miércoles, 12 de octubre de 2016

The Creator of the Jungle (Sobre la marxa)

Documental catalán de Jordi Morató que nos muestra en la Villa de Argelaguer, provincia de Gerona, Cataluña, la construcción de Josep Pujiula alias “Garrell”, de su propia selva en un bosque, con una gran estructura arquitectónica artesanal que contiene múltiples caminos bajos o por altura, hasta laberinticos, torres enormes y lugares de reposo y de resguardo de varios tipos. La ha construido en tres oportunidades tras tener que destruirla por diversos motivos. La primera vez es filmado en formato casero por un joven entusiasta de 14 años llamado Aleix Oliveras, abundante archivo que vemos y tiene un estado pasable pero precario. Se ve como Garrell juega a ser Tarzán, más tarde hasta con niño incluido, creándose un cine incipiente, amateur, en una aventura que recrea la lucha contra la supuesta civilización, la que viene como representación de la destrucción de la naturaleza. La segunda oportunidad es para que lo documente la historiadora de arte la estadounidense Jo Farb Hernández como registro del arte marginal, del Art Brut, por lo que a Garrell se le considera un artista. La tercera vez lo filma Jordi Morató recogiendo toda su historia que son 45 años de labores en su jungla. Garrell tiene 76 años, y aún sigue tan ingenioso como siempre y más perfeccionista que nunca. Tiene la costumbre de retarse cada vez más, con lo que comenzó como un simple juego, y no le representa más que una pasión, placer personal y un entretenimiento. Su labor ha sufrido de vandalismo, y de la oposición de las autoridades producto de la realización de una carretera en la zona de su selva. Garrell es un hombre sencillo en el trato y en la palabra, pero con una habilidad inigualable, es un constructor prominente. Él se divierte en su creación, y no solo la ha tenido para sí, sino la ha compartido gratuitamente como si fuera un especie de parque de atracciones al paso, secreto, en el anonimato y descubrimiento casual. El documental de Morató ganó el reconocimiento de mejor documental en los Premios Fénix 2014. Es un filme atractivo, amable, interesante y llamativo, con una historia que habla por sí misma, que no pretende florituras. El centro de todo es conocer la genialidad de Josep Pujiula, tantos años de pasión, resumidos perfectamente. 

sábado, 8 de octubre de 2016

La helada negra

Lo que indica el título es un fenómeno climático que malogra la siembra, y de paso enferma a los animales. El escenario del filme se halla en Valle María, Entre Ríos, en una comunidad de alemanes del Volga. La película se inspira en un acontecimiento real que escuchó alguna vez el director Maximiliano Schonfeld, en su natal Crespo, Entre Ríos, sobre la santidad de un niño.

Una foránea, de cabello oscuro, Alejandra (Ailín Salas), llega de forma rara al lugar, en medio del que parece otro fenómeno. Pronto se forma la idea de que ella es una santa, y puede solucionar el problema de la helada negra, sabe uno de donde nace esa idea, quizá porque su cabello es distinto, y sus rasgos criollos, mestizos, novedosos en contraposición al rubio dominante de la comunidad,  crean fascinación en el lugar. También inspira una sensualidad velada y una atracción respetuosa en los varones lugareños. Además no faltan las habladurías de que es todo una farsa, pero así se mueve el filme, sin confirmar nada, ¿es o no todo un truco o en efecto posee divinidad?, la propuesta se desarrolla bajo una extrema sutilidad y ambigüedad, que incluso el tema de la helada parece desaparecer de la trama.

El misterio va en aumento (como con algún vínculo afectivo que surge repentinamente) en medio de la total naturalidad y aceptación general. El filme se abstiene de dar veredictos. Ese es el estilo que maneja y lo que le otorga distinción, dentro de una muy buena producción. El misterio es parte trascendente y lograda de la propuesta, tratando de crearse un equilibrio, aunque podría desesperar. Me recuerda a El verano de los peces voladores (2013) donde uno puede perderse de su esencia y hallar un filme inferior a lo que exhibe y pretende.

No parece pasar nada en el filme, que no puedan ser coincidencias. Alejandra acepta el lugar que le otorgan, de manera sosegada y siempre mostrando autosuficiencia, incluso tras lo que pareciera un ataque sexual. Recibe regalos de “pretendientes”, sin ningún inconveniente, y otros prestamos más ostentosos (habiendo una cierta superficialidad en todo esto), ella vive de la fascinación que produce, la que tiene soporte también en lo pedestre, ella genera deseo carnal en los hombres del lugar, en viejos y jóvenes, y hasta incluso entre las chiquillas.

El filme juega a “creer” en la santidad de Alejandra que luce como cualquier mortal, simplemente con un aplomo que es intimidador, pero sin perder esa juventud, lozanía e inocencia que proporciona la figura de Ailín, y a hacérselo creer al espectador, mediante atmósferas (con ayuda del sonido), sugiriendo a ratos algo extraño por suceder –como cuando una mano aplasta un tomate- y cierto misticismo trabajado con imágenes distorsionadas tipo vídeo arte.

miércoles, 5 de octubre de 2016

Como me da la gana II

El documental del chileno Ignacio Agüero es un canto a la pasión por el cine, todo parte de una pregunta sencilla a directores chilenos relativamente nuevos o vistosos o prometedores de hoy en día, ¿Qué es lo cinematográfico de lo que estás haciendo?, que continua aquel mediometraje documental de 30 minutos del mismo título hecho en 1985, que por entonces implicaba una preocupación que colindaba con hallar el propio lugar en el cine para Agüero, ¿qué película hacer durante la dictadura?, seguido de ¿de qué trata tu película?, y por último ¿quién la vería, a quién va dirigida? Lo que se inspiraba en la realidad de Agüero, al ser censurado su mediometraje documental llamado No olvidar (1982), que contaba sobre la matanza de 15 campesinos en Lonquén en 1973 a comienzos del golpe militar de Pinochet. El filme se daba a conocer bajo el sobrenombre de Pedro Meneses, en honor a uno de los campesinos ajusticiados por la dictadura.

Los nuevos tiempos le exigen otra pregunta, le provocan otra curiosidad existencial, y aunque Agüero decide responderla al final de la forma más básica y diplomática, en un estado de relajación que siempre lo acompaña, los entrevistados presentan respuestas y perspectivas muy interesantes, en medio de lo que luce un acto espontáneo y que llega a sorprender a algunos. Las respuestas nos iluminan sobre la distinción de un (simbólico) árbol de los demás; sobre el ejercicio de la historia y la memoria que tiende a mutar, a corromperse y a repartirse (en el cómo perdura); sobre la retroalimentación entre los objetos/entes y cómo se crea la realidad, a partir del arte; sobre la interiorización de la mujer desde la opción sexual de una directora; sobre la concepción de un mundo interno y verdadero en lo narrativo; sobre la fragmentación y la polifonía por sobre lo lineal; y sobre la artificialidad y creación de una ilusión llamada séptimo arte.

En este nuevo documental vemos rostros conocidos como el de Pablo Larraín, que habla muy ligero, o el de José Luis Torres Leiva con el que Agüero tiene -entre sus películas- una especial empatía, conexión y cierta visión compartida. Este documental muestra -con unos cuantos jóvenes creadores- el panorama de la idiosincrasia artística chilena actual, todos estos directores aportan su grano de arena, alguna trascendencia, aunque no falta la ironía en el asunto y el rehuir implacable de la solemnidad, en un  documental que profundiza en el arte del cine a partir de una realidad nacional que empieza a tener solidez, ya no viéndose como el nacimiento de una vocación cinematográfica general en el país, sino una vocación que atiza la complejidad que otorgan los años, pasando a un nuevo capítulo, de lo que antes representó para Agüero concebir Cien niños esperando un tren (1988) y hallarse como documentalista.

Agüero muestra de forma humilde cierta luz en la oscuridad a los que pretenden seguir sus pasos o anhelan conocer el mecanismo “secreto” de una pasión, tras la esencia del propio cine. A las voces de los directores él considera solo pistas, implicando más bien entusiasmos y motivaciones que caminos, como un maestro horizontal, que llama a las propias búsquedas y significados, señalando que todos yacen en el mismo peso.  

Como me da la gana II ganó el máximo premio del festival de cine de Marseille 2016, en este la voz en off y guía de Agüero  le habla con aire paternal a su montajista, Sophie Franca, como si la arrullara con un cuento, emparentándolo al ejercicio de director de cine, un artesano de la imaginación, creándose la ilusión de que el documental se va haciendo al andar, en un filme que en esencia es el repaso por su legado cinematográfico, por lo que lo define, a su arte, a su estilo y a una vocación lograda, dentro de un aura de afinidad y llamado a la pasión, igual al de la educadora Alicia Vega con la que existe otro gran vinculo cinematográfico. En esos rostros de niños embobados con la gran pantalla, mientras pinta con la luz y la toma tras lo aprendido, y se pierde sin mayor sentido en la filmación de gorriones. 

lunes, 3 de octubre de 2016

Boi Neon

Ambientada en el nordeste de Brasil exhibiendo el mundo oriundo de las vaquejadas, un tipo de rodeo donde 2 jinetes derriban a un toro, mostrando integra y perfectamente aquel tipo de vida, pero teniendo a un protagonista muy particular. Iremar (Juliano Cazarré) es un vaquero, pero también un amante de la costura de ropa de mujer, el sueño que tiene es ser modisto, de esto que se entusiasme con una simple fábrica textil, a pesar de que se mueve en las vaquejadas como pez en el agua. Iremar se comporta como un vaquero común, como un tipo rudo y macho, pero se destaca por su conocimiento de la moda, que en el filme no perturba a nadie, tampoco que Junior cuide de su cabello peor que hembra vanidosa.

Iremar sabe de perfumes y de ropa, y a ese respecto se atribuye ser culto, no homosexual. Esa mezcla en él no es incongruente, aunque sí, desde luego, curioso, manejándose los dos ámbitos sin problemas, con normalidad, como si habláramos de simples oficios, no obstante escuchamos renegar a Iremar en un comentario de que siempre huele a caca de animal. El resto de gente que vemos es tal cual el lugar en que existen, salvando por una parte a una mujer guardia y perfumista embarazada, que se parece a Iremar. Al grupo del rodeo le acompaña Galega (Maeve Jinkings), una mujer rustica, pero bella, a la que Iremar considera una ignorante. Galega es sensual aunque muy básica, ahí la vemos depilarse el vello púbico a pleno día metida en un camión con las piernas separadas, en una escena muy poderosa y provocativa en su estética. Boi Neon tiene un par de puestas en escena de este tipo, como con esas muestras aisladas de quienes son los protagonistas. Galega puede ser una bailarina exótica, a la vez que pagana, escondida en el disfraz de una cabeza de yegua, en un claro culto a lo animal, a lo salvaje. Ella tiene una hija pequeña que cuida con un amor tosco. Con ellos completan el equipo rodante dos vaqueros más (intrascendentes), y un tercero -en reemplazo- que parece invocar algún giro.

El segundo largometraje de ficción de Gabriel Mascaro, después de Vientos de agosto (2014) es una película que es interesante y cautivante, tiene su cuota de comedia, y también mucho erotismo escenificado muy natural, como en su película antecesora. También tiene su toque vulgar y llano, que está hasta en Iremar, pero no afea el conjunto en general. Es un mundo en parte bruto el que dibuja y eso no se pierde nunca, pero tiene su capa de complejidad y de devenir novedoso en sus personajes. Iremar busca los pedazos de un maniquí en un terreno con una vista entre ilusoria y sucia, lo que hace de Boi Neon una construcción estética constante.

El mundo de las vaquejadas está muy bien adaptado a la narrativa. Hay una gran escena de sexo de 8 minutos de duración, que tiene de trasgresor, y está muy cuidada, pero sin perder la naturalidad. Hay en ello un fuerte realismo. Boi Neon es mejor que Vientos de agosto, que a la mitad se detiene y uno no puede dejar de sentirse defraudado. Boi Neon es un viaje también, donde no todo se responde, pero no importa, ya ha cumplido, no hace falta, y porque el filme respeta las vaquejadas finalmente y su protagonista no es ningún tipo desesperado.

domingo, 2 de octubre de 2016

Historias extraordinarias

El filme tiene 3 líneas narrativas centrales, tres protagonistas en X, H y Z, son como tres películas en una, y más, porque éstas se siguen bifurcando y apareciendo nuevas historias. Pero también menos porque no se logra consolidar ninguna, se terminan difuminando o son muy breves. Es como que poco importa tener una trama sólida y completa sino jugar a sólo narrar una aventura tras otra, a la práctica de contar relatos y de capturar la atención del espectador aun a costa de “timarlo”, durante 4 horas de metraje.

Se inspira en la literatura, enorme soporte del filme, y lo que suele ser un lastre o deficiencia, no ser puro cine, no explotar a plenitud el lenguaje cinematográfico, aquí funciona producto de los pocos recursos con los que cuenta en producción, con una voz en off que es determinante para abarcar mucho más de lo que la sencillez visual y las escenas proporcionan. Se sostiene mucho de aquella voz que brinda harto argumento y construye y potencia la película, en una obra que tiene de noir y de misterio, de thriller y de variedad de clases de historias, hasta de tipo romántico y moderno con la sub-trama de Lola Gallo, la peor parte de la realización, que resulta más nefasta aun con una canción de acompañamiento perpetuo en la sección, con Roberto Carlos cantando El gato que está triste y azul.

El filme es interesante, tiene un arranque poderoso. Dos hombres matan a un tercero que llega en un tractor con un maletín. Le pegan un tiro de escopeta y huyen. Otro hombre, llamado solo como “X” (el director de la película Mariano Llinás) observa todo, se acerca e irónica y audazmente termina rematando al hombre caído, también huye, pero con el maletín misterioso. Esa apertura es genial, anuncia la promesa de meternos en lo que invoca el llamativo título y lo que da es un filme con altibajos pero competente al fin y al cabo. Lo que viene después son estados de cierta locura en un aislamiento de meses, y pierde mucho encanto, aunque no muere del todo el interés. En el trayecto se habla de un hecho real, del arquitecto italiano Francisco Salamone, de su ambición profesional, grandeza y su brutal caída, la que es una historia muy atractiva, pero no llega a desarrollarse y simplemente desaparece.

Una segunda línea central tiene a un tal “H” en otra aventura de esas espectaculares. Una apuesta entre dos socios de la Asociación de mayo da pie a contratar a “H” para una misión, ir en busca de los monolitos de la Compañía Fluvial del Plata que indican la posibilidad de un proyecto, mientras que el contrincante manda a otro hombre a destruir las huellas. Esto desencadena en una extraña amistad surcando el río Salado. Puede parecer medio embrollada la idea de la apuesta, pero lo que más interesa es el viaje, que termina en un nuevo cuento, curioso y simpático, aunque es poco en realidad, el de los soldados ingleses Jolly goodfellows.

La tercera línea central tiene a “Z” llegando a un puesto de trabajo aburrido y burocrático reemplazando a un tipo supuestamente anodino con el que queda vinculado al descubrir que tenía una especie de doble vida, que termina definiéndose como una existencia pesimista a pesar de vivir las dos caras de la moneda. Se trata de un juego -en busca de develar secretos y algún tesoro- en que “Z” disfruta de sentirse atraído por dos mujeres e interactúa con un león, que es la parte visual más sorprendente de la película, junto a un tanque.

El ciudadano ilustre

El filme de la dupla argentina Gastón Duprat y Mariano Cohn es una comedia y representa al cine comercial, el que peleará por su país por una nominación a los Oscar y a los Goya, como lo hizo en el festival de Venecia 2016 y que trajo el premio de mejor actor para Oscar Martínez. La propuesta de Duprat y Cohn es un cine directo y sumamente claro, hasta tiene de inocente (hace gracia el intempestivo spot en la radio local), pero no es una comedia barata ni vulgar, como la de la incursión de los cómicos peruanos en el cine. El Ciudadano ilustre tiene forma, tiene sentido, y tiene humor negro, una comedia bien trabajada, aunque franca y amable, no obstante bromea con el infierno que puede crearse al vivir en un pueblo chico (o mejor dicho, regresar a uno tras 40 años de ausencia), donde todos se conocen y uno se puede asfixiar en las pocas oportunidades de poder tener una vida excepcional, que no digo intensa, porque aquí termina siéndolo. En la broma entra a tallar lo complicado y abrumador que es convivir con lo autóctono, con nuestro pueblo, digamos, y esto quizá moleste a los que creen en las idealizaciones.

El filme también se ríe del tipo excepcional, para el caso un ganador del premio Nobel de literatura, mostrando sus mezquindades, con una cultura sofisticada que no lo inhibe de comportarse como cualquiera, tener alguna aventura con una chiquilla o con una mujer casada,  o fallarle a su supuesto amigo. Muestra vanidad y pretenciosidad, lo que ocasiona una rencilla con un personaje local importante que autoritario y abusivo no acepta ser rechazado. Éste hombre le atribuye complejos y odios pasados (plasmados en su literatura), lo cual no es que mienta, está ahí, es una realidad mutua, el resentimiento, aunque obviamente no radica en todos. En ello hay un choque, los dos bandos –los lugareños y el hombre hecho afuera- salen criticados, pero teniendo en cuenta que el Nobel argentino Daniel Mantovani (Oscar Martínez) es el guía de la trama y el filme como que se pone de su lado, en el contexto de la dificultad de adaptación a ese pueblito imaginario igualito a tantos otros, Salas.

No se puede negar que Mantovani, por sus discursos (en el Nobel y en la despedida del concurso de arte), luce un cierto estado de superioridad moral en una postura de insatisfacción muy típica de lo arty que lo dibuja como un cínico a la hora de comprobar la realidad. Finalmente, como la mayoría, se aprovecha de todas sus experiencias, justificándose. La película consigue que la austeridad no sea ningún impedimento para llegar a mucho público. Lo que vemos es un cine comercial sencillo y logrado, bien trabajado, en una comedia y aventuras entretenidas, donde a Mantovani le pasa de todo, pasa por todos los estados  de emoción en su visita a su natal Salta, pueblo chico, infierno grande. Lo reverencian, buscan lucirse con él, quieren un pedazo de su éxito, pero también si no se los da o no se sienten parte de este lo detestan. También entran a tallar problemas domésticos, de faldas, con lo que la propuesta tiene un aire no siempre corrosivo con lo folclórico, sino muestra a Mantovani como un tipo más. Lo que sorprende es ver que anda solo sin guardaespaldas ni secretaria, tras un deslinde naif del inicio, lo que permite que se le acerquen todos, que hasta desconocidos le piden dinero y  quieren que coma en su casa.

El ciudadano ilustre no es Relatos Salvajes (2014), pero maneja una cierta sabiduría, convertir lo austero en una competente comedia comercial, y no es tampoco que le estemos pidiendo una maravilla o que esta nos lo de. Es solo gracioso, sin excederse, sin ser bajo. ¿Quién puede negar que mienta?, simplemente muestra el conflicto de un hombre que se ahoga en un pueblito, como otros pueden sentirse felices en uno. Es humor negro, y no resulta tan agresivo, que no sea ficcionar el enardecimiento en un homicidio, lo cual tampoco es que sea del todo irreal, pero el filme es lúdico. Esa imagen de personajes claves pueblerinos dolidos desfilando frente al protagonista es pura broma. En lo personal no gusto mucho de la comedia y esta me satisface, tiene aventuras, a ratos es demasiado simple y predecible, en otras da risa, a través del que no se adapta aunque trata y le viene el aluvión, y los que viven sin pudor en el pueblo.