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miércoles, 25 de octubre de 2023

The Golden Glove (Der goldene Handschuh)

Ésta es una película sobre un asesino en serie alemán real, Fritz Honka. No es una propuesta originalmente de terror, pero que pega perfecta igual ahí, puesto que se parece de lo tan extrema y tan violenta que es a una película como Terrifier 2 (2022). Tiene de drama criminal pero mucho de horror puro y duro. Es un filme difícil de ver, que no suele gustar. Pero es muy coherente con a quien retrata, a un asesino en serie, donde aquí se ve en su justa dimensión y horror, algo para poca gente, no es la clásica película retratando a un asesino real. Honka mató a 4 mujeres, las descuartizó, escondió sus cuerpos desmembrados en su casa y fue muy brutal asesinándolas, no lucía muy metódico y su manera de matar era producto de su alcoholismo, su frustración, su rabia constante y quien era en su personalidad, era un hombre feo en toda la palabra, con un comportamiento muy vulgar. El bar que frecuentaba era de baja calaña y era recurrente ver gente muy pobre, alcohólicos y prostitutas. El filme plantea que Honka sueña con una mujer joven rubia hermosa inocente que ve pasar por su zona, por su barrio digamos, pero Honka es un marginal en toda la palabra y no está ni de cerca a su alcance. Es entonces que le acecha en silencio, produciendo suspenso. Hay una cierta sugerencia que él no puede adaptarse a la normalidad, aunque lo intenta. Tiene un especie de break de quien es, donde deja el alcoholismo, o parece calmarse, deja de frecuentar lugares que lo corrompen, pero cuando conoce a una mujer pobre pero guapa explotada por su marido en su nuevo trabajo entra de nuevo en el circulo de su inadaptación social, no sabe como relacionarse con ella, vuelve a ser un marginal de temer. No es alguien común, es un psicópata también, alguien que no duda en hacer daño físico hasta las últimas consecuencias, y en especial un feminicida, y torturador en el trayecto, lo que muestra con pelos y señales el reconocido director alemán de ascendencia turca Fatih Akin. Ver tanta explicites no te gana adeptos, no te van a considerar artístico incluso, pero hay tremendo trabajo de realismo que de verdad enseña qué es un asesino en serie, de todas maneras se extraña mayor sugerencia, todo no necesita ser tan claro y tan frío, pero así mismo enseña de que estamos realmente hablando, matar, violar, torturar es tal cual de espeluznante, y éste Honka es despreciable en toda alevosía cuando se llena de rabia, que hace ver que se percibe muy marcadamente en el rechazo, pero al mismo tiempo se relaciona con gente como él y como un monstruo busca descargar su furia en seres más débiles o que ve incluso de menos que él, como la señora mayor que acoge como una especie de criada o esposa radicalmente dócil y sumisa. Es una lección/proyección de una cadena de maldad familiar también -aunque su hermano luce mucho más normal- y con reflejo espejo del entorno. El joven actor alemán Jonas Dassler interpreta a Honka, a los 23 años y a 4 años de empezar en el cine y es un punto alto en su carrera, es una performance que demuestra a alguien muy talentoso. Dassler es un tipo con mucha presencia física y se convierte en alguien bastante feo física, emocionalmente y por conducta, llena totalmente el rol, uno muy exigente, de gran extremismo, también producto de la habilidad de Akin para dar semejante realismo en todo, desde el pequeño y descuidado apartamento, la época, el hombre y la violencia que es abundante, está muy presente siempre, dando poco respiro. 

viernes, 16 de junio de 2023

Frankie y Johnny

Frankie and Johnny (1991) es una película que recordaba con estima por una cosa en particular que quedó en mi memoria de cinefilia temprana, un asunto fetichista con tacos altos -siendo yo éste tipo de fetichista, como la mayoría de mortales- que lo tenía por ligeramente cómico, cuando Johnny (el gran Al Pacino), no hace mucho salido de la cárcel carga un cierto trauma, no emite gemidos ni sonidos cuando tiene ni finaliza el sexo, es así que una mesera con la que se acuesta, Cora (la canadiense Kate Nelligan), ya en los primeros 40s, asumida en cierta sensualidad-sexualidad y libertad sexual se queja/raja, chismea, sobre esto con sus compañeras del café-restaurante donde trabajan, alrededor de sus amados y efectivos tacos altos dorados y como extrañamente no hicieron efecto en Johnny, no cumplieron con su cometido natural. Ella lo asume como una rareza, en conjunto. Asunto que oye atenta Frankie (la hermosa Michell Pfeiffer) y que despertará su curiosidad. Volver a verla con más agua bajo el río es notar -más allá del cariño como hito de nuestra cinefilia- que es una película imperfecta que juega un poco al placer culposo. No obstante no está del todo ahí porque es una película ciertamente con virtudes también, exuda nobleza, aunque también un poco de efectismo, pero no se puede negar que trata bien por una parte con la realidad y coge cierta esencia general de lugares donde podemos vernos reflejados de manera no solo emocional o primaria como buen drama romántico bajo la fachada general de ser una comedia romántica aunque melodramática, sino que suena interesante en lo que recoge y presenta desde la soledad y el trauma de la gente común en una gran ciudad aunque un poco caótica, melancólica y algo lumpen como es la imponente y magnificente, y de varias capas, New York. El director es el americano Garry Marshall, quien solo un año antes había hecho Pretty Woman, la mejor película de su filmografía y una de las películas más famosas y popularmente celebradas de los 90s. Frankie and Johnny es una obra de teatro escrita en 1982 por Terrence McNally y llevada en 1987 a Broadway con bastante éxito hasta ser una de las grandes obras aclamadas de McNally, destacada figura representante de la comunidad gay en EEUU. El filme tiene de protagonista, como indica el título homenaje de una legendaria canción folk americana cantada por mil famosos cantantes desde comienzos del sigo XX incluido Elvis, a una Frankie que es una mesera de 36 años. Ella dice tener menos pero finalmente confiesa su edad como apertura y confianza y empatía emocional, cuando la propia Pfeiffer tenía 33 y está/continua en el esplendor de su belleza que era totalmente de otro mundo en su rol hito de Scarface (1983) de donde venia de compartir, hasta recién nuevamente ahora, rol de pareja con Al Pacino, aunque ahí, como pareja, desde un muy distinto punto de vista. Al Pacino tenía 51, pero en el filme si bien Frankie le echa casi su verdadera edad, él dice estar en la mitad de los 40s y no lo discute. Es decir que nos movemos alrededor de los 40s, llamémosle la mitad de la vida, como punto de inflexión, y es así que Johnny se presenta como una especie de salvación -aunque las feministas sufran con la idea, si bien hablamos de mutua salvación- o cambio de rumbo, cuando ambos, especialmente ella, cargan fuertes traumas. Johnny por haber estado cerca de 2 años en prisión, que literalmente llama el fin del mundo en una conversación, pero como para argüirse, en el conjunto del filme, resiliencia. En un momento un diálogo sutil menciona algo de propia boca de Johnny que es algo un poco ambiguo, da a entender que el trauma de no emitir sonidos viene de la cárcel; es decir, Johnny ¿tuvo relaciones homosexuales o las tuvo con mujeres de visitas?, en un lugar difícil y traumático de tenerlas. En fin, el filme muestra al mejor amigo y vecino gay que hace en su esencia Nathan Lane y en la del guionista y está bastante clara la visión de ellos sobre su universo. El filme se percibe imperfecto en lo que presenciamos de su tira y afloja, entre poder compartir de ahora en adelante una nueva vida de pareja y visión positiva del mundo, que resulta a ratos muy ligero, flojo, medio engreído, tanto como en otros momentos muy real y empático, cuando todo apunta a ser el más lógico e inteligente de los movimientos -estar juntos, casarse, tener hijos o adoptar, romper por una parte con la trágica canción título- pues asoma pasar la página, y ahí entra a tallar ver en la propuesta los traumas dentro de cierto estilo pop -entendible ya que es un filme y una dramaturgia comerciales-, pero eso hace también que muchos se identifiquen, incluso los más recios, pensando que en la comedia romántica uno por lo general tiene que hacer concesiones, no ser justamente como Frankie, si bien los traumas tampoco son fáciles muchas veces de superar y el suyo viene como propio de cierta novedad de quien hemos visto en la trama, aunque es algo sencillo de identificar. Johnny es un tipo que pinta de hombre notoriamente en busca de cambio, de mejora (tras la redención de la cocina), y quiere hallar el amor, entonces lo reconoce en Frankie, y es hermoso ver como insiste, como lucha por ella (no una, mil veces, ante el natural estado voluble), aun cuando roza con ser un acosador, sobre todo en estas épocas. Él quiere vencer a esa soledad y dolor del que Frankie se aferra de manera, como literalmente se llega a decir, autodestructiva, puesto que tratamos con traumas y una psicología negativa que hay que vencer. Como Frankie tiene un trauma de volver a relacionarse con alguien, Johnny tiene que insistir, aun cayendo algo cargoso o chinche/antipático, ya que también es de hablar mucho, con algunas ínfulas de hombre común que ha aprendido cierta cultura, pero, claro, ahí tenemos esa frase cliché o pop americana, perdonarás mi francés (mis aires). Johnny también es un tipo irónico, en un momento dice muy inteligente que él bromea pero al mismo tiempo dice la verdad. Todo esto habla de la genialidad de la obra origen, Frankie and Johnny en el claro de luna, y de McNally, aunque en la obra dramatúrgica la mesera Frankie y el galán ex carcelario Johnny parecen inspirarse en los personajes reales de Raymond Fernández y Martha Beck, aunque sin homicidios de por medio sobre mujeres desesperadas y bajo una segunda oportunidad. El filme también es imperfecto porque es algo machacón en conjunto -en medio de cierta profundidad también- con la idea de quedarse solo y roto por dentro, en el corazón, como cuando Johnny dice conocer el feeling de una anciana mesera muerta en esas circunstancias cuando visita su velorio y plantea, salido de la chistera, un coherente argumento de empatía sobre la humanidad y el prójimo en general, aludiendo a su propia madre y a muchos, no solo en EEUU, si bien es el primer lugar de identificación. Tenemos a una nueva Frankie para la historia del cine, pero aunque Michelle Pfeiffer es una mujer realmente hermosa, sex symbol de su época -los 80s y los 90s-, de la que confieso que es una de las mujeres que físicamente y por sus movimientos -sumando sus roles y talento- me han encantado más del cine americano, aun cuando como todo latino nos suelen gustar por lo general voluminosas, protuberantes, bien curvilíneas (pero teniendo presente que la belleza de la mujer es bastante variada), como en Batman returns (1992) consigue ser memorable con esa sugerente expresión como de sufrimiento en estado precario (como si estuviera a pocos minutos de enloquecer), azuzando cierto descuido y desorden en su multifacético rostro tras su notable expresividad corporal, donde un guiño, su sonrisa, dicen mucho. Ella queda perfecta en el papel sosteniendo de la mano de McNally y Marshall esa dimensión de respeto, humanidad e inteligencia que muchas veces no le dan a las meseras en las historias e incluso la vida misma o ellas mismas todas no se prodigan. De ésta manera lo hace esa maravilla de comedia romántica, top, que es As good as it gets (1997), si bien por allá se roba el show Jack Nicholson y su personaje. 

miércoles, 19 de enero de 2022

Amarcord


Se basa en un pueblito cualquiera italiano desde lo ficticio, pero en realidad representa a Rímini, ciudad donde nace el director del filme, Federico Fellini. Es una representación donde hay mucha predominancia del sexo, del deseo por las mujeres, a partir de los adolescentes en especial, encabezados por Titta (Bruno Zanin), aunque Zanin tenía ya 22 años por ese entonces. Se desean a muchas mujeres, hay hasta una loca ninfómana que supura vulgaridad e incomodidad (interpretada por Josiane Tanzilli). Fellini puede ser muy crudo y un poquito cruel con su ironía, pero éste filme tiene muy buena comedia en general, compartida con momentos dramáticos, dentro de un fuerte inicial costumbrismo. Presenciamos a una mujer que vende tabaco también deseada por todos, una gorda de tetas gigantescas, interpretada por Maria Antonietta Beluzzi. Ésta película está plagada de personajes memorables. Otro de ellos es Gradisca (Magali Noel), una cuarentona en el top de los anhelos sexuales de los hombres del pueblo, aun cuando teme quedar solterona y espera a un hombre ideal. Asistimos a una leyenda que más es sueño de ella donde tuvo relaciones con la realeza y de ahí le ponen sobre su ser un halo de mito erótico, de cierta elegancia propia de las estrellas de cine. Es una obra también muy cinéfila, los personajes van mucho a salas de cine a dejar volar la mente por sobre la normalidad de vivir en un lugar tan pequeño, porque éste filme es mucho sueño, ilusión, fantasía, derrotar el día a día, lo monótono, y se consigue fácil y elogiosamente, hay optimismo y vibras, aun en una época fascista (los 30s) de donde hay un sugerente gran despliegue violento tras un gramófono. Hay incluso su buena cuota de ironía sexual cuando unas mujeres honradas se sientan en sus bicicletas; la cámara pone el lente una a una sobre sus traseros voluminosos y de todo tipo poniéndose sobre sus asientos. Por otra parte también es un retrato familiar, en particular sobre la familia de Titta, que tiene el desparpajo, gracia e irreverencia tipo de The Simpsons, cero romanticismo, harto grito y bulla normalizada. El padre es un tipo que viene de abajo -y ha crecido, ha tenido éxito- y es honrado pero un cascarrabias con su familia. La esposa es noble, pero tampoco aguanta pulgas. Participa mucha broma intensa en la mesa familiar, punto "mágico" de reunión. El padre lo interpreta un perfecto Armando Brancia y la madre otra perfecta Pupella Maggio. Es un retrato poderoso el de ésta familia, llena de emociones que se perciben fuertes, duras y auténticas. Ésta es una de las obras magnas del cine italiano y del mítico Fellini, ganador por ella de un Oscar y de otros 3 más por otras películas suyas y hasta uno honorífico; Fellini tocó el cielo de lo popular desde el cine arte y el cine más personal y con personalidad, un triunfo en toda la palabra. El hermano flaco y loco en el árbol lanzando piedras es otro de esos momentos de gloria e inventiva de éste maestro italiano. El final en la fiesta al aire libre, típica italiana, de la celebración matrimonial, propio del carnaval y de la identificación, sentimiento y unión de todos los del pueblo es un alarde de simple talento autoral, de vitalidad, de fuerza, gracias a la dupla en el guion del mismo Fellini y ese genio que es Tonino Guerra. 

miércoles, 10 de noviembre de 2021

Out of Sync


Fuera de sincronización sería la traducción directa del inglés y es un título preciso, de eso trata la película que juega un poco a lo fantástico, pero tiene asidero real, puede verse desde un drama, que señala un tipo de defecto auditivo -inventado, fantástico- y/o un cierto problema mental. Pero donde ésta propuesta se maneja sin la tensión e inquietud propio del estado de locura, lo cual no es que sea malo o bueno, es al fin y al cabo una opción y depende del tratamiento. El filme debut del español Juanjo Giménez Peña se puede sentir emocional, retratando la dificultad de existir, pero finalmente se percibe positivo a pesar de todo, de tanto. Es una película sencilla y muy clara, fácil de entender, pero al mismo tiempo tiene ingenio, es hábil proponiendo con tan solo un pequeño cambio dentro del estado de normalidad o cotidianidad mucha plasticidad, surgen ideas de algo llano y da para hablar. El ingenio consta de que una mujer interpretada por Marta Nieto, una talentosa editora de sonido, escucha en su vida diaria el sonido después de que éste debe de oírse, éste pequeño cambio da para trastocar toda su existencia, que se alude a un mal hereditario y un pasado por descubrir; aunque con su rato bello en el recuerdo mágico del complicado parto, toda ésta parte es harto básica. En conjunto es un filme austero, con lo necesario simplemente, pero aun así es audaz y denota inteligencia. El filme no tiene mensaje abierto pero se entiende que alude que a pesar de todo la vida es bella, como ese momento de alegría con los tambores en la calle, es valorar lo aparentemente común, lo mismo que puede entenderse con ésta pandemia última. Hay que sobrevivir, reconstruirse, brillar luz interior si se quiere (como la protagonista, mujer también de pocas palabras, de miradas, a menudo tranquila), sin sonar excesivamente pasivo, tonto o masoquista, a pesar de tanto golpe, de mucha pena silenciosa, de mil y una decepción afectiva, carencia familiar, etc, a pesar de los muchos problemas, sin que se sienta la obra cargada o melodramática, todo expresado sutil y con recato, o dentro de una estructura narrativa más que decente, que irá desentrañándose como historia de vida mostrando muchas ausencias o cambios claves. Puede que por presentar novedad se caiga en cierta superficialidad (refiriéndome al asunto de la madre), aunque a razón de estar evitando la hipersensibilización, cosa que con tanto problema entre manos hubiera destruido su carácter fantástico, carácter que aliviana todo lo sensible y a la vez complejiza la obra entera sin ser ardua. También hubiera sido una obra de exceso melodramático con tanto golpe existencial y se hubiera creado demasiada ordinariez. El filme con su fuera de sincronización maneja entre 4 formas distintas, todas con su toque de ingenio y bien distribuidas, hasta ese cierre como último regalo de ingenio; simple, pero valioso, como si hubiéramos estado jugando audaces -sin ínfulas- al editor de sonido con la película, sin duda un homenaje a ésta importante labor cinematográfica. 

domingo, 18 de julio de 2021

Pig

 


Pig (2021), debut de Michael Sarnoski, coguionista del filme junto a una novel Vanessa Block, es una película original, un poco rara a primera vista, luego perfectamente entendible, aunque no lo clásico que uno suele ver, pensando en grandes audiencias. Se ha estrenado recientemente en EE.UU., el 16 de julio, hace tan sólo 2 días. El gancho es legítimo, aunque desde luego no exacto. Se vende como un John Wick interpretado por el mega popular, cinefilia brava, Nicolas Cage. En la película nombrada John Wick (Keanu Reeves) se volvía loco, salía en absoluta venganza, tras la muerte de su perro; de la misma manera, Nicholas Cage hace de un hombre en busca del secuestro violento de su cerdo, su mascota. Pero éste filme de Sarnoski es otro muy distinto. En Pig no hay coreografías impresionantes de acción ni de artes marciales. Apenas Cage, como Rob, echa una única pelea, en busca de info sobre su cerdo, y lo hace pasivamente; se deja golpear (valientemente) para saber de su amada mascota. En adelante Cage pasa de un ermitaño recolector y negociante microempresario de trufas a andar con pinta de vagabundo, sucio y manchado de sangre, en pos de su bello cerdito, que él confiesa amar, más que tenerlo por herramienta de trabajo. Rob no es un tipo violento en absoluto, es en realidad un ser melancólico, asunto que está en varios personajes, la ausencia del amor golpea duro, te destruye. Ésta propuesta se centra en estos sentimientos, en la ausencia que genera atroz tristeza. Otro punto del filme es que versa sobre la gastronomía, también sobre ser auténtico y no tan sólo un capitalista frío; el éxito a fin de cuentas -se argumenta- es secundario, el amor es más importante, y ésta propuesta lo demuestra inteligentemente, también de manera audaz, y aunque no hay acción pura y dura por ninguna parte seguimos estando ante un drama ingenioso que nunca aburre, sino que sorprende siempre, sólo que exige no estar tan acostumbrado a los fuegos artificiales, sino también apostar por la apertura mental, por la diversidad y creatividad, por la observación sin muchos tumbos, pero con feeling detrás y coherencia; no se trata de filmes experimentales o de cine arte minoritario donde hay que ver montón de cosas arbitrarias a interpretar o mirar una pared vacía por horas, no es la explotación de la lentitud exacerbada, disfrazada de sabiduría. Pig es cine amable, pero que requiere de tranquilidad y atención en particular, y ciertamente es un filme entretenido, incluso con momentos buenos de humor discreto. Aquí los personajes se comportan muy normal, con su perversidad de a pie sí, pero de manera sencilla. Versa también la trama sobre el amor por los animales, por nuestras mascotas, por esos otros amados hijos. Es un filme que sin duda te sorprende, sin tantas ínfulas, y de manera auténtica, con verdadera inteligencia. El misterio del secuestro del cerdito también da para pensar, para dialogar. 

miércoles, 18 de noviembre de 2020

Whisky

 


Whisky (2004), de Juan Pablo Rebella y Pablo Stoll, es una película importante en mi cinefilia, una película que me fascinó cuando la vi en el cine Arenales hace como 15 años atrás. Esa vez me pareció una película triste, con esa frase símbolo tan en ese sentir, hasta mañana si Dios quiere. Vista nuevamente, he notado que tiene mucho de comedia, como que también busca poner momentos ridículos en pantalla. No obstante creo que la mayoría de las personas temen dar lastima a los demás, por ello prefieren lo ligero, el relajo, la broma, la ironía, para tapar el dolor íntimo. De esa manera veo Whisky, me sigue pareciendo una película triste, pero encubierta de cierta manera con la broma. Tampoco es un filme propenso al chiste fácil ni a ser una comedia notoria, tiene momentos serios. Es una tragicomedia, y una película aunque entendible compleja de cierta manera, especialmente por su tono. Es un filme que no es como esos filmes que no dicen absolutamente nada, ésta película se halla llena de momentos. Es una película con la que te puedes reír un poco, y a la vez sentir pena. Jacobo Koller (Andrés Pazos) es un hombre seco, aburrido, metódico, también mediocre y un poco tonto, está tranquilo con su rutina, aun cuando es muy solitaria. Su hermano, Herman (Jorge Bolani), es distinto a él, es astuto, despierto, algo pícaro, medio aprovechado, pero buena onda, conversador, entrador. Mientras Jacobo es sumamente correcto y al mismo tiempo cuadriculado, Herman busca sacarle jugo a la vida, aun cuando más allá de cierta apariencia de progreso y éxito están en situaciones similares con sus empresas (monotonía, poco tiempo de libertad). Como están por poner la lápida de su madre después de 1 año de espera, Herman vuela de Brasil a Uruguay a ver a Jacobo y hacer el trámite. Jacobo le tiene resentimiento a su hermano, pero trata de disimular un poco, aunque se le nota. Jacobo también se da cuenta que luce medio loser frente a su hermano, y le pide a una trabajadora, a Marta (Mirella Pascual), que se haga pasar por su esposa. Marta yace en soledad y yace en el mismo engranaje de Jacobo, pero a ella el aburrimiento crónico le fastidia, quiere una relación con su jefe, con Jacobo, pero éste anda enfrascado en su rutina y en sus modales apáticos. Sin embargo Marta acepta con fe. En todo esto Stoll y Rebella ponen cinematográficamente en juego una rutina, cosas que se repiten pero se vuelven a actuar, abrir el portón, saludarse, dejar el portón medio abierto, prender las máquinas, que Marta lleve un té a su jefe, que una persiana siga cayéndose a pedazos. Todo esto no fastidia, por el contrario te mete en el filme. Jacobo, Herman y Marta viajan al balneario de Piriápolis. Stoll y Rebella hacen puestas de escena sugerentes, así vemos a los hermanos frente a frente jugando hockey de máquina de mesa con Marta en medio, los tres comiendo churros mirando el patinaje con una inscripción que señala no levantar a los caídos (a los maltratados por la vida), alguien llama del cementerio a Jacobo (un muerto en vida, nos parecen decir), así surgen pequeños momentos bien ubicados, bastante pensados, pero que se sienten frescos. En el balneario, Herman se pone mosca con Marta, aun estando casado y creyéndola su cuñada; Jacobo que la tiene fácil prefiere dormir en el sillón y salir por un vaso de agua y volver tarde. Esto deja en claro que Jacobo solito deja pasar sus oportunidades, quiere estar igualito. Marta pues fuma como chino en quiebra, sugiere estar harta de ir sola en el ómnibus oyendo música triste. Jacobo, aunque bobo, le tiene aprecio a Marta, como se nota con el regalo que le entrega al final del viaje. Es un filme que tiene ratos ridículos a propósito, como ver a una niña cantarle a tres viejos, fuera de lugar; o cuando Marta recita las palabras al revés, emparentado con un medio de conquista. Pero también hay momentos que duelen, sobre todo si leemos todo en conjunto, aun cuando Jacobo ponga a Marta a empujar su carro viejo que no arranca. Es una película notable, muy buena realmente, y además muy entretenida. 

domingo, 13 de septiembre de 2020

I'm Thinking of Ending Things


Ésta es una de las películas top del año, la pongo desde ya en la lista de lo mejor del 2020. Charlie Kaufman logra su mejor película hasta la fecha, con sus pensamientos íntimos y personales y el cine que ha hecho y trae de background. Su cierta lástima y soledad están presentes, su dificultad de adaptación social. Sentimos un cierto aire de depresión recorriendo toda la propuesta. El filme se enfoca en el amor como herramienta para vencer la complejidad de ser uno mismo y de existir, como salida a derrotar las poderosas taras mentales que no nos dejan vivir con normalidad. Pero aun así no falta un poco de humor negro para señalarlo. El filme en gran parte es una historia contada convencionalmente, mediante una voz femenina, sobre una chica, que cambia de nombre constantemente, interpretada por Jessie Buckley, que quiere terminar con su novio, Jake (Jesse Plemons, que tiene un cierto parecido físico con Philip Seymour Hoffman, pero transmitiendo mucho más temple y un aire más común). Lo piensa -está segura- cuando la pareja está realizando un viaje en carro a la casa de los padres de él. Ella siente que su historia debe acabar, no especifica bien la causa, pero siente que su relación debe terminar así sin más, siente que esta relación se ha extendido demasiado, casi 2 meses. Jake es un hombre inteligente y preocupado por su novia. No obstante no sabe que su relación está por finalizar, curioso cuando él la lleva a dar un paso más hacia adelante, conocer a su familia. Esto molesta a la chica, pero no lo dice. El filme tiene a la joven ensimismada en sus pensamientos, filosofando sobre su relación, por algo ella es algo entre física y poeta. Todas estas cavilaciones se mezclan con sus conversaciones mientras están dentro del auto. Después conocerán a los padres de Jake, interpretados por los geniales Toni Collette y David Thewlis. El filme es muchas versiones de una misma historia, es mucha gente también en una sola interpretación, se trata de proponer miles de alternativas y posibilidades a la temática de la relación de pareja que es el centro del filme, pero que se extiende al tiempo de una vida y etapas de las personas. El amor se presenta como la salida, pero no es acatar sin más, es también perder y sufrir, quedarse tal cual en el abismo, patear el tablero, ahí radica su lado pesimista y lastimero, propio del cine de Charlie Kaufman. La pareja es muy racional, todo pasa por su pensamiento, en éste yace incluso la infancia, la fuerte presencia de los padres, el aislamiento de vivir en el campo. La chica protagonista también es Jake, el desdoblamiento y la mezcla de la tesis de la ardua adaptación al mundo lo recorre todo. El filme es ingenioso en romper la linealidad de la narrativa y proponer cinematográficamente la fusión de miles de vidas e historias representadas en la pareja protagonista, e incluso mediante los padres y hasta por medio de la participación de gente que trabaja en empleos desgastantes. Puede que todas sean versiones del mismo ser humano, es decir las tantas caras de nuestra humanidad, la de los mundos paralelos o del recorrido hacia el nirvana. Todo esto ocurre en la tercera parte del filme, tras dos tercios de linealidad. El filme rompe con lo "convencional", lo hace con apenas algunos detalles, como cuando la joven ve un cuadro de Jake y se ve a sí misma de pequeña en la fotografía. El sótano hace de película de terror, de puerta secreta a la psiquis, porque también el filme es un aparato mental, el interior de una cabeza. Hay un hombre personal de limpieza que se encarga de asear un colegio, su intervención que parece intrascendente propone más amalgamas que juegan con el tiempo. En un momento en una representación de ballet, o propio de un musical, lucha el Jake en plena efervescencia y lozanía con el Jake derrotado por la vida, el final es triste, tanto como artístico. La propuesta incluye el surrealismo de un crimen, la historia de un homicidio, ese carro abandonado en la nieve es un cuento de miedo también, una radiografía americana. El filme de Kaufman está repleto de melancolía, también de erudición, hay mucha intervención de la literatura y del cine, si bien no es que no se entienda, no se trata de una erudición pedante, hay intelectualidad, sabiduría y reflexión en muchas conversaciones que parecen poco importantes. Las películas y la literatura conversada por la pareja protagonista sirven para estudiar la realidad y la temática del filme en especial. Hay muchas intervenciones interesantes. Kaufman debate con John Cassavetes, específicamente con A woman under the influence (1974) y con otro tema que también pasa por sus obras, la locura. La muerte también está presente en el filme, aunque de manera sutil, con David Foster Wallace. 

jueves, 10 de septiembre de 2020

I was a teenage werewolf


I was a teenage werewolf (1957), de Gene Fowler Jr., fue un hit en su tiempo, un film de cine B que está tan bien hecho que no parece cine B, pero el cine no tiene finalmente etiquetas en cuanto a ser bueno o malo, malo o bueno puede ser (casi) cualquier filme. Hay cine B que es muy bueno -tanto como otro bastante malo-, como el presente que es una obra maestra, un clásico de culto dígase además. El hombre lobo adolescente del filme lo interpreta Michael Landon, que se hizo muy popular por trabajar en series, como la familia Ingalls o Bonanza. Landon hace de joven rebelde que roza lo sociópata. Le sale pelearse muy fácilmente, el lanzarse a los puños sin mucha meditación. Pero Tony (Landon) al fin y al cabo tiene consciencia y tiene su nobleza y educación, es un hombre muy enamorado, de la bella Arlene (Yvonne Lima), por la que decide ir donde un psiquiatra, el doctor Brandon (Whit Bissell), a que lo eduque y lo corrija, mediante un método de hipnotismo, y una ciencia particular. Lo insospechado es que con éste doctor se esconde el verdadero mal y la ambición desmedida. La primera parte que tiene muy en mente Rebelde sin causa (1955) pero con su cierta personalidad y su propia sencillez formal, más un toque clásico, se vuelve en la segunda una película de terror hecha y derecha, muy bien realizada, llena de intensidad y ritmo, aunque con mucha delicadeza, y suma asertividad, donde cada movimiento luce inteligente y muy coherente. Es una película de terror notable en lo que realiza el hombre lobo, desde unos efectos especiales sencillos, pero buenos, partiendo de una alarma, curiosidad y cierto deseo velado como punto de transformación. Hay una escena de canto con un chico rubio llamado Vic (Ken Miller), que tiene todo el sabor del más bello cine clásico, que le sigue un montón de bromas juveniles inocentes que terminan en una explosión. Ésta primera parte es un drama, que en la segunda tiene al hombre lobo suelto en plaza, éstas dos partes bien distinguibles se fusionan perfectamente. Fowler fue un reconocido editor, pero también tenía su talento como director de cine, como pocos supieron ver en un inicio. Ésta película inspiró a muchos en el género a enfocarse en la adolescencia. 

sábado, 15 de junio de 2019

Carta de una desconocida


Una película muy celebrada, perteneciente a Max Ophüls, de poética maldita, de tragedia romántica, con una mujer que se enamora perdidamente de un hombre, su vecino, y muere amándolo, dejando una carta confesándole todo su amor. Lisa (Joan Fontaine) desde chiquilla queda prendada de un famoso pianista mujeriego, Stefan Brand (Louis Jourdan), y llega a conquistarlo, pero el hombre mujeriego como es la olvida y hasta redunda en ese olvido. En una estación de tren él dice que la buscará a su regreso de un concierto suyo, pero no lo hace. Ella firme en no incomodarlo –en no prestarle obligaciones- termina poniéndose a un lado –tontamente-, llevando un hijo de Stefan, a quien en vida no le confiesa de la existencia del muchacho –error aún más grande-. Es una película triste, con un hombre que se autodestruye inconscientemente al dejar pasar el amor verdadero, porque él ama a Lisa pero ha fallado por equis motivo en cumplir con ésta mujer. Ahí yace un pequeño misterio, ¿qué lleva a Stefan a dejarle entender a ella de que es su otra mitad en la vida, con aquello de lo que siempre ha sentido le ha faltado y necesitado, pero termina olvidándola o no reconociéndola varias veces?, esto puede sonar a un defecto de la propuesta, pero también plantea que el filme sea romántico, poético y trágico mediante éste olvido inexplicable y leitmotiv. Al final el hombre quien ha cometido el gran error de su vida recordará en su mente todos sus encuentros, identificándola, desde pequeña, mucho gracias a la carta sentida que ella le deja. Stefan no es un mal hombre, solo alguien que ha dejado escapar al amor. Simplemente es un hombre torpe, ejecutor de tantos fracasos, mientras Lisa representa a la mujer abnegada, una tragedia andando con su enamoramiento apasionado. El filme tiene muchas escenas dulces, todo no es llanto o drama. Pero el fin es ese, echar unas lágrimas con una historia triste.

martes, 28 de mayo de 2019

Dry Martina


Es la historia de una cantante, Martina (Antonella Costa), que es muy sexual, dice que es ahí donde ella siempre se ha sentido feliz, donde se halla a sí misma. Ella pretende que el mundo la quiera tal cual, así con su fuerte deseo sexual y promiscuidad, con su liberalidad a mil, con querer hacerlo cuando quiera y cuantos quiera, mientras habla de manera directa. El filme sigue ese rumbo, con la hermana imaginaria de la misma manera, que también es muy libre en lo sexual, como con el muchacho de color con quien sólo se divierte y suena a lugar común -siendo el hombre de color representación de sexo puro y duro-.

El filme intenta ser muy moderno, con lo sexual a la orden del día, del nuevo pensamiento, un pensamiento progre para bien y para mal en su significación, la aceptación de la promiscuidad femenina, la ligereza sexual femenina, el hedonismo ante todo, el sexo libre en toda gloria, sin escenas subidas demasiado de tono ni rarezas, acótese, pero con aventuras intrascendentes por doquier, se busca la aceptación total en ese sentido. Pero Martina quiere que la quieran también así, incluido el espectador, pero le falta cierta empatía para ello, aunque es algo simpática, no es un cero a la izquierda. Ella quiere ser cool con su liberalidad, con su sensualidad, pero poco importa a ratos, no a todos nos convence o entusiasma.

Dry Martina (2018), de Che Sandoval, está bien hecha, técnicamente es una película más que decente, tiene buenas formas, pero narrativamente hablando –por lo que cuenta o cómo lo cuenta como trama-  es mucho más discutible. Martina confiesa haberse acostado con todos sus amigos del colegio –fueron 12-; pide una pija y termina abrazada a un anciano que no entiende su lenguaje, con un juego que plantea la propuesta, en la comunicación entre la jerga chilena y la argentina. El filme la pone como una incomprendida, alguien por quien sentir algo de pena, es finalmente una solitaria, pero esto no pega, Martina debería ser más dura, más fuerte, mostrarse así tal cual habla y ejecuta, pues ese camino ha escogido.

El sentimentalismo no funciona con Martina, cuando se muestra conchuda con el sexo previamente, de manera tan desenfadada y apologética. Si eres irreverente, no pretendas ser tierno después, no será tan fácil de generar empatía así, si no habrá que ser ingenioso entonces, y en ello el filme falla, mostrando un salto muy simple. Dry Martina con la historia de la hermana chilena loca mejora, se libera un poco de su temática de promiscuidad –paradójicamente a raíz de una relación casual-, dejando de ser repetitiva, para al final dar un pequeño giro, con la –simbólica- gata maullando. No es un filme malo; como película ligera tiene su gracia.

viernes, 19 de abril de 2019

Cold war (Zimna wojna)


Lo que ofrece el polaco Pawel Pawlikowski es una historia de amor, algo tan sencillo como eso, pero con el fondo de la post guerra mundial, la guerra fría y la ubicación en el socialismo partiendo de 1949 hasta los 60s, donde la pareja como polacos en tiempos socialistas deben adaptarse. Zula y Wiktor (Joanna Kulig y Tomasz Kot) son esa pareja. El filme tiene a Zula como aspirante a un grupo folclórico estatal y a Wiktor como uno de los seleccionadores. Ella con una gran personalidad, belleza y un pasado llamativo dejará prendado a Wiktor, a lo que se suma el talento de la joven muchacha que la hace más especial. Lo que nos mostrará Pawlikowski es lo tantos vuelcos que dará la relación, intensa, llena de amor, pero aun así siempre trunca, hasta ese final de aire ligero bajo decisiones importantes. Otra cosa que suma y mucho es que es un filme con mucha música. También tiene una gran edición, pasan mil cosas en poco tiempo. Los sucesos fluyen en tiempo perfecto, incluso más rápido. La relación da muchos momentos, tiene un lado cool, aun cuando en realidad es una historia triste, producto de la continua imposibilidad de estar tranquilos y juntos por largo tiempo. Es una historia con la que entretenerse, pero que meditándola genera desazón. Las peleas y rupturas no son expuestas en lo visual por largo tiempo, pero se les siente. No hay antipáticos aquí, pero si hay momentos de engreimiento, donde uno es más culpable que el otro, además el fondo social y político se inmiscuye en sus existencias. Lo hace sin grandilocuencia, pero en cada trámite se da poca información. No obstante se entiende bien en general. El fondo hace del filme algo más complejo, una relación muy difícil. El relato es bien nacionalista, aun cuando Francia también aparece. Cold war (2018) es una película con identidad, bien polaca -lo que la hace notable-, y a la vez universal.

sábado, 30 de marzo de 2019

The Captain (Der Hauptmann)


El director alemán Robert Schwentke hace una buena película, con un tema manido, los nazis, volviendo a su natal Alemania a contextualizar la historia, sobre un soldado desertor que encuentra un uniforme de un capitán nazi y se convierte en él volviéndose un sanguinario asesino de desertores, valga la paradoja.

El soldado se convierte en Willi Herold (Max Hubacher) y va acumulando seguidores tras su uniforme, cuando la guerra está por terminar y rinde el caos en las filas alemanas. Herold es un militar duro y efectivo en pleno mundo nazi y esto lo mantiene como líder, mostrando mucha astucia para hacerse cargo del falso cargo. El filme de Schwentke no plantea poner en aprietos a Herold con su sustitución, no va por lo ordinario, sino que el traje y el poder cada vez hacen peor persona a Herold, que se mantiene frío ante los sucesos que van apareciendo.

Otra curiosidad de la temática nazi es que no se habla de judíos sino de desertores alemanes, Herold por quedar bien se imbuye en una carnicería de su propia gente, considerando a los desertores traidores y gente inmunda a su causa recién nacida, por lo que se siente en el derecho de acabar con todos ellos. El filme tampoco sataniza a los alemanes sino los vuelve de carne y hueso y se agradece darles forma y credibilidad más allá de lo de siempre.

The captain (2017) sí los dibuja horribles a muchos alemanes pero lo hace sin caricaturizarlos o convertirlos en figuras exageradas de maldad, son tipos perversos, pero también cantan, ríen, bailan, bromean, se hacen favores, sociabilizan, etc., como con el dúo de desertores haciendo humor para los militares. El filme se centra en el asesinato de desertores, y hay hasta alemanes que ven esto como una matanza inhumana. Herold es visto como un tipo cruel entre algunos alemanes, pero como con el juicio de los nazis se ve que estos lo aplauden en contraste.

También es notorio la lealtad y deslealtad del séquito, entre dos subalternos en especial. Freytag (Milan Peschel) es fiel como un perro, hombre humilde y respetuoso, es el que además inicia toda la mentira con Herold, lo cree inmediatamente un capitán nazi y es su primer seguidor. Luego tenemos a Kipinski (Frederick Lau), un tipo vulgar sin ética alguna, un hombre sin ley en realidad que en más de una oportunidad quiere dejar mal o hasta traicionar abiertamente a Herold. Estos dos lo siguen en toda la película y brindan muchos momentos.

La película está muy bien contada, tiene todo el uso del buen entretenimiento, de la grandeza, la agilidad y el buen ritmo hollywodeense, pero también sabe generar atención e interés un poco más de lo común con lo que cuenta, un hecho real, con la existencia de Willi Herold, que por el final se convierte en un especie de rey de su propio reino en medio del caos absoluto alemán y su inminente derrota, en lo que pudo ser fácilmente una nueva película con la segunda guerra mundial de fondo y éste loco comandando un séquito de asesinos de llamados traidores, en medio de un propio orden y la bohemia, la prostitución, la fiesta y el alcohol.

sábado, 2 de marzo de 2019

El crimen de la calle de Bordadores


De los policiales más famosos del español Edgar Neville, La torre de los siete jorobados (1944) y El crimen de la calle de Bordadores (1946), éste último es mucho mejor. El crimen de la calle de Bordadores es costumbrista, así lo vemos con la presencia del flamenco y bailes típicos de teatro españoles; también por el caso real en que se basa, aunque Neville lo negaba. Sus personajes también tienen ese toque hispánico con una vendedora de lotería que sale del común por lo guapa que es, Lola (Mary Delgado), y ese canalla aprovechado de Miguel (Manuel Luna), que quiere seducirla y ella lo rechaza.

La historia tiene a Miguel sacando ventaja de una mujer mayor, Doña Mariana (Julia Lajos), mujer que morirá asesinada y será la que titula la película. En el filme hay una investigación policial que tiene a tres posibles culpables, a Lola, a Miguel y a la criada, Petra (Antonia Plana). Lo periodístico también tendrá su participación, aunque pequeña, mostrándose sensacionalista, e interesado sobre todo en sus ventas que servir. El filme tiene un escenario de película de época romántica y clásica con sus bellas calles antiguas y sus gentes humildes y educadas.

La gente va al bar a ver el espectáculo y se comporta como fans devotos, con la mirada fija y el entusiasmo a flor de piel. Pero hay también hampones, vividores, como Miguel y sus compinches, aunque disfrazados de hombres decentes. Ya lo dice todo cuando surge una pelea por celos y a alguien le rompen la cabeza, lo mismo con el forcejeo de Miguel a Lola. Pero el filme vuela más alto cuando en toda la imperfección también entra a tallar Doña Mariana, y los humildes como Lola y la criada son los verdaderos héroes aun con un asesinato de por medio.

El lado romántico no solo está por sus calles y costumbrismo, como ponerse a mirar como describen un crimen en plena calle como espectáculo de variedades, también además con una relación de afectos y un abandono que suena algo telenovelero, pero está muy bien tratado, y le da otra faceta al filme, que es un policial bastante investigativo con juicio incluido. El filme propone bien los posibles culpables, con un largo flashback que pone la situación más complicada, en lugar de simplemente ilustrar. El filme parece sencillo, pero la investigación toma otro vuelo con Lola La Billetera, mujer brava y honesta, que es más que una cara bonita, pudiendo haber sido una mujer fácil por su pobreza y soledad, pero escoge ser independiente y fuerte, como con aquel ajuste de cuentas que se propone y le trae tantos problemas.

El crimen de la calle de Bordadores tiene personajes marcados pero que esquivan ser fijados en una sola mirada aun así –son capaces de sorprendernos, sin ser inverosímiles-, salvo por Lola, aunque es el alma de la película, la mujer del pueblo. Miguel es un pícaro, Doña Mariana es algo perversa por culpa de amar a Miguel. El filme deja en claro quien es Miguel de golpe cuando éste pelea con el dueño del bar, es un timador, un pimp de otra época, pero se equivoca con Lola, que no es una mujer fácil. En todo esto entra lo romántico, hasta ese final de puro amor que enajena, dentro de un halo curiosamente de tipo celestial. Notable la forma de fijar el perder y hallar a alguien con un simple medallón.

El filme tiene su sutileza dentro de lo clásico y diáfano que es, una obra muy bien descrita, inteligente como policial, que completa una gran figura con precisos y pequeños momentos, que sabe engañar y encajar sospechas con apenas tres posibles culpables, que es una obra honesta, no hay asesinos sacados del aire, todo tiene plena justificación, y todo está a la vista, pero bien distribuido y trabajado para dar una vuelta de tuerca tras otra.

martes, 19 de febrero de 2019

Green Book


Filme que trata de la amistad de un bouncer italoamericano, llamado Tony Lip (Viggo Mortensen), y un doctor en música y experto pianista clásico afroamericano, Don Shirley (Mahershala Ali), cuando el pianista contrata a Lip, o Vallelonga en su apellido original, para que haga de chofer, guardaespaldas y asistente en una gira por el (aun para la fecha) sur racista americano, en los 60s, cuando contratan a Shirley para galas intimas de ricos, para la clase alta sureña, clase social donde Shirley pertenece aun cuando sufre de discriminación.

El director del filme, Peter Farrelly, se separa en ésta oportunidad de la codirección con su hermano Bobby Farrelly, con quien hiciera una destacada carrera en la comedia, con títulos como Dumb and Dumber (1994), There's Something About Mary (1998), Me, Myself & Irene (2000), Amor ciego (2001) o Fever Pitch (2005), comedias muy divertidas, corrosivas e inteligentes. Peter Farrelly además salta a otro género, un drama sobre racismo, aunque no exento de momentos simpáticos y un humor suave.

Green book (2018) es una película amable y noble, sobre dos personas aparentemente distintas que forman un vínculo de amistad y con ello mejoran como seres humanos. Shirley aunque es sofisticado es un hombre solitario y alejado de su ascendencia afroamericana representada en lo popular, mientras Lip es un hombre que suele recurrir a la violencia, como estereotipo de gángster italiano. Lip es un hombre siempre simple y fuerte; Shirley es más complejo, a ratos puede verse muy poderoso y en otros momentos muy pequeño.

Lip dentro de todo tiene buen corazón, y su interacción hará que venza su racismo, que vemos es producto del trato común en su barrio, con otros italianos enfocados en su ascendencia. En ésta road movie se conocerán muy bien, hasta de una secreta tendencia sexual. Shirley será un poco dócil con el racismo y Lip lo influenciará para que sea más frontal, como es él; lo mismo en la educación al contrario, con un refinado Shirley culturizando a Lip mediante las cartas románticas a su esposa, la ideal Dolores (Linda Cardellini), y ayudándolo a vencer algunas malas actitudes, reduciendo el grado de brutalidad facilista al que suele recurrir Lip.

Es una propuesta muy agradable, aunque enfrenta el racismo. Es una feel good movie con voluntad altruista e inteligente para mostrar a un afroamericano que tiene muchos matices y sale del común. Se muestra el racismo normalizado, como no permitir el mismo baño o los mismos hoteles como menciona el título; Green book es un cuadernillo racista de lugares a los que son destinados en hospedaje los hombres de color. Resalta también ver a la policía como racista, lo que puede llevar a criminalizarse y verlos como el verdadero KKK de su época. Shirley va de gira por el sur porque quiere conseguir más libertades para su gente, lo cual lo plantea como un hombre de integridad y avanzada.

Pero el filme es relajado; es audaz y entretenido. No es un filme grandilocuente, en ningún sentido; busca ser medido, pero es inteligente en cómo va relacionando a ésta dupla, que dígase es una historia real, que primero es individual y luego se colectiviza. Mortensen aunque tiene entre manos un estereotipo, remite a vencer su lugar de origen, cómo los italianos se mueven culturalmente cuando yacen cerrados en sí,  y fácilmente podría ganar mil y un premios del público, mientras Ali tiene un rol más exigente, y no contiene total condescendencia, sino que presenta debilidades, cierta soberbia, cierto hermetismo.  

Hay escenas graciosas, como cuando Lip sobre-entusiasmado bota la gaseosa a la pista; gracias a los gestos de ambos actores. Tiene escenas inteligentes también, puestas en diferentes perspectivas, como con el Kentucky Fried Chicken, algo que en el lugar común dicen que aman los afroamericanos. Peter Farrelly lo utiliza como lugar de racismo en una cena de ricos, y en otro momento Lip le enseña a Shirley un poco de humildad y campechanía, alegando de paso que él es más negro que Shirley, porque es un hombre de clase trabajadora que conoce bien la música popular negra. Todo esto se revertirá de manera hollywoodense, pero no deja de ser una película con gracia y sensibilidad.

sábado, 19 de enero de 2019

Newton


Newton (2017), de Amit Masurkar, es una comedia india suave, con Newton (Rajkummar Rao), un muchacho bastante estricto consigo mismo, pero algo perdedor. Es alguien que es enviado a que voten en una población peligrosa, por la proliferación de guerrilleros maoístas. Newton lo ve como tremenda obligación y quiere hacer cumplir su deber al pie de la letra. En la zona hay un jefe militar que es el típico militar canchero (un excelente Pankaj Tripathi), quien será el antagonista de Newton, en justo lo contrario, hacer el trabajo de la votación como sea.

En el filme se oponen, pero sin ningún tipo de violencia –que no sea la propia presencia tacita-, ejército con personal de votación encabezado por Newton –un tipo bravo y obsesivo hasta la locura-. Mientras los militares que encabeza Aatma Singh (Tripathi) cogen a los votantes casi por la fuerza y solo quieren quedar bien con sus superiores y estos con su imagen ante el país, Newton es un idealista que raya lo tonto y quiere que pobladores bastante humildes desligados de la votación entiendan qué es democracia, su derecho, deber, la potencial oportunidad de cambio y bendición. Los militares los ven como ganado a los pobladores y poco les interesa las formas, Newton no soporta ese comportamiento, sufre existencialmente frente a ésta situación. De esto salen chispas de comedia, de humor negro.

Los entretelones de la votación están perfectamente desplegados, aunque con sencillez formal, pero contienen todo el escenario de éste tipo de eventos. El filme llega hasta la confrontación abierta entre Aatma y Newton, en ello, el pico de la propuesta, muestra humor exagerado, pero efectivo. El resto es suave, discreto. Presenciamos el día “típico” de la labor del personal de votación, más con un jefe estricto como Newton. Lo que hace todo aún más curioso –aparte del protagonista- es que están en medio de lo natural, de lo salvaje, de cierto atraso, y encima con guerrilleros forzando que no se ejecuten las elecciones. Los maoístas hacen simple presencia con un asesinato y de ahí en adelante la noción de su presencia es perpetua, pero el verdadero contratiempo de Newton es Aatma, aun cuando los militares están para protegerlo y apoyarlo.

Aatma es astuto, aunque desplegado con la misma inocencia que Newton. Los baches que le pone el jefe militar es lo típico que hacen los militares dictatoriales, y en esa dialéctica entre el ideal –Newton- y la corrupción –Aatma- está lo más trascendente de la propuesta. Es un filme creíble, a pesar del humor, pero muy simple, de narrativa austera. Pero entretiene bastante. No es que invente nada, todo lo conocemos, pero está muy bien ejecutado, con lo especial –si bien es idéntico a muchas realidades, incluyendo la peruana- de un espacio indio de pueblo perdido y peligroso. Todo es fácil de identificar. Newton tampoco está hecho de manera redundante o burda, aun cuando es un tipo propio de lo muy estricto. Newton aunque tiene de loser, es un tipo también con habilidades, coherencia y trato. Newton es un muy buen protagonista, aunque Aatma es más divertido, sin mucho esfuerzo, está preciso.

sábado, 5 de enero de 2019

Burning


El coreano Lee Chang-dong hace un filme prodigioso y sutil con ésta adaptación de un cuento de Haruki Murakami, todo es sugerente y ambiguo en el filme. Uno puede tratar de interpretarlo, pero se entiende que puede haber más de lo literal. En general se entiende que un hombre compite con otro por el amor de una mujer; uno de los hombres es común y más pobre en varios sentidos, Lee Jong-su (Yoo Ah-in), mientras el otro es rico y mucho más sofisticado, igual en muchas cosas, Ben (un maravilloso Steven Yeun).

Lee es un tipo un poco lento o, más bien, de los que miran y se guardan sus pensamientos, que tienen dudas, anda achicopalado o es propio de silencios y miradas. Ben es algo perverso, astuto, parece jugar con Lee y con su entorno. Ben suele decir que hace todo por diversión, y puede uno llegar a pensar en American Psycho (2000). Esa es la idea que anida en la mente de Lee, que tiene mucho de sospechoso también. Puede que Ben sea un desdoblamiento, aunque el filme da a entender muchas cosas hechas por Ben y hay correlación con el entorno. Pero cuando Lee quema un invernadero parece un momento tramposo y estar haciendo de Ben sin darse cuenta, aunque puede parecer que trata de incriminarlo a su vez.

Lee tiene obsesión con Ben, hay una fuerte envidia ahí, más allá de los celos por Hae-mi (una entregada y talentosa Jun Jong-seo). Ben se nota que no está tan interesado en Hae-mi; ella en cambio como es una chica voluble y algo fácil, aparte de un poco rara, sí se siente atraída por Ben, pero al mismo tiempo por Lee. Todos estos intercambios entre los tres dan mucha materia para imaginar mil y un cosas, gracias también a que el filme riega montón de lugares ambiguos, como con el gato primeramente invisible o el cuarto sucio y luego limpio. Pero al mismo tiempo el filme es literal, simplemente pudo desaparecer Hae-mi, ya que tenía muchas deudas, además de que con el pozo queda la idea de que puede ser una mentirosa compulsiva.

El filme da pie a que uno lo manipule bastante. También el final visto literalmente es de una brutalidad y fuerza descomunal, verlo así tal cual es impresionante y una expresividad artística. Pero se puede entender como el hartazgo de las frustraciones, aunque algo demencial. Puede ser el sueño recurrente del protagonista, un anhelo oculto y no tan oculto. Ben con el comentario de los invernaderos deja la puerta abierta a la especulación y la imaginación, pero pudo ser simplemente ganas de perturbar a Lee, una maldad, que al final le cobra factura.

Ben es el malo de la película teniendo a Lee por nuestro supuesto héroe, muy entre comillas, ya que queda medio mal desde su rareza, cuando lo vemos masturbándose en el cuarto de Hae-mi, incluso hasta soñarla masturbándolo -lo sensual, tan propio de Murakami-, representación de un ego solitario en movimiento. Lee también tiene de malvado, como termina en el final –en una de las versiones-, o igualmente todo puede ser producto de su escritura, por cuando aparece viviendo en el cuarto de Hae-mi más tarde. Pero ese final también puede ser una catarsis, aunque a un lado salvaje, y en otro, no literal, borrar su fastidio. De todas maneras es un final brutal como novela, y eso puede bastar y sobrar.

Tampoco faltan las escenas domésticas y cotidianas –campo, ciudad- muy bien esparcidas y ejecutadas, los momentos de pasar el rato, que explotan en escenas poderosas como cuando Hae-mi se desnuda del pecho, se híper-sensibiliza, se pone eufórica, luego decae en llanto. Todo es discutible, cada uno de los tres protagonistas puede presentar una versión y hasta más de una, es la libertad de la interpretación en lo plástico de la ambigüedad. Lee o Hae-mi pueden tener problemas de normalidad, ya lo dice las relaciones de familia o la soledad, mientras Ben es sólo un demonio asiático, un pretexto para inquietar el gallinero.

viernes, 21 de diciembre de 2018

The House That Jack Built


La última película del danés Lars von Trier recuerda a su anterior película, Nymphomaniac (2013), en las citas intelectuales que acompañan la narrativa central, que pueden parecer intrascendentes, pero hacen más divertido el filme, cuando no exagera. Trier intenta hacer de su cine un cine más profundo, aunque nunca deja de ser polémico, y con ello tratar de plasmar un tipo de entretenimiento rebelde, revolucionario no, sino un hedonismo punk.

The House That Jack Built (2018) no es una de las grandes ideas de Trier, como Breaking the Waves (1996), su mejor película, pero sigue teniendo su encanto, su interés. No todo es perfecto, a veces la irreverencia le cobra factura, como con la historia de la familia y la cacería, muy endeble, muy efectista, pero tiene otras escenas que sobresalen. En particular la historia de Simple (Riley Keough, la nieta del mismísimo Elvis) luce la más destacada, con su ironía detrás del lugar común de la mujer hueca, acto irreverente por donde se le mire.

La interrelación de Simple con Jack (Matt Dillon) está en su punto, aquí uno se olvida un poco de tener que hacer de Jack un tipo cruel necesariamente, sabiendo que es un asesino en serie que en la película es quien cuenta de su vida homicida en cinco capítulos, o cinco separaciones de asesinatos. La muy bella Riley Keough hace de una mujer distraída que muy lentamente descubre quien es realmente su novio, un tipo brutal, sádico, sin pizca de misericordia, al que ridículamente le llaman Señor Sofisticación. Jack construye sus asesinatos como si fueran arte, justo lo que hace Trier, haciendo de la sencillez algo más complicado, arduo. 

En el filme hay de donde escoger, hay momentos buenos y otros menos logrados. La interrelación con Uma Thurman, que hace de una mujer antipática y muy inteligente pero paradójicamente descuidada, es otro momento cumbre. Se resuelve de la manera más siniestra, pero antes hay unos diálogos y prolongaciones jugosos. Así Trier no es estricto en sus 5 capítulos, vuela libremente, se expande a su gusto, mete otras cosas, todo formando la imagen de quien es Jack, un tipo que hasta tiene un toc de limpieza extrema y desde luego lo pone en práctica en perturbadora y satírica manera.

Trier muestra que es un tipo muy inteligente y tiene un sentido del humor perverso, y puede que no todo sea genialidad, pero le quedan varias cosas muy a su favor también. Todo tiene un giro de último minuto o más de uno o una estructuración de cierta manera extraordinaria, siempre hay un reto, un lugar en que Jack ha cometido un error y va a ser atrapado, pero aunque esto es divertido es en realidad lo que menos importa, ya que Jack es un monstruo condenado a ese glorioso epilogo del filme, que es muy surreal y hasta el final irónico.

Jack habla con Verge (Bruno Ganz), que puede ser varias cosas, aunque al final se muestra. Pero lo importante es que esto ilustra a Jack como un psicópata absoluto,  y no, no es Verge un demonio o quizá sí, sea un especie de Mefistófeles, como lo es el mismo Jack, aunque un demonio más perverso. Él llama cínicamente salvación a que muera, mientras sigue en pie tras su existencia podrida, sin ley. Valga mencionar la intrépida curiosidad de su infancia, la de amar ver segar la hierba, ver esas enormes hoces en movimiento perfecto, rítmico, un último bastión de inocencia rural -inocencia que el filme intelectualiza-, en medio de una herramienta que simboliza también la muerte. Trier trabaja con mitología y crueldad.

domingo, 16 de diciembre de 2018

Melancholic

Un muchacho solitario y de poco hablar que todo el mundo admira inmediatamente al saber que ha terminado sus estudios en una universidad de prestigio nacional vive una realidad muy diferente a lo esperado, vive con sus padres –con los que vemos cenar muy monótonamente- y no ha tenido nunca grandes empleos. Así termina trabajando en un lugar donde la gente va a bañarse, a relajarse, conteniendo un sentido de tradición japonesa. Pero lo curioso es que en ese lugar de baño matan gente por encargo, de manera brutal. Nuestro tímido joven protagonista finalmente acepta limpiar el baño en esas circunstancias. Éste filme de Seiji Tanaka se toma mucho su tiempo, tiene una narrativa muy detallista, clara y lenta, pero tiene su gracia. Ésta propuesta busca ser racional, cuando matar no lo es, aunque se dice que solo se mata a yakuzas, es decir, gente que no produce remordimiento matar, que vive bajo ese código. Pero también el filme habla de estar atrapado en ese mundo criminal, como le pasa a los trabajadores del lugar de baño, incluido el administrador. Melancholic (2018) también muestra una relación romántica que por la química de la chica en especial se hace dulce y natural. Hay momentos que no son tan logrados, momentos tontos, pero es un filme llamativo, aunque narrado a la inversa. Lo cuenta todo con racionalidad, pero es un filme muy loco en el fondo –matar no es tan superficial-, como cuando el limpiador del baño que parece un chiquillo idiota se descubre como tremendo asesino profesional, incluidas escenas marciales y con armas que harían la envidia de cualquier actor de acción consumado. No obstante esto es solo momentáneo. No hay demasiada acción, pero tampoco es tanto lo que anuncia el título. De todas formas trata la vida extraordinaria de un yakuza en manos de un hombre muy común, aburrido de su existencia.

miércoles, 24 de octubre de 2018

First Reformed


Ethan Hawke interpreta a un pastor protestante que tiene dudas y que se halla en la desesperación (silenciosa), además sufre de una enfermedad terminal y se siente culpable de la muerte de su hijo al convencerlo de ir a la guerra, como de la desintegración de su matrimonio. Esto luce como la mezcla de Diario de un cura rural (1951) y Biutiful (2010), pero con más diafanidad que Robert Bresson y más acertado que Alejandro G. Iñárritu.

El director Paul Schrader se enfoca en que los seres humanos están destruyendo el planeta y, por ésta razón, Dios nos odia. Hawke como el pastor Toller se siente mortificado además por el silencio de Dios,  por tanto mal en el mundo. Esto se pone en la palestra cuando el pastor conoce a una pareja, y el marido de ésta se halla muy desesperado; aquí se enfocan en el cambio climático, cosa que Schrader potencia y le da varios sentidos, lo que pudo sonar tonto. Toller está a puertas del abismo, a puertas de convertirse en Travis Bickle, y como en esa hermosa y perfecta película algo improbable sucede, algo cambia a último minuto.

Schrader juega con el escape, aprieta la vida de Toller, pero al final hace valer la otra mitad que convive con la humanidad, la esperanza. La luz parece imposible de llegar, incluso desarticula la opción que todo lo mejora, el amor, proponiendo que el necesario cambio interno que todo hombre debe manejar desaparezca, por pesimista. El mundo es caos, la humanidad con el cambio climático va hacia la autodestrucción, el hombre es malo, Dios simplemente se cansó, nos detesta. Todo suena muy dramático, trágico y drástico.

No obstante hay momentos en que se respira normalidad, en el quehacer diario del pastor, teniendo a la iglesia de la primera reforma como un lugar histórico, salvador y turístico, como con las historias de la época de la esclavitud, aunque les persigue el miedo, la muerte. El filme también juega a poner en discusión el poder y la necesidad del dinero, con financiamientos dudosos, obligados, y que uno debe callar, pero pasa, como quien pone la situación más desosegante, y es algo que no queremos ver o ya no tenemos fuerza para enfrentar.   

El filme acierta de lleno cuando logra manejar el silencio de Dios, sin que necesariamente el pastor deba negar a Dios u olvidarse de él, pero debe buscar en aquel mundo que tanto dolor le causa, debe enfrentarlo tal cual, y la salida es sencilla, pero efectiva, una de las pocas, o la mejor. La salida es terrenal, sin tener que odiar o renegar de Dios. Es algo que finalmente no se puede comprender del todo, lo mismo con el planeta y la humanidad. El panorama es cruel y duro en el filme, se siente incluso la soledad en las calles y en el trato de la gente, algo muy americano. Pero no obstante hay momentos donde Toller parece estar tranquilo, aunque su mal es interno y en mucho silencioso.

Lo bueno de la película es que es como una montaña rusa de emociones, hay momentos aparentemente apacibles, suaves, y luego surge –se toca- la desesperación, lo intenso. Una de las grandes escenas del filme donde surge paz es un momento a lo Bruno Dumont que toma plena lógica, que tiene de sensual, de atrevido, de místico, de apocalíptico, todo adornado dentro de una pequeña levitación, un momento erótico convertido en algo intelectual. Schrader yace iluminado en ésta propuesta, abundan los diálogos y son todos muy coherentes y aunque muy argumentales no dejan de ser humildes, con esa humildad que evoca la idea del americano promedio que no se toma tan en serio su inteligencia, su facilidad para pensar lo existencial, la trascendencia, porque finalmente todo pasa por lo mundano, por nuestra simplicidad vivencial, frustraciones, carencias y sufrimientos.

viernes, 5 de octubre de 2018

Los demonios (The devils)


Es la película más excesiva, famosa, polémica, odiada y celebrada de Ken Russell, que es una historia religiosa, pero del tipo de quema de brujas o de lucha contra el demonio, la versión hardcore de películas como La pasión de Juana de Arco (1928) o de El Proceso de Juana de Arco (1962), donde un cura es perseguido por la inquisición, pero no por algo sobrenatural, sino por señalarle una vida libidinosa, por ser muy sexual y casarse a escondidas con una joven, que en realidad es porque éste cura, Urbain Grandier (Oliver Reed), defiende la independencia de su ciudad, de Loudon, del poder del Cardenal Richelieu quien manda a destruir a Grandier.

Grandier es como un rock star en su ciudad, y además un sex symbol, que en especial hace que las monjas se sientan fuertemente atraídas, lideradas por la madre Juana (Vanessa Redgrave), quien se mueve con la cabeza doblada, con una joroba, y es la más obsesionada con Grandier. De esto vendrá la idea de la posesión satánica en las monjas con lo que Russell proporcionará tremenda secuencia de locura, de desenfreno, de una orgía brutal, que tiene de esperpéntica, fiel al estilo del director británico, aunque no se percibe del todo explicada. Es más como una histeria que sigue a la madre Juana, de la mano de la persecución de la iglesia liderada por Richelieu y sus peones, el barón De Laubardemont (Dudley Sutton), el padre Mignon (Murray Melvin) y el cazador de brujas o exorcista padre Barre (Michael Gothard).

Es un filme extravagante, pero bien narrado, muy interesante también por su parte histórica, pero como acostumbra Russell se toma muchas libertades y sobre todo excesos. De cierta manera también se puede considerar una película de terror, pero no con un enfoque de miedo, es de utilizar sus elementos para hacer algo distinto. Varias escenas de la película tienen un toque visual artístico de horror, inclusive en la apariencia de la madre Juana, pero el filme propone con ello el drama histórico eclesiástico, el estallido psicológico, la demencia, cierto absurdo. En mayoría los excesos funcionan, porque tiene un background de hechos reales conseguido, sólido, aun cuando sus formas invocan el entretenimiento ligero.

Vanessa Redgrave y Oliver Reed están maravillosos, en los roles icónicos de sus respectivas carreras; Redgrave como una mujer poseída por una obsesión sexual y también afectiva, negada por el hombre que desea, porque a ella en realidad ganas y acciones nunca le faltan. Grandier es un hombre coherente aunque propenso a cumplir con su carnalidad. Yace más cerca de los protestantes -en varios sentidos- que la iglesia católica persigue con ahínco, dejando regados sus cadáveres –que explota visual y constantemente el filme- y tortura. Grandier a pesar de todo es consecuente, hasta confiesa sus culpas, acepta sus defectos, quiere su devoción a Dios pero también ser un hombre libre en su hedonismo, y aun trasgrediendo las reglas no merece la inquisición –las monjas se incitan solas-, ésto queda claro, con Russell haciendo énfasis en casi todo, es el exceso en su máxima potencia, afuera la sutilidad, y por más paradójico que suene funciona, porque es muy transparente, muy propio de su cine.

No todo es genial, pero es un filme más que decente, yo diría que hasta bastante bueno, pero entendiendo que el mal gusto y la vulgaridad coexisten con el interesante interés histórico que valga decirlo lo ha hecho Russell más atractivo que el común. Russell tenía especial aprecio por lo histórico, por lo intelectual, solo que también por plasmar el arte a su manera, volverlo popular, fácil y muy entretenido, con un infaltable toque de locura que queda más que presente en los comportamientos de las monjas, donde brilla la polémica, ya que en los curas más bien yace la maldad o frialdad, el interés personal, y así Grandier es el héroe del relato, pero con su cuota de corrupción, como es visto su deseo sexual –lo cual también lo puede dibujar doblemente heroico visto desde otra perspectiva-, luego hasta calmo al confesarse enamorado, y se le siente un tipo normal, pero trasgresor por ser un cura católico.

En el fondo parece la película tratarse de la defensa del evangelismo y de paso de lo británico –pensando en el tema serio de la propuesta- o, quizá más bien –pensando en el lado más marcado de Russell, el exceso-, de la libertad y liberalidad sexual, del placer per se, con los católicos como los verdaderos demonios, poseyendo en las sombras en realidad a unas monjas reprimidas y neuróticas, mujeres con ganas de tener sexo limitadas en sus anhelos, el resto simple pretexto. Pero a esto hay que agregarle un festín de cierto efectismo, de irreverencia, en una orgia mítica, y así es Ken Russell. Hizo lo que le dio la gana, y se saltó con ello su lugar en los libros más serios, pero se hizo también un cineasta de culto.