Ganadora de la semana de la crítica y del fipresci en las secciones
paralelas, en el festival de Cannes 2015, presente en el 19 festival de cine de
Lima. El filme del argentino Santiago Mitre presenta a Paulina (Dolores Fonzi),
una joven idealista licenciada en derecho que quiere ir a enseñar a una zona rural,
a pesar de su condición social, de cierta clase privilegiada o clase media alta,
teniendo a un padre juez (un espléndido Oscar Martínez) que no quiere que tome
riesgos, no obstante ella sumamente terca, decidida, por lo general elocuente,
inteligente y sumamente ideologizada con ayudar, hacer la diferencia, aminorar
la corrupción del ser humano, cambiar al mundo, decide ir de todas maneras, y
sucede una tragedia en su vida, es violada por un grupo de muchachos alumnos de
su escuela. Sin embargo, ella en lo que parece cierto trauma “oculto”, pero
optando como dice a no ser una víctima actúa de distinta forma a lo
convencional, es decir, no quiere denunciarlos, por más que llega a saber quiénes
son y donde encontrarlos, amparada en sus ideas de altruismo excesivo, que roza
con la inocencia y la falta de realidad, por lo que quiere perdonarlos
simplemente hablándoles como si fuera tan fácil evitar semejante crimen,
superarlo sin consecuencias ni resoluciones legales. En ese trayecto se da una
obra que permitirá sopesar al mundo tal cual en su indisoluble iniquidad, anclada
a una parte de nuestra naturaleza como seres humanos.
Paulina es un filme que busca romper con las ideas demasiado
puristas, en el ejemplo de una chica intachable, proba, fuerte, generosa, independiente
y llena de sueños hacia el bienestar del prójimo, hasta el punto de que se
suelta una definición de ella como que es la más bondadosa, como quien anticipa
su descripción central y el eje del filme, pero a su vez se suelta desde ya una
pequeña crítica hacia un quehacer que podemos definir de excesivamente noble, pero también un poco irreal y quizá
hasta por una parte estúpido. Claro está es algo muy bueno, altruista, humano, querer ayudar a gente humilde llena de
carencias, entregarse a una buena causa, aunque ellos se movilizan dentro de malacrianzas
y rebeldías, como quienes en su inmadurez se comportan indiferentes (los
alumnos). Está también que hablan otro lenguaje nativo y se marca una barrera que la
protagonista quiere romper, con su tenacidad y buena voluntad. Anhela vencer la
marginalidad. Además en el ambiente se percibe claramente que Paulina siente lástima/compasión por
su precariedad y sus ausencias, mientras encima se dice de que a nadie le
cae bien y genera en su lugar animadversión cuando la presienten. No obstante por
llevar su pensamiento hasta el pleno agotamiento, propone una
postura que llegará a no agradar, a girar y a perder su perspectiva inicial, ya que se hace daño a sí misma y exhibe una condescendencia destructiva y peligrosa
para los demás. Porque hay que pensar que esto sin castigo
puede no solo repetirse, también quedar aceptado tácitamente como superficial, por
lo que el idealismo surge como lo contrario al antídoto. Engorda el
problema, lo arrulla, y en su impunidad crea un golpe psicológico y general,
un libertinaje amenazador, por lo que Paulina cae en el martirio, generando
rabia y sufrimiento a quienes no pueden comprenderla del todo, aun respetando
ideas contrarias. Con esto se dan discusiones sabrosas, las que tiene ella con su padre (uno bastante tolerante), convirtiéndose en una heroína absurda. Entonces la rechazas, tanto como
sientes misericordia por su autoengaño y extraño proceder , junto a toda esa
ideología suya socialista de libros y literatura, que en la práctica falla en
su absolutismo, enajenada en su caparazón, en un especie de mundo
de fantasía, lejos de la realidad que debe hacer de equilibrio, para actuar con
inteligencia y mejor juicio, no exento de reglas, ya que una sociedad sin ellas
es un espacio perdido. La sociedad y la convivencia humana requiere de un orden y para eso de una
voluntad de penas y límites, de castigos y potentes trabas, para pensar dos
veces antes de hacer un acto criminal. Tienes que dejar un mensaje, no lo hagas, o sufre
las consecuencias. Paga por tus crueldades y bajezas. No importa que haya
alcohol de por medio o conflictos que nos afligen y nos mueven a la inconciencia
temporal, si el acto en sí daña a alguien de manera trascendental durante su
existencia, provocándole una fuerte carga traumática.
El proceder de Paulina resulta muy firme, aun a toda costa,
en una bella y entregada Dolores Fonzi que se mantiene en un semblante estoico,
en buena parte como algo neutral, donde poco se deja a la lágrima fácil,
aplicando una cierta naturalidad y falta de trasmitir emociones explícitas, que
puede ser medio fallida, contener cierta ausencia, aunque se evite el facilismo
de una empatía banal e inmediata, dejando lugar a momentos claves o delicadas
frases.
Paulina puede que se halle en velado shock hasta la ruptura
con sus ideologías, de camino al despertar, luego de que nuestro entorno ha
hecho hasta lo imposible por hacernos cambiar, producto de estar tan afectados
por ella. Y es que su labor social está demasiado arraigada en su ser hasta que
nada parece definir su existencia que no sea ello, ni sus padres, novio, ni
amigos. Tiene una fijación, y de aquello nace algo atípico como crítica, una
excepción al altruismo y a la motivación, viendo el riesgo que hay que
enfrentar. También es algo azaroso, “imprevisible”, en lo que se aleja bastante
bien de lo didáctico, o lo hace a la inversa de lo esperado o tradicional, aunque
se remarque el punto central, idealismo contra realidad, pasividad contra
castigo, bondad contra cierto absurdo. El filme yace bellamente contado, es intenso,
fresco, con detalles y anexos importantes que nos describen más allá de la
protagonista y su padre, para darle mayor profundidad al producto, como el simbólico
sexo inicial de Paulina con el novio, que nos habla de una mujer que no es
virginal, que conoce la vida, por lo que sus decisiones pueden ser extrañas
pero no paupérrimas, ya que se rigen a una ideología dejada muy en claro,
perdón de creernos que alguien puede ser tan noble y diáfano, sin recurrir a la
religión, solo al apasionamiento de la profesión y de quien queremos ser, de lo
que nos revitaliza, siendo la violación un golpe existencialista muy violento.