lunes, 27 de noviembre de 2017

Era uma vez Brasilia

El brasileño Adirley Queirós hace cine social, político, de guerrilla, ubicándose en Ceilandia, ciudad satélite de Brasilia. Tiene 3 protagonistas, la ex presidiaria Andreia (Andreia Vieira); un hombre en silla de ruedas, Marquim (Marquim do tropa); y WA4 (Wellington Abreu), el personaje más curioso del grupo.

WA4 es un guerrero intergaláctico que ha recibido el perdón de una pena carcelaria a cambio de una misión, matar al presidente brasileño Juscelino Kubitschek, pero WA4 se pierde en el espacio, mientras fuma como chino en quiebra y come parrilla en su pequeña nave espacial. WA4 demora poco más de medio siglo viajando para llegar a la tierra.

Como cine de guerrilla el filme de Adirley Queirós luce un presupuesto magro, se nota en los elementos que le dan a su propuesta el carácter de película de ciencia ficción, aunque como se ha visto en otras propuestas para hacer un sci-fi indie interesante –tipo Primer (2004)- tampoco se necesita de una gran cantidad de dinero. La nave espacial de WA4 luce como el recurso de un pedazo de lata, un pedazo de la carrocería de un auto y su viaje intergaláctico el uso de fuegos artificiales y una máquina de humo. La llegada a la tierra es algo graciosa, parece que el artificio se da por medio de una grúa que deja caer la nave/carrocería con fuerza.

Un casco de soldador y una linterna de minero de cabeza dan forma y estilo a la apariencia de los guerreros, porque luego aparecen más o se les mezcla; a la gente del pueblo se les atribuye la denominación de guerreros intergalácticos y aparecen como combatientes marciales a punto de un torneo de mma, pero con un toque fantástico, humilde, campechano y estrafalario, aunque se ve boxeo, capoeira y kendo entre los participantes. En esto presenciamos sentido del humor, juego y entretenimiento.

Lo más simpático del filme es la parte de sci-fi que le ha dado Queirós, a la que le otorga la simbología de la lucha social, la lucha por una vida mejor. El filme también recurre al hip hop que se fusiona muy bien con lo social y lo fantástico; y a distintos tipos de protesta, que tienen de lúdicas y extraordinarias -como estar inmerso en una distopía- como con la explosión de un auto por un disparo de un arma casera de uso futurista. De la misma manera oímos historias de pobreza y crimen de voz directa de sus protagonistas, quejas secas.

Andreia suele aparecer en un puente peatonal, la calle como espacio de confesión, que tiene un aspecto un poco ambiguo. Andreia tras el espeso enrejado observa sutilmente melancólica y misteriosa hacia la noche donde circulan algunos autos. Marquim también mira a los políticos con recelo, mira hacia el paisaje -en una toma estática- que impone oír la votación del Congreso, que se ubica en Brasilia, en una impresionante infraestructura creada por el famoso arquitecto brasileño Oscar Niemeyer.