El documentalista chino Wang Bing ausculta la realidad de su
país mostrando la problemática interna del pueblo y del ciudadano y hombre común,
en esta oportunidad se trata de lo que se describe de un inasible e ilusorio sueño
de hacer mucho dinero tras la idea en toda actualidad de la fertilidad
económica china. La gente se mueve de las provincias y de la pobreza a la gran
ciudad en pos de enriquecerse, o tan solo vivir bien, pero lo que encuentran es
lo que indica el título, dinero amargo, una enorme cantidad de trabajo y muy poca
redención económica.
Wang Bing posa la cámara en el lugar clave, oscuro, aunque a
través de una cierta engañosa apacibilidad y naturalización, pero que al meternos
en profundidad en su narrativa devela exceso de enojo, cansancio y tensión. Su
documental atrapa momentos de lastimosa realidad, descubriendo una situación de
explotación, de miseria y de frustración. La gente que sigue la cámara ubicua y
un Wang Bing que está hasta en el lugar menos pensado muestra cómo viven los
trabajadores, en espacios muy pequeños, descuidados y compartidos, entregados por los dueños de las pequeñas manufacturas textiles, el mundo laboral
del documental.
El filme se arma encadenando las historias de estos
trabajadores, salta de la exhibición de uno al otro relacionándolos desde un punto
compartido, como ser compañeros directos de trabajo. La propuesta que dura 2
horas 30 minutos empieza enseñándonos a una chiquilla de 16 años que viene de
la provincia de Yunnan por tren a la China próspera del este detrás de un sueño.
Pasa a continuación a una compañera que es maltratada por su marido a quien le
pide dinero, una violencia que sucede frente a otra gente que no interviene, y que
incluye a Wang Bing y su cámara. La humillación, pasividad y terquedad de la
mujer es otro vivo retrato de la situación.
Otro caso es el de un hombre de mediana edad que vive alejado
de su familia el que yace inmerso en el alcoholismo. Mientras otro trabajador,
un muchacho de 19 años, tira la toalla ante la exigencia de un monto demasiado
elevado de trabajo, anticipándose a la derrota decide regresar a su pueblo
natal. En el filme el alcohólico en un momento bromea con una compañera de
trabajo que igual que él tiene a su familia lejos y le propone -nada sutil- que
debiera tener un affaire para paliar la pobreza y el exceso de labores, ponerle
una historia –aunque reprochable- a esta invisibilidad y reducción de humanidad.
El escenario luce propenso para un
melodrama romántico de pobreza. No obstante Wang Bing nos ilustra bajo una frialdad
y sequedad observacional, deslindando el filme de la superficialidad y el
regodeo de la porno-miseria, poniendo al espectador a cotejar una realidad que
lo puede identificar fácilmente y que pide seriedad. Es la fuerza de la gente
la que impide que el sufrimiento sea lacrimógeno, pero el problema está ahí latente, el dinero
amargo, el que existe tan solo para subsistir y exige dejar la vida en el
trayecto.