sábado, 30 de marzo de 2019

The Captain (Der Hauptmann)


El director alemán Robert Schwentke hace una buena película, con un tema manido, los nazis, volviendo a su natal Alemania a contextualizar la historia, sobre un soldado desertor que encuentra un uniforme de un capitán nazi y se convierte en él volviéndose un sanguinario asesino de desertores, valga la paradoja.

El soldado se convierte en Willi Herold (Max Hubacher) y va acumulando seguidores tras su uniforme, cuando la guerra está por terminar y rinde el caos en las filas alemanas. Herold es un militar duro y efectivo en pleno mundo nazi y esto lo mantiene como líder, mostrando mucha astucia para hacerse cargo del falso cargo. El filme de Schwentke no plantea poner en aprietos a Herold con su sustitución, no va por lo ordinario, sino que el traje y el poder cada vez hacen peor persona a Herold, que se mantiene frío ante los sucesos que van apareciendo.

Otra curiosidad de la temática nazi es que no se habla de judíos sino de desertores alemanes, Herold por quedar bien se imbuye en una carnicería de su propia gente, considerando a los desertores traidores y gente inmunda a su causa recién nacida, por lo que se siente en el derecho de acabar con todos ellos. El filme tampoco sataniza a los alemanes sino los vuelve de carne y hueso y se agradece darles forma y credibilidad más allá de lo de siempre.

The captain (2017) sí los dibuja horribles a muchos alemanes pero lo hace sin caricaturizarlos o convertirlos en figuras exageradas de maldad, son tipos perversos, pero también cantan, ríen, bailan, bromean, se hacen favores, sociabilizan, etc., como con el dúo de desertores haciendo humor para los militares. El filme se centra en el asesinato de desertores, y hay hasta alemanes que ven esto como una matanza inhumana. Herold es visto como un tipo cruel entre algunos alemanes, pero como con el juicio de los nazis se ve que estos lo aplauden en contraste.

También es notorio la lealtad y deslealtad del séquito, entre dos subalternos en especial. Freytag (Milan Peschel) es fiel como un perro, hombre humilde y respetuoso, es el que además inicia toda la mentira con Herold, lo cree inmediatamente un capitán nazi y es su primer seguidor. Luego tenemos a Kipinski (Frederick Lau), un tipo vulgar sin ética alguna, un hombre sin ley en realidad que en más de una oportunidad quiere dejar mal o hasta traicionar abiertamente a Herold. Estos dos lo siguen en toda la película y brindan muchos momentos.

La película está muy bien contada, tiene todo el uso del buen entretenimiento, de la grandeza, la agilidad y el buen ritmo hollywodeense, pero también sabe generar atención e interés un poco más de lo común con lo que cuenta, un hecho real, con la existencia de Willi Herold, que por el final se convierte en un especie de rey de su propio reino en medio del caos absoluto alemán y su inminente derrota, en lo que pudo ser fácilmente una nueva película con la segunda guerra mundial de fondo y éste loco comandando un séquito de asesinos de llamados traidores, en medio de un propio orden y la bohemia, la prostitución, la fiesta y el alcohol.

viernes, 29 de marzo de 2019

The Stuff


Ésta película que escribe y dirige Larry Cohen resulta bastante original, un especie de yogurt-helado llamado the stuff es una sustancia que en realidad tiene vida y hace mil estragos en el cuerpo y control de la gente que por su sabor se vuelve adicta a este producto. La sustancia blanca se come por dentro al cuerpo de las personas, los manipula como zombies o deja salir la sustancia de los cuerpos muertos como una masa viscosa que ataca como una marea. The stuff tiene de protagonista a Michael Moriarty, como un ex miembro del FBI –expulsado- que se dedica a sabotear por dinero las marcas de la competencia, es un pícaro y nuestro héroe. En el filme hay personajes curiosos, como Chocolate Chip (Garrett Morris), empresario de productos lácteos que es famoso por su simpatía, o el coronel Malcolm Grommett Spears (Paul Sorvino), un tipo de guerrillero nacionalista anti-comunista. El filme tiene una crítica social sobre venderle porquerías a la gente, o por el consumismo desenfrenado y la ambición de lucro sin miramientos de las empresas, por algo the stuff no pasa revisión sanitaria, se dice que sus ingredientes y fórmula mantienen el derecho al secreto como Coca Cola. The stuff (1985) tiene una línea general muy sencilla, pero es entretenida, no cabe duda. Moriarty es David “Mo” Rutherford quien con Chocolate Chip y el coronel Spears más una publicista y lado romántico (Andrea Marcovicci) y un niño (Scott Bloom) enfrentaran este ataque mundial. Nunca antes había sido tan fácil conquistar el mundo y luego salvarlo. El filme tiene varios mensajes publicitarios de the stuff y muy buenos y nutridos efectos especiales. Está claro que el hacer dinero sin pensar en el consumidor es pan de cada día donde entra un ataque del tipo de the stuff como humor negro, sci-fi y terror. Es un filme de esos que pueden ser de ataques alienígenas, pero el producto yace vivo de la nada en la tierra. Moriarty tiene un papel desenfadado, no muy exigente, pero tampoco es que The stuff sea una obra de arte, pero no le quita que es ingeniosa en su sencillez y divertida a rabiar. Es emocionante, además.

The Seventh Victim


Ésta película de terror y misterio de Mark Robson versa sobre la muerte, es así que la mujer que buscan en el filme, Jacqueline Gibson (Jean Brooks), es una mujer proclive al suicidio, que tiene una soga para ahorcarse preparada en una habitación para cuando se decida finalmente, mientras su vecina que está enferma terminal quiere vivir su último aliento a mil. Son dos caras de la misma moneda, querer morir y adorar la vida, propuesto desde lo tradicional, el vacío y la depresión versus la enfermedad terminal. Mary Gibson (Kim Hunter) busca a su hermana, ella está atrapada en un culto satánico, pero el filme no sigue el curso natural de gente malvada haciendo daño o matando sino que es un caso más elaborado con accidentes de por medio y traiciones que deben pagarse, pero éste culto satánico es ideológico –como forma de vida-, no quiere ser violento, por más raro que suene tener a la adoración al demonio como tipo de vida. En el trayecto hay relaciones afectivas, entre Mary y el esposo de Jacqueline, Gregory Ward (Hugh Beaumont), y un amigo poeta, Jason Hoag (Erford Gage). Se propone misterio y todo se resuelve inteligentemente, como buen cine clásico todo es claro. Mary tiene 16 años, pero es muy madura, despierta pasiones, al igual que su hermana, pero desde lados opuestos, una representa la luz –la vemos hasta tomando un vaso de leche- y la otra la sombra –con su estilo noir y dark-.Tom Conway hace el mismo papel que en la estupenda Cat People (1942), interpreta al psiquiatra Louis Judd, y pone un lado de sofisticación con un toque de intriga. Tenemos un lado romántico tratado muy suavemente. El economizar tiempo y exhibir mucho es magistral como cabe esperar del cine clásico, como cuando Jacqueline camina por la calle asustada perseguida por alguien que quiere matarla, hay un juego de sombras, pasos, calles y detalles poderoso. En un momento se deja ver un posible enamoramiento lésbico entre Frances Fallon (Isabel Jewell) y Jacqueline, pero la propuesta lo maneja de manera naif y hablan de agradecimiento por ser una buena patrona, cuando en una escena gloriosa se le quiere obligar a morir envenenada a Jacqueline. Val Lewton es el productor del filme con la RKO y su época gloriosa de películas B de terror, debut del director Mark Robson y también debut de Kim Hunter, recordada por ser Stella Kowalski en la obra maestra Un tranvía llamado deseo (1951).

lunes, 25 de marzo de 2019

Mandy


Jeremiah (un estupendo Linus Roache), el líder de una secta, queda prendado de una mujer al verla simplemente pasar, de Mandy (Andrea Riseborough), esposa de Red (Nicolas Cage), y como Jeremiah cree que todo en el mundo le pertenece la secuestra, la droga y trata de hacerla su mujer. Mandy lo rechaza, se burla de él, y éste se vuelve loco. Lo que viene después es la venganza de Red, de un Nicolas Cage totalmente fuera de sí, con un Panos Cosmatos, el director del filme, haciendo una película ultra violenta y muy entretenida.

Cosmatos no teme dar unos diálogos cargados, no teme en absoluto el ridículo, y acierta en todo momento, con un Jeremiah dando discursos entre absurdos, pedantes y cósmicos, esto último como lo es toda la película, con mención a los planetas favoritos de Mandy y Red que veremos al final como si hubiéramos presenciado un sci-fi y no una película de acción y fantasía. Mandy (2018) también es terror, ya de por sí la idea de enfrentar una secta lo es, cuando muchos las han tratado en el género. Pero Mandy además tiene de terror por unos motoristas demoniacos, tipo cómic, que debe enfrentar Cage, a lo sobrenatural.

Mandy manipula los colores, produciendo un filme con identidad propia, con unos colores o tendencias rojizas y purpuras que dan una imagen de terror al conjunto, de oscuridad, de algo siniestro, de algo misterioso, de algo irreal o excepcional. Tener a Cage con la cara ensangrentada, manchada con la sangre que le han salpicado las muertes que ocasiona su venganza es tener un filme híper divertido entre manos, uno que rompe todo limite y quiere ser rebelde en toda esencia. Otro gran momento es ver como Cage prepara su hacha, como la construye, en el momento más artesano y preparativo.

Todo el filme es genial, pero destaco dos secuencias de acción en especial, cuando Cage enfrenta a los motoristas demoniacos, así, sin miedo, frontalmente, a lo loco, sin plan alguno, solo positivo –como menciona un dialogo sarcástico- y cuando se da una lucha con motosierras y enormes cadenas. Ver a Bill Duke, actor de la película Depredador (1987), también tiene su encanto. Duke le explica a Cage sobre la parte sobrenatural del filme, sobre lo oscuro, sobre lo terrorífico, sobre el mal en toda esencia. Destaca a su vez otro momento en la propuesta, cuando un especie de ministro le da la ubicación de la familia-secta de Jeremiah al hombre venganza y es un momento donde solo habla el sujeto y Cage lo mira con la cara de perturbado, mientras este hombre suelta a un tigre.

Cosmatos tiene grandes ocurrencias en su filme, está lleno de imaginación de la buena, y es tan entretenido como un filme de Tarantino, se muestra igual de hábil con el hedonismo. El filme tiene hasta dibujos animados como pesadillas, vemos a Mandy señalarle el camino a su marido, imponiendo el lado místico pagano, y es que el filme es atrevido, como ver la secta de Jeremiah adornada con cruces y señalamientos a lo cristiano, pero con la suciedad de la criminalidad y el peor abuso en las acciones.

Jeremiah es un hombre trastornado, semejante al papel de Cage, y se dará un dialogo final, aunque Cage apenas abre la boca, bastante rico, en el lado de lo irreverente y rebelde, propio del director que no teme fallar y plasma toda su extravagancia a pleno y a mil. El filme juega con lo hippie perverso, con lo religioso demencial, con lo blasfemo. Mandy y su marido viven en el bosque y son algo excéntricos, ella es de otro mundo, señala Jeremiah creyendo conectar con su persona, y el filme se pega a esto, Mandy guía el filme, Cage es su herramienta.

Es un filme que trasciende lo común, es cósmico y putrefacto, con un Cage que divierte con su estado de alta violencia, que destila luz –goce- mediante un camino sangriento. Cuando sonríe con la cara bañada en sangre alucinando a su esposa a la que rememora en sueños húmedos imbuidos en finales de pesadilla es todo locura y placer extremo. Mandy es juerga en toda la palabra, con un pequeño toque freak, como la novela que lee Mandy, como todos los rostros de los miembros de la secta, rostros perversos, perturbadores. Olwen Fouéré, Ned Dennehy y Clément Baronnet están magníficos. 

Dogman


Estamos ante una película de bullying, donde un tipo enorme, un matón, el tipo más odiado del barrio por ser violento, aprovechado y abusivo se mete con un hombre débil, pequeño, querido por todos. Es la historia del matón Simoncino (Edoardo Pesce) y el peluquero de perros Marcello (Marcello Fonte).

Marcello tampoco es un santo, aparte de su negocio de cuidado de perros micro-comercializa droga, pero es un tipo tranquilo, ordenado, buena gente, bonachón, buen padre, pero como vive en un  barrio de esos peligrosos y no le alcanza para subsistir vende droga, justificación valida o no valida es su realidad, y uno de sus clientes es Simoncino, que hace lo que hace con todos, pasa por encima de la gente, no respeta nada ni a nadie.

Por todo esto, en aquella ciudad sacada de un cuento apocalíptico o pueblo derruido donde viven ambos todos comentan que en cualquier momento algo trágico le va a pasar a Simoncino tarde o temprano, pero pasa el tiempo y nada sucede. Más tarde entra a tallar la sorpresa, aunque no tan sorpresa porque el filme cuenta un hecho real muy conocido en Italia. En ello el filme apoya a Marcello, como que lo comprende y perpetra como que una cosa lleva a la otra, y no por un estado de brutalidad semejante al que impone Simoncino.

Marcello va a la cárcel, pero no vuelve tan cambiado, pero quiere respeto, y aunque manifiesta de cierta manera un acto osado de venganza no es que esté dispuesto a ser un criminal en toda la magnitud, como un Simoncino que tiene todas las del matón bruto y primitivo. Marcello siente que se ahoga cuando hace submarinismo con su hija, algo le aprieta el corazón y es justamente la presencia abusiva de Simoncino.

Éste hombre gigante y abusivo no para de darle motivos a todo el mundo, aunque claro, como justificar matarlo, diríamos. Hay una discusión a ese respecto, y se delibera que por más cretino y bestia que sea éste tipo no hay que eliminarlo. Nadie quiere volverse un criminal, o pagar para matarlo, hay cierta ética. Y el ambiente se vuelve tan tenso y opresivo, el hombre bondadoso deja todo su ser y recibe tremendo golpe, es hasta humillado, tratado como si su persona no mereciera respeto alguno, menos amistad ni gratitud.

El filme quiere dar a entender que se puede ser criminal y no ser una mala persona, como el caso de Marcello, porque un hombre que ama tanto a los animales como él no puede serlo; alguien capaz de regresar a un lugar donde recién han robado y han huido –como cómplice del robo- para salvar a un pequeño perro de morir congelado es alguien humano. Simoncino es el monstruo que el pequeño David debe enfrentar, pero a qué precio. El italiano Matteo Garrone vuelve con Dogman (2018) a su mejor estado, el de Gomorra (2008).

martes, 19 de marzo de 2019

Quién te cantará


Es un filme algo misterioso, pero se  resuelve con bastante sencillez. Al final una confesión de la protagonista deja todo súper claro, igual con la narración o lo central no es que uno vea trabajar una alta expectativa de un devenir excepcional. El filme es el vínculo entre Lila (Najwa Nimri) y Violeta (Eva Llorach); la primera es una cantante famosa que está amnésica y la segunda es su fan número 1 que ha venido a rescatarla. Violeta es su imitadora en un karaoke y el pedido que le hacen es extraordinario, pero manejado con mucha diafanidad.

La relación tormentosa entre madre e hija es otra arista del filme, con una hija, Marta (Natalia de Molina), que está fastidiada de la vida y no encuentra mejor manera de desfogarse que hiriendo y molestando a otros, en especial a su madre, Violeta, para que así la joven se sienta una persona malvada o una porquería, para hacer la imagen más deprimente. Esto es interesante y está manejado muy bien, además de que Natalia de Molina lo asume con habilidad. Pero el filme es tan diáfano, tan pulcro, tan mínimo, que faltan destellos, más pirotecnia, incluso más escenas -de la locura de la hija-, por ahí salía algo aún más atractivo, porque esto está jugoso.

Por el final vemos una resolución de cierta oscuridad con un chorro de sangre y con un juego de espejos que recuerda a Persona (1966), y puede que Lila y Violeta se confundan entre sí, pero esto es breve, no demasiado sugerido. No obstante el trato entre Lila y Violeta tiene sustancia, Llorach lo hace bastante verídico; también las canciones, lo musical, está correcto. Nimri mantiene una postura de mujer sufrida, pero sin caer en lo bajo, una mujer que intuye sufrimiento. Con ella hay misterio, de qué oculta su crisis en la playa.

Carlos Vermut hace una película de pocos elementos, es una película austera, narrativamente hablando, pero sin ser para nada desagradable, tiene una estética muy decente, un quehacer profesional, serio, pero recuerda a filmes de bajo presupuesto, en cuanto a qué moviliza en el escenario y en el filme. Al mismo tiempo, es interesante ver como maneja el melodrama, nunca es telenovelero, tiene una alta calidad en ello, tiene un aire elegante con poco recurso, es un canto de admirable austeridad, aunque le falta un poco de fuegos artificiales.

Su melodrama es bueno, más noble y excelso que muchos, sólo que poner una sola escena fuerte huele a poco, me refiero a las paredes sucias. La anterior, la de la amenaza, es un hincón, una contextualización que en ese momento fastidia –ella es insoportable, hay que decirlo, mientras le aplaudimos la actuación- y a la misma vez  se denota notable. Otro destaque es que Llorach es una maravillosa fan, y esto es importante,  es el sostén del filme.

La relación entre las mujeres –entre artistas, digámosles- también se da magistral, en todo campo, no tiene fisuras por ninguna parte. Lo pop específicamente no es al oído genial, pero no deja de ser válido, además de incorporar performances, provocando identidad en la propuesta. Ahí tampoco hay ridiculez, se la salta toda, que hasta intuyéndola lo menciona en un momento.

Vermut es un buen director de cine, lo que hace es buen cine español, uno que no se regodea en el sexo ni en su rareza, como cierta línea ibérica. Habría que invocar en él un poco más de espectáculo, aunque tiene estilo propio. No veo en él nada de Almodóvar, como han mencionado otros, como si fuera un halago, aun cuando Almodóvar no es que me sea malo, tiene harta personalidad y distinción, y es que ambos la tienen. Sin embargo Almodóvar es más pirotécnico, más espectáculo, pero también impone un lado algo chusco y a veces se muestra torpe. Vermut toca a Bergman, pero lo hace con su minimalismo, sin complicarse, para bien y para mal, lo simplifica entre comillas en su propio relato.  

domingo, 17 de marzo de 2019

Just Don’t Think I’ll Scream y Los sueños del castillo


Just Don’t Think I’ll Scream

El francés Frank Beauvais hace una obra con pequeños pedazos de los filmes que vio durante una etapa de depresión y a la vez sumamente apasionada de cinefilia. Son más de 400 películas mostradas muy brevemente a modo de found footage. Estos fragmentos son siempre impactantes o curiosos otorgando novedad, extravagancia y notoriedad. También los fragmentos tienen que ver con la otra construcción del filme formando un vínculo coherente y sugestivo, que es el diario del director, ubicado en el tiempo entre abril y octubre del 2016 y que escuchamos en voz en off durante todo el filme, sin detenerse nunca. Beauvais recién terminaba con una pareja y vivía en una villa en Alsacia y se enfrascó en una cinefilia tremenda –4 o 5 filmes al día durante 6 meses y de exigencia hardcore-, lo cual constatamos con la visión de fragmentos poco identificables en su origen pero llenos de bastante atractivo visual, son imágenes de excepción, suponen las más llamativas de sus respectivos filmes. El diario cuenta el estado de ánimo del director, su reflexión y auto-auscultación, habla de política y de lo social también, se enfoca en algunos eventos de su país, pero sobre todo es un viaje emotivo y racional, muy analítico y preciso, donde revela muy bien su situación de soledad, mostrando sofisticación e intelectualidad. Es una mirada descarnada, honesta de uno mismo, por otra parte. Revela cosas íntimas, como la distancia que tenía con su padre y su convivencia con él por un breve lapso hasta su muerte o sus desequilibrios mentales.

Los sueños del castillo

Documental chileno, de René Ballesteros, que mezcla pesadillas o sueños y una correccional para menores. A los reclusos se les pregunta por sus sueños, parece un método psicoanalítico pero simplemente expuesto, dejado a la interpretación del espectador. En la correccional hablan mucho de apuñalamientos, son unas joyitas también. Pero el filme toma un lado humanitario tratando de comprender ésta juventud criminal. Incluso llega a entrevistar Ballesteros a la novia de un chiquillo criminal; ella muestra todo su amor y comprensión, también cierto dolor por como es. El castillo es la cárcel y tiene un lado de película de terror, ya que gira en parte a historias de ese tipo, como que el castillo no solo está ubicado en el campo, por lo que vemos vacas pasteando, sino que está sobre un cementerio. Directamente un par de educadores cuentan del fantasma de un compañero suyo que ronda el castillo. Se llega a hablar hasta de posesión demoniaca para los actos delictivos que han ejercido algunos. Partes de la correccional, infraestructura, es mostrada a ratos, enseñando un lado frío, duro. Igualmente una niebla ronda por el lugar, mostrando cierto lado siniestro. Los sueños, muchos de ellos, son premonitorios o es hallarse con seres queridos muertos o a punto de morir. Observamos la cotidianidad del lugar, vemos comer a los jóvenes, oír música de hoy, etc. La parte de cine de terror, con cosas a ese respecto, le da distinción al conjunto, abriendo un nuevo espectro de documental, no solo anclado a lo obvio, que sería estar interno, si no sería oír de las mil puñaladas que ha lanzado uno u otro sobre alguien, dicho sin perturbación alguna en el rostro, contado de la manera más natural. Por ello, por extraño que suene, lo sobrenatural nos abre a la idea de trasmitir humanidad, sensibilidad, imaginación, juego, un cierto lado infantil que minimiza la personalidad brusca, seca, bruta de los reclusos; chiquillos, pero duros, violentos, debajo de cuerpos pequeños. Los cuentos de terror son un lado algo arbitrario, pero funciona. Las propias paredes, la torre, los pasadizos, las luces fosforescentes, le dan una visión de cierto misterio, de cierta expectativa al filme, sugiriendo ficción. Y al estar en el campo –aislados- rodeados de vacas es como sacado de una película de género.  

jueves, 14 de marzo de 2019

Lazzaro felice


Lazzaro felice (2018) es la historia de un santo y la de un lobo viejo y hambriento, es cine social y fantástico, hecho por la talentosa Alice Rohrwacher. Lazzaro (un maravilloso Adriano Tardiolo) es un muchacho bondadoso, que luce algo lento, un campesino en un lugar del pasado donde a los campesinos no se les paga y se les explota.

La marquesa Alfonsina De Luna (Nicoletta Braschi), la reina del tabaco, sabe lo que hace pero igual le conviene, es una criminal, como veremos más tarde. Ella los explota. Lo curioso es que ella se cree con razones para lo injusto y puede que tenga de cierto de alguna manera, ella representa un poco al banco, un circulo interminable.

Lazzaro felice viaja en el tiempo, vemos a los  campesinos del pasado como gente de hoy, como pequeños ladrones y sobrevivientes. Lazzaro realiza tres milagros, uno cuando cae a un precipicio, momento glorioso, rompedor del filme; otro cuando le quita la música a gente que supuestamente es bondadosa y piadosa y son en realidad mezquinos; por último cuando revela su ser en la última parte o pasa a la acción, a una reacción.  

Lazzaro se hace amigo del hijo de la marquesa, Tancredi, y parece que todo va a ser convencional, sacrificando a Lazzaro por el niño rico y su amistad, pero el filme pega un salto y se aleja de lo predecible. El filme encanta con su viaje del pasado, muy bien adaptado, al presente, con otro tipo de situación, donde la pobreza sigue a los otrora campesinos. El filme une los tiempos con un hecho que suena real, un engaño.

Lazzaro felice es cine social sólido, pero que pasa por mucho más, que es un relato cautivante, y lo social es parte de. Pero esto está ahí, con gente humilde y decente primero maltratada, golpeada por el mundo en su inocencia, para luego ser corruptos, guiados por Antonia (Alba Rohrwacher), que tiene su lado humano; y por Ultimo (Sergi López), que es más propenso a olvidarse de la bondad, pero que Antonia corrige y éste obedece por amor.

En el filme el dinero vuelve a la gente corrupta, aun cuando guardan humanidad, como en la celebración de unidad de una especie de familia moderna. Tancredi se vuelve pobre, un banco le quita su fortuna, aunque sea una fortuna sucia por la criminalidad de la madre. Tancredi siempre ha sido una buena persona, parece que las buenas personas están destinadas a sufrir. Lazzaro es cuidado por los campesinos, es uno de ellos, aunque lo explotan un poco, pero lo quieren. Lazzaro cuando se enfrenta al mundo, representado por el banco, por la ambición, termina golpeado por una turba que no comprende su lado raro, su inocencia.

Lazzaro tiene fiebre y piensa en el amigo, sale a buscarlo, luego viene la gran sorpresa. Se abre el filme a lo sobrenatural, que intensifica la relación entre el santo y el lobo viejo y hambriento. Ésta mezcla y pequeño relato folclórico define el filme, define hacer muchas cosas espectaculares, buenas y malas, sobrevivir implica ser fuerte y un poco malvado. El filme se abre a la imagen del alma, con el lobo viejo visto como un gran depredador, aunque en el trayecto se le quiere destruir, es como decir una criminalidad justificada. El lobo es un héroe, un ser mitológico, pero también un ser humilde y despreciado.

martes, 12 de marzo de 2019

Las hijas del fuego


Las hijas del fuego (2018), de la argentina Albertina Carri, es una película incendiaria, medio pornográfica, o porno pero sin mantener la explicites todo el tiempo, con algunos momentos, y luego hay momentos artísticos a ese respecto. Pero el filme tiene una gran carga porno de todas maneras, siendo el principal hecho que ocurre en el filme. Un grupo de mujeres emprenden un viaje sin rumbo, que no sea hacer realidad su hedonismo, su sexualidad. Se van deteniendo y van aumentando la cantidad de pasajeros en ésta road movie.

Carri quiere que estas mujeres hagan lo que les plazca, como una oda al libertinaje o la libertad de tener sexo todo el tiempo que uno desee y éste es lésbico, entonces es la defensa de ésta libertad a voz en cuello, sin medias tintas. El grupo de mujeres no para de besarse –a cada rato- y de tener sexo entre ellas, cambiando de pareja y llegando al final hasta una orgía. No por algo el filme termina con una mujer masturbándose con el genital a la vista frontal de la cámara por cerca de unos 10 minutos, trasmitiendo toda su calentura.

El filme no tiene narrativa, o ésta es ir por ahí recogiendo mujeres, haciendo una porno poética como con esas palabras que vamos oyendo analizar el viaje y el hacer el propio filme. Hay momentos que son mínimos de trama como con Erica Rivas haciendo de mujer maltratada, defendida por el grupo de mujeres, tortilleras, como les llama el marido abusivo; o con la visita a la madre de una de las mujeres (Cristina Banegas) que prepara una comida con hongos alucinógenos, como parte de la rebeldía general y el sentido de unidad de la propuesta.

Las hijas del fuego es un canto al hedonismo, al placer lésbico, con sexo por doquier, esto es su principal sentido y lo vemos continuamente. No hay plan que no sea esto en realidad. El resto parece pretexto, la trama casi no existe. Sofía Gala Castiglione aparece sensual como regente de un lugar sadomasoquista y un burdel lésbico, luego come de un cuerpo desnudo. El filme se adscribe al reino de las mujeres, no hay hombres se diría, no es su película ni su poética, incluso la madre de una de las mujeres que visitan es viuda, aunque recuerda al marido con amor.

El grupo de mujeres es variado, hay todo tipo de cuerpos, bastante robustos o delgados, también tonalidades, no se trata de estética o sí, pero en la variedad y reverencia de todos los cuerpos existentes en el mundo. No hay diferencia entre las mujeres, nos parece decir Carri; lo que importa es la libertad sexual, ser lesbiana en todo gusto, intensidad y deseo. Eso se percibe con el final, con el placer buscado sobre todo, no hay nada que mortifique al deseo carnal ni que lo limite o siquiera lo intimide –como con aquella pelea en el bar-, sino que se da una y otra vez como un lugar totalmente abierto, celebrado e idolatrado, en el estado del poliamor, del amar a muchas y entre todas.

miércoles, 6 de marzo de 2019

Carelia: Internacional con monumento


El documental hace tiempo dejó de ser un mecanismo rígido de simple exposición didáctica, para convertirse en lo que desee cada director, no hay tema intrascendente ni la necesidad de ninguna explicación, sea para entender el tema o para mostrar lo que uno quiera. El director venezolano radicado en España Andrés Duque sigue ésta premisa en gran parte de su documental, exponiendo a la familia que le dio cobijo en éste su viaje de investigación política a Carelia, un país exótico para el espectador, pero que sigue su abordaje de Rusia.

Carelia es una república de Rusia limítrofe con Finlandia, un lugar novedoso para quienes observamos éste documental. En esa parte que quiere hacer lo que a uno le plazca nace mostrar a una familia formada por cinco hijos. El filme es la muestra de la libertad de esa familia, que tiene mucho de cultural, como cuando estudian un pedazo de árbol y lo atribuyen a un sátiro, mediando la audacia interpretativa de los niños y del padre que los motiva.

Los niños y adolescentes se entretienen entre ellos en el campo, a veces junto a su madre, son muy unidos a sus padres. Vemos su vida ordinaria, parecido a como si viéramos esa comunidad menonita de Luz silenciosa (2007), de Carlos Reygadas, aunque aquí es una familia bastante unida, muy respetuosa de sus vínculos y también independiente.

Por otra parte el filme es uno político, sobre las matanzas que hiciera la purga enfermiza de Josef Stalin en la zona, con árboles que muestran las fotografías de personas pertenecientes a distintos países, muertas e intentadas dejadas olvidadas y anónimas por la historia oficial. Pero el historiador Yuri Dmitriev ha hecho un gran esfuerzo por hacerlo público, siendo descubridor de las fosas comunes cuando el gobierno de Putin ha buscado reivindicar la imagen de Stalin.

Por todo esto muchos señalen que Dmitriev es un perseguido político en realidad, al pasar por un juicio donde se le señala de abuso de confianza con una hija adoptiva y se ven cosas atípicas al juicio ordinario. Su hija Katerina Klodt habla en pantalla, sin exaltarse ni disparar con ira, se le ve algo tímida, sobre la injusticia que percibe en el juicio que pasa su padre que ella atribuye a sus descubrimientos y a sus comentarios contra el régimen de Putin. También narra el impacto que fue descubrir y presenciar las fosas cuando apenas tenía 12 años.

La parte final del documental, unos cuarenta minutos, está dedicada a estos entierros clandestinos y asesinatos atroces en Sandarmokh, donde murieron más de 9 mil personas a fines de los 30s. No obstante hay un gran porcentaje de rusos que no ven mal el gobierno de Stalin a los que apunta incrementar Putin, tratando de imponer un cierto orgullo patrio, pero las purgas que hizo hablan fuerte y claro, hablan de crímenes y llaman a la unidad sin nacionalidad y a nuestra humanidad.

De aquí la importancia del documental, de difundir éstas terribles purgas, toda la crueldad y demencia de Stalin, mientras antes yace libre con una familia luminosa, con todo el ánimo rural, como cuando salen de la cabaña-carpa uno detrás del otro, cuando buscan meditar en familia –sin presión- o cuando el perseguido sol le da al rostro al pequeño más avispado que parece que conversara esencial con la naturaleza cuando se observa risueño frente al río.

martes, 5 de marzo de 2019

By the Name of Tania


Tercer trabajo en conjunto entre la belga Bénédicte Liénard y la peruana Mary Jimenez, película que versa sobre la trata de mujeres. Es una película que cuenta la historia de Tania que representa a muchas otras en su situación, es decir son varias historias unificadas las que nos presenta en realidad éste documental.

Pero pasa por un testimonio, los que recopilaron de casos como estos las dos directoras y que mediante actores amateurs lo recrean mientras en voz en off oímos los pensamientos de Tania. Estos pensamientos son poéticos, inteligentes y muy bien descritos, donde se recoge todo el dolor y padecimiento de la prostitución forzada.

El filme se ubica en la selva, vemos imágenes de flora tupida, vemos ríos, vemos la vida de ésta parte de nuestro país. Tania mira a través del hueco de una ventana en una casa a medio construir hacia otras casas parecidas mientras melancólica y algo ida reflexiona.

Es un híbrido entre documental y ficción; testimonios reales por debajo, imágenes que tratan de contener los lugares e historias, sin ser violentas de observar. Es un documental delicado de un tema duro, pero sopesando que los comentarios de Tania son de una caladura honda.

También observamos a la policía encargada de la trata de mujeres haciendo su trabajo, Tania habla con ellos. Tania cuenta su vida desde que murió su abuela hasta ser rescatada. Ella menciona no tener identidad, perderla en la prostitución y convertirse en Tania para siempre. No hay escenas sexuales, solo se sugiere, pero se profundiza bastante.

Es un documental artístico, aunque sin mucha pompa tampoco, con recreaciones sencillas, que cargan el sentir a flor de piel. Muchos comentarios llegan a ser sofisticados, las imágenes son más ásperas y humildes, algunas repetitivas intencionalmente. Tania refleja una chica dura, explotada y deshumanizada. Es un filme triste, pero el tono es calmado, pausado.

La voz de Tania y chicas como ella se eleva sobre lo ordinario, y coge el sufrimiento en todo grado, lo que es lo más importante del filme. El guion lo escriben las directoras y ahí radica todo su poder de reflexión, sumados momentos como ver un soplete quemando algo, haciendo dura una materia, rompiendo los contornos de algo, o tipos nadando, sumergiéndose en el agua del río, escenas que añaden expresión cinematográfica.

Tania baila con otras mujeres en círculo ofreciéndose sonriente -le han dicho que hay que sonreír siempre, fingir felicidad, liberalidad y desparpajo-, un hombre cualquiera las observa, un cliente, que trae polvo de oro, como cuenta un travesti explotador a una niña inocente; las muchachas secuestradas deben obedecer, mientras yacen cautivas bajo deudas imaginarias que crecen y crecen -por insolentes o por no querer tomar, entre otras cosas-.

Se bebe cerveza, se busca infringir inconsciencia, la entrada de uno de estos recintos mala muerte se muestra a cada rato. Lo tropical, lo musical y lo paradisíaco toma un sentido sórdido y criminal sobre mujeres maltratadas, abusadas vilmente; niñas, no solo mujeres.

sábado, 2 de marzo de 2019

El crimen de la calle de Bordadores


De los policiales más famosos del español Edgar Neville, La torre de los siete jorobados (1944) y El crimen de la calle de Bordadores (1946), éste último es mucho mejor. El crimen de la calle de Bordadores es costumbrista, así lo vemos con la presencia del flamenco y bailes típicos de teatro españoles; también por el caso real en que se basa, aunque Neville lo negaba. Sus personajes también tienen ese toque hispánico con una vendedora de lotería que sale del común por lo guapa que es, Lola (Mary Delgado), y ese canalla aprovechado de Miguel (Manuel Luna), que quiere seducirla y ella lo rechaza.

La historia tiene a Miguel sacando ventaja de una mujer mayor, Doña Mariana (Julia Lajos), mujer que morirá asesinada y será la que titula la película. En el filme hay una investigación policial que tiene a tres posibles culpables, a Lola, a Miguel y a la criada, Petra (Antonia Plana). Lo periodístico también tendrá su participación, aunque pequeña, mostrándose sensacionalista, e interesado sobre todo en sus ventas que servir. El filme tiene un escenario de película de época romántica y clásica con sus bellas calles antiguas y sus gentes humildes y educadas.

La gente va al bar a ver el espectáculo y se comporta como fans devotos, con la mirada fija y el entusiasmo a flor de piel. Pero hay también hampones, vividores, como Miguel y sus compinches, aunque disfrazados de hombres decentes. Ya lo dice todo cuando surge una pelea por celos y a alguien le rompen la cabeza, lo mismo con el forcejeo de Miguel a Lola. Pero el filme vuela más alto cuando en toda la imperfección también entra a tallar Doña Mariana, y los humildes como Lola y la criada son los verdaderos héroes aun con un asesinato de por medio.

El lado romántico no solo está por sus calles y costumbrismo, como ponerse a mirar como describen un crimen en plena calle como espectáculo de variedades, también además con una relación de afectos y un abandono que suena algo telenovelero, pero está muy bien tratado, y le da otra faceta al filme, que es un policial bastante investigativo con juicio incluido. El filme propone bien los posibles culpables, con un largo flashback que pone la situación más complicada, en lugar de simplemente ilustrar. El filme parece sencillo, pero la investigación toma otro vuelo con Lola La Billetera, mujer brava y honesta, que es más que una cara bonita, pudiendo haber sido una mujer fácil por su pobreza y soledad, pero escoge ser independiente y fuerte, como con aquel ajuste de cuentas que se propone y le trae tantos problemas.

El crimen de la calle de Bordadores tiene personajes marcados pero que esquivan ser fijados en una sola mirada aun así –son capaces de sorprendernos, sin ser inverosímiles-, salvo por Lola, aunque es el alma de la película, la mujer del pueblo. Miguel es un pícaro, Doña Mariana es algo perversa por culpa de amar a Miguel. El filme deja en claro quien es Miguel de golpe cuando éste pelea con el dueño del bar, es un timador, un pimp de otra época, pero se equivoca con Lola, que no es una mujer fácil. En todo esto entra lo romántico, hasta ese final de puro amor que enajena, dentro de un halo curiosamente de tipo celestial. Notable la forma de fijar el perder y hallar a alguien con un simple medallón.

El filme tiene su sutileza dentro de lo clásico y diáfano que es, una obra muy bien descrita, inteligente como policial, que completa una gran figura con precisos y pequeños momentos, que sabe engañar y encajar sospechas con apenas tres posibles culpables, que es una obra honesta, no hay asesinos sacados del aire, todo tiene plena justificación, y todo está a la vista, pero bien distribuido y trabajado para dar una vuelta de tuerca tras otra.

viernes, 1 de marzo de 2019

La torre de los siete jorobados


La torre de los siete jorobados (1944), de Edgar Neville, clásico del cine español. Basilio Beltrán (Antonio Casal) puede pasar por loco, se dice que tiene mucha imaginación como para hablar con un fantasma que él llama el tuerto con quien queda en deuda tras que éste lo hace ganar en los juegos de azar. Basilio entonces debe salvar a Inés (Isabel de Pomés) en agradecimiento. Ella está en peligro a raíz del descubrimiento de una ciudad subterránea que quieren mantener en secreto sus habitantes. Es una película que tiene a Basilio luchando por demostrar que no es ningún demente, que lo que está padeciendo es real, e incluye la rareza que un psiquiatra intente matarlo. En el camino Basilio que tiene todo el semblante de un tipo bueno se enamora de manera inocente de Inés. Ella está en su planeta, por ese lado se luce un romance algo seco, con un Basilio romántico y una Inés distraída, dormida. Se exhibe bastante trama de que Basilio se mueva por la ciudad subterránea que es de lo más llamativo de la propuesta, al tiempo de estar llena de jorobados -con poca malicia- y parecer propio de un espacio surreal. El filme es anunciado como película de terror, pero de terror no tiene nada, aunque tiene de expresionismo alemán y de cine clásico americano y hay un fantasma que sólo Basilio puede ver. No es un filme muy narrativo, que tenga mucho que contar, sino que se regodea mucho en sus pequeños descubrimientos, en pasear paso a paso por pasadizos, puertas secretas y escaleras de la ciudad subterránea, pero tiene su perversidad con el posible estado de locura del protagonista, pero todo tratado de manera naif, limpia y básica. Le falta más aventura al filme, más acción, mejor romance y mejores rivales, más trabajados, más creativos, es una propuesta algo anodina, incluso así es el final, como para ya terminar. Antonio Casal está bien, es todo un tipo sano (desprovisto de maldad, inocente) y clásico, con la paradoja, curiosidad, que enfrenta la locura, pero como dice un diálogo, tiene mucha imaginación, es de espíritu infantil.

Pánico en el Transiberiano


Una The Thing (1982) hecha diez años antes por el director español Eugenio Martín con Christopher Lee y Peter Cushing como un científico y un doctor respectivamente que estudian un fósil que en realidad como enemigo no tiene forma, es una energía extraterrestre que invade cuerpos –los mata y se apodera de ellos-, roba mentes y vive desde antes de los dinosaurios en la tierra. Mata con los ojos enrojecidos y parece un Pie Grande en una de sus principales formas. Todo desde un tren, el transiberiano, con chinos, rusos, polacos e ingleses en el mismo paquete. Su muestra de terror es una genialidad revelando desde el principio cómo será el filme, a toda vista del espectador. Se suma por el final la participación de Telly Savalas como un rudo soldado ruso. El monstruo ataca a oscuras y a veces frontalmente como cuando enfrenta a un grupo de soldados. Hay una pequeña investigación en curso de dónde puede ocultarse el ente y lo sabemos y eso lo hace más divertido, a lo Hitchcock y una mano simiesca que ocultar; encima hay un cura loco tipo Rasputín que termina alabando al demonio. El ente es inteligente, quiere sobrevivir y crecer mentalmente, pero también es visto como diabólico. El arranque con la enorme caja encadenada y el chino ladrón es una gran apertura. Estar en un tren también hace todo más genial, atrapados todos con algo sobrenatural matando gente, de ahí el pánico del título, aunque el ente más que algo brutal tiene cierta lógica. El actor español Julio Peña hace un gran papel junto a los íconos del terror Cushing y Lee. Savalas hace de matón pícaro, breve pero contundente. Un paraje frío, un fósil asesino y dos investigadores de primera construyen una buena película de terror.