sábado, 19 de noviembre de 2016

Cronos

Ópera prima del director mexicano Guillermo del Toro, película ganadora de 8 premios Ariel (el premio de la Academia Mexicana de Cine), la que es una película de terror, pero más es una película familiar, mediante la sólida relación de cariño del protagonista Jesus Gris (Federico Luppi) y su pequeña nieta que no habla. Tampoco es un filme sangriento, hay apenas tres muertes y son más que justificadas, muy argumentales. La película se ampara en lo sobrenatural y en lo extraño, con un aire refinado si se quiere, bajo un cine amable, apto para todos. Tiene una escena magistral, su gran momento cinematográfico friki y audaz en el placer de lamer una mancha de sangre del piso de un baño, con lo que Luppi se gana el panteón de los entregados e iluminados.

Jesus Gris es un anticuario que en el interior de una pieza de escultura de un arcángel halla un dispositivo de un escarabajo dorado con el cual uno puede vivir por la eternidad, resucitar y hasta rejuvenecer, solo pide sangre a cambio, como un tipo de vampirismo más elaborado y mucho menos homicida, o es que del Toro y la decencia de su protagonista trabajan una cierta elipsis o es que diluyen el requerimiento de sangre en su sutileza y buen hacer familiar. Lo que sorprende es la madurez y hasta cierta perversidad implícita o llamémosle mejor inconsciente, o reacción ante el amor más grande que uno siente, de Aurora (Tamara Shanath), la nieta, la que llega a apoyar el uso del artilugio por tener vivo a su abuelo (pero antes prevé el daño de su manipulación) y luego hasta le salva la vida.

Del Toro le pone mucha sustancia y heroísmo a la niña, con lo cual propone mucha nobleza e inocencia a su historia, más que oscuridad, esa que representa muy ligeramente el tío millonario (Claudio Brook) y su sobrino americano Angel (Ron Perlman) que tienen de caricaturas de hombres infames, agregándoles además humor. De ahí que de terror más bien muy poco tenga la propuesta y más de aventuras en la lucha contra ellos. Mientras, la relación con la esposa de Jesús tiene una cierta falta de química, a pesar del aire de ternura de telenovela mexicana que brota de Margarita Isabel, o es que resulta muy secundaria frente a  la relación abuelo-nieta.

El filme arranca con la historia de un alquimista y su invento que le brinda 400 años de vida, lo cual se siente bastante endeble y barato, pero el artilugio tiene suma gracia como generador de la trama, de ambiciones y dependencias, en el guion del propio del Toro. Lo bueno del filme llega cuando el mecanismo de relojería hace su magia en toda potencia, en la escena del embalsamador con Daniel Giménez Cacho, que es otro de los momentos iluminados del filme, y tremendo personaje que bien merecido tiene un Ariel, el mejor de los ocho otorgados. Es gracioso ver cómo queda maquillado Luppi tras ello, provocando un buen toque de cine B para ese momento, con su nacionalismo mexicano de fondo, con ese aprecio por los muertos, la religiosidad y su dominante cariz de gente del pueblo. También se presta de paso para el humor, como cuando pregunta el embalsamador en qué tipo de cocción quiere al muerto, asumiéndolo como un trozo de carne.