La película de Juan Antonio Bayona ha roto récords de
taquilla en España, se ha convertido en una de las cintas más rentables de la
historia de su cine, lo cual se debe a tres factores desde quien se encarga de ésta
crítica, uno a sus actores, a los muy famosos y queridos por el público, Naomi
Watts y Ewan McGregor, a los que si les va en serio la broma de que irían a
España ante tanto éxito, recordando que McGregor estuvo en el último Festival
de San Sebastián (2012) para promocionar el filme y recibir un premio
honorífico, el Donostia. Otro a su lado emocional, sentimental, su dramatismo escénico
que conlleva el núcleo de la humanidad, la familia, su unión y su desesperación
ante el caos que los pone frente a la muerte y a la omnipotencia de la
naturaleza, a su salvaje quiebre y
destrucción. Y tercero a ser una película muy bien estructurada, dosificada
inteligentemente durante sus casi dos horas de duración, una primera parte
desde la madre, María (Naomi Watts), junto a su hijo mayor, Lucas (Tom Holland), y la otra desde el padre, Henry (Ewan Mcgregor), y sus dos hijos menores. La
cinta se alarga en base a una sencillez
temática y no se repite, logra guardar un aire de novedad, asumiendo constante
emotividad en una variedad de momentos. La historia es sobre el tsunami que
arremetió la costa sur y sureste de Asia el 2004; la familia Bennet, de origen
inglés, son participes de ese desastre natural cuando vacacionan en Tailandia.
El primer factor
Son muy bien desplegadas las
actuaciones de los protagonistas, llevan una buena carga de tensión y de temor,
en esa desesperación que implica el amor más fuerte de un ser humano, el de sus
seres más próximos, el de la esposa y el de los hijos. Watts ya ha mostrado
antes una clara disposición al drama, a mostrarse sometida por el feroz
destino, por lo que a ella no se le hace complicado compenetrarse con un
personaje que yace mucho en la congoja, en el dolor, pero también siendo a
ratos fuerte como en su nado dentro del maremoto tras violentas sacudidas y
heridas. Lo que busca en su aporte interpretativo es la intensificación del
drama, no se trata de diálogos sino de trasmitir con lo físico, ya que más anda
convaleciente, echada en una camilla, adolorida, golpeada por la inclemencia de
algo impremeditado en un país distinto al suyo. Lo logra, funciona, y es una contundente
competidora al Oscar 2013, única nominación del filme en dicho certamen pero que
en los Premios Goya ostenta 14 nominaciones. Watts prima en lo que conmueve y en lo que genera
complicidad visceral en el espectador.
Así tampoco le va mal a McGregor, que
nos tiene acostumbrados a su simpatía, a su seductora y agradable sonrisa, siendo
un carismático actor que suele mostrarse en pantalla y fuera de ella como el
más normal y feliz de los individuos, su papel no decae y logra asirse convincentemente
al mismo registro de Watts, aunque en estado hiperactivo ya que en él recae la natural
responsabilidad de su unión familiar, relegada en buena parte a su hijo mayor
que toma la posta y se hace cargo de su madre, mostrando aplomo, y madurando en
el desastre, recordando que en el avión no se valoraba mucho la tranquilidad
que reinaba, había cierta insolencia en no apreciar que la vida puede ser
bastante endeble y que estar seguro es una bendición que agradecer, como
termina sucediendo en el desenlace, conscientes de haber sido participes de
descubrir una realidad que les da un renacimiento existencial.
Tom Holland es
un fenómeno, una joven promesa, su aporte inquieta, enardece, fastidia,
entristece, emociona, es muy expresivo y lo hace desde la representación de su
edad, desde su inexperiencia en la existencia y desde su fuerza vital, desde
mostrarse tal cual, desde sus más abiertos sentimientos, puede ser molesto y a
la vez enternecernos, es una buena muestra de la complejidad humana en su lado
primario, desde el instinto y lo más interno, lo más simple y a la vez lo más
potente y verdadero. Su actuación sobresale y domina el ecran, la preocupación,
la fortaleza, se propone desde su rol, en un estado naturalista.
El segundo factor
La esencia del filme, ya que realmente
la trama es muy plana. Vale el filme más por su fondo esencial de poderosos afectos, una
familia rota literalmente por un desastre que busca reencontrarse. Ahí Bayona
hace gala de todo su ingenio, de su lado más cautivante para el público
sensible. Constantemente recurre a escenas donde hay emociones, el niño rubio que
ayudan al inicio que está abrazando a su padre, Lucas expresándose gestualmente
ante ese momento. Tenemos el creer a la madre muerta cuando no la encuentran en su
camilla del hospital. La pelota roja en manos de Henry en el lugar de los
acontecimientos, la piscina en donde jugaban sus vástagos. La descripción del
incidente desde lo personal en medio de la fraternidad de un grupo de
sobrevivientes foráneos. El filme es una mirada occidental con predominancia
extranjera desde el espacio asiático pero que pone algunas figuras autóctonas. Esto
puede ser incongruente en cierta forma con ese cariz universal en que se basa
el filme o es que no lo toma en cuenta el director porque lo cree implícito no
viendo ninguna diferencia ni necesidad en las distintas ascendencias implicadas,
o es que era una producción destinada al público angloamericano en que gustan
de verse retratados mayormente. La zona es exótica y paradisiacamente
turística, e incrementa la sensación de unificación de lo que es la vida, el
goce y el sufrimiento siempre a puertas uno del otro.
Abundan los momentos esenciales de afecto. María tratando de darle
valor a una damnificada en estado de shock. Lucas siendo diligente y ayudando a
hallar personas separadas por el tsunami. El padre explicando a los pequeños
hijos que tiene que encontrar a su progenitora. Un sinfín de piezas que
articulan el estado de mortificación y entusiasmo ante superar alguna crisis
que destruye toda nuestra seguridad y paz. Como es algo fragrante mucho se cae
en cierto estado de facilismo en cuanto al dramatismo pero a su vez parece un
reto de credibilidad, busca ser convincente y de eso trata pero a veces no
convence o es que se nos duerme el sentimiento, caemos algunas veces en la
frialdad de la desconfianza, dándose una aclimatación ante la constante
reiteración emotiva. Pero es un toma y quita, a ratos nos conmueve, nos
moviliza y a otros no deja indiferentes,
esto varía en el espectador, pero es inevitable ya que es repetitivo. También parece
a ratos algo grandilocuente, solemne, parece una declamación poética con énfasis
en sus versos, en sus estados e instantes,
algo que entre desmerece ante la exageración y dramatiza eficazmente. Démosle mitad
y mitad, ya que sino no apreciaríamos en nada el filme siendo esto lo importante
del conjunto. Definitivamente no es banal pero sí que es muy sencillo y
comercial el filme. Estoy seguro que Bayona sería un monstruo en Hollywood
en cuanto a recaudación y llegada masiva.
El tercer factor
Con esto el tercer factor es sacar provecho de los dos primeros puntos y lo hace bien. Se ve un tecnicismo escondido muy bien pensando,
prolonga lo que podría caber en unos minutos, se centra en las consecuencias
del tsunami sacando siempre un as bajo la manga y sin amodorrase enfocándose en
su continuidad coyuntural dando giros e incrementando la curiosidad, no decae,
no deja de crear interés y eso es un don ante la sencillez que trabaja. Tiene la vocación de centrarse en un núcleo que figure el conjunto, de esto que
podamos perdonarle una cierta ausencia de conjunto, de ser completo en toda
palabra que no lo consigue en ciertas ausencias o quizá no lo busca. A su vez
los efectos especiales son perfectos, la recreación de lo que le sucede a María
no puede ser más detallista y lo de la piscina basta y sobra para asumir la catástrofe,
eso sí. Bien por Bayona que produce
reflexión, algo que pensar de forma directa, simple, como la vida misma es en la
práctica, y aun así tan complicada en todas sus aristas desde una raíz
elemental.