lunes, 26 de noviembre de 2012

Cesar debe morir



Los hermanos Taviani son famosos por filmes como Padre Padrone (1977), palma de oro, y La noche de San Lorenzo (1982), gran premio del jurado también en Cannes, pero ya había tiempo que sus nombres no volvían a la palestra, y es cuando la presente llega por la puerta grande, gana el oso de oro, es la triunfadora de la Berlinale 2012, un festival que muestra un cine de autor con mucha sobriedad aunque con audacia.

Estamos ante un drama carcelario atípico, el de la recreación de unos presos de la obra teatral Julio Cesar de William Shakespeare. Vemos a través de un flashback a blanco y negro la interpretación al natural de esta magna obra, con momentos en que se ensaya, se discute y se vive la adaptación en una prisión italiana. Un filme sencillo y a su vez hermoso, la escena en el patio cuando matan a Julio Cesar es notable, asistimos a una interpretación pasional muy creíble aun en su llaneza, apelando a la honestidad de sus actores, a la entrega y la pasión que despierta en ellos el arte, un soplo de vida en su ruinosas y apagadas existencias, un aire de readaptación sutil que enarbola el compromiso con su roles ficticios.

Se llega a creer en lo que hacen como en el guiño de un pequeño conflicto interno en que un preso ve como un traidor a un compañero. Ayuda mucho que la noción de realidad y artificio se mezclen, se salte de la persona al actor y viceversa, como cuando los presos gritan arengas tras los barrotes al oír el monólogo del personaje de Antonio ante la muerte de su señor. Otra imagen hermosa es la del cuerpo del Cesar tapado por una sabana en el patio de la cárcel.

Y es que sólo cuando se suben al teatro en que vuelve el color uno deja de creer y sentir la obra, no sé si intencional o no, pero es en el trayecto -en la recreación anterior- que se reinterpreta la obra de Shakespeare y se asume desde un espacio insólito como la prisión, no se vuelve raro sino muy verosímil, es como si los personajes fueran eso presos, esos rostros, esos gestos, quizás dentro de un teatro del absurdo pero que no se hace incongruente, dando la sensación de la vida -lo real- imitando el teatro como en aquella frase de que el mundo es un gran escenario dramático, el teatro convirtiéndose en vida, no solo metafóricamente sino sustancialmente. Cesar es un preso, Bruto un traidor, el senado compañeros conspiradores, la muerte en los idus de marzo la rotura de esa dictadura, pero sin el esfuerzo de cambiar nada salvo utilizar como en el pasado sólo a hombres, siguiendo fielmente el texto, como una casualidad perfecta.

El filme es sumamente entretenido, con una clara concepción, el arte reivindica, enajena positivamente, alumbra esperanza, como la ultima sentencia de un preso que siente ahora el peso de su encierro tras la libertad que le brinda el haber participado de ésta obra.

Desde el arranque de la audición para elegir a los participantes uno queda atrapado en la película, tratándose de dar un discurso lacrimógeno con datos biográficos y luego de igual forma uno violento, donde vemos rasgos de personalidad y curiosidades de ellas, el tipo que hace callar con el dedo o el que imita un saludo de rugby. Es un equipo compacto, carismático, sin excesos, ninguno falla, todos aportan un grano de arena a su respectivo papel, inaudito sabiendo que no son actores profesionales. Están en una ficción con vistos de realidad, con gran asertividad, claridad y verdadero ritmo, dando una cara de mucha espontaneidad mientras se quiebra la línea entre el cuento y el hombre. Leemos a Shakespeare entendiendo que es una puesta en escena, alabamos el arte, el artificio y la ficción tratada en sí, sin desencantarnos sino asumiendo toda su grandeza desde postulados sencillos pero espléndidamente ejecutados. La transformación y credibilidad que propicia la imitación, el desdoblarse para fabular y entender una historia que esconde otra, aquí develada a flor del espectador.

El arte no necesita ser complicado, puede ser muy transparente, puede ser estéticamente atractivo aún en un minimalismo atroz, puede ser noble en el artificio. Que mejor que seguir coordenadas tan apabullantemente ingeniosas.

martes, 20 de noviembre de 2012

The king of pigs



Todo buen cinéfilo que quiera ver un cine destacado y con personalidad debe ver cine surcoreano, un país que tiene un séptimo arte sólido y variado. La presente es un dibujo animado y primer largometraje de Yeon Sang-ho. El filme es un trabajo que versa sobre la violencia, el omnipresente bullying escolar. Dos viejos amigos se encuentran tras la llamada de uno tras romper vínculos por 15 años y éste le hace recordar a un chiquillo de reacciones salvajes que los solía defender del abuso de los matones de aula. Con volver atrás se despiertan los traumas y las malas vivencias bajo ese régimen de humillación y acoso, pero también algunos secretos que se apoyan en subsistir y vengarse de ese entorno amenazador.

Lo que vemos son continuas demostraciones de violencia, quien las sufra en pantalla no es definitivamente su película, pero también es una constancia que aunque en los primeros 46 minutos se hace muy entretenida y atrayente termina cansando un poco. Porque quién no ha pasado por alguna pelea en el colegio por culpa de algún abusón, resulta muy identificador ineludiblemente, y no son recuerdos agradables pero tampoco son toda la vida y aquí son casi un calvario, una retroalimentación bárbara y un continuo escalón mayor en los conflictos físicos, por ende no hay balance, no hay por donde respirar en el ecran. Sin embargo uno no despega la vista y se pasa muy rápido el filme, y eso se debe a que tiene giros que aunque se disponen a seguir engordando a la bestia que llevamos dentro, nos entrega novedades, se procede a llegar a los límites. Otra virtud salvadora es que hay varias sub-tramas y los tres personajes principales tienen un sustento familiar. No obstante todas terminan en el mismo punto, en aquella azotea reveladora, en que también se da una pelea de la que Bruce Lee pudo haberse sentido celoso.

Los vaivenes asumen también distintos comportamientos, se mezcla la cobardía y la tentación de ser como expresan los protagonistas más diabólico que los agresores, convertirnos en monstruos, se incita a resolverse en los actos de abuso, soportar no es fácil pero tampoco la salida lo es, en sí encierra un callejón sin aparente salida, la única sería arruinar la mente de los participantes del bullying, borrarles la sonrisa en el futuro ante rememorar el pasado, y de ahí se desprende el que exista un rey de los cerdos, asunto que debe cada uno descubrir que aguarda una metáfora sobre la sociedad.

Hay otra lucha, el dinero importa mucho, repercute en los hijos y en su anhelos, hay una esclavitud materialista, pero también de orden de realización personal, de paz, de no aguantar otro tipo de opresión y menosprecio. El panorama adolescente se transporta al de adulto.

Los trazos son afilados, los colores son opacos, a ratos los fondos parecen tener individualidad separados de las personas que yacen sobrepuestas como en una maqueta, como separadas en dos tipos de ilustraciones, la animación recurre a pocos detalles pero marcados, se diferencian de los animes incluso en los ojos, y entre otros en el sentido de que no hay humor, no hay sobresaltos cómicos, ni siquiera gestos de ternura, sino hay un drama recurrente pero anclado al golpe, al llanto, a la frustración, hay como un acuerdo físico más que interno, hay la sensación de reflejar por fuera dominantemente, la reflexión se merma un poco o nos distrae el efecto de las palizas, las molestias, las ofensas o los ataques de furia, pero está, porque cuando el filme quiere ser solamente entretenimiento se desprende un tono de profundidad, pero con claridad o es que nos quedamos resumiendo la película en la matonería y la salvación o redención con lastre sempiterno, pero indudablemente parece tener más capas o las propone detrás de su leitmotiv. Se trata el estatus social, la convivencia entre clases, las raíces del poder, la violencia familiar, los rezagos traumáticos infantiles, el vacío, un capitalismo despiadado, una carencia del tipo del sueño americano y en fin podemos seguir enumerando más ideas, es un filme rico aun en su apariencia superficial.

Posee un lado lúdico con las imágenes, da cabida al surrealismo, la sangre sin ser 3D parece saltarnos un poco en la cara. Es un filme potente pero que pierde fuelle al perpetrarse demasiado en la violencia, debió matizarla y no solo demostrar tantas formas de ella o ser redundante, desprender todo por ese lado, lo que visto bien no está mal tampoco ya que es una exploración pormenorizada de ese modo operandi despiadado y subyugante para con el prójimo, que es como una bola de nieve y que genera ramificaciones. Si nos acomodamos a su explotación y sobrevivimos -o simplemente disfrutamos del espectáculo- sacaremos algo más y eso nos entrega un cine con resultados positivos para con distinto espectador, ergo, es una obra valiosa.

sábado, 10 de noviembre de 2012

Argo

Ésta película pasó por el festival internacional de cine de Toronto (TIFF), festival de los más prestigiosos del Norte de América y antesala de la estatuilla dorada, y dejó en claro que será una de las favoritas para los Oscars. Ben Affleck con su anterior película, The Town (2010), demostró que es muy solvente haciendo cintas de entretenimiento, no solo contenta a las mayorías sino al cinéfilo más exigente, y se encumbra en ser un cineasta importante. Con la presente da un paso hacia adelante, tomando de contexto la irrupción y captura de ciudadanos americanos en la embajada de éste país en Irán ante el descontento de la huida y asilo del último Sha que gobernó su nación de forma sanguinaria apoyado por Estados Unidos en su avance por la occidentalización del mundo árabe. El filme se centra en el rescate de 6 estadounidenses que yacen escondidos en la embajada de Canadá en Teherán, bajo una falsa fachada creada por la CIA en manos del agente Tony Méndez (Ben Affleck) en que se les hace pasar por los ejecutores de una película denominada Argo.

El mérito está en reconstruir dicho conflicto en 1979, Affleck incluye fotografías denotando el haberse pegado a la letra. Da tensión a la misión, pone el asunto peliagudo, como algo un poco suicida por el alto riesgo en cuestión y no busca romper la cadena con los hechos reales en que se basa. Se trata de mezclar realidad con entretenimiento, asumiendo una carga política no tan crítica a fin y al cabo, exponiendo más no buscando ninguna polémica sino hubiera ahondado en ello. Lo que predomina es una aventura y un éxito para su país (indirectamente en pantalla para la institución, y agradeciendo a Canadá), parece querer colocarlo más como un marco histórico. De este podemos sacar reflexiones ya que la historia universal está ahí en pantalla, Estados Unidos tiene culpa en lo que pide la población iraní, su método de fuerza, el secuestro de sus ciudadanos, es una consecuencia de su injerencia política, hay una confrontación de bandos firmemente delineados, y habiendo triunfado la revolución iraní es lógico que pidan la cabeza de su enemigo represor, sin embargo también no sería consecuente que el gobierno de Estados Unidos traicionara a un antiguo y fiel aliado en un mundo contrario a ellos. Esto genera una fricción que podemos entender como una exhibición de Affleck por mostrar antecedentes al trato actual de estos dos países, un mea culpa discreto, sin embargo también se ve en la trama que los árabes muestran mucha violencia, no es que mienta ya que hay ahorcados desde grúas a vista y paciencia de la gente en las calles, pero incentiva el estereotipo de que su cultura es incandescente, los encasilla en su salvajismo, que también se entiende porque es una película de aire afable al público que así como hay héroes hay antagonistas. Parte de la adrenalina es asumir un ambiente muy duro y complicado. Solo hay clara humanidad iraní en la empleada de la embajada de Canadá cuya fidelidad raya en lo heroico, pone su vida en muy alto peligro; y aunque creen tratar con canadienses lo vemos a su vez en los risueños soldados del aeropuerto al ver los storyboards de Argo o en el representante de cine orgulloso del interés por su país.

Affleck yace en un papel normal aunque valiente, en ese sentido no se inflan las cualidades del agente, prima su calma, convicción y el generar confianza, y se sobrentiende que su devoción al trabajo y a su anclada formación humanitaria es de alto grado al punto de poder dejar a su hijo sin padre. En un momento dice no parecer el típico agente, se despercude de alguna grandilocuencia del tipo Bourne o Soldado Universal, incluyendo en la propia dirección cuando se bromea en uno de los diálogos de que hasta un mono podría dirigir una película. Una licencia en el esquema tradicional del cine es que no hay ningún vínculo amoroso en escena, el filme está exento de romance, y los propios ciudadanos en rescate aportan ingenio, no son ningunos cobardes aunque son razonables y corrientes.

El filme apuesta por el desenlace de suspenso, lleva al límite ese apartado, y no teme exagerar. Mientras, su gancho es su historia, el desarrollo del proyecto de escape, que prima por encima de lo demás, pero que se engrandece con el contexto político, y la sátira de Hollywood. Argo fuck yourself repite el cineasta americano Lester Siegel (Alan Arkin) bromeando con su amigo el storyboarder John Chambers (John Goodman), compañeros del falso montaje de ésta película de cine B de ciencia ficción que titula el filme de Affleck, una alusión despreocupada hacia su propia obra. Esa frescura impregna el filme, es indiscutible que Affleck es un tipo rebelde pero relajado, y no es definitivamente Alan Pakula (Todos los hombres del presidente, 1976), pero sí alguien que quiere sonreír y generar sonrisas, que consigue con maestría de autor de gran entretenimiento, al mismo tiempo que es audaz con su cine dentro del cine, diciendo: Argo, váyase a la mierda.

lunes, 5 de noviembre de 2012

Moonrise Kingdom


Wes Anderson es dueño de un estilo muy particular, entre aniñado y raro, puede abordar algunas imágenes o temáticas chocantes pero lo hace con la mayor inocencia, con un cromatismo como el del arco iris, que nos remite a una mirada optimista y alegre, el suyo es un mundo personal muy autobiográfico debajo de las capas de ficción, familiares impositivos, lealtades  a prueba de conflictos, romances con alguien fuera de lo común, una extranjera o una persona muy especial, tipos estrafalarios que para él son normales, una contextualización americana pero cosmopolita o muy cercana a la europea, un aire kitsch, una comedia  “tímida” que nada entre la ironía más audaz pero clara, y una circunscripción a explotar el lugar común generando viajes bizarros.

Genera un cine inclasificable y nuevo, que puede o no ser aburrido –que sí convencernos ya que es original- dependiendo de si nos dejamos llevar, al verse ligero y tonto dentro de su extravagancia, donde los outsiders toman la posta y se convierten en héroes mostrando todas esas virtudes que en la realidad por uno u otro motivo no se pueden desplegar, en cambio para Wes Anderson es fácil ponernos en el ecran una niña inconforme con su mundanidad, de su hogar de clase media, quien sobrelleva su propio espacio de influencia francesa, su isla mental, llevando la apariencia de una bailarina rebelde de los sesenta pero salida de algún comercial de tv. Suzy Bishop (Kara Hayward, en su primer filme) es la fuente de rebeldía de la historia presente, el ánimo de escapar de ese espacio que no nos produce felicidad. Sam (jared Gilman, también en su primer filme),  líder de su propia independencia, un niño con personalidad, decide hacer lo que los otros quisieran y no pueden, salirse del orden establecido, y como entrando en lo salvaje, en la libertad, ayudado por su sabiduría de boy scout, para lo que la misma sociedad lo ha entrenado, tiene una razón a defender, el amor, un tema de adultos abordado por niños. No solo el amor por Suzy sino por sí mismo, por defender lo que quiere en la vida. Y en medio de esa historia que debe ser recordada como anuncia la película, todos suspiran y alientan en el fondo su proceder, sin embargo se remiten a sus obligaciones como padres, como fuerza de orden, que tienen que reprimir el cauce de fuga, pero haciendo la salvedad de prometer comprensión para hacerlos volver, habiendo la intención muy sutil del suicidio.

Se destaca un reconocido reparto de estrellas de cine como en la constreñida Laura Bishop (Frances McDormand), la rigurosidad de los servicios sociales (Tilda Swinton), el naturalmente inubicable como actor, padre de Suzy, las convenciones que terminan perdiendo (Bill Murray), el infaltable en el universo Anderson, el scout inspirador (Jason Schwartzman) y el menos conocido pero quien nos hace saber que estamos ante una fantasía, o una historia que se recuerda, Bob Balaban como el narrador.

Un filme que en un momento parece una parodia de uno de acción o el recubrimiento de algo más fuerte por el estilo y las formas de Anderson, su manera de reinterpretación, como cuando los héroes se enfrentan a una horda de guerreros en el bosque, niños scouts armados con cuchillos, flechas y hachas, o en el momento en que Sam escapa en lancha por el río y luego la cubre con hojas. Pero ante todo es una historia cálida e infantil, como es más notorio puesta la pareja protagonista a besarse frente a la orilla del mar, en donde tampoco se contiene la broma cuando se escupe en la arena, no obstante saltado el exabrupto  vuelve a su estado de idilio, el culmen de la aventura. Nunca deja de ser un cuento, algo suave y calmado, que solo busca remitirnos a esa etapa de crecimiento en que todavía no nos aliena el entorno, y más, porque Suzy y Sam son dos personas muy particulares pero a su vez muy comunes  a todos, siendo siempre el deseo humano de hacer la diferencia creyéndose normal.  El primer amor es el trasfondo, el asumirse como niños problemas, el magma de tomar la existencia con fuerza y espontaneidad, el ser yo en un mundo de limitaciones.

Y no son rebeldes sin causa, el amor les da una excusa para actuar como lo hacen, sin embargo es el deseo de salirse del mundo en que se hallan el que los une, y a su vez no estamos ante algo tajante y unidireccional, ya que se critica el adormecimiento de la pareja en el matrimonio más no este, como el capitán Sharp (Bruce Willis) anhela, o con los niños exploradores en que el jefe scout Ward (Edward Norton) se enmienda con una acción y recupera el sentido de su labor. Al igual que los binoculares que utiliza Suzy, Wes Anderson nos acerca una realidad afín a  todos los seres humanos, perder la intensidad en lo que queremos no es una opción a aceptar y es lo que se lucha, sino buscar siempre llevarla con uno. En pantalla vemos dos chiquillos inteligentes, que en su huida leen, y que sobreviven en la intemperie, están preparados y ahí hay confabulación con ellos, y a pesar de que viene la tormenta no se intimidan, más bien muestran aplomo.

No hay un estado de conmiseración con Sam, que es huérfano y que se entiende sutilmente que eso también lo moviliza. Anderson prefiere la irreverencia infantil que las lágrimas melodramáticas, prima en él la comedia, por eso no se aguanta y al estilo de los scouts imitando sin peligro lo que sería el verdadero riesgo de escalar nevados  o sobrevivir en la selva, fabrica un matrimonio “falso”, del cual se rescata que es un compromiso con esa libertad puesta en práctica que enarbolan los pequeños, el recordatorio de un hecho valiente, que por chico, que aquí no lo es, no deja de ser importante, ya que es el prototipo, la esencia, el microcosmos de algo mayor, el que subyace y que mejor que a través de unos niños (el arte más flagrante de Anderson), la representación de lo puro y transparente, siendo la película de Wes Anderson la trasmisión del sinceramiento del que el cine se provee para conmover, incentivar o enseñar.