El director surcoreano Hong Sang-soo es uno de los favoritos
de buena parte de la crítica aunque todavía no ha logrado un triunfo importante
en ningún gran festival, pasando sin pena ni gloria por el último Cannes. Suele
hacer un cine minoritario bastante apegado a lo cotidiano en donde los
conflictos son propios de cualquiera, en el trabajo, los afectos familiares, el
amor o el entretenimiento, con un cine casi opuesto, y bastante más calmado,
que el que se suele hacer por norma en su país y en sí en el séptimo arte
asiático. Personal y con un aire de autor, suele versar siempre sobre algún
director como protagonista pero desde el ser humano que es más que el propio
oficio; recurre al espacio temporal
y a diferentes versiones de un mismo
cuento como en la pequeña obra que tenemos enfrente, una trama muy en esencia del
cine que suele hacer pero más amable aún, más simpático, y más ágil sobre todo,
teniendo un aire a comedia ligera, aunque se adscribe al drama que en realidad
es muy llevadero.
El relato se nos cuenta desde la memoria de una escritora y
arrendataria de un apartamento, sobre la llegada de una francesa a una playa de
Corea del Sur, quien es nada más y nada menos que la famosa y experimentada actriz
gala Isabel Huppert, un poco mayorcita para el papel de una seductora pero con
la enorme y admirable habilidad para hacernos creer una imagen relajada y
aventurera suya sin perder la compostura, la buena educación, la
autosuficiencia y esa seriedad innata en ella, que logra romperse por momentos
con su luminosa sonrisa, con sus diálogos naturales, con una soltura que puede
sorprender a quienes la tenemos por mucho más compleja de lo que
en esta oportunidad vemos, y aunque no parece su elemento, lo hace más que aprobable, muy bien.
La trama consta de tres historias con un grupo de personajes
de origen coreano que cambian un poco en sí, que van y vienen formando un nuevo
contexto general. Se da en el encuentro con el joven salvavidas que habla un
inglés muy básico, la pareja de esposos con la dama embarazada o la
interrelación con una de las arrendatarias, sea la madre o la hija. Aparecen otros personajes secundarios además,
un amante coreano o un monje, éste sutilmente gracioso en el verse más simple y
vacío de lo que se suele presentar como estereotipo. De todo el grupo, sobresale
por renombre aunque con un papel muy pequeño Yoon Yeo-jeong (The housemaid,
2010) y para mi personal satisfacción la joven que hace de embarazada, que es
sumamente divertida de forma muy fresca y espontánea, elogiablemente fácil de reconocer en su
postura, la esposa celosa y critica con su pareja pero con un cierto aire de
justa razón y otro de típica intolerancia, aparte de Huppert que es el
indiscutible plato fuerte, justificadamente llamativo por su talento más que por
algún conflicto concreto y elaborado, que no los hay sino son pequeñeces
divertidas y variadas, siempre cambiantes proponiendo variantes de algo
semejante, pesando el intento o consumación de algún affaire sea en la infidelidad,
la atracción física más pedestre e incluso la realización afectiva. Como se ve Hong Sang-soo es un experto creando
personajes muy reales, rápidos de identificar sin que sean baratos, sino muy
sustanciales en su sencillez. Todo el reparto encaja en la mirada divertida del
director, poseen un carisma casi irrefutable, y a su vez universal, por
destacar otro representativo está el salvavidas en un personaje de esos entre
tonto, bonachón y atractivo pero no desprovisto de humanidad, sino dentro de
un aire de respeto hacia ellos aunque sea mínimo. No llega nunca ninguno a ser
esquemático o sin ningún valor, logran ser alguien en la trama y esa es una
sensación general. Otro elemento es el que se presten a diferentes contextos no
tan éticos o astutos pero siempre sobrellevando un cariz de veracidad, bajo un
porcentaje de aceptación o hasta de complicidad. Huppert juega tanto a esa
imagen que hasta llega a parecer un cierto defecto si no notamos que la trama no
quiere complicarse demasiado, no llega a juzgarlos. Estamos con un
entretenimiento de autor sin que esto suene incongruente, algo pequeño
verdaderamente, pero hecho con bastante maestría.