Ópera prima del director mexicano Guillermo del Toro,
película ganadora de 8 premios Ariel (el premio de la Academia Mexicana de Cine),
la que es una película de terror, pero más es una película familiar, mediante
la sólida relación de cariño del protagonista Jesus Gris (Federico Luppi) y su pequeña
nieta que no habla. Tampoco es un filme sangriento, hay apenas tres muertes y
son más que justificadas, muy argumentales. La película se ampara en lo
sobrenatural y en lo extraño, con un aire refinado si se quiere, bajo un cine
amable, apto para todos. Tiene una escena magistral, su gran momento
cinematográfico friki y audaz en el placer de lamer una mancha de sangre del
piso de un baño, con lo que Luppi se gana el panteón de los entregados e
iluminados.
Jesus Gris es un anticuario que en el interior de una pieza
de escultura de un arcángel halla un dispositivo de un escarabajo dorado con el
cual uno puede vivir por la eternidad, resucitar y hasta rejuvenecer, solo pide
sangre a cambio, como un tipo de vampirismo más elaborado y mucho menos
homicida, o es que del Toro y la decencia de su protagonista trabajan una cierta
elipsis o es que diluyen el requerimiento de sangre en su sutileza y buen hacer
familiar. Lo que sorprende es la madurez y hasta cierta perversidad implícita o
llamémosle mejor inconsciente, o reacción ante el amor más grande que uno
siente, de Aurora (Tamara Shanath), la nieta, la que llega a apoyar el uso del artilugio
por tener vivo a su abuelo (pero antes prevé el daño de su manipulación) y luego hasta le salva la
vida.
Del Toro le pone mucha sustancia y heroísmo a la niña, con
lo cual propone mucha nobleza e inocencia a su historia, más que oscuridad, esa
que representa muy ligeramente el tío millonario (Claudio Brook) y su sobrino americano
Angel (Ron Perlman) que tienen de caricaturas de hombres infames, agregándoles además
humor. De ahí que de terror más bien muy poco tenga la propuesta y más de
aventuras en la lucha contra ellos. Mientras, la relación con la esposa de Jesús
tiene una cierta falta de química, a pesar del aire de ternura de telenovela
mexicana que brota de Margarita Isabel, o es que resulta muy secundaria frente
a la relación abuelo-nieta.
El filme arranca con la historia de un alquimista y su
invento que le brinda 400 años de vida, lo cual se siente bastante endeble y
barato, pero el artilugio tiene suma gracia como generador de la trama, de ambiciones
y dependencias, en el guion del propio del Toro. Lo bueno del filme llega
cuando el mecanismo de relojería hace su magia en toda potencia, en la escena
del embalsamador con Daniel Giménez Cacho, que es otro de los momentos iluminados
del filme, y tremendo personaje que bien merecido tiene un Ariel, el mejor de
los ocho otorgados. Es gracioso ver cómo queda maquillado Luppi tras ello,
provocando un buen toque de cine B para ese momento, con su nacionalismo
mexicano de fondo, con ese aprecio por los muertos, la religiosidad y su dominante
cariz de gente del pueblo. También se presta de paso para el humor, como cuando
pregunta el embalsamador en qué tipo de cocción quiere al muerto, asumiéndolo como
un trozo de carne.