martes, 28 de mayo de 2019

Dry Martina


Es la historia de una cantante, Martina (Antonella Costa), que es muy sexual, dice que es ahí donde ella siempre se ha sentido feliz, donde se halla a sí misma. Ella pretende que el mundo la quiera tal cual, así con su fuerte deseo sexual y promiscuidad, con su liberalidad a mil, con querer hacerlo cuando quiera y cuantos quiera, mientras habla de manera directa. El filme sigue ese rumbo, con la hermana imaginaria de la misma manera, que también es muy libre en lo sexual, como con el muchacho de color con quien sólo se divierte y suena a lugar común -siendo el hombre de color representación de sexo puro y duro-.

El filme intenta ser muy moderno, con lo sexual a la orden del día, del nuevo pensamiento, un pensamiento progre para bien y para mal en su significación, la aceptación de la promiscuidad femenina, la ligereza sexual femenina, el hedonismo ante todo, el sexo libre en toda gloria, sin escenas subidas demasiado de tono ni rarezas, acótese, pero con aventuras intrascendentes por doquier, se busca la aceptación total en ese sentido. Pero Martina quiere que la quieran también así, incluido el espectador, pero le falta cierta empatía para ello, aunque es algo simpática, no es un cero a la izquierda. Ella quiere ser cool con su liberalidad, con su sensualidad, pero poco importa a ratos, no a todos nos convence o entusiasma.

Dry Martina (2018), de Che Sandoval, está bien hecha, técnicamente es una película más que decente, tiene buenas formas, pero narrativamente hablando –por lo que cuenta o cómo lo cuenta como trama-  es mucho más discutible. Martina confiesa haberse acostado con todos sus amigos del colegio –fueron 12-; pide una pija y termina abrazada a un anciano que no entiende su lenguaje, con un juego que plantea la propuesta, en la comunicación entre la jerga chilena y la argentina. El filme la pone como una incomprendida, alguien por quien sentir algo de pena, es finalmente una solitaria, pero esto no pega, Martina debería ser más dura, más fuerte, mostrarse así tal cual habla y ejecuta, pues ese camino ha escogido.

El sentimentalismo no funciona con Martina, cuando se muestra conchuda con el sexo previamente, de manera tan desenfadada y apologética. Si eres irreverente, no pretendas ser tierno después, no será tan fácil de generar empatía así, si no habrá que ser ingenioso entonces, y en ello el filme falla, mostrando un salto muy simple. Dry Martina con la historia de la hermana chilena loca mejora, se libera un poco de su temática de promiscuidad –paradójicamente a raíz de una relación casual-, dejando de ser repetitiva, para al final dar un pequeño giro, con la –simbólica- gata maullando. No es un filme malo; como película ligera tiene su gracia.