La ópera prima en el largometraje de ficción de la alemana
radicada en Argentina Nele Wohlatz es una película en cierta manera poco definida,
es varias cosas y todas leves, cómo que está llena de espontaneidad, sin un
plan estricto de trabajo, y tiene un cierto aire amateur, y de work in progress.
En esta película vemos faces de creación cinematográfica e híbridos entre
documental y ficción, entre relato y meta-cine. La escuela de aprendizaje de
idiomas del filme, donde la protagonista y compatriotas chinos van a aprender
el español también se nota a todas luces que es un taller de actuación,
aprenden el idioma haciendo performances.
El filme no solo habla de la inmigración y de la adaptación
a un nuevo país, sino igualmente del deseo de convertirnos en actores. Para eso
la protagonista Xiaobin, muchachita china de 17 años llega a la Argentina donde
le esperan sus padres y hermanos, llega sin saber nada de español, y rápidamente
se adapta, aun cuando sus padres -que
tienen una lavandería- buscan mantener su tradición y no quieren mezclarse con los
argentinos, ven su estadía como una transición para hacer dinero y volver a
China. Xiaobin como toda fuerza joven piensa modernamente y diferente, por un
lado es disciplinada y respetuosa de sus padres, por otro quiere ser
independiente y decidir por sí misma, de esto que guarde/esconda dinero para
sí. Xiaobin trabaja vendiendo carnes, asado y embutidos, trabajo lo más típico
argentino, hay que decir.
La propuesta de Wohlatz empieza como documental, haciéndole preguntas
a Xiaobin, más adelante estas versaran sobre el uso de su imaginación en cómo
sería su vida hecha ficción en una relación amorosa con un chico de la India –esto
es lo que define el título- que en el filme
vemos en su parte de relato y que choca con la tradición de sus padres de no
mezclarse afectivamente con personas de otras nacionalidades. En ese lugar se
abren posibilidades y se juegan con las variaciones. Xiaobin es muy libre y
luce natural aun en su imperfección expresiva, no solo vocal, por lo que lo que
inventa no es lo suficientemente ingenioso o tan atractivo, raya en el lugar
común. Xiaobin y la mayoría del reparto lucen como que no dominaran la
actuación (aunque existe la genial escena cuando todos los amigos y compañeros
chinos del taller de la mano del actor argentino Nahuel Pérez Biscayart logran
manejar bien el poder llorar en el cine). En el filme esto da una figura
simpática de amateurismo, como estilo más que como defecto. Esa manera de
hablar y de comportarse sin perfecta fluidez, con una narrativa bajo cierta
ausencia de bisagras, algo robotizados, tiene su encanto, y más parece otra
parte del meta-cine de la película, se notan las costuras de una actuación.
En el filme no hay un esfuerzo de crear una ficción convencional,
su búsqueda y cine es otro. Xiaobin se interpreta a sí misma, pero también
juega a la actuación y lo deja notar, en otras partes simplemente se manifiesta
como es, en sus anhelos, sueños y quehaceres, en su juventud y en su cualidad
de migrante, donde vemos que se comporta como cualquier persona. Un acierto, el de
Wohlatz, es dejar ver una personalidad, no solo es el objeto de una chica china
recién llegada a la Argentina. De Xiaobin también hay que decir que viste muy bien, tiene estilo.