lunes, 15 de mayo de 2017

Get Out

Película que mezcla la comedia con el terror casi al mismo nivel, incluso uno diría que hay más de comedia, primero es pura parodia, burlándose de lo social, de la diferenciación con los afroamericanos, visto desde uno, el director Jordan Peele, que recurre a la esencia clásica del género, indagar, pensar, a la sociedad, por debajo del entretenimiento y el placer, adaptado a los nuevos tiempos. Muchos lo creen un retorno a su base formal, cuando el cine de terror se ha vuelto producto de su abundancia y recurrencia en un simple entretenimiento, miles de veces de mirar y botar, matar el rato, y olvidar con la misma disponibilidad. Pero el cine de terror, tantas veces infravalorado, es más importante y significativo de lo que uno cree.

Jordan Peele parodia la sobre atención hacia los afroamericanos, la inquietud que pueden generar a otros, a los caucásicos, estos a veces envidiándolos un poco, pensando en lugares comunes. No todo es negativo. Comparado con la esclavitud y la defensa por los derechos igualitarios suena casi a un juego de niños, pero existe una lucha, por una naturalidad que aún falta, entre otras cosas. Y vemos a gente progresista blanca llenando de halagos exorbitados a nuestro protagonista, el afroamericano Chris Washington (Daniel Kaluuya), tratando de demostrar que no son para nada racistas, sino que admiran y les entusiasma la gente de color, pero no lo tratan con naturalidad, no se enfocan más que en exhibirse como amantes de los afroamericanos en todo momento, y que no tienen prejuicio alguno, cuando lo normal sería pensar en su personalidad y quien es y olvidarse de la raza. Por eso Chris se siente incómodo, aunque también él tiene sus prejuicios, y enseguida desconfía de los padres de su novia blanca, y dice sentirse más a gusto con otro afroamericano, en cuanto se cruza con uno. Sin embargo también le incomodan los empleados de color de la casa de los padres de su novia. Estos yacen como autómatas y raros, aparte de que lo tratan con cierto fastidio. Pero hay un motivo social, y de terror.

El filme maneja mucho lo social, los nuevos lugares de la diferenciación, esta parte es lo que más ha gustado, la obviedad de los postulados ha calado, ya que el terror siempre lo ha tenido pero era menos apreciado por los intelectuales. A un punto me pregunto si de verdad aprecian el cine de terror, porque en esta parte es más flaco el filme, tiene huecos, y es menos especial, que tratar de sentirse contentos con la época de lo políticamente correcto. No hablo de defender la vulgaridad, la idiotez y la violencia, sino de ser quisquilloso con la libertad artística del cine. La parte del terror que viene más tarde vuelve al filme más convencional, incluso no se justifica tan bien el secreto de la casa de los padres de Rose (Allison Williams), la novia. Otro defecto es el mejor amigo de Chris (LilRel Howery, más culpa del personaje, pero también Howery es comediante) que seguramente habrá sido la delicia y risa de un sector del público, pero que más se hace una intromisión bastante pobre, demasiado llana para mi gusto.

El filme de Jordan Peele podríamos decir que es a un punto novedoso, entre comillas. La parodia está muy bien hecha, hay que reconocer, es tal cual buena parte de la realidad. Y ya podemos considerarlo de por sí representativo en el cine de terror (aunque en cuanto al horror en sí no sea de los mejores), y posiblemente más, por lo que nos hallamos frente a un filme bueno, pero ni hablar la maravilla que muchos creen ver. Como siempre uno se dice al verlo, cómo no se les ocurrió a otros, en su medida, porque no es el descubrimiento de la pólvora tampoco. Pero el descaro, poner todas la fichas a toda fuerza, coloca a Peele entre los que acaban de ganarse la lotería. El filme es el Adivina quién viene a cenar (1967) del siglo XXI, aunque mucho menos genial como un nuevo The Stepford Wives (1975). 

lunes, 8 de mayo de 2017

Fragmentado (Split)

M. Night Shyamalan se anota una buena película con esta y suben bastante sus bonos, ya apunta a hacer un crossover con una de sus mejores películas, Unbreakable (2000), y la presente, y suena interesante, uno vuelve a creer en él. En cuanto a Fragmentado (2016) pudo caer en el ridículo en más de una oportunidad, es más siempre lo tiene a puertas de aparecer (como cuando McAvoy sale creyéndose una mujer hacendosa o un niño mimado de 9 años), pero Shyamalan lo esquiva y logra salir a flote con una historia sólida.

El filme nos enseña a un tipo que tiene 23 personalidades, tiene un desorden de identidad, mientras prepara la llegada de La Bestia, un superhombre fomentado en la idea de que la mente puede transformar en lo que sea a la materia. Kevin Wendell Crumb (James McAvoy) es este hombre, que secuestra a tres muchachas, una de ellas se llama Casey (Anya Taylor-Joy) quien se asume de marginal. Junto a las consultas psiquiátricas y el razonamiento de la enfermedad de Kevin por parte de la doctora Karen Fletcher (Betty Buckley) este es nuestro escenario.

El filme va exhibiendo el trastorno de Kevin, nos muestra La Horda. Lo que va sucediendo atrapa, está bien combinado, querer escapar de un lugar sin poder identificarlo, las tantas visitas de las personalidades de Kevin, recuerdos traumáticos y un tira y afloja en la locura. Shyamalan ha buscado construir una historia de principio a fin y no un remate, y queda perfecta la idea de que La Horda y La Bestia pueden ser enemigos propios de un superhéroe más del tipo terrenal como anuncia el crossover, y también terror.

Anya Taylor-Joy siempre lleva una convincente pero monótona expresión de interrogación, cautela e inseguridad –de paso, a su pasado le falta fuerza visual- y McAvoy hace mil caras y esfuerzos/disfuerzos que en general son satisfactorios. El filme tiene algún susto típico (ver comer como a un depredador a La Bestia), pero son los menos, más es un ambiente extraño, una historia clínica ligera, pero no obstante existe su suspenso. En un inicio uno duda de la violencia de Kevin y de Shyamalan, pero cumple y tiene una lógica con La Bestia, sobre la superioridad y los dañados. No considero a Shyamalan una mente maestra, pero tiene creatividad y toma muchos riesgos, nuevamente tiene éxito, se disfruta, y es de celebrar. 

domingo, 7 de mayo de 2017

La cura siniestra (A Cure for Wellness)

Ésta es una película potente, pero imperfecta, por algo imprecisa y que genera dudas de unidad; no siempre la ambigüedad juega a favor de una película, pudo tener una explicación más sencilla y quedaba mejor, y no por eso uno no agradece tantas vueltas y novedades, porque éste es un filme que salta de una sorpresa a otra que va mutando el centro del asunto hacia lo siniestro. La trama nos ubica en un lugar de descanso y sanación de millonarios hombres de negocios que yacen enfermos por consumirse en sus labores de ambición y éxito. Están en un spa en los Alpes Suizos, como en Youth (2015), donde cae Lockhart (Dane DeHaan) que tiene la misión de ir a traer a un director ejecutivo importante de su empresa, pero terminará internado.

El filme es uno de esos de paranoia y conspiración aunque manejado de manera tenue por la firmeza del protagonista. El lugar algo oculta –y es lo que nos intrigará en gran parte- en su panorama idílico donde los viejos ricos descansan y matan el tiempo. El que maneja el centro de bienestar es el doctor Heinreich Volmer (Jason Isaacs) que detrás de su amabilidad parece ocultar otra enfermera Ratched que no permite que nadie salga del lugar. En esto recuerda a One Flew Over the Cuckoo's Nest (1975). El filme es intenso, y muy misterioso, al estilo revelador de Shutter Island (2010). El siempre curioso director Gore Verbinski y el guionista y creador de la historia Justin Haythe (el guionista de la genial Revolutionary Road, 2008) realizan una película algo lejos de las convenciones de Hollywood, plantean algo de sordidez, y un poco de atrevimiento. El filme tiene mucho de amable, con su pizca de rebelde.

Todas las pesquisas las lleva acabo Lockhart que nunca descansa a pesar de que tiene una pierna enyesada, lo que hace más arduo su huida y la sensación de indefensión, moviéndose por pasadizos lúgubres como los de una morgue, y además se suele topar con anguilas que desde el inicio nos abren la idea de algo secreto, en la reja de entrada hay dos anguilas cruzadas, y Lockhart tiene el sueño recurrente de que éstas tratan de asfixiarlo. El filme pareciera que pretendiera criticar el capitalismo, pero en el trayecto pasa a ser algo funcional y muy secundario. También parece dar a entender su deseo de ir contra las grandes ambiciones o, quizá, las películas de fórmula, defendiendo la libertad individual.

A cure for wellness es interesante, pero se hace larga –dura dos horas y media- y se enreda un poco. No obstante prestando atención todo encaja. La película tiene una historia gótica también, con sus viejos castillos y sus secretos legendarios y oscuros, o con sus muertes de épocas de abuso de poder, lo que se mezcla con la modernidad, esos jóvenes pandilleros del pueblo. Otra forma de la propuesta es la de lo psicológico, misma la bailarina que fabrica la madre del protagonista, y vemos imitándola, sin que lo sepa, a la chica rara del hospital o centro de bienestar, Hannah (Mia Goth).  

jueves, 4 de mayo de 2017

La morgue (The Autopsy of Jane Doe)

En una casa en un pueblo de Virginia se hallan 4 cuerpos destrozados, y todo indica que intentaron escapar, y no que haya entrado alguien, las puertas están cerradas por dentro. El panorama luce extraño y misterioso, más cuando hallan en el sótano el cuerpo de una bella joven (Olwen Kelly) a medio enterrar. El policía local transporta el cadáver de la muchacha, una NN, de ahí que se le atribuya el nombre de Jane Doe, como John Doe es para los hombres, que significa lo mismo en inglés, un cuerpo anónimo, a la morgue y crematorio Tilden, que es un local que ha pasado de generación en generación y ahora le pertenece a Tommy (Brian Cox) y a su hijo Austin (Emile Hirsch), dos forenses locales.

En la morgue el cuerpo empieza a ser diseccionado por padre e hijo, como si fuera una rutina científica más, sumado un aire de frescura musical, de entusiasmo generalizado, mientras van explicando qué van haciendo, y vamos viéndolo con pelos y señales, un festín gore de medicina forense para deleite del amante del terror. Todo luce perfecto, gimnástico, cuando de pronto empiezan a hallarse cosas novedosas y extrañas, y a la vez empieza a afectarse la sala, en medio del cuerpo inerte de expresión fría en unos ojos grises de Jane Doe, mostrando la apagada atracción por el cuerpo desnudo en medio de algo de repulsión general frente a la extirpación de órganos mezclado con la contradicción de la belleza de Jane Doe. El filme es una maravilla por entonces, esa combinación entre el cadáver visto desde varios ángulos y pequeños sucesos acaeciendo alrededor.

Finalmente llega al WTF, ya es demasiado, y empieza abiertamente el terror, lo paranormal, en medio de algún buen momento de confusión –cuando regresa a medianoche la novia de Austin- y un cajón de sastre de pequeños sustos, como el uso clásico y efectivo de una campanita. El filme entonces se dedica a explicar a qué se debe lo paranormal y empieza a perder gracia, aunque ate cabos con la forma de muerte de los primeros cadáveres, pero más es palabrería, ya que uno se pregunta, por más inteligentes que sean, ¿de dónde proviene la exactitud de las deducciones? Tranquilamente se han podido ahorrar las explicaciones pormenorizadas y quedaba mucho mejor. Una vez que se desata la locura de lo sobrenatural el filme decae pero aún mantiene cierto interés. El engaño de la puerta de salida tiene su ingenio, los fantasmas pueden ser irónicos. El filme cierra banalizando los recursos, con el cuerpo de Jane Doe haciendo guiños, pero el noruego André Øvredal ya nos ha entregado una buena película, sobre todo, claro, el momento forense, la atmósfera y el misterio. 

Hambre de poder (The Founder)

The founder, de John Lee Hancock, cuenta como Ray Kroc (Michael Keaton) convirtió un pequeño pero bastante innovador y exitoso restaurante de hamburguesas en una gigantesca cadena internacional de comida rápida que todos conocemos. Tomo todas las ideas novedosas en cuanto a lo interno (velocidad de entrega, utensilios desechables, compra a pie por ventanilla, un método estricto de preparación) y la honesta imagen del buen americano de los hermanos Dick (Nick Offerman) y Mac McDonald (John Carroll Lynch) e hizo un imperio para sí.

Kroc hasta los 50 años de edad y poco más era prácticamente un perdedor, pero quien nunca dejó de intentar a pesar de los fracasos estrepitosos, y se convirtió casi de la nada –por su facilidad de palabra, ambición visionaria y constante sentido de la oportunidad- en el director de las franquicias de McDonald's, más tarde el dueño absoluto. El filme nos habla de traición, pero denota también un contraste con los fundadores originales, que idealistas, pero también cortos de mira, estaban lejos de los anhelos de Kroc y el sentido del negocio a prueba de todo. El dinero y el éxito cada vez más grande estaban en los ojos de Kroc, frente a una cierta humildad, decencia y conformismo de los McDonald. Desde luego es una historia que hace ver a Kroc como un ser insensible, duro, aprovechado y bastante materialista, pero también muestra a un tipo que con probada -y proclamada- perseverancia llegó a la cúspide.

La ética juega un gran papel en la historia, y choca con el realismo y la brutalidad de este hombre capaz de todo, al que llegamos a oír en la verdadera voz como le faltan escrúpulos, pero también cuan brillante, consciente y decidido estaba. Difícil admirar a un tipo así, pero ahí está la complejidad humana. El tipo hace del sueño americano un camino más vulgar, pero aun así se mantiene presente en él. Tampoco esconde su naturaleza, la defiende y es lo que le hace quien es y qué lo llevó hasta donde llegó, aunque solo le importaba él, viendo que se habla de valentía para decidirse, quitarle el poder a los McDonald o cambiar de mujer. Sin embargo podemos ver que ayudó a otros parecidos a él, gente capaz, necesitada de éxito y darle una buena vida a su familia, pero hundidos en la derrota y frustración, y le retribuyeron, le dieron más éxito.

No queremos creer al mundo así, pero la película es como un golpe duro de realidad, de capitalismo puro y duro, el resto diría seguramente Kroc son sólo idioteces. Se dice como lema de que el talento y la virtud infinidad de veces se quedan en la derrota, pero la perseverancia, la motivación y la fijación absoluta, mediando la habilidad y astucia impía para los negocios, rendirá frutos. Kroc hasta le roba el alma a los buenos de los McDonald, el sentido americano y familiar de su restaurante. Ni la autenticidad se salva de las manos de la ambición, y se sale con la suya. Kroc es consciente de todo, de ello que nunca cambiara el nombre original, y eso lo hace una persona más terrible, pero brillante. Triste, pero cierto. El filme siempre es interesante y emocionante, nunca baja la guardia, y Michael Keaton, en una de las mejores actuaciones de su carrera, Nick Offerman y John Carroll Lynch están excelentes.

Atrás hay relámpagos

En el mundo de las bicicletas bmx y las acrobacias 2 amigas, Soledad (Adriana Alvarez) y Ana (Natalia Arias), son las protagonistas del día a día, de la intrascendencia y el juego entre amigos, de una pandilla, paseando rodeados de focos de luz en sus bicicletas y teniendo sexo en carros deportivos clásicos. El filme tiene una pequeña trama sobre el hallazgo de un cadáver no identificado, en unos de los carros de la casa de la abuela de Soledad. Pequeña trama que desaparece sin más. El asunto del filme es ir por ahí en son de rebelde sano, pero vago. El director, el guatemalteco mexicano nacido en EE.UU. Julio Hernández Cordón, trata de hacer una película para lucimiento de sus 2 protagonistas, pero al comienzo caen medio insoportables con su actitud de chicas locas, en pos de lo cool, pero a medida que avanza el filme empieza uno a adaptarse a ellas, y sentir el clásico pura vida de Costa Rica, que es donde nos ubica Cordón, San José. El director a ratos pareciera tener solo en mente hacer escenas estéticas y de entusiasmo primario, con su infaltable toque musical confabulador. No pretende narrar nada especial, ni argumentar nada que no sea vagabundear con las bicicletas y ser simplemente por siempre joven. No hay mucho que decir del filme, es bastante simple, aunque tiene su simpatía, como un final terrible, una crisis salida de la nada. 

Niñato

El título remite al nombre artístico que se ha colocado un joven español de 34 años llamado David Ransanz, aspirante a rapero, que viene trabajando por tener una oportunidad, lo vemos cantando por ahí, rapeando a cada rato en solitario ante la cámara, haciendo cambios y retoques musicales en su computadora, pero no se ve ningún progreso y sigue en el limbo a pesar de los años, que no sea un sueño que anhela firme contra todo pronóstico y realidad, ese que lo define algo injustamente de niñato, aunque él se lo toma muy suave y ligeramente y así se presenta, con un nombre artístico irreverente y conchudo, e igual de fresco frente al documental de su compatriota y amigo cercano Adrián Orr, pensando quizá en que puede ser su oportunidad para alcanzar la fama, o algún tipo de esta.

Niñato le viene porque tiene 3 hijos chicos -Mimi, Luna y Oro- que mantener y lo intenta muy ajustadamente o eso parece, presenciamos casi nada al respecto, es algo que tan solo queda tenue en el ambiente, tampoco Orr trata de juzgarlo con demasiada dureza, que ya lo hace con su inmadurez en general. David vive en casa de sus padres también, pero estos mantienen una respetuosa distancia hacia su voluntad. Niñato sale fumando marihuana en repetidas ocasiones de lo más tranquilo, y pasea con su novia por la cámara, ella es secundaria en realidad, son los niños y en especial el único hombrecito, el menor, quienes llaman realmente la atención. El pequeño busca emular a su papá, le entusiasma mucho también el hip hop, se sabe de memoria sus canciones y no se lleva bien con las tareas del colegio, es un rebelde.

El joven padre es cariñoso y amigo de sus hijos, se le ve una buena persona y a su manera corrige y educa a los niños. Lo vemos proponiendo mucho diálogo, como en aquella escena en que los despierta muy temprano alistándolos para ir al colegio y es toda una revolución, los niños se comportan difíciles, pero él insiste aunque con buenas maneras hasta que los moviliza. Esta escena es la mejor de la película. Niñato expande el mundo de un corto de Adrián Orr, Buenos días resistencia (2013), que abordaba a David y a sus hijos. Orr es parte del nuevo cine español, del otro cine español, el que va a festivales y busca brillar en el cine arte.

El filme atiende dos realidades, que al momento -y ya van años- son incompatibles, cuidar y hacerse responsable de lleno de los niños, y al joven rapero intentando seguir siendo un adolescente con su sueño de siempre, este es el sentido -notorio- del filme, por lo que no se le puede reclamar nada a la propuesta si hasta lo tiene de título. El documental invoca un pequeño llamado de atención en pos de la aparición de la madurez de David, pero también dígase que de su claudicación. Pero como en aquella otra escena en que los niños yacen solos esperando ir al colegio, hay un deber más importante que esta primero que uno mismo. Niñato ganó mejor película en la competencia internacional del Bafici 2017.