Siempre es agradable ver que para hacer cine no es necesaria
una enorme cantidad de dinero, actores famosos ni grandes efectos especiales,
solo arte e ingenio, lo cual tiene mucho este filme del español José Luis
Guerín. La academia de las musas puede ser emparentada con el cine
independiente peruano, con tan solo algo
de mayor calidad estética, pero con mucha más audacia argumental. Posee tomas
medio incómodas y poco laboriosas como detrás de vidrios, ventanas o dentro de
autos vistos desde afuera. El filme es mucho diálogo, su arma principal, trabajando
la idea de que la palabra es sumamente importante, por encima de la estética. Las
musas y el profesor que las teoriza lo creen fielmente, lo defienden y lo practican,
hasta que vemos el aprovechamiento en el asunto, aunque no se llega a confirmar.
La propuesta se sostiene de la enseñanza universitaria del profesor
y filólogo Raffaele Pinto, que como parte documental se representa a sí mismo,
el que da cátedra en la universidad de Barcelona, impartiéndola en catalán,
español e italiano, teniendo una audiencia mayormente femenina, su target, a la
que les imparte una lección sobre ser una musa en el mundo contemporáneo y es
ahí que entra a tallar la ficción, tomando de partida la manipulación del
concepto de las musas de la mitología y en especial de la literatura, como la Beatriz
de Dante Alighieri, que valga la anotación es una creación de él.
De lo que se trata es que Pinto arenga a sus alumnas, de
distintas edades, pero muchas muy bellas, a ser mujeres bastante modernas,
decididas, independientes, feministas, libres y de iniciativa, con lo que las
deslumbra, no únicamente como tradicional inspiración poética, tratando con otro
tipo de poética, sino sale a relucir una poderosa relación con la sexualidad, y
existe un escondido truco de patriarcado de parte del maestro.
En la teoría del filólogo surge una contradicción en la práctica,
saltando la pregunta ¿es todo una farsa o hay un hueco en la teoría? Al caer en
la telaraña del catedrático. ¿Son quizá estas mujeres ingenuas o finalmente
superficiales?, y se devela una corrupción y una falencia a sentirse atraídas mediante la intelectualidad masculina, o la seducción de la palabra, lo cual
suele ser intachable por lo general, y resulta en el filme una construcción
crítica pequeña, pero original, en comparación a lo físico. Estas mujeres
incluso ven a los medios tecnológicos como grandes puertas para vivir una atracción
intelectual, ser afín a la buena palabra, no obstante terminan de la misma
manera a lo real, también engañadas y usadas, aunque complacidas en sus expectativas, disfrazada la superficialidad común de la
aventura del seductor barato.
El filme pone a alguna alumna a dudar del profesor, sintiéndose
silenciada, más no motivada a ejercer su individualidad, pero pronto el rebaño
defiende a la Academia (cuna de su supuesta libertad y liberalidad poética),
mientras que por otro lado la esposa del catedrático es como un pequeño monstruo
–e irónico y eficaz cliché- que discute con él y no resulta fácil de convencer,
porque se ve excluida o quizá ve la treta que esconde finalmente su marido, delatado
por sus viajes, a Cerdeña o Nápoles.
En el filme entra a tallar la puesta de un ingenioso
escenario y narrativa donde la vulgaridad humana, la infidelidad, el tratar de
seducir a las mujeres por sexo casual y el ser contrario al patrón de dicha
seducción se manejan a través de un mecanismo de intelectualización, el que
dura en el filme un ciclo académico universitario, de noviembre a marzo, expuesto
en lo central de manera entendible y perfecta, y que justifica plenamente haber
obtenido el máximo premio en el Festival de Cine Europeo de Sevilla 2015.