El director en esta nueva oportunidad nos da un argumento
contrario, esta vez un hombre silencioso y solitario se convierte en un animal
de caza, un ser que depende de su violencia y efectividad para deshacerse de
sus enemigos. Requiriendo de otro tipo de conversión en que despierta en él su
sed de venganza, su necesidad de recurrir a toda su brutalidad, para recobrar a
su pequeña vecina, So-mi (Kim Sae-ron), una tierna niña de unos 12 años de
edad, que yace en una condición de desamparo con una madre drogadicta y que en
su mutua soledad lo llena de cariño con sus actos dulces, haciendo que éste la
ponga como prioridad frente incluso a su propia vida contra un grupo de micro-comercializadores
de droga y vendedores de órganos, una nueva mafia que tras un ajuste de cuentas
la tiene de rehén en las condiciones de ejecutar sus ilícitos negocios a costa
de la vida de ella.
Lee Jeong-beom utiliza como héroe de acción al actor Won Bin, quien camaleónico pega el salto de su actuación de hijo con cierto retardo
en su anterior película, Madeo (2009), a este ser implacable que ha sido por
mucho tiempo un ente de elite de fuerzas especiales, encargado de aniquilar
objetivos y que además es un experto en lucha cuerpo a cuerpo. El filme no es ninguna novedad, se trata de la
enésima vez que se retrata a un furioso salvador que trata de eliminar a una
banda de asesinos, solo y en un despliegue espectacular de sus habilidades, sin
embargo es un goce del entretenimiento verlo en pantalla. Y aunque se da con
talento en el cine occidental que lo ha sabido explotar a raudales y lo sigue
haciendo constantemente, nos trae la gama de luchas marciales que el cine
asiático sabe bien manejar y ostenta su personalidad (el enfrentamiento explícito
y descarnado -a velocidad en que el ojo puede apreciar el movimiento- con
cuchillos de un solo hombre contra un grupo amplio de mafiosos), dándonos una
exhibición potente que suele ser la delicia del espectador del cine de acción. No
falla aun empezando muy suave y elípticamente, ya que se recurre a mostrar varios
combates resueltos, ensanchándose la curiosidad de hasta qué punto Cha Tae-sik
(Won Bin) es una amenaza matando, y llega por la mitad en adelante del filme en
que se nos brinda el despliegue tan esperado, totalmente preparado pero
cumplidor, donde vemos las continuas ejecuciones, las muertes implacables, de ese
lobo que empieza a comerse a las ovejas. Ahí como se acostumbra los ataques son
frontales e impresionantes, no se trata de astucia en realidad sino de un
aniquilamiento atroz en que se exalta la
acción más vistosa y llamativa. Y todo tras calentar la expectativa, enaltecerlo
y postergar los actos en plena faena. Se crea la sensación de desilusión pero
para luego premiar nuestra paciencia con creces.
Tampoco pueden faltar los antagonistas, los targets que están
detrás del jefe gánster a perseguir siendo este un poco pusilánime, uno es el
hermano criminal que yace con la sonrisa sátira y burlona, Jong-Suk (Kim
Sung-Oh) que no muestra el más mínimo escrúpulo, y que nos recuerda aunque en
mucha menor medida a ese maravilloso carisma para hacer de peligroso matón del
actor Billy Drago en Los Intocables de Brian de Palma. Otro el guardaespaldas muy
bien entrenado que está a la par con nuestro héroe y representa el gran reto, Ramrowan
(Thanayong Wongtrakul). Y del otro lado los detectives de la policía que abren
el espectro de un todo contra todos en que como se ha de esperar no consienten
el ojo por ojo pero de alguna forma entienden que éste se trata del mal menor
para ellos. Los dos oficiales logran imprimirse su propia identidad haciendo
que el filme tome forma. Con su método rudo y su decisión de terminar con el
clan y con el renegado que los está siguiendo. Como se aprecia todo muy típico, y aun así que
trepidante y emocionante resulta la película. Es algo muy primario el efecto en
el público pero reconfortante hallarse de vez en cuando con un cine de estas
características que cumple plenamente con el género. Recurriendo a las sólidas
bases, con un guion que no es vulgar ni mediocre pero tampoco excepcional y
avalando coreografías y repercusiones, toques de emotividad bien resueltos. La
toma del choque contra la ventana se ve muy bien, muy natural y llena de
adrenalina. Mientras la escena del frasco con los ojos una audacia muy bien
planteada en su momento a pesar de ser
chocante. Si falla o no en ese sentido más tarde trastocando su brutalidad y
realismo ya depende del sentimentalismo de cada uno que yo comparo con sentirse
como ya liberado de un orgasmo y el cierre transcurre en ese lapso aunque ya se
la había jugado, faltó creatividad a
último minuto.
La historia presenta capas de varios conflictos, hay una enredada trama llena de delitos y en que se apela a la traición y separación de bandos, hay una estructura compleja dentro de la mafia, en la que se prolonga el misterio de las habilidades de Cha Tae-sik y en que se da acción secundaria. Sobresale el actor Song Young-Chang (The foul King, 2000) que expande las miras y hace menos predecible la película. Queda como una tercera pieza en juego. No obstante es solo densidad en buena parte gratuita ya que finalmente es la acción y el ajuste de cuentas el que toma toda forma y dominio. Es un filme neto de entretenimiento, y como tal es muy adecuado para relajarse. Si vemos bien no nos propone más de ello desde el arranque con la uña pintada de rostro feliz, no le pidamos más entonces y saldremos muy satisfechos.