Rodríguez grabó en Estados Unidos dos álbumes, Cold Fact
(1970) y Coming from Reality (1971) que
son los únicos de su carrera y aun siendo visto con gran futuro en el medio
musical por algunos que aman la música y saben del negocio fue realmente un
fracaso de ventas en EE.UU, quizá porque no se le impulso como se debía o a
pesar del entusiasmo de los entrevistados en este documental porque sus
manejadores y disqueras no creían en su persona en realidad, que además no se
veía tan rentable al ser de origen latino (es de ascendencia mexicana) o que
incluso se puede argüir que se aprovecharon de él, como muchos creen y deducen al
ser un éxito en Sudáfrica. Y eso fue, fue en el papel un fracaso, al punto que
su vida trascurrió en gran parte en la necesidad económica, y tuvo que
dedicarse a otro trabajo para sobrevivir, dentro de la construcción, sin
embargo el cariño y el sentimiento que despierta su música, su autenticidad, su
subyugante melodía, su esencia mítica, un aura propia poética lo describen en
el filme con esa nostalgia del que hubiera querido un resultado distinto, y la
propuesta cinematográfica se vale de ello, de rendirle un tributo a quien
consideran debió tener otro lugar en la historia musical. Se encarga entonces
el documental de recuperarlo, de enaltecerlo, de darle el lugar que no conoció.
Es un filme pequeño, íntimo y bastante sencillo, pero cargado
de feeling, de verdadera admiración. Los entrevistados incluso alguno lleva un
sobrenombre en razón de Rodríguez, han escrito la introducción de uno de su
discos, se han dedicado a buscarlo, desapareció de escena en 1981, y al
hallarlo este muy humilde y de poca palabra escucha los elogios como un alma
apabullada por la realidad, luego hace alguna gira para conmemorar un nuevo
encuentro y eso es todo. Nos queda la sensación de una vida abducida por las
circunstancias que inesperadamente siendo en esencia lo que buscó no llegó a
donde se esperaba, en una idiosincrasia que nos remite a un determinismo
inexistente, a una libertad que juega tanto para bien como para mal, y a una
lógica universal que no siempre pone en su lugar a las personas en cuanto a prioridad
y merecimiento, y no es que Rodríguez haya sido único, quizá lo fue pero eso
apunta a que no todos los sueños llegan a puerto ni los mayores talentos,
aunque no solo somos lo que dicen que somos públicamente a pesar de que en la
práctica esa verdad sea tan hiriente y dominante, sino como en el filme, el
mundo material oculta ciertos lugares que merecen de alguna forma una
reivindicación, aunque sea simbólica, conocer esa verdad que idealmente merece
el mundo. Y se queda ahí, solo es un momento de paréntesis, chiquito, un
triunfo dulce, y seguramente en eso consiste el atractivo del filme, en su
esencia, ya ni siquiera se trata de Rodríguez, es algo más grande que va por
debajo , una cierta injusticia divina o mejor dicho, demasiado humana, demasiado
común, sin ser fantasiosos que como se suele decir, el oro brilla hasta en el
fango, y ese es Rodríguez, para quienes vean el filme, y eso debe ser lo más
importante.
Éste es un filme que despierta en el espectador un lado emocional y
cómplice, como la lucha del pequeño guerrero, una confabulación desde abajo,
mientras escuchamos su música, muy típica de su época (estética y creativamente
nada del otro mundo la verdad pero tampoco menos que muchos consagrados, aunque
hay un productor de música entrevistado que cree que mencionar el desempleo a
dos semanas antes de navidad es algo sublime, muy triste), sobre la
espontaneidad, el estar en todas partes y en ningún lugar, la sinceridad, los
valores trascendentales que hacen una vida decente para el ser humano ordinario,
el goce de vivir en toda libertad, el alma joven, la irreverencia de su
búsqueda, mediante la letra sugerente hacia la identificación de su generación,
en parte melancólica pero relajada,
fragmentaria en pos de algo gaseoso que va dejando potentes pistas.
Rodríguez ha sido fiel a todo ello, a una despreocupación
del artificio y lo físico, y una entrega honesta hacia la defensa de las ideas,
y es que ha sido además un tipo correcto, un defensor de lo social, de los
desfavorecidos y de su comunidad en la que se ha visto reflejado ante sus
carencias. Lástima que la historia se lo haya engullido, pero el filme es más
que su relato, el símbolo de su realidad, más que regresarle el éxito nunca
alcanzado oficialmente (es un hombre de 70 años), se trata de la poesía de su
vida, que no por ello merece la inmolación sino la retribución del afecto por
su esencia, y mañana más tarde podremos ver y quizá no repetir tantos
errores.