El filme de la dupla argentina Gastón Duprat y Mariano Cohn
es una comedia y representa al cine comercial, el que peleará por su país por
una nominación a los Oscar y a los Goya, como lo hizo en el festival de Venecia
2016 y que trajo el premio de mejor actor para Oscar Martínez. La propuesta de
Duprat y Cohn es un cine directo y sumamente claro, hasta tiene de inocente
(hace gracia el intempestivo spot en la radio local), pero no es una comedia
barata ni vulgar, como la de la incursión de los cómicos peruanos en el cine.
El Ciudadano ilustre tiene forma, tiene sentido, y tiene humor negro, una
comedia bien trabajada, aunque franca y amable, no obstante bromea con el
infierno que puede crearse al vivir en un pueblo chico (o mejor dicho, regresar
a uno tras 40 años de ausencia), donde todos se conocen y uno se puede asfixiar
en las pocas oportunidades de poder tener una vida excepcional, que no digo
intensa, porque aquí termina siéndolo. En la broma entra a tallar lo complicado
y abrumador que es convivir con lo autóctono, con nuestro pueblo, digamos, y
esto quizá moleste a los que creen en las idealizaciones.
El filme también se ríe del tipo excepcional, para el caso
un ganador del premio Nobel de literatura, mostrando sus mezquindades, con una
cultura sofisticada que no lo inhibe de comportarse como cualquiera, tener
alguna aventura con una chiquilla o con una mujer casada, o fallarle a su supuesto amigo. Muestra
vanidad y pretenciosidad, lo que ocasiona una rencilla con un personaje local
importante que autoritario y abusivo no acepta ser rechazado. Éste hombre le atribuye
complejos y odios pasados (plasmados en su literatura), lo cual no es que
mienta, está ahí, es una realidad mutua, el resentimiento, aunque obviamente no
radica en todos. En ello hay un choque, los dos bandos –los lugareños y el
hombre hecho afuera- salen criticados, pero teniendo en cuenta que el Nobel
argentino Daniel Mantovani (Oscar Martínez) es el guía de la trama y el filme
como que se pone de su lado, en el contexto de la dificultad de adaptación a
ese pueblito imaginario igualito a tantos otros, Salas.
No se puede negar que Mantovani, por sus discursos (en el
Nobel y en la despedida del concurso de arte), luce un cierto estado de
superioridad moral en una postura de insatisfacción muy típica de lo arty que
lo dibuja como un cínico a la hora de comprobar la realidad. Finalmente, como
la mayoría, se aprovecha de todas sus experiencias, justificándose. La película
consigue que la austeridad no sea ningún impedimento para llegar a mucho
público. Lo que vemos es un cine comercial sencillo y logrado, bien trabajado,
en una comedia y aventuras entretenidas, donde a Mantovani le pasa de todo,
pasa por todos los estados de emoción en
su visita a su natal Salta, pueblo chico, infierno grande. Lo reverencian,
buscan lucirse con él, quieren un pedazo de su éxito, pero también si no se los
da o no se sienten parte de este lo detestan. También entran a tallar problemas
domésticos, de faldas, con lo que la propuesta tiene un aire no siempre
corrosivo con lo folclórico, sino muestra a Mantovani como un tipo más. Lo que
sorprende es ver que anda solo sin guardaespaldas ni secretaria, tras un
deslinde naif del inicio, lo que permite que se le acerquen todos, que hasta
desconocidos le piden dinero y quieren
que coma en su casa.
El ciudadano ilustre no es Relatos Salvajes (2014), pero
maneja una cierta sabiduría, convertir lo austero en una competente comedia
comercial, y no es tampoco que le estemos pidiendo una maravilla o que esta nos
lo de. Es solo gracioso, sin excederse, sin ser bajo. ¿Quién puede negar que
mienta?, simplemente muestra el conflicto de un hombre que se ahoga en un
pueblito, como otros pueden sentirse felices en uno. Es humor negro, y no resulta
tan agresivo, que no sea ficcionar el enardecimiento en un homicidio, lo cual
tampoco es que sea del todo irreal, pero el filme es lúdico. Esa imagen de
personajes claves pueblerinos dolidos desfilando frente al protagonista es pura
broma. En lo personal no gusto mucho de la comedia y esta me satisface, tiene
aventuras, a ratos es demasiado simple y predecible, en otras da risa, a través
del que no se adapta aunque trata y le viene el aluvión, y los que viven sin
pudor en el pueblo.