teatro y que viste muy cool en Kara; tampoco falta la ayuda de un chico muy racional al que idóneamente se le conoce como el cerebro. Es una buena propuesta que luce sencilla visualmente pero que tiene un guion muy intrincado pero bien estructurado en donde se unen muchas aristas, se mezcla el amor, la droga, el robo, la mentira, la manipulación y la venganza, y no es hasta el final en que se descubre y se sabe la verdad, satisfactoriamente explicada. Así mismo en Looper todo encaja perfectamente.

Looper nos remite al año 2042 en que unos asesinos a sueldo (los loopers) reciben misiones del futuro, del año 2072, de la mafia que no puede ejercer el homicidio. A través de una máquina de regreso en el tiempo ya inventada por esa época se encargan de tipos marcados para la muerte. Sin embargo hay una cláusula especial que cumplir sino serán ajusticiados en su actualidad por la empresa a la que remiten, si dentro de 30 años siguen vivos deberán ser enviados en el tiempo y ser asesinados por ellos mismos o por sus compañeros, ya que se quiere borrar todos los rastros de criminalidad. Todo va “sobre ruedas” para Joe, el actor Joseph Gordon-Levitt, aprendiendo francés para su retiro millonario, solitario, sencillo, con una pareja sin ataduras y promiscua siendo asesino y adicto a las drogas. Cuando le llega lo que parece un trabajo más no termina siendo así, le viene desde el mañana su yo posterior (Bruce Willis) con su propia motivación entendible y hasta noble si bien el fin no justifica los medios. No solo es no dejarse matar sino perpetrar algunos asesinatos por su cuenta que trastoquen su devenir y el de su pareja, y en ello se dará una lucha y una persecución y sobrevivencia en varias direcciones.

Algo que no hay que olvidar es que estamos inmersos en un contexto de puros criminales y a fin de cuentas amorales véase como se vea, algunos no hoy sino mañana pero todos son gente carente de la salvedad del ideal que se suele seguir, por lo tanto el desorden que propicia el Joe viejo ya viene adscrito desde el inicio. Ni el personaje de Willis, ni el de Levitt o el niño que será el hacedor de lluvia (además ya denota inestabilidad y peligro con sus poderes de explosión) son ni serán impolutos. Las decisiones que se toman versan desde la humanidad de cada uno, pero son en esencia aceptables; tenemos el amor por la esposa, por la joven de la que recién se ha enamorado o por el hijo, pero como se ve todo lleva consecuencias que perjudican a terceros. Ésta mujer es la bella Emily Blunt, con un acento rural americano muy bien desarrollado, a quien se le agradece una belleza sin tanto artificio. Al final, visto bien, el filme se resuelve de la única forma lógica, pero se debe de decir que no llega a ser predecible, gracias a los momentos bien desplegados de los propios intereses, a los nuevos descubrimientos progresivos, muy bien distribuidos, a los encuentros de los distintos bandos y esa secundaria bisagra en Blunt. La organización de los loopers tampoco representan a los malos –en sí como se ve todos los entes activos lo son- sino solo cumplen con lo que hacen, se deben a sus reglas, y Joe en ese sentido no puede achacarles nada siendo uno de ellos y sabiendo de que trata, incluso llega a ponerlo en práctica con su mejor amigo (en el papel de Paul Dano), por no perder su dinero.

Una curiosidad de la propuesta es ver que Gordon –Levitt tenía un rostro medio raro, y eso se ha debido a que lo han transformado con maquillaje a los rasgos faciales de un joven Bruce Willis, para hacer más creíble la noción de ser los mismos. Esto es algo irrelevante en realidad pero que habla del perfeccionismo del autor. A su vez “sorprende” ver, y es que uno tiene pegado en la mente su vena cómica, a Jeff Daniels como el jefe de los loopers en el presente. No lo hace mal pero no logra cautivar, sino resulta muy anodino, y eso invoca la poca fuerza que representa su organización a la hora de la verdad, y es que la acción de estos no logra ni hace nada impresionante. No obstante predomina un cuidado en ello, que termina siendo correcto y justo para el total. Pero si vemos la ironía de que se enfrentan a Willis y lo que uno se predispone con Daniels, todo resulta bastante coherente. Además, es algo paradójico, porque el filme carece de buena comedia, el lado tonto lo quiere dar en parte el personaje de Kid Blue (Noah Segane, asiduo en los filmes de Rian Johnson) y pasa muy por debajo, no por él sino por su papel. De todas formas esa ausencia de relajo en la broma en general no se hace estimar, salvo cuando en pocas ocasiones se le busca y falla, siendo algo menor ante tanto logro.

Visto desde adelante hacia atrás todo parece muy sencillo, y eso enaltece la obra ya que es redonda, consciente de su ingenio y estructura, no hay falsedades ni extravagancias aun siendo una cinta curiosa y audaz. Es ante todo un cine transparente, racional. Se puede ver que Johnson ha construido una tela de araña perfecta que se cierra en cuanto se toma noción del entorno, de los acontecimientos y vertientes, cuando ya el futuro yace limpio, y nuevamente predomina la virtud máxima del filme, aprender, ser mejor, aunque unos en realidad estén equivocados, y lo notamos ante lo que define y reúne todo.  El filme se afirma en algunas palabras claves que llegado el momento saltaran como chispas en el espectador y no en el arranque sino en el desenlace, pero en la misma senda, si afinamos la vista notaremos que Rian Johnson ha seguido las antiguas coordenadas de Brick pero con un presupuesto mayor, con actores famosos, con una estética y efectos especiales de primera. Ahí yace el ejemplo de lo que significa apertura económica, poder hacer más perfectas visualmente las ideas (que son como ha demostrado el director lo más importante). Por lo tanto, Rian Johnson nos alienta a pensar que al cine comercial americano le espera una mayor luz de grandeza gracias no solo a directores como Ben Affleck o Christopher Nolan sino también al traspase de algunos cerebros del mundo indie como él que toma fuerza y al que le auguramos más éxito.

Kauwboy


Hay pequeños filmes que con su llaneza pero solidez atrapan la emotividad del espectador,  un poco de calidez y reflexión bien encaminada pueden ganarse el aplauso general, incluso de la exigente y atrevida crítica. Kauwboy es esa clase de filme. La trama la podemos resumir en un tronar de dedos, un niño que vive solo con su padre, un guardia de seguridad algo duro, encuentra un grajo (un ave negra de especie europea) y al adoptarla arma un vínculo con ella ante la dificultad de tenerla en su  hogar por la negativa del progenitor, la vida de los animales está afuera le dice, en clara metáfora de los seres humanos que yacen en su interior.  Además comparte atracción con una vecina y compañerita espigada, rubia y sencilla del equipo de waterpolo que tiene la característica de hacer globos gigantes de chicle de color azul. Todo debajo del meollo del asunto en la ausencia de la madre.

No es un filme complicado pero maneja sutil sustancia, hay una unidad que relaciona el cuidado del ave con la falta que le hace al niño la madre, supuestamente de gira musical en Estados Unidos, y a la que el pequeño Jojo (Rick Lens) de 10 años de edad llama repetidas veces para contarle sus fantasías y diario vivir, en el teléfono solo deja mensajes, nadie le responde. Es entonces que el cariño volcado hacia el ave hace aparición, su trato ordinario propio de un niño curioso con una mascota atípica a la cual aun a toda prueba sabe cuidar oculta sentimientos interiores no procesados, hirientes o complicados en la mente de un chiquillo. Esa introspección se presenta de manera muy idónea con el razonamiento infantil, vista desde un aire psicoanalítico.

La propuesta del holandés Boudewijn Koole que apenas dura hora y veinte minutos es un filme pausado pero no lento, con aire simpático pero con pequeños conflictos, algunos roces en el colegio o el trato a veces rudo con su padre, uno que no es un ogro ni una mala persona pero que tiene arrebatos desagradables. El niño es muy activo, muy seguro e independiente que exuda alegría e intensidad. También destila en su discreta historia la ternura de su entusiasmo por aquella niña con la que comparte su pasión por su ave, que se le da cabida como si fuera un personaje más, a la que estudia en sus características, es un niño despierto.

En la pantalla vemos la cotidianidad del jovencito, su mundo, su nuevo compañero y mascota, su cierta soledad, ya que hay una distancia con su padre y en la casa él debe hacer los quehaceres, ser diligente, aunque todavía se le escapan naturalmente algunas tonterías. No es un filme de grandes acontecimientos ni siquiera de contundentes verdades sino de un ser humano en crecimiento que enfrenta su existencia ya con varios retos y actos de superación, de cierta forma se debe hacer un hombre a temprana edad, asumiendo algunas responsabilidades y actitudes (positivas) dentro de su espacio, como en ese acto simbólico transportado del ser padre hacia él en su grajo, es un reflejo de lo que necesita y a falta de tenerlo lo da, lo busca. Sin embargo necesita comprensión ya que esta en edad de descarriarse, de perderse (la ira con la piedra sobre el puente), de resentirse con la vida. El filme gira entorno a él, es la historia de Jojo y no hay más. Lo que hace la propuesta algo que visto sin ojos sensibles puede pasar desapercibida, minimizada, ser poca cosa ya que el filme se afianza a una estructura que lo hace una realización ante todo intima.

Debemos ponernos en su lugar, para eso Koole nos hace reaccionar con algunos efectos pero en sí no se luce intensión de efectismos gratuitos. El padre no es una caricatura aunque es un personaje con no demasiadas aristas desarrolladas, no obstante hubiera sido fácil provocarla, ni el niño representa la indefensión absoluta (aunque claro es un menor), sino es a un punto autosuficiente y hasta atrevido. Reacciona como con los golpes de enojo que les da a los casilleros insistentemente, la huida de casa, su reiteración de tener el ave (más fuerte que todo porque representa su solidez emocional) o la mordedura a su tramposo compañero en la piscina.

Es grato hallarse con un filme tan diáfano, tan humilde pero bien hecho, con un mensaje claro, una mirada a la infancia, tan importante por la pureza y el arco iris que se merecen en un mundo que lastimosamente les toca a muchos ser duro desde antes de lo previsto. Se trata de calidez de principio a fin. Y eso irradia al observador.

jueves, 10 de enero de 2013

The Man from Nowhere

El primer filme del director surcoreano Lee Jeong-beom, Cruel Winter Blues (2006) fue un gran debut, una trama sentimental y llena de simpatía en la relación de un gánster con la madre del asesino de su mejor amigo en que esta va sacando un lado sensible a este salvaje hombre que planea su venganza alrededor de ella, retratándose el accionar de los criminales haciendo la pregunta de si es que hay algún código ético entre ellos o si es que guardan humanidad frente a su diario quehacer delincuencial en que el deber y la frialdad son una norma. En ese lugar el  protagonista sale de la apariencia única y definitoria de rudeza para mostrarse ineludiblemente violento en ocasiones dado su naturaleza pero principalmente a la par de otro ser humano ordinario, enamorándose, ennobleciéndose con una anciana y haciendo reír al público con su extravagante personalidad.

El director en esta nueva oportunidad nos da un argumento contrario, esta vez un hombre silencioso y solitario se convierte en un animal de caza, un ser que depende de su violencia y efectividad para deshacerse de sus enemigos. Requiriendo de otro tipo de conversión en que despierta en él su sed de venganza, su necesidad de recurrir a toda su brutalidad, para recobrar a su pequeña vecina, So-mi (Kim Sae-ron), una tierna niña de unos 12 años de edad, que yace en una condición de desamparo con una madre drogadicta y que en su mutua soledad lo llena de cariño con sus actos dulces, haciendo que éste la ponga como prioridad frente incluso a su propia vida contra un grupo de micro-comercializadores de droga y vendedores de órganos, una nueva mafia que tras un ajuste de cuentas la tiene de rehén en las condiciones de ejecutar sus ilícitos negocios a costa de la vida de ella.

Lee Jeong-beom utiliza como héroe de acción al actor Won Bin, quien camaleónico pega el salto de su actuación de hijo con cierto retardo en su anterior película, Madeo (2009), a este ser implacable que ha sido por mucho tiempo un ente de elite de fuerzas especiales, encargado de aniquilar objetivos y que además es un experto en lucha cuerpo a cuerpo.  El filme no es ninguna novedad, se trata de la enésima vez que se retrata a un furioso salvador que trata de eliminar a una banda de asesinos, solo y en un despliegue espectacular de sus habilidades, sin embargo es un goce del entretenimiento verlo en pantalla. Y aunque se da con talento en el cine occidental que lo ha sabido explotar a raudales y lo sigue haciendo constantemente, nos trae la gama de luchas marciales que el cine asiático sabe bien manejar y ostenta su personalidad (el enfrentamiento explícito y descarnado -a velocidad en que el ojo puede apreciar el movimiento- con cuchillos de un solo hombre contra un grupo amplio de mafiosos), dándonos una exhibición potente que suele ser la delicia del espectador del cine de acción. No falla aun empezando muy suave y elípticamente, ya que se recurre a mostrar varios combates resueltos, ensanchándose la curiosidad de hasta qué punto Cha Tae-sik (Won Bin) es una amenaza matando, y llega por la mitad en adelante del filme en que se nos brinda el despliegue tan esperado, totalmente preparado pero cumplidor, donde vemos las continuas ejecuciones, las muertes implacables, de ese lobo que empieza a comerse a las ovejas. Ahí como se acostumbra los ataques son frontales e impresionantes, no se trata de astucia en realidad sino de un aniquilamiento atroz en que  se exalta la acción más vistosa y llamativa. Y todo tras calentar la expectativa, enaltecerlo y postergar los actos en plena faena. Se crea la sensación de desilusión pero para luego premiar nuestra paciencia con creces.

Tampoco pueden faltar los antagonistas, los targets que están detrás del jefe gánster a perseguir siendo este un poco pusilánime, uno es el hermano criminal que yace con la sonrisa sátira y burlona, Jong-Suk (Kim Sung-Oh) que no muestra el más mínimo escrúpulo, y que nos recuerda aunque en mucha menor medida a ese maravilloso carisma para hacer de peligroso matón del actor Billy Drago en Los Intocables de Brian de Palma. Otro el guardaespaldas muy bien entrenado que está a la par con nuestro héroe y representa el gran reto, Ramrowan (Thanayong Wongtrakul). Y del otro lado los detectives de la policía que abren el espectro de un todo contra todos en que como se ha de esperar no consienten el ojo por ojo pero de alguna forma entienden que éste se trata del mal menor para ellos. Los dos oficiales logran imprimirse su propia identidad haciendo que el filme tome forma. Con su método rudo y su decisión de terminar con el clan y con el renegado que los está siguiendo.  Como se aprecia todo muy típico, y aun así que trepidante y emocionante resulta la película. Es algo muy primario el efecto en el público pero reconfortante hallarse de vez en cuando con un cine de estas características que cumple plenamente con el género. Recurriendo a las sólidas bases, con un guion que no es vulgar ni mediocre pero tampoco excepcional y avalando coreografías y repercusiones, toques de emotividad bien resueltos. La toma del choque contra la ventana se ve muy bien, muy natural y llena de adrenalina. Mientras la escena del frasco con los ojos una audacia muy bien planteada en su momento  a pesar de ser chocante. Si falla o no en ese sentido más tarde trastocando su brutalidad y realismo ya depende del sentimentalismo de cada uno que yo comparo con sentirse como ya liberado de un orgasmo y el cierre transcurre en ese lapso aunque ya se la había jugado, faltó creatividad  a último minuto.

La historia presenta capas de varios conflictos, hay una enredada trama llena de delitos y en que se apela a la traición y separación de bandos, hay una estructura compleja dentro de la mafia, en la que se prolonga el misterio de las habilidades de Cha Tae-sik y en que se da acción secundaria. Sobresale el actor Song Young-Chang (The foul King, 2000) que expande las miras y hace menos predecible la película. Queda como una tercera pieza en juego. No obstante es solo densidad en buena parte gratuita ya que finalmente es la acción y el ajuste de cuentas el que toma toda forma y dominio. Es un filme neto de entretenimiento, y como tal es muy adecuado para relajarse. Si vemos bien no nos propone más de ello desde el arranque con la uña pintada de rostro feliz, no le pidamos más entonces y saldremos muy satisfechos.