Todo buen cinéfilo que quiera ver un cine destacado y con
personalidad debe ver cine surcoreano, un país que tiene un séptimo arte
sólido y variado. La presente es un dibujo animado y primer largometraje de
Yeon Sang-ho. El filme es un trabajo que versa sobre la violencia, el
omnipresente bullying escolar. Dos viejos amigos se encuentran tras la llamada
de uno tras romper vínculos por 15 años y éste le hace recordar a un chiquillo de
reacciones salvajes que los solía defender del abuso de los matones de aula. Con
volver atrás se despiertan los traumas y las malas vivencias bajo ese régimen
de humillación y acoso, pero también algunos secretos que se apoyan en
subsistir y vengarse de ese entorno amenazador.
Lo que vemos son continuas demostraciones de violencia,
quien las sufra en pantalla no es definitivamente su película, pero también es
una constancia que aunque en los primeros 46 minutos se hace muy entretenida y atrayente
termina cansando un poco. Porque quién no ha pasado por alguna pelea en el
colegio por culpa de algún abusón, resulta muy identificador ineludiblemente, y
no son recuerdos agradables pero tampoco son toda la vida y aquí son casi un
calvario, una retroalimentación bárbara y un continuo escalón mayor en los
conflictos físicos, por ende no hay balance, no hay por donde respirar en el
ecran. Sin embargo uno no despega la vista y se pasa muy rápido el filme, y eso
se debe a que tiene giros que aunque se disponen a seguir engordando a la
bestia que llevamos dentro, nos entrega novedades, se procede a llegar a los
límites. Otra virtud salvadora es que hay varias sub-tramas y los tres
personajes principales tienen un sustento familiar. No obstante todas terminan
en el mismo punto, en aquella azotea reveladora, en que también se da una pelea
de la que Bruce Lee pudo haberse sentido celoso.
Los vaivenes asumen también distintos comportamientos, se
mezcla la cobardía y la tentación de ser como expresan los protagonistas más
diabólico que los agresores, convertirnos en monstruos, se incita a resolverse
en los actos de abuso, soportar no es fácil pero tampoco la salida lo es, en sí
encierra un callejón sin aparente salida, la única sería arruinar la mente de
los participantes del bullying, borrarles la sonrisa en el futuro ante
rememorar el pasado, y de ahí se desprende el que exista un rey de los cerdos, asunto que debe cada uno descubrir que aguarda una metáfora sobre la sociedad.
Hay otra lucha, el dinero importa mucho, repercute en los
hijos y en su anhelos, hay una esclavitud materialista, pero también de orden
de realización personal, de paz, de no aguantar otro tipo de opresión y
menosprecio. El panorama adolescente se transporta al de adulto.
Los trazos son afilados, los colores son opacos, a ratos los
fondos parecen tener individualidad separados de las personas que yacen
sobrepuestas como en una maqueta, como separadas en dos tipos de ilustraciones,
la animación recurre a pocos detalles pero marcados, se diferencian de los
animes incluso en los ojos, y entre otros en el sentido de que no hay humor, no
hay sobresaltos cómicos, ni siquiera gestos de ternura, sino hay un drama
recurrente pero anclado al golpe, al llanto, a la frustración, hay como un
acuerdo físico más que interno, hay la sensación de reflejar por fuera
dominantemente, la reflexión se merma un poco o nos distrae el efecto de las
palizas, las molestias, las ofensas o los ataques de furia, pero está, porque
cuando el filme quiere ser solamente entretenimiento se desprende un tono de
profundidad, pero con claridad o es que nos quedamos resumiendo la película
en la matonería y la salvación o
redención con lastre sempiterno, pero indudablemente parece tener más capas o
las propone detrás de su leitmotiv. Se trata el estatus social, la
convivencia entre clases, las raíces del poder, la violencia familiar, los rezagos
traumáticos infantiles, el vacío, un capitalismo despiadado, una carencia del
tipo del sueño americano y en fin podemos seguir enumerando más ideas, es un
filme rico aun en su apariencia superficial.
Posee un lado lúdico con las imágenes, da cabida al
surrealismo, la sangre sin ser 3D parece saltarnos un poco en la cara. Es un
filme potente pero que pierde fuelle al perpetrarse demasiado en la violencia,
debió matizarla y no solo demostrar tantas formas de ella o ser redundante, desprender
todo por ese lado, lo que visto bien no está mal tampoco ya que es una
exploración pormenorizada de ese modo operandi despiadado y subyugante para con
el prójimo, que es como una bola de nieve y que genera ramificaciones. Si nos
acomodamos a su explotación y sobrevivimos -o simplemente disfrutamos del
espectáculo- sacaremos algo más y eso nos entrega un cine con resultados
positivos para con distinto espectador, ergo, es una obra valiosa.