Una película que podemos comparar con Snowpiercer (2013)
ya que la mayoría del metraje ocurre en trenes y hay combates en su interior,
aunque no soy de los que valoran mucho la película de Bong Joon-ho donde hay
mucha idiotez disfrazada de originalidad y en otras a secas (en mucho de los
vagones hay descubrimientos ridículos), tómese en especial la lección del
zapato del personaje bufonesco de Tilda Swinton sobre la inferioridad de la
mayoría de los pasajeros y un trazo grueso sobre la lucha de clases que está en
todo el filme (lo de la comida hecha con cucarachas ya es el colmo de lo
risible), como niños explotados mediando mensaje a la consciencia, o un
desenlace bastante bobo con discurso pseudo trascendental de Ed Harris, un
especie de Dios, y encima una actuación pobre de Chris Evans haciendo de héroe
con dudas.
Snowpiercer sonaba muy bien en el papel, pero ver el filme
ha sido otra cosa, todo su omnipresente enfoque social mata la acción y el
entretenimiento, que en el caso de Train to Busan funciona muy bien porque es
la adrenalina y los combates con zombies lo que se impone, descontando algunos
intentos de enviar mensajes éticos y altruistas al público, como en el
protagonista y padre Seok Woo (Gong Yoo) que yace en un trabajo mercantilista y
aprovechado de los pobres, metido en el materialismo del capitalismo ciego y
extremo, o, peor, en el empresario caricaturesco (Kim Eui-sung) que es capaz de sacrificar
vidas –literalmente- por salvarse sólo él, ¿qué se puede decir?, es el simpático melodrama de la redención del amor paterno y la figura del mal de lo
convencional y fácil para plantear y estructurar una historia que quiere
ganarse a un gran público.
El director coreano Yeon Sang-ho antes fue osado y minoritario con sus dibujos animados híper violentos y revolucionarios (The king of pigs, 2011; The fake, 2013), y lo que suele ocurrir es que uno termine aflojando, ante la falta de reflectores y reconocimiento, y vengas a dar el salto a lo amable tras lo popular, y eso es lo que busca con esta película de zombies en acción real. Sin embargo más allá de esta anotación, el filme es muy atrapante e intenso (y otro tipo de reto en conseguir un blockbuster de zombies), también muy divertido. Los zombies no son novedad, pero el director coreano se las ingenia para tener éxito, de manera sencilla, por medio de altas dosis de lucha contra estos, que hasta se atropellan en montañas de cuerpos, agregándoles la ceguera en la falta de luz con lo que genera escenas audaces al ir a los rescates.
El director coreano Yeon Sang-ho antes fue osado y minoritario con sus dibujos animados híper violentos y revolucionarios (The king of pigs, 2011; The fake, 2013), y lo que suele ocurrir es que uno termine aflojando, ante la falta de reflectores y reconocimiento, y vengas a dar el salto a lo amable tras lo popular, y eso es lo que busca con esta película de zombies en acción real. Sin embargo más allá de esta anotación, el filme es muy atrapante e intenso (y otro tipo de reto en conseguir un blockbuster de zombies), también muy divertido. Los zombies no son novedad, pero el director coreano se las ingenia para tener éxito, de manera sencilla, por medio de altas dosis de lucha contra estos, que hasta se atropellan en montañas de cuerpos, agregándoles la ceguera en la falta de luz con lo que genera escenas audaces al ir a los rescates.
Train to Busan sacrifica a medio mundo en su película de
sobrevivientes y catástrofes, acertando en poner a los actores por debajo de la
trama, dándole prioridad a un aniquilamiento atroz, apocalíptico, no obstante
haciendo que Sang Hwa (Ma Dong-seok), alguien parecido a un pro wrestler, se zafe
a ratos fácilmente de los zombies a puño limpio, salvedades del
entretenimiento, pero donde finalmente la propuesta hace valer el desborde de
la amenaza.
Los trenes bala coreanos, los KTX, son un escenario claustrofóbico
y funcional bastante eficiente, hacen del asunto más peliagudo para subsistir, provocando
encuentros novedosos, de lo que se agrega salir de los trenes e intentar volver
a estos intactos en busca de un lugar protegido, creando nuevas aventuras y
retos, en pos de sobrevivir, meollo básico –suficiente, hay que decir- del
filme. Train to Busan no es la quinta
maravilla tampoco, como se anuncia, pero, sin duda, es un buen filme, muy placentero,
dentro de un subgénero del terror que muchos ven (casi) agotado, y se han
equivocado, tiene para rato. Gloria a Train to Busan, entonces.