La ópera prima de la francesa Itziar Leemans y el mexicano
Carlos Mignon trabaja con dos lugares muy distintos, Cuba y Francia, mientras
en el país latinoamericano se vive una vida de mucha austeridad, en el país
europeo presenciamos una visión de la mayor modernidad, así se exhibe en el
filme, en total naturalidad. Yesuán y Karla son dos hermanos, con Yesuán a cargo
de la adolescente Karla, casi como un padre, en ausencia total de uno y de la
muerte de no hace muchos años de la madre. Ellos viven en Cuba, y llevan una
existencia de tiempos libres, él se tatúa, ella practica danza, juegan a las
cartas, van a la playa, ella lava los platos, él hace trabajo de gimnasio en su
casa. No hay mucho que contar de ellos, pero son felices, ríen, se dejan llevar
por los días. Antoin es su hermano mayor y es gay, quiere ser cantante de ópera
y estudia en Francia, tiene un gran sueño y tiene que trabajar mucho para
alcanzarlo, debe perfeccionar su francés y su voz, entrena por ello con
especialistas, mientras en el entretiempo practica vóley, aunque lo veamos
esperar en la banca una oportunidad para jugar, tal cual desarrollar una
carrera de cantante, para la que se prepara con dedicación y fijación, casi
como si no existiera nada más alrededor. Antoin tiene una vida algo sofisticada.
Karla y Yesuán una muy simple, como son ellos, pero también vitales en sus nostalgias,
gracias y cariños. El documental es muy básico, no hay nada extraordinario en
realidad, lo que trata es de vínculos de sangre y formas de vida, semejante a
sacar del anonimato a alguien de la multitud, una persona como cualquier otra,
y aun así todo ser humano tiene algo especial que mostrar, o simplemente se
trata de una humanidad que siempre interesa, en mayor o menor medida.