domingo, 11 de diciembre de 2016

Sully

Unas  gaviotas se estrellan contra los dos motores de un avión comercial y los malogran apenas salen del aeropuerto quedando en muy mal estado el vuelo. El piloto Chesley “Sully” Sullenberger (Tom Hanks) que cuenta con 40 años de intachable experiencia, junto a su copiloto, Jeff Skiles (Aaron Eckhart), decide amerizar en el río Hudson, New York, como medida para salir intactos, salvar a sus 155 pasajeros y a la tripulación, rehusando no aterrizar en ninguno de los 2 aeropuertos más cercanos, como le indican por radio. Esto es el filme, Eastwood vuelve con un filme elemental, tras la pésima y propagandística El francotirador (2014). Y lo que hace de buena calidad al filme es su estructura y su forma de exposición, donde mediante varios flashbacks se palpita el momento clave del vuelo de Sully, se discute si fue apropiado su amerizaje o en realidad puso en peligro a los pasajeros con su acción, sabiendo que el Hudson es un río helado además y pudo haber hipotermia o congelación, por lo que la ayuda de los guardacostas y demás grupos de rescate hicieron lo suyo también.

Se pone en duda el profesionalismo y el sentido común del piloto, al que en New York lo creen un héroe, y él humildemente no celebra, lo llama una acción colectiva, apreciándose como situacional, de reacción rápida y de temple, mientras busca tratar de pensar bien que sucedió, y defender con juicio pleno que hizo lo correcto, que un momento de este tipo puede implicar romper con el reglamento, que el factor humano implica una decisión más real, más eficaz, y a pesar de las apariencias mucho más segura, porque ir hasta los aeropuertos significaba por el contrario no llegar ilesos. Esto puede entenderse que es también la premisa de El Francotirador, pero cambia un contexto, añádele otros elementos y el panorama, la decisión, la empatía y la respuesta es totalmente distinta. Partamos de que es inconcebible y muy ligero, no es el mismo peso ni la misma condición, comparar al antihéroe de un western, la fantasía de un entretenimiento puro y duro, con una figura real e histórica, muy fácil de identificar y que hay que asumir y aprobar, el nivel de abstracción y compromiso es distinto, como lo que proporciona una guerra reciente como Irak y sus agentes de acción, el aceptar sacrificar vidas humanas –niños y mujeres, ciudadanos civiles, seres humanos, vistos todos como salvajes- toma otro vuelo cuando tenemos la noción de querer perpetrar una justificación con algo mucho más próximo y tangible, la proyección y el entendimiento asume otro nivel y el espectador lo siente y lo procesa/atiende de otra forma, cuando lo que uno observa ya no es un juego o simple ficción.  

Decir que Eastwood repite la misma esencia  y constantes en sus películas es verdad de alguna forma, pero cuando el nacionalismo y el patriotismo por sobre el resto se desbordan es menester señalar ese extremismo, egoísmo, empobrecimiento humano y unilateralidad, como también el sentido de la ira y la falta de meditación total. En cambio Sully prefiere pensar en lo humano, asumiendo a esos 155 pasajeros como el mundo y no solo como norteamericanos, o es por eso que uno se identifica y ama lo que ve. El filme de Eastwood pone a pensar el incidente llamado “El milagro del Hudson” desde distintos ángulos –que no son muchos- y momentos, es el sistema reclamándole a un agente, distinto a El Francotirador donde el sistema impulsa y justifica ese comportamiento bélico  y ultra defensivo y cerrado de lo nacional y lo premia y lo eleva como héroe oficial. Sully hace un gesto por los demás, se “sacrifica” o desobedece (en realidad solo hace lo que cree lo más razonable para salvar a todos), manteniendo su moral y ética, actúa fuera de la cuadratura para salvar hasta el último pasajero, hace de su experiencia y lucidez una bandera de justificación. Lo inteligente del filme de Eastwood es que no se trata de ir en contra de los reglamentos, de aceptar que cualquier “loco” puede creer que debe reaccionar a su regalado gusto, Sully demuestra que lo que decide es lo más inteligente, y además hace uso de una opción del manual, el amerizaje.  Pende de un hilo su reputación y se juzga su profesionalismo, como se dice toda una intachable carrera puesta en vilo por 208 segundos de reacción, en que Sully demuestra su buen manejo, donde la mayoría hubiera fallado. Es realmente un héroe.

El filme no cansa por más que se articula mediante lo elemental, aun cuando los componentes son muy pocos, el contraste de la decisión –e investigación- como el de la introspección personal –que llega hasta soñarse en la catástrofe, que repiten los simuladores, creando la idea del horror que pudo ser, sin grandilocuencia alguna- y el revuelo y la reacción de cara al público –un taxista, un barman, gente común, que muestran admiración- y a los familiares –que muestran preocupación por el estado emocional de Sully- , no hay mucho que contar, pero el ingenio del director hace que el filme presente momentos interesantes alrededor del vuelo (explican puntos contrarios pero, desde luego, Sully es el protagonista y se entiende a donde apunta la balanza). La película posee una narrativa solvente y delicada, se siente emoción dentro de un tono elaborado (recurriendo a la otra cara de la moneda, el triunfo, no el horror, que por lo general no se estila, sino más bien el espectáculo, la tragedia, y ahí el tribunal también yace muy comedido), que no se agote a pesar de la omnipresencia de esos intensos y decisivos 208 segundos –que sentiremos en todo el metraje de distintas maneras, el vuelo es una constante en nuestra mente- , sin buscar sentimentalismos, ni celebraciones heroicas altisonantes, como en su anterior película, lo cual parece una enmienda a cierto punto, no obstante se puede ver que Eastwood recurre a varios lugares suyos comunes, como un director que tiene una manera de narrar el cine.

Tom Hanks para ello como Sully mantiene mucho el equilibrio, demuestra sosiego y madurez, sencillez, de quien sabe y solo cumple con su trabajo y deber, transportar sanos y salvos a sus pasajeros. Tiene un cariz natural que revela a un hombre coherente, racional, centrado, controlado, aunque pensativo y preocupado dada la situación.  No es –con todo respeto- como Chris Kyle que va por lo extremos (nacionalista, en una misión superior, sufriente hasta la locura, rechazando intenso los honores), donde Eastwood subraya, pone énfasis en su mensaje. Sully puede que sea una versión mucho más light y bastante mejorada de Kyle, pero, claro, lo dicho, es otro contexto para bien o para mal. Este filme es simpático y sencillo, en el estilo de un buen clásico, es más un Eastwood medido y austero, pero genial en su distribución narrativa, en como mueve y expone sus fichas. Ser novedoso y emocional en su punto, sin tragedia ni melodrama, con una historia donde un vuelo no se estrella, no hay muertos y se habla de un triunfo de lo colectivo, es un filme definitivamente valioso, y sobre todo muy maduro e inteligente.