El canadiense Denis Villeneuve es uno de los grandes
directores de la actualidad, no solo únicamente en Hollywood y por la enorme
repercusión que esto significa en los cines del mundo, sus películas exceden el
rotulo de simple entretenimiento, es audaz, interesante y personal. Su última película
es una maravilla, tiene suma inteligencia en como armar una narrativa plena,
perfecta y de relevancia, y sorprender al espectador por completo con su
redondez final. Hablamos de llevar una sonrisa –y lágrimas- al final de su
visionado, y esto se debe a que el filme está interrelacionado con algo muy
humano; lo grande y posiblemente espectacular –a lo Independence Day (1996)- con
lo familiar y muy sensible.
La llegada (2016) puede ser vista como una historia de posible
invasión y guerra con extraterrestres, en donde 12 naves yacen a pocos metros
de altura en los cielos de distintos países de nuestro planeta, sin que conozcamos
sus intenciones, con lo que ciertas potencias mundiales como China en especial,
y EE.UU. por su parte también se halla en tensión y desconfianza, sienten que pueden
ser un peligro para la humanidad, y están dispuestos a atacar a las naves,
mientras los alienígenas, que parecen calamares o pulpos de buen tamaño, votan
tinta para generar símbolos como palabras tal cual el idioma japonés o
jeroglificos, y hay un trabajo de comunicación y de descifrado por lograr, para
lo que se le pide a una experta lingüista, Louise Banks (Amy Adams), que se
encargue. La otra parte del filme es que Louise supone ha perdido a su hija, y
debe superarlo (antes o después, no importa), lo cual es enorme, pero la historia
no se queda ahí y juega con nuestro entendimiento inicial, al dar un gran
vuelco al final.
Los extraterrestres vienen a hacernos ver el lenguaje
universal, en una unión trascendental de evolución como en 2001: Una odisea del
espacio (1968), articulando un lenguaje que significa devoción al ser humano –tocando
nuestra entrañas y vínculos más poderosos- a pesar de cualquier desenlace,
mediante lo gigantescamente complejo y
extremo de padecer; o aquel que
trata de comprender lo que le es distinto y lejano, al otro, al foráneo,
uniendo las distancias, como puede ser a través de los puntos de conexión como
el amor y la entrega más honesta.
Todo el filme tiene una lectura sentimental escondida en una
película de ciencia ficción, de las mejores de la historia del séptimo arte,
agrego. Es parcialmente una película de género, que se escurre de las
convenciones y de lo más fantástico (incluso las naves y los extraterrestres
son algo muy básico visualmente, las naves parecen monolitos, otra conexión con
la película de Kubrick), que en realidad es más un drama velado, fuera de las
tantas intervenciones de la lingüista y de su equipo que cuenta con el
matemático Ian Donnelly (Jeremy Renner) que será parte importante dentro del
rompecabezas general. La llegada, aclaro, no es una película difícil de
entender, como la interesante pero críptica Enemy (2013), es cercana y amable, la
que será más que seguro una película de alta competitividad en los próximos
premios Oscar. También será bastante curioso ver que hace Villenueve con la
secuela de Blade Runner (1982).