martes, 8 de noviembre de 2016

Halloween Maratón 2016


Spring (2014)


La dupla Justin Benson y Aaron Moorhead hacen una Antes del amanecer (1995) de género, de terror, una película romántica, ordenada a la juventud de nuestros días, con un relajo de expresiones y gestos comunes y ese querer quedar cool en todo momento que nos invade, sin tampoco evitar la ternura, y bajo la buena educación. Evan (Lou Taylor Pucci) ha tenido una vida dura recientemente, y decide escapar de EE.UU. a Italia, ahí conoce a la bella y exótica Louise (Nadia Hilker). Ella es el amor de su vida, pero guarda un secreto de terror, es una mutante de 2000 años de antigüedad que rejuvenece embarazándose cada 20 años. Ésta conjunción y background puede sonar ridículo en el papel, pero la obra de Benson y Moorhead tiene tan buen tacto que jamás lo parece, ni siquiera lo roza, todo queda perfecto, uniendo con maestría esos dos universos, el terror y el romance. Ésta película no es para fans hardcore del género, pero sí para los que aman el buen cine en general, que de paso resulta un aire fresco en el terror.

Benson y Moorhead ya demostraban mucho ingenio con su debut, Resolution (2012), un filme austero, de notorio bajo presupuesto y pocos recursos visuales, pero sumamente creativo y bastante bueno donde salvar de la adicción y el suicidio a un mejor amigo yonki en una casa y zona con diversos antecedentes, en que se mencionan indios, fantasmas, extraterrestres y asesinatos, da como centro de terror un misterio por resolver que implica ser parte (entenderse dentro) de una historia/película macabra (con la curiosidad de otorgar un toque vintage a los descubrimientos). En Resolution igual que en Spring los referentes del género son abundantes, se crea una cierta indefinición del enfrentamiento, sosteniéndose de lo humano y cotidiano de forma notable y empática, armando una narrativa completa a ese respecto, lo cual no suele suceder mucho en el terror donde uno se convierte en un especie de objeto, de redundancia o de cliché. Spring logra seguir la buena racha, y hasta superar a su antecesora, lo cual hacen de estos dos directores americanos unos creadores a tener muy presentes. Por mí quedan bien anotados.

A snake of june (2002)


Filme erótico, de misterio y thriller con una escena de desnudo en la lluvia y en medio de los flashes de una cámara fotográfica que es de una belleza y sugestión total, en la piel de la apetecible Asuka Kurosawa, quien interpreta a Rinko Tatsumi, una conductora de radio que trata de aconsejar a la gente y se topa con un suicida que quiere que ella se libere de sus represiones, pero el método es doloroso (en una sociedad que guarda cierto pudor social y sigue en buena parte el orden de lo clásico), creándose un viaje de erotismo y sensualidad. Rinko es chantajeada por ese hombre producto de unas imágenes de ella masturbándose. El hombre lo interpreta el propio director del filme Shinya Tsukamoto.

La película está filmada en blanco y negro, y su austeridad resulta ser engañosa, porque el filme es bastante bueno, está muy bien ilustrado. La historia se divide en tres partes. Tiene al marido de aspecto común que la trata como un padre, yace distanciado y no la deja operarse del seno teniendo cáncer. El marido entrará en una pesadilla, en lo surrealista y descubrirá el poder sexual de su mujer, escondida en el pudor y la timidez. Hay escenas de tortura y de voyerismo con lo que el festín freak y de horror está por su lado servido.

El ansia (The Hunger, 1983)


Una elegante vampira, Miriam Blaylock (Catherine Deneuve), viene consiguiendo compañía desde tiempo inmemorial prometiéndoles amor eterno, pero la verdad es que llega un momento en que envejecen de golpe y ella los guarda en ataúdes entre tules y palomas. Una de sus parejas lo interpreta David Bowie que temeroso de no poder seguir al lado de su amada se contacta con una doctora, escritora y científica, Sarah Roberts (Susan Sarandon), que estudia a la muerte como una enfermedad.

El filme da una idea de los vampiros diferente a lo popular, incluso matan a través de cuchillos encubiertos en cruces egipcias, y pueden estar en el día. Lo que trata el filme es de la vejez y la muerte, del amor como cierto parasitismo (de ahí que haya una gran escena con cadáveres pidiendo cuentas). El filme también es una historia de amor lésbico con una escena de sexo muy delicada y cuidada entre cortinas. La película posee una estética y visualidad propia muy atractiva, tanto como una narración atrapante. Sobre todo habla de las relaciones de amor, del enamoramiento y el final, desde el terror.  

El director Tony Scott debutaría en el largometraje con esta obra y no volvería a hacer una película de terror, se especializaría en el cine de acción, al parecer por las malas críticas que recibió en su estreno, pero que el tiempo ha sabido recompensar y catalogar de película de culto. David Bowie hace un pequeño papel y a un tiempo luce irreconocible bajo maquillaje pero muchos le atribuyen una actuación memorable. Lo mismo pasa con la apertura del filme que tiene a la banda británica Bauhaus tocando su canción distintiva Bela Lugosi's Dead (tan apropiada, no solo por mencionar a un ente capital del género, sino por la transformación del concepto del vampiro que presenciamos), mientras la pareja Blaylock en todo aire gótico y de los 80s en Manhattan participan de una juerga sexual que termina en muerte. El filme es muy refinado, Miriam Blaylock y sus amantes suelen ser coleccionistas de arte antiguo y dan clases de música clásica, mientras escuchamos a Schubert y a Bach. Además la ópera Lakmé, de Léo Delibes, sirve como medio de seducción, ocultando una atracción entre ama y sirviente, que es el meollo del filme.

Al interior (À l'intérieur, 2007)


Película capital del New French Extremity, de las más brutales y sanguinarias que he visto en mi vida, con un final gigantesco, impresionante, muy duro. Dirigen Alexandre Bustillo y Julien Maury, es su película debut. La trama es sencilla, una extraña mujer acosa en su casa a una joven embarazada que acaba de tener un accidente automovilístico y ha perdido a su marido. El filme es híper violento con la mujer invasora determinada en una misión personal.  A la casa llegan visitantes preocupados por una llamada de emergencia a la policía, y la propia policía, y esto da pie a una carnicería del gore más desalmado que no se detiene en absoluto. No hay contemplaciones, un filme para estómagos fuertes. La desconocida es interpretada por Béatrice Dalle con severo aplomo y gran credibilidad, parte importante de la película. El lado puesto a prueba y en desarrollo de una defensa y combate de Alysson Paradis está a la altura. El filme de Bustillo y Maury es trepidante, adictivo, y cada vez más rudo y bruto, hasta el cierre redondo.

Trampa para turistas (1979)


Obra de culto que el escritor Stephen King aclamara y llamara a la celebración en particular, dirigida por el americano David Schmoeller, en la que es su ópera prima y película más famosa, una propuesta con múltiples virtudes. El escenario es un lugar abandonado en la vieja carretera, por la que suelen pasar los turistas, donde se halla un museo de maniquíes, en que un hombre de campo, amable, Slausen (Chuck Connors) es el dueño. En lo central de la trama Slausen recibe a un grupo de turistas al encontrar a tres damas desnudas bañándose en el estanque de su parcela. Entre ellas sobresale Becky (la bella Tanya Roberts, quien fuera una Charlie's Angels, en 1980; como también fue parte de la serie That '70s Show, 1998). El filme tiene a un monstruo rondando a los visitantes, a los que tortura, aprisiona y convierte en maniquíes. En las muertes entra una lograda atmósfera de terror generada por los maniquíes al moverse por telequinesis y por mecanismos artificiales. El filme tiene vasos comunicantes con Psicosis (1960), La matanza de Texas (1974) y Carrie (1976), aparte de tener una cierta cercanía a Los crímenes del museo de cera (1953) en una historia autónoma, mucho más extravagante y con estilo propio, con una narrativa de buen suspenso y horror, con un toque fantástico y con muertes originales.

Dellamorte Dellamore (1994)


Basada en el famoso cómic italiano Dylan Dog, de Tiziano Sclavi quien se basó en Rupert Everett para darle su fisonomía al personaje y qué mejor que en la película de Michele Soavi que lo interprete el mismo Everett. Es una película inclasificable en el terror, con mucha irreverencia en su humor negro, en todos esos asesinatos tan alegres que proporciona el protagonista y antihéroe Francesco Dellamorte (Rupert Everett, que le da un gran estilo a la película) cuando pierde cierto ánimo existencial, producto de no poder concretar su amor con la figura de la preciosa Anna Falchi –que regala una buena actuación y no le faltan los desnudos- haciendo de distintas mujeres de las que se enamora Dellamorte tras cada fracaso y ocurrencia, que como dice el título tiene un vínculo (inconcluso) con el amor y la muerte.

El filme se ubica en Buffalora, Italia, Francesco Dellamorte es un enterrador que descubre que al séptimo día de muerto alguien éste regresa como zombie a tocar a su puerta, y la forma de recibirlo es con un disparo en la cabeza. Algunos de los zombies del filme de Soavi pueden comunicarse, no son máquinas de matar, pero aun así suponen algún tipo de peligrosidad. En la trama Dellamorte pierde la cabeza, cuando se comporta como un hombre acabado, mientras el jefe de policía y el destino lo ignoran por completo. La propuesta es loca, original, tornándose cada vez más irreal y fantástica, más descabellada, con un notorio sentido del humor, como con ese compañero medio retardado en el gigantesco Gnaghi (François Hadji-Lazaro) que solo hace un ruido como respuesta y se dedica a comer salvajemente. El filme no intenta tomarse en serio, pero es muy notable y valioso así, con un estilo que parece no respetar regla alguna. 

The Final Girls (2015)


Todd Strauss-Schulson hace un filme ligero y simpático bajo la idea de que Amanda Cartwright (Malin Akerman) es una actriz popular al haber actuado en el slasher de los 80s llamado Camp Bloodbath, una reminiscencia de la saga de Viernes 13 y de Jason Voorhees, tras la leyenda urbana de Billy Murphy, que nadie olvida en el presente, por lo que no puede avanzar en su carrera encasillada de scream queen (idéntico a lo que siente su personaje en el slasher que también está parametrado, y que gracias a la superposición del mundo de lo real logra superar su frustración, en un personaje que está bien resuelto por Strauss-Schulson). Amanda recién comenzada la película sufre un accidente y muere. Su hija Max (Taissa Farmiga), que la adora, la extraña y la recuerda descrita en su entusiasmo por la canción Bette Davis Eyes, de Kim Carnes, es invitada a un homenaje del susodicho famoso slasher y pronto producto de la fantasía más llana ella y sus amigos quedan atrapados en el interior de la película Camp Bloodbath que veían (no pregunten ¿cómo?, en realidad eso no importa), en ello entra el juego del meta-cine en hablar y manipular los lugares comunes de las películas de terror, lo cual se trabaja muy superficialmente, estando ausente la originalidad, que no sea lo básico y funcional. En sí todo el asunto de caer dentro de la historia de una película de terror que hemos visto mil veces es curioso, cautivante, y se presta para entretener, aparte de que tiene buena comedia (con Tina, Angela Trimbur, la chica fácil y tonta; y Kurt, Adam Devine, el chico con ganas de tener sexo con todas). Sin embargo a la hora de los detalles, las audacias y las diferenciaciones el filme no se esfuerza en absoluto, no arriesga en nada, y solo queda como un filme amable y agradable. Tiene una narrativa que te hace disfrutar del metraje, el filme cumple, es cierto, pero es muy poco trascendente al final.

Demons (1985) y Demons II (1986)


El director es Lamberto Bava, el hijo del célebre maestro del horror Mario Bava, éstas 2 películas son su aporte mayor al género, que tienen de El exorcista (1973), The Evil Dead (1981) y los zombies de George A. Romero. Lamberto Bava logra convertirlas en películas de culto, además de películas sumamente entretenidas. Se les puede criticar no tener un argumento sólido o justificado y de ciertas ocurrencias capitales absurdas en las tramas (de lo que de todas formas las películas funcionan, un helicóptero que cae repentinamente del techo o el comienzo de una plaga con un demonio saliendo del televisor), pero toda la diversión que otorgan palia cualquier crítica, porque se trata de goce puro asegurado.

Demons empieza con un hombre joven disfrazado de cyborg (el director de cine Michele Soavi) repartiendo volantes en un metro del Berlín Oeste, para que vayan a ver una película de terror desconocida, quien misterioso parece un asesino típico del giallo. En el cine esperan variopintos personajes, tal es un proxeneta (Bobby Rhodes) con dos prostitutas, una de ellas curiosa y maleducada accidentalmente se corta en el rostro al ponerse una máscara gris de un demonio que yace de exhibición en el cine y da inicio a la primera transformación (con unos efectos especiales grandiosos en la apariencia de los sucios, brutos y desagradables demonios, véase cuando un demonio se desembaraza de su piel humana), al igual que sucede en la historia del filme que han ido a ver dónde unos jóvenes visitan la tumba de Nostradamus. De ahí en adelante estallará un loquerío, puro placer gore y “nauseabundo”, con demonios mordiendo, desgarrando  y supurando baba verde con lo que contagiaran a todo asistente del cine.

Demons emparenta a la película de ficción dentro de ella con lo que sucede afuera, aun cuando el apocalipsis demoníaco está por invadir el mundo, y el escenario de los hechos es solo un microcosmos. Los demonios brindan unas luchas y muertes espectaculares. Además el héroe y su dama, George (Urbano Barberini) y Cheryl (Natasha Hovey) dan tremenda escena, en moto, con una katana y ella abrazada a su cintura dentro del recinto acaban con nutrido número de demonios. El filme no se hace problemas en cuanto de donde proviene todo el mal (hasta suena ridículo pensar en Nostradamus como gestor de todo), solo sabemos que el rol de Soavi es el cómplice central. La bella acomodadora de la sala de exhibición (Nicoletta Elmi) luce extraña, pero es solo una pieza más, irrelevante, en general los personajes no tienen mayor alcance que ir tratando de sobrevivir de los cada vez más numerosos demonios. Por ahí dicen, el cine está maldito, no la película de Nostradamus (la máscara de afuera desaparece del mapa también), pero la invasión del mundo desmiente todo, como si se tratara de una conspiración. Es un filme intenso, emocionante, cargado de escenas gloriosas de gore, y eso es lo más importante.

Las 2 películas las produce Dario Argento que coescribe el guión con Lamberto Bava y con Dardano Sacchetti y Franco Ferrini, y participan sus 2 hijas en el reparto, la mayor, Fiore, con 15 en la primera y, Asia, la menor, con 11 en la segunda en su debut en el largometraje. El primer filme está acompañado de una magnífica música heavy metal, el segundo de -una competente, pero menos gloriosa- new wave. El filme está plagado de una esencia rebelde, en las 2 películas llegan en auto, primero punks drogándose y después amantes de la velocidad.

Demons 2 se ubica en un enorme edificio de apartamentos con una fiesta de cumpleaños con jóvenes celebrando a una arisca, engreída y díscola cumpleañera (Coralina Cataldi-Tassoni), cuando muchos en el edificio ven la televisión, en ésta pasan un documental que habla de que los demonios de la primera película han sido llevados a un lugar aislado separados por un muro donde yacen dormidos, pero al derramar sangre casualmente sobre el cuerpo de concreto de un demonio éste revive en la película dentro de la película y lo que viene después es que se escapa de la pantalla y empieza el pandemónium. El filme mueve hordas de demonios por todo el edificio, que me recuerda a Shivers (1975), peleando contra gente asistente de un gimnasio, comandados por Bobby Rhodes que vuelve en otro papel, total ningún personaje luce en realidad trascendental, el héroe podría ser cualquiera, lo que importa es la acción, aunque implique a alguien convertido en atleta, como ese escape por el ascensor o en rápel por el edificio. Como curiosidad está que un perro –mismo hombre lobo- y un niño se transforman en demonios. Hay mucho estilo a ese respecto, variedad de demostraciones -hasta pormenorizadas- del cambio a demonio en ambas películas. El niño termina como un especie de Gremlins (1984). El filme es pura aventura y harto suculento gore, en una estupenda secuela digna de la primera.

Los crímenes del museo (1933), Los crímenes del museo de cera (1953) y La casa de cera (2005)


La primera es menos conocida para la mayoría y la dirige Michael Curtiz, se basa en el relato y dramaturgia de Charles S. Belden. Es una película interesante y muy buena, laboriosa y algo compleja en su misterio. Tiene hasta tres líneas narrativas centrales para hablar -y culpar- de la desaparición de varios cadáveres de la morgue, habiendo además una pequeña sub-trama con el suicidio de una mujer y un joven guapo y millonario como posible culpable. Todo esto está muy bien enhebrado y no pierde fuerza narrativa, tiene un buen ritmo y es un clásico en toda regla.

Curtiz utiliza bien a Lionel Atwill, éste actor resulta muy competente, como el dueño del museo de cera, donde se perpetrará el terror, un horror que se siente más técnico (cerebral) que práctico y visual, aunque es un filme amable. El museo de cera contiene figuras históricas a las que Ivan Igor les tiene obsesión artística. En la oscuridad un hombre deforme, horrible, roba cadáveres, mientras un hombre de negocios bastante ruin se comporta como un gángster. En la curiosidad del filme está que la heroína es una periodista intrépida y sarcástica de lengua avispada, habiendo diálogos picantes y sugerentes para la época, lo que distingue la propuesta. La periodista Florence Dempsey (Glenda Farrell) está en busca de la credibilidad con su jefe con quien suele discutir y va desesperada en pos de la noticia, con lo que se convierte en un thriller policial a su cabeza. Con ella Fay Wray hace de la mujer que le hace brillar los ojos a Igor que la ve como su mayor obra de arte en la figura de María Antonieta. Hay un subtexto de buscar al hombre correcto, en la lucha entre la mujer ambiciosa y la mujer enamorada y que en la presente termina en un cierre gracioso, típico de cine clásico. Éste subtexto cambiará de lugar en el remake de 1953 y mucho se disolverá. Éste filme fue grabado en dos colores technicolor, previo al color completo y puede verse como una deficiencia para el año 1933, últimos tiempos en usarse, pero no anula su propia grandeza.

Los crímenes del museo de cera (1953) es la película más famosa de las tres, siempre nombrada entre lo mejor del género y dentro de la filmografía de su director André De Toth, su película más mainstream. Esta película fue la primera en grabarse en 3D y usar sonido estereofónico. Ésta propuesta es muy clara y espléndidamente narrada, anula todo lo intrincado, reduce muchas líneas narrativas y personajes, y la vuelve muy dinámica y entretenida. Asume aun misterio, porque sigue siendo un remake y toma muchas cosas de antes, pero la gimnasia y la agilidad se notan, como el poseer escenas más poderosas, véase cuando el hombre deforme y feo sale a perseguir a la heroína por las calles a lo Jack El destripador, a Sue Allen (Phyllis Kirk), una mujer sencilla y pobre pero bella que quiere hallar al culpable de la muerte de una querida compañera de cuarto, una mujer banal y ambiciosa pero aun así con cierta nobleza, en especial hacia Sue a la que ayudaba económicamente, interpretada por Carolyn Jones (especialmente recordada por ser Morticia Adams de la serie La familia Addams de los 60s), la que tenía un cuerpo bien esculpido. Un dato curioso es ver a Charles Bronson como un secuaz bruto y sordomudo, que realmente intimida y que llega a desplegar una lucha muy bien exhibida. Éste filme tiene a Vincent Price en el lugar de Lionel Atwill y es una de sus actuaciones más memorables. Es más que seguro que ésta película de André de Toth es mejor que la de 1933, pero valdrá –sin discusión- ver las dos.

La tercera, La casa de cera (2005), contra todo pronóstico es una buena película, injustamente juzgada por muchos de lo contrario, que dice ser un remake, contiene la historia del museo de cera y el terror de los cadáveres usados, pero es toda una nueva creación e invención. El filme tiene su propia historia de donde proviene el mal y su actividad se centra en el terror de matar jóvenes tipo slasher, habiendo su sujeto monstruoso de paso, y duplicando, hasta triplicando, a los perseguidores. También tiene un toque macabro en la hechura del pueblo al que llegan los muchachos, y las escenas de muerte están magníficas, son crudas y crueles, como presenciar el embalsamiento de alguien vivo. Vemos entre los 6 muchachos que caen en este pueblo donde el GPS no indica su existencia a la socialité París Hilton que tendrá una muerte sádica para el gusto de sus detractores. En el grupo está Jared Padalecki que ese mismo año comenzaba con la serie que lo llevaría a ser popular (Supernatural) y la hermosa Elisha Cuthbert (The Girl Next Door, 2004). El director español Jaume Collet-Serra tiene talento, y ya muchos lo valoran en el thriller, habiendo logrado una gloriosa taquilla, inesperada, con Infierno azul (The Shallows, 2016), película que no me entusiasta aunque la sobrevivencia tiene su gracia.

La masa devoradora (1958), Blob - Masa mortal (Beware! The Blob, 1972) y The Blob. El terror no tiene forma (1988)


El remake de 1988 dirigido por Chuck Russell, director de Pesadilla en Elm Street 3: Los guerreros del sueño (1987) y La máscara (1994), con guión de Frank Darabont, director de The Shawshank Redemption (1994), es la mejor de las tres. Ésta película convierte lo naif y básico en una película que da miedo, evolucionando notablemente, con un gore que le da otro aire por completo, no sólo porque se puede ver que la masa con un ácido disuelve los cuerpos convirtiéndolos en cadáveres y no nada más mencionar que ésta se alimenta de personas y observar algo insípido y anodino en ello como pasaba en las anteriores, sino que vemos que toma forma, ya no solo parece una bola de gelatina que va creciendo (como irónicamente se ve en la actual que come un niño), tiene tentáculos y muestra viscosidad, el filme contiene de lejos superiores efectos especiales, un trabajo que genera la noción de un verdadero monstruo, ya no un cierto aire ridículo, o ser condescendiente pensando que vemos un sci fi de cine B y nos genera una simpatía.

El filme de Chuck Russell es seriedad en el género, aunque la trama tenga mucho estereotipo, y sus lugares amables típicos. Kevin Dillon es Brian Flagg, el joven rebelde de casaca de cuero y moto propenso a volverse criminal y que necesita un lugar en el mundo, lo que resulta de ser el héroe del filme, junto a la cheerleader y bella mujer popular en busca de descubrirse más profunda, Meg Penny (Shawnee Smith). Lo notable del filme es que la masa no perdona mucho la vida de nadie, y se carga a muchos impensados, como incluir a niños en su alimento, desintegrándolos, cosa que llega a lo explícito. Una figura que es un papel muy breve en la película pero que me gustaría sumar es la de la hermosa y siempre dulce Erika Eleniak (de la serie Baywatch y famosa conejita de playboy), el plan nocturno del chico avispado. Un punto que merma un poco el filme es cambiar (agregarle más) a la historia del meteorito con un alienígena no identificado cayendo a la tierra, por un experimento del ejército americano en cuidado de la guerra fría, sin embargo esto sirve para tener más gente que desintegrar y más escenas con sentido, generar más caos y conflicto, como en las predecesoras se hacía público, masivo, y tomaba un aire de catástrofe, de lucha generalizada, y no la broma, locura o la alucinación de unos jóvenes como suele arrancar.

El primer filme, La masa devoradora (1958), es un filme que no es malo, pero es muy chiquito, muy sencillo y medio plano. Empieza con un aire a lo Rebelde sin causa (1955) y luego se torna en la lucha de Steve Andrews (Steve McQueen, en su primer rol protagónico, en una película de la que renegaría) por que le crean y no muera nadie, y no que sea una tontería, una mala broma, que no demora en desmentirse –primero con los amigos- tomando un notorio lado inocente como producto. McQueen toma la posta del joven que exige respeto de los adultos, frente a una autoridad –la policía, salvo el sheriff que es noble- que se siente por encima de la juventud, de la que desconfía, esto convertido en obviedad en el remake de 1988. Lo acompaña como pareja Aneta Corsaut que es más un florero, un adorno, un pequeño soporte moral, ya en 1988 la mujer es de armas a tomar. El filme de Irvin S. Yeaworth Jr. es un clásico del cine de bajo presupuesto, y tiene un encanto, una nostalgia, una cinefilia innata. La masa se posa encima y al rato gritan que el cuerpo ha desaparecido (explican la amenaza ante la carencia de visualidad), todo es muy simple. La obra tiene una connotación de mundo feliz, de unidad entre la gente, de decencia, en la lucha de un héroe y su pequeña comunidad por salvar a la propia gente y al mundo.

Blob - Masa mortal (Beware! The Blob, 1972) es una secuela y no es muy alabable, aunque es algo entretenida, pero sin grandes momentos, está hecha como para cumplir, le falta mucho entusiasmo, aunque se toma en serio, no obstante muchos la ven como en buena parte una comedia, yo no encuentro mucho la broma, no la veo por ahí. Es el único largometraje que dirigiera Larry Hagman (de la serie Mi bella genio, y de la serie Dallas). Tiene mucho de la época hippie (aquí la policía luce corrupta, extremista y abusiva), y no tiene muy buenas actuaciones, también adolecen sus personajes de consistencia, por ratos parece la relación entre Lisa Clark (Gwynne Gilford) y Bobby Hartford (Robert Walker Jr.) salida de alguna película porno, en su comportamiento, no por la explicites que no existe. Gerrit Graham, el cantante loco y extravagante de El fantasma del paraíso (1974) hace de simio literalmente y desaparece pronto. Se suman efectos especiales básicos o poco impactantes, muy poco convincentes, no hay casi evolución, aunque existe mayor presencia de la masa que en la anterior película. Cero nostalgias.

Trilogía Las puertas del infierno (The Gates of hell)


El maestro italiano del género Lucio Fulci tiene un cine muy poderoso y muy bien diseñado, con un gore de primera mano, por algo lo llamaban “El padrino del gore” (the godfather of Gore), sobrenombre compartido con el americano Herschell Gordon Lewis que hacía un cine de terror de bajo presupuesto y marginal. Fulci tiene historias sólidas cargadas de terroríficas escenas, desde lo tradicional hasta lo más ingenioso. Uno muere de susto, exudando fluidos en total incontinencia, o de mano de algún zombie o muerto venido en asesino serial. Sus muertos homicidas rompen el molde, no es que sean zombies necesariamente o es que llevan su marca personal. Pueden confundirse con fantasmas o con demonios. Sus escenas implican ataques y asesinatos laboriosos y bastantes imaginativos, cargados de mucha brutalidad visual, al igual que una gran carga de asquerosidad y repulsión, se lucen hartos fluidos y desechos de todo tipo.

Lucio Fulci genera momentos macabros o bien tétricos y hasta teatrales dentro de una explicites grandiosa para los fanáticos del terror, a ésta no se le escapa nada, la muerte más brutal llegará de su mano con un rotundo gore, el que mantiene aun así en conjunto una cierta elegancia narrativa, hasta el momento de la llegada de los tantos impactos. Suele desplegar además variedad de elementos de terror y muerte como con una invasión de arañas gigantes asesinas o estimular harto desagrado bajo una lluvia de gusanos. Fulci a su gran detallismo suele implicarle una suciedad atroz. La sangre por montón y el asesinato pueden venir casi de cualquier parte, provocando un festín de muertes y sustos con infaltables ruidos, llantos y maldiciones, tal cual pasa con el ataque inesperado de un perro lazarillo a la yugular de su ama.

Su trilogía empieza con Miedo en la ciudad de los muertos vivientes (1980) que es la película más cargada de las tres, donde hay sobreabundancia de ataques de terror, la que es una muy buena película. La maldición de un cura, el padre Thomas, guía infernal del ultramundo, quien se suicida ahorcándose de un árbol, abre las puertas del infierno que llegaran a su apogeo el día de todos los santos. Una vidente, Mary Woodhouse (Catriona MacColl, heroína de las tres películas), enterrada prematuramente verá el acontecimiento por venir, y ayudada de un periodista y de un psiquiatra trataran de parar el maleficio en el pueblo remoto de Dunwich, donde las muertes se sucederán vertiginosamente hasta la hora del despertar de los zombies.  

La segunda película es El más allá (The beyond, 1981) y es la más famosa de la trilogía, incluso dentro de la carrera de Fulci, lo cual hallo un poco sobredimensionado, que no quiere decir que no sea redonda, más contenida en el número de las muertes, y tenga una historia más trabajada, pero es menos entretenida, aunque idéntica en lujuriosa perversidad gore, que la anterior. La historia es parecida a su predecesora pero mejor pensada, desplegada y explicada que no quiere decir necesariamente a escenas de terror (que no sea la espectacular explosión de una cabeza, que pongo a la altura del Scanners, 1981, de David Cronenberg y de Los bastardos, 2008, de Amat Escalante). Liza Merril (Catriona MacColl, la que en el comienzo de su carrera interpretara a Lady Oscar, 1979, en la adaptación de Jacques Demy del manga) recibe la herencia de un hotel en Luisiana que tiene la maldición de una puerta del infierno que abre el artista maldito y brujo Schweick que genera una seguidilla de no muertos tras las personas que va matando hacia un universo paralelo encubierto en el sótano del hotel y que ramifica hacia el cuarto numero 36 donde vivía el pintor Schweick y a un libro ancestral que remite a los relatos de H.P. Lovecraft.  Liza con un pretendiente y doctor lucharan contra las fuerzas oscuras de Schweick, mientras cada inquilino, trabajador y criado en el hotel va muriendo y transformándose. Esto llega hasta todo aquel que intenta detener la apertura de la puerta, como en especial a la morgue donde llevan el cadáver putrefacto de Schweick (pensemos que lo ajustician unos 50 años atrás).

La última película de la trilogía, Aquella casa al lado del cementerio (1981), puede considerarse más críptica en cuanto a que tanta injerencia tiene una niña fantasma que aparece a ratos -y los niños en general- con el misterio del Doctor Freudstein, antiguo dueño de la mansión Oak donde el doctor Norman Boyle y su esposa Lucy (Catriona MacColl) se trasladan a vivir, interesado Norman en la muerte de un colega y de su amante que vivieron en la mansión. Vuelve a aparecer un sótano maldito ligado a una tumba en la propia casa. El filme es más misterioso que sus predecesoras pero igualmente termina en un festín gore y con zombie incluido. Se trabaja con una ambigüedad que no vemos antes en la trilogía. El filme es una casa de sustos, como un lugar de asesinatos sin resolver. En todo entra a tallar la falta de los personajes de comprobar bien lo que sucede, que llega hasta el final donde hay una magnifica escena con toda la familia en el sótano. Se implica la noción del asesinato de niños, pero se crea con mucho tacto y cuidado, con una enorme sutileza. Si en la anterior película la trama estaba muy bien estructurada, distribuida y narrada, ahora Fulci y su equipo de guionistas, Elisa Briganti y su esposo, el prolífico Dardano Sacchetti, más Giorgio Mariuzzo, incrementan el sentido del filme, aunque puede verse tranquilamente como las anteriores, enfocándose en una casa maldita y en la acción.

Re-Animator (1985), La novia de Re-Animator (1989) y Beyond Re-Animator (2003)


La primera la dirige Stuart Gordon y es la mejor de la trilogía, se basa en el relato de seis capítulos “Herbert West Reanimador”, de H. P. Lovecraft. Se trata de una mezcla entre Frankenstein y zombies, con un doctor loco llamado Herbert West (Jeffrey Combs) que inventa una pócima -un líquido verde fosforescente movilizado en una jeringa- que puede revivir a los muertos, sin embargo estos despiertan fuera de control, enloquecidos y violentos. A West no le importa el gen asesino que despierta, solo concebirse como científico y revolucionar la medicina y su nombre, proponiéndose dentro de una práctica impulsiva.

Cuando el joven amoral y autosuficiente West llega al campus universitario de Miskatonic, en Massachusetts, alquila el apartamento del aspirante a médico Dan Cain (Bruce Abbott) que tiene una vida perfecta y correcta, una novia bella hija del decano de Miskatonic, un prominente futuro profesional y una gran preocupación por la medicina, donde entra a tallar el vencer a la muerte –la marca de su personaje es el uso del desfibrilador, con el que observamos su compromiso y frustración- y West se cuela en su vida transformándola.

Es una película con alta dosis de gore y unos efectos especiales brutales al uso, una obra muy entretenida, a la que llega a colársele una masacre. Estos efectivos efectos especiales permiten ver a la cabeza sola del adversario de West, el neurólogo Carl Hill (David Gale), generando una escena de culto, la de un cunnilingus a la novia de Cain (la musa del terror Barbara Crampton). El filme también posee comedia, pero sin exagerar la nota. Re-Animator cada vez va subiendo la intensidad de su narrativa hasta tornarse un pase de vueltas, la fórmula genera desenfreno y se pone muy bueno el terror a media película. Este primer filme tiene mucho de historia de amor por lo que la segunda parte resulta muy lógica.

La novia de Re-Animator (1989) la dirige el productor de la primera, Brian Yuzna, y está muy decente, es una buena secuela. No participa la actriz Barbara Crampton pero su personaje yace muy presente, se concibe en dos roles afectivos, con uno de ellos se homenajea directamente a La novia de Frankenstein (1935), de James Whale. Esta película tiene toda la esencia de la primera sin copiarla, agregando más entretenimiento y nuevos experimentos, manipulando bien la base, en la que regresa el doctor Hill en papel menor. Tiene el mismo toque loco, y la curiosidad de Herbert West crece, el mismo Jeffery Combs, trabajando ahora más con pedazos de cadáveres y haciendo raras mezclas. Su compañero sigue siendo Dan Cain, Bruce Abbott, habiendo un vínculo más fuerte y aún más permisivo. Cain quien es un Romeo, un seductor, hace de complemento absoluto. El filme toma sus licencias para regresar, pero es más placentero que la tercera parte que recurre a lo lógico, que Herbert West caiga en la cárcel.

Beyond Re-Animator (2003) la vuelve a dirigir Brian Yuzna y ya no es tan buena, pero algo queda. El filme ya solo cuenta con Jeffrey Combs. La española Elsa Pataky tiene un personaje protagónico y hay que decir que lo da todo en sus posibilidades, no siendo una actriz particularmente talentosa, pero le damos cierto crédito por todo lo que pasa. La propuesta adolece de sorpresa, se vuelve repetitiva, recurre a sus lugares comunes. El filme intenta seguir siendo audaz con los efectos especiales y el gore, y no todo es malo, pero pierde mucha gracia. La fórmula verde era en las dos primeras películas algo sumamente básico, sobre todo un efecto, mientras aquí se intenta darle más alternativas y más bien todas naufragan. En la presente se trata también de concretar alguna escena sexual llamativa, cuando le arrancan el miembro reproductor a un personaje y se lo lleva una rata (mamífero que posee gran injerencia, lo que señala, de pasada, el bajón de buenas ideas en la saga), no obstante la irreverencia pasa sin pena ni gloria. Otro punto claro es que el nuevo compañero de West hace extrañar a Cain, aunque tampoco es que Abbott fuera una luminaria, pero tenía mucha más vida y sentido en la historia. El director del penal Warden Brando (Simón Andreu) es el papel del “antagónico” de la presente, tal cual lo fueran el neurólogo Hill (el mejor), y el policía robusto con ansias de venganza de la segunda, y se presta para mucho juego y comedia, lo que tiene un cierto aporte, a pesar de la redundancia.

Trilogía Basket Case (1982, 1990, 1991)


Trilogía de culto del exploitation, de Frank Henenlotter, cineasta dedicado en cuerpo y alma al cine de bajo presupuesto de terror. La trilogía empieza muy bien, aunque con efectos cutres en conseguir darle vida al hermano siamés deforme Belial, el que al ser separado del cuerpo de su hermano Duane Bradley (Kevin Van Hentenryck) clama por venganza hacia los doctores que hicieron la operación para removerlo, lo que irónicamente incluye a una veterinaria, que dará una muy buena escena gore con bisturís. Se da también un ataque sexual de parte de un celoso Belial que recluido en su forma desagradable y mutilada despierta en él el deseo, no es tampoco que sea muy humano, pero el lazo que mantiene con Duane lo hace anhelar momentos humanos, mientras tanto Duane tampoco puede ser normal, aunque lo quiere, lo cual será una constante en la saga, el deseo de que los freaks puedan ser parte natural de la sociedad.

Ambos Bradley llegan a New York, Belial escondido en una cesta de mimbre, y se instalan en un hotel de mala muerte, en sí el filme muestra un New York bastante pobre, de barrio. Una marca típica es que en el hotel la gente se alborota con los ruidos y se aglomera a curiosear en el meollo del problema, formando una turba enloquecida, en estado de protesta, creándose un punto intenso de acción, el proponer tensión y el posible descubrimiento temprano del monstruo, provocando suspenso con poder hallar a Belial que estalla en cólera a pleno día.

El primer filme es el más serio de los tres, el que concibe tener terror y ser -de lejos y de sobra- el mejor del grupo. Las secuelas, que se parecen bastante entre sí, buscan más el humor, sobre todo la última, que es toda una locura, llega a tener una escena como en Alien (1979) en la lucha final de Ripley metida en una máquina con tipo extremidades. De la misma forma al aparecer toda una banda de monstruos y freaks al cuidado de la Dra. Freak o la abuela Ruth (la genial Annie Ross, que hasta se atreve incluso a cantar) recuerda más que a la película de Tod Browning a los alienígenas de la Cantina de Mos Eislay de Star Wars, habiendo un aire de total irrealidad, o ser digno de una mascarada de Halloween, donde los disfraces no tienen mucha credibilidad. Lo que sí mejora notablemente es la figura, los gestos y los movimientos de Belial.

La segunda película es como el anhelo tímido de lo que será la tercera en la cual entra de todo, Henenlotter no se aguanta en nada, de lo que puede resultar o mortificante o entretenido, dependiendo del espectador, a raíz de su falta de límites. Desde luego, la segunda y la tercera película tratan mucho con el ridículo, pierden la vergüenza, sin embargo aún provocan sus escenas apreciables, unas satíricas y “terroríficas”, en hacerse cargo de los enemigos de los freaks, como en la segunda que en un bar los monstruos se adueñan del lugar, lo cual es una escena audaz si se quiere, al exponerse al mundo, cosa que se hará progresivamente hasta lo inimaginable. Una escena con la nieta de la abuela Ruth también recuerda al nacimiento de los Aliens explotando en el tórax humano, que llegará al desborde en la continuación donde Belial llegará a procrear. Otra escena de antología es cuando Belial tiene sexo por primera vez. También está buena la escena en que Belial sueña tener relaciones con dos hermosas mujeres enseñando las tetas. Henenlotter hace lo que le place. Por ahí hasta crea a su propio Jabba the Hutt a su estilo freak.

Si uno quiere ver una película de terror al uso, gore y de bajo presupuesto, encima una de culto, que vea la primera Basket Case, la que cumple con ello y te brinda un buen momento, aunque con ciertas limitaciones en los efectos especiales. Ten presente que tiene sus buenas escenas (hay una en que Belial perpetra toda una revolución para terminar robando la tanga íntima de una vecina, de aspecto común, interpretada por Beverly Bonner), también posee una buena construcción general (hasta llegar a un final poderoso y redondo) y una personificación de caracteres con un estilo lumpen contundente. Si después de esto tienes curiosidad, sentido del humor todoterreno y paciencia, quieres ver algo totalmente irreverente y descocado, como igualmente adefesiero e irrisorio, planeas ver unas películas malas pero con harto feeling, honestidad y autenticidad, atrévete con las otras dos, bajo riesgo de no creer en buena parte lo que ves. Recuerda que el humor se adueña de la trilogía, aunque el gore sigue presente, Belial continua tan salvaje como siempre, arrancando los rostros, y tiene una pandilla y una familia que defender.