La tierra y la sombra, de César Augusto Acevedo, es portadora
de 2 premios de la semana de la crítica del festival de Cannes 2015 como de la
cámara de oro a mejor ópera prima en el mismo evento. Se trata de como un hombre
mayor regresa a su hogar en el campo donde en la zona cultivan y viven de la
caña de azúcar, con lo que intenta reconciliarse con su anciana esposa
abandonada, la que tiene carácter fuerte y salvó su pequeño terreno cuando él
lo creía perdido y decidió partir para no ver su final. También vuelve porque
su único hijo yace muy enfermo cuidado por su esposa y su pequeño hijo, de lo
que la sombra es la clara metáfora de cómo vive(n), para dar paso más tarde a
la luz, como vemos en el abrir de las ventanas. El abuelo muestra atributos de suma
bondad, sublimes experiencias y hermosos conocimientos, como muchos de los
personajes, ya que brilla la humanidad, la vasta dignidad y el respeto por la
gente rural colombiana, ostentando personalidad, un interesante background y consumado
carisma, a diferencia de otros retratos campesinos humilladores, demasiado
humildes y pobres o poco vistosos. El anciano fuerte trasmite no solo juego
como el de la cometa, sino saberes curiosos al nieto, como el reconocimiento
del canto de las aves, lo que es un aporte muy significativo porque enseña a amar
la naturaleza, lo autóctono, a pesar de que en el lugar donde vuelan la cenizas
de la quema de la caña y caen como una especie de lluvia apocalíptica hay como
un sentir silencioso hacia aquella desintegración o fin de los tiempos, en que
al trabajador se le explota y se le remunera muy tarde y mal, por lo que el
filme por su lado hace de denuncia, compartiendo la humanidad y existencialismo
del pueblo, algo referido en la sencilla premisa de dejar el lugar producto de
una simbólica enfermedad en el hijo.
La película perpetra su mejor basa en el retrato rural que
contiene, de una belleza excepcional, pero exhibe una historia muchas veces
poco original, demasiado cotidiana y simple, aunque muchos vean en ello el triunfo
de un tipo de cine arte. Sin embargo, tiene muchas otras virtudes, como en la
formación de la idea central, la de una trasformación, como en aquel fuego
intenso del desenlace que llega a sorprender y luego a verse “natural”, en una representativa
despedida, para dar paso a la soledad, esa en la que yace el poblador frente a
una existencia de austeridad y necesidad. Tema social muy bien asumido, desde
la sutileza, en la inmersión de otros problemas específicos más “pedestres” que
remiten a ello de forma discreta, hablándonos de que al no sostenerse la tierra
esto genera diáspora como que al no haber recursos para sobrevivir implica que quienes
se quedan sean exterminados, dándose un callejón sin salida de sostenimiento,
con lo que irse parece la única opción, lo que conlleva la destrucción de la
vida rural, un lugar donde solo se quedan los más recios, de lo que el abuelo
tiene una razón fuera de su carga de “debilidad” y culpa para exonerarse y
seguir teniendo un cariz potente de empatía con el espectador. De ello que su
sueño con el caballo sin silla de montar, el que sale del hogar, de cuatro
paredes, nos remite a la libertad, la de la gente común del territorio tras las
penas y el encierro o cobijo inadecuado, y en especial la de su propio ser en
conseguir la realización emocional, poco después de mencionar en una canción popular
entre llanto velado de cervezas que se viene a sufrir al mundo, reflejando su
entera situación, amorosa y vivencial en general, habiendo círculos de influencia, la madre por
el hijo y la tierra (las raíces que llaman a morir en el lugar), el hijo por la
madre vieja, el nieto y la nuera por el deber con el esposo joven y sus decisiones,
el abuelo por el hijo y su salvación.
Estamos ante un filme que tiene muy bien lo suyo, a pesar de
cierta crítica en contra, de lo que el cine colombiano se encuentra en muy
buena salud y crecimiento habiendo obras muy personales y a su vez típicas de
su idiosincrasia, muy nacionalistas, pero con un toque de modernidad narrativa aun
en su quehacer típico. Obras como La sirga (2012), Tierra
en la Lengua (2014) o la presente nos remiten indefectiblemente a un buen
momento de su cine, en una lectura del campo con su dosis de ingenio, recoger
el lugar de una problemática y crear una ficción que vela por su propia independencia.