Ésta película pasó por el festival internacional de cine de
Toronto (TIFF), festival de los más prestigiosos
del Norte de América y antesala de la estatuilla dorada, y dejó en claro que será una de las favoritas
para los Oscars. Ben Affleck con su anterior película, The Town (2010), demostró
que es muy solvente haciendo cintas de entretenimiento, no solo contenta a las
mayorías sino al cinéfilo más exigente, y se encumbra en ser un cineasta
importante. Con la presente da un paso hacia adelante, tomando de contexto la
irrupción y captura de ciudadanos americanos en la embajada de éste país en Irán
ante el descontento de la huida y asilo del último Sha que gobernó su nación de forma sanguinaria apoyado por Estados Unidos
en su avance por la occidentalización del mundo árabe. El filme se centra en el
rescate de 6 estadounidenses que yacen escondidos en la embajada de Canadá en Teherán, bajo una falsa fachada
creada por la CIA en manos del agente
Tony Méndez (Ben Affleck) en que se les hace pasar por los ejecutores de una
película denominada Argo.
El mérito está en reconstruir dicho conflicto en 1979,
Affleck incluye fotografías denotando el haberse pegado a la letra. Da tensión a la misión, pone el asunto peliagudo, como algo un poco suicida por el
alto riesgo en cuestión y no busca romper la cadena con los hechos reales en que se
basa. Se trata de mezclar realidad con entretenimiento, asumiendo una carga
política no tan crítica a fin y al cabo, exponiendo más no buscando ninguna
polémica sino hubiera ahondado en ello. Lo que predomina es una aventura y un éxito
para su país (indirectamente en pantalla para la institución, y agradeciendo a
Canadá), parece querer colocarlo más como un marco histórico. De este podemos
sacar reflexiones ya que la historia universal está ahí en pantalla, Estados
Unidos tiene culpa en lo que pide la población iraní, su método de fuerza, el
secuestro de sus ciudadanos, es una consecuencia de su injerencia política, hay
una confrontación de bandos firmemente delineados, y habiendo triunfado la
revolución iraní es lógico que pidan la cabeza de su enemigo represor, sin
embargo también no sería consecuente que el gobierno de Estados Unidos
traicionara a un antiguo y fiel aliado en un mundo contrario a ellos. Esto
genera una fricción que podemos entender como una exhibición de Affleck por
mostrar antecedentes al trato actual de estos dos países, un mea culpa
discreto, sin embargo también se ve en la trama que los árabes muestran mucha
violencia, no es que mienta ya que hay ahorcados desde grúas a vista y paciencia
de la gente en las calles, pero incentiva el estereotipo de que su cultura es
incandescente, los encasilla en su salvajismo, que también se entiende porque es
una película de aire afable al público que así como hay héroes hay antagonistas. Parte de la adrenalina es asumir un ambiente muy duro y complicado. Solo hay clara
humanidad iraní en la empleada de la embajada de Canadá cuya fidelidad raya en
lo heroico, pone su vida en muy alto peligro; y aunque creen tratar con canadienses lo vemos a su vez en los risueños soldados del aeropuerto al ver los storyboards de Argo o en el
representante de cine orgulloso del interés por su país.
Affleck yace en un papel normal aunque valiente, en ese
sentido no se inflan las cualidades del agente, prima su calma, convicción y el
generar confianza, y se sobrentiende que su devoción al trabajo y a su anclada
formación humanitaria es de alto grado al punto de poder dejar a su hijo sin
padre. En un momento dice no parecer el típico agente, se despercude de alguna
grandilocuencia del tipo Bourne o Soldado Universal, incluyendo en la propia dirección
cuando se bromea en uno de los diálogos
de que hasta un mono podría dirigir una película. Una licencia en el esquema
tradicional del cine es que no hay ningún vínculo amoroso en escena, el filme
está exento de romance, y los propios ciudadanos en rescate aportan ingenio, no
son ningunos cobardes aunque son razonables y corrientes.
El filme apuesta por el desenlace de suspenso, lleva al
límite ese apartado, y no teme exagerar. Mientras, su gancho es su historia, el
desarrollo del proyecto de escape, que prima por encima de lo demás, pero que
se engrandece con el contexto político, y la sátira de Hollywood. Argo fuck
yourself repite el cineasta americano Lester Siegel (Alan Arkin) bromeando con
su amigo el storyboarder John Chambers (John Goodman), compañeros del falso
montaje de ésta película de cine B de ciencia ficción que titula el filme de
Affleck, una alusión despreocupada hacia su propia obra. Esa frescura impregna
el filme, es indiscutible que Affleck es un tipo rebelde pero relajado, y no es
definitivamente Alan Pakula (Todos los hombres del presidente, 1976), pero sí alguien que quiere sonreír y generar sonrisas, que consigue con maestría de autor de gran entretenimiento, al mismo tiempo que es audaz con su cine dentro del cine, diciendo: Argo, váyase a la mierda.