sábado, 2 de marzo de 2019

El crimen de la calle de Bordadores


De los policiales más famosos del español Edgar Neville, La torre de los siete jorobados (1944) y El crimen de la calle de Bordadores (1946), éste último es mucho mejor. El crimen de la calle de Bordadores es costumbrista, así lo vemos con la presencia del flamenco y bailes típicos de teatro españoles; también por el caso real en que se basa, aunque Neville lo negaba. Sus personajes también tienen ese toque hispánico con una vendedora de lotería que sale del común por lo guapa que es, Lola (Mary Delgado), y ese canalla aprovechado de Miguel (Manuel Luna), que quiere seducirla y ella lo rechaza.

La historia tiene a Miguel sacando ventaja de una mujer mayor, Doña Mariana (Julia Lajos), mujer que morirá asesinada y será la que titula la película. En el filme hay una investigación policial que tiene a tres posibles culpables, a Lola, a Miguel y a la criada, Petra (Antonia Plana). Lo periodístico también tendrá su participación, aunque pequeña, mostrándose sensacionalista, e interesado sobre todo en sus ventas que servir. El filme tiene un escenario de película de época romántica y clásica con sus bellas calles antiguas y sus gentes humildes y educadas.

La gente va al bar a ver el espectáculo y se comporta como fans devotos, con la mirada fija y el entusiasmo a flor de piel. Pero hay también hampones, vividores, como Miguel y sus compinches, aunque disfrazados de hombres decentes. Ya lo dice todo cuando surge una pelea por celos y a alguien le rompen la cabeza, lo mismo con el forcejeo de Miguel a Lola. Pero el filme vuela más alto cuando en toda la imperfección también entra a tallar Doña Mariana, y los humildes como Lola y la criada son los verdaderos héroes aun con un asesinato de por medio.

El lado romántico no solo está por sus calles y costumbrismo, como ponerse a mirar como describen un crimen en plena calle como espectáculo de variedades, también además con una relación de afectos y un abandono que suena algo telenovelero, pero está muy bien tratado, y le da otra faceta al filme, que es un policial bastante investigativo con juicio incluido. El filme propone bien los posibles culpables, con un largo flashback que pone la situación más complicada, en lugar de simplemente ilustrar. El filme parece sencillo, pero la investigación toma otro vuelo con Lola La Billetera, mujer brava y honesta, que es más que una cara bonita, pudiendo haber sido una mujer fácil por su pobreza y soledad, pero escoge ser independiente y fuerte, como con aquel ajuste de cuentas que se propone y le trae tantos problemas.

El crimen de la calle de Bordadores tiene personajes marcados pero que esquivan ser fijados en una sola mirada aun así –son capaces de sorprendernos, sin ser inverosímiles-, salvo por Lola, aunque es el alma de la película, la mujer del pueblo. Miguel es un pícaro, Doña Mariana es algo perversa por culpa de amar a Miguel. El filme deja en claro quien es Miguel de golpe cuando éste pelea con el dueño del bar, es un timador, un pimp de otra época, pero se equivoca con Lola, que no es una mujer fácil. En todo esto entra lo romántico, hasta ese final de puro amor que enajena, dentro de un halo curiosamente de tipo celestial. Notable la forma de fijar el perder y hallar a alguien con un simple medallón.

El filme tiene su sutileza dentro de lo clásico y diáfano que es, una obra muy bien descrita, inteligente como policial, que completa una gran figura con precisos y pequeños momentos, que sabe engañar y encajar sospechas con apenas tres posibles culpables, que es una obra honesta, no hay asesinos sacados del aire, todo tiene plena justificación, y todo está a la vista, pero bien distribuido y trabajado para dar una vuelta de tuerca tras otra.