En The Neon Demon la estética predomina, ya que lo que cuenta es poco, además de ser lo que muchos ya
saben o intuyen, de que el ascenso a la fama, aquí el modelaje, es un lugar
duro, en parte corrupto y corruptor, y poner a una chica de 16 años –que pasa
por una de 19- sola en esa incursión es propio de buscarse problemas, los
cuales llegan a través de la envidia y el deseo, ya que la chica en cuestión
brilla por un aura especial, una belleza particular, pero al mismo tiempo se
halla desprotegida, con pocos recursos y no muchos talentos.
El siempre llamativo director danés Nicolas Winding Refn
pone a la bella Elle Fanning en el papel de Jesse, chica a la que se le abren
todas las puertas, pero es punto fácil de ser atacada, en un filme poco sutil,
uno más fantástico, que no solo todo lo adorna con cuidado y originalidad, sino
se permite ilustrar el meollo del asunto de la forma más grotesca, implicando
el canibalismo, que en parte se hecha en falta una mejor historia, pero que sin
embargo resulta muy entretenida y atrapante. El filme se rodea de surrealismo,
hace ver lo más sencillo como un viaje alucinógeno en aquellas luces de neón,
haciendo pasar a Jesse de la candidez al deslumbramiento de su propio ser
frente a la banalidad magnética de la belleza, donde el éxito carcome, destruye.
Elle Fanning está estupenda, lo que la hace actuar Winding
Refn siempre es una curiosidad, porque contrasta con la propia realidad de ser
una actriz tan joven en Hollywood. Ella está impecable, todo lo afronta con
madurez y solvencia, no hay que olvidar que se enfrenta a ser un objeto de
constante deseo sexual.
Por otra parte la actriz Jena Malone sorprende, tiene también
muy buenas escenas, unas bastante exigentes, dando la talla en todo momento.
Malone representa todo lo acechante desde el comienzo, lo que es parte
importante de la ambigüedad que circula por toda la trama, en quien esconde
algo o algo intenta en las sombras, su inestabilidad es el perfecto complemento
de la pureza del rol de Fanning cada vez más contaminado por la vanidad.
En manos de Winding Refn cada proceso se hace mágico, espectacular, atractivo,
lleno de artificio, en el impacto que la chiquilla genera en los cazadores de
talento y de belleza, en el mundo de la seducción y el hedonismo, pero también está
el lado oscuro, el odio, el intenso deseo de posesión, la invisibilidad, donde
unos deciden tan solo retirarse de escena, mientras otros no aceptan ser
removidos de su lugar. Es una apuesta arriesgada, en todo momento existe un
deseo de sorprender, de plasmar una estética que puede ser vacua, pero luce seductora,
habiendo momentos que logran su cometido y otros no (el felino en el cuarto
parece una tontería, y el papel de Keanu Reeves pura imagen de su celebridad).
El filme tiene una forma curiosa de recrear el camino (peligroso)
del éxito y la fama, en la simbología del mundo de la moda dibujado como una
película de terror (el sexo yace como detonante, pero invertido, no solo como
libertinaje), habiendo hasta necrofilia, lo cual en lo personal me parece
descabellado y genial como película. No obstante el trayecto es harto elemental,
pero disfrazado de un gran viaje visual, mayor por las formas.