lunes, 3 de octubre de 2016

Boi Neon

Ambientada en el nordeste de Brasil exhibiendo el mundo oriundo de las vaquejadas, un tipo de rodeo donde 2 jinetes derriban a un toro, mostrando integra y perfectamente aquel tipo de vida, pero teniendo a un protagonista muy particular. Iremar (Juliano Cazarré) es un vaquero, pero también un amante de la costura de ropa de mujer, el sueño que tiene es ser modisto, de esto que se entusiasme con una simple fábrica textil, a pesar de que se mueve en las vaquejadas como pez en el agua. Iremar se comporta como un vaquero común, como un tipo rudo y macho, pero se destaca por su conocimiento de la moda, que en el filme no perturba a nadie, tampoco que Junior cuide de su cabello peor que hembra vanidosa.

Iremar sabe de perfumes y de ropa, y a ese respecto se atribuye ser culto, no homosexual. Esa mezcla en él no es incongruente, aunque sí, desde luego, curioso, manejándose los dos ámbitos sin problemas, con normalidad, como si habláramos de simples oficios, no obstante escuchamos renegar a Iremar en un comentario de que siempre huele a caca de animal. El resto de gente que vemos es tal cual el lugar en que existen, salvando por una parte a una mujer guardia y perfumista embarazada, que se parece a Iremar. Al grupo del rodeo le acompaña Galega (Maeve Jinkings), una mujer rustica, pero bella, a la que Iremar considera una ignorante. Galega es sensual aunque muy básica, ahí la vemos depilarse el vello púbico a pleno día metida en un camión con las piernas separadas, en una escena muy poderosa y provocativa en su estética. Boi Neon tiene un par de puestas en escena de este tipo, como con esas muestras aisladas de quienes son los protagonistas. Galega puede ser una bailarina exótica, a la vez que pagana, escondida en el disfraz de una cabeza de yegua, en un claro culto a lo animal, a lo salvaje. Ella tiene una hija pequeña que cuida con un amor tosco. Con ellos completan el equipo rodante dos vaqueros más (intrascendentes), y un tercero -en reemplazo- que parece invocar algún giro.

El segundo largometraje de ficción de Gabriel Mascaro, después de Vientos de agosto (2014) es una película que es interesante y cautivante, tiene su cuota de comedia, y también mucho erotismo escenificado muy natural, como en su película antecesora. También tiene su toque vulgar y llano, que está hasta en Iremar, pero no afea el conjunto en general. Es un mundo en parte bruto el que dibuja y eso no se pierde nunca, pero tiene su capa de complejidad y de devenir novedoso en sus personajes. Iremar busca los pedazos de un maniquí en un terreno con una vista entre ilusoria y sucia, lo que hace de Boi Neon una construcción estética constante.

El mundo de las vaquejadas está muy bien adaptado a la narrativa. Hay una gran escena de sexo de 8 minutos de duración, que tiene de trasgresor, y está muy cuidada, pero sin perder la naturalidad. Hay en ello un fuerte realismo. Boi Neon es mejor que Vientos de agosto, que a la mitad se detiene y uno no puede dejar de sentirse defraudado. Boi Neon es un viaje también, donde no todo se responde, pero no importa, ya ha cumplido, no hace falta, y porque el filme respeta las vaquejadas finalmente y su protagonista no es ningún tipo desesperado.