Estamos en Polonia un año después del fin del comunismo en
este país, 1990. El director Tomasz Wasilewski nos retrata el fin de una
política, pero no la de la violencia del hombre a la mujer, como quedando
rezagos -en un símil- de primitivismo con aquel gobierno de antaño, lo que se
observa en la historia del hombre que enviuda y su amante lo busca, pero ella se
le presenta como sentimiento de culpa y él no quiere ya nada con ella, pensando
en matices, ya que el hombre parece no tener ninguno (en un momento se ve que
él alquila una película pornográfica, como queriéndose decir que la relación con
la amante es puro sexo). A la par el hombre tiene una hija de su matrimonio y
no quiere pelear con el recuerdo de la madre. La amante, una mujer profesional,
rectora de un colegio, plena y desinteresadamente enamorada, la cual no se
siente como una cualquiera, llamada Iza (Magdalena Cielecka), se enfrenta al
maltrato y a la humillación del rechazo del hombre amado (el que llega a ser
muy cruel), a sentir la superficialidad de su relación, aunque en la propuesta no
se profundice el lado inmoral de ser la otra durante 6 años. A lo que va el
filme por otra parte es a cierta hipocresía, doble moral y unilateralidad,
aparte de a la violencia de género. Esta historia, de tres que son, termina
como una de las películas del Decálogo de Krzysztof Kieslowski, de quien comparte
el espíritu en aquellos edificios y viviendas hechas por el gobierno comunista.
El filme no se pone a un solo lado como muchos pueden pensar al ver el
maltrato, sino que Iza también tiene un fuerte lado recriminable, en esto se
apela también a la propia actitud de aceptarse subalterna al hombre como amante,
minusvalorarse. Este relato posee un poderoso momento en el cual Iza tiene sexo
casual y bruto en un lugar público, sintiendo el peso de ser una “cualquiera”.
En la historia de apertura tenemos a una mujer cansada de su
matrimonio, desilusionada de éste, por motivos desconocidos, que no sean soñar
con un amor imposible, tampoco especificando antecedentes. En esto hay mucha
sutileza que apela más que todo a las emociones, a los estados de ánimo, a la
complejidad de las mujeres. Nuevamente hay escenas ingeniosas –el filme tiene
varias- compartiendo el sentir de Agata (Julia Kijowska), la protagonista, tal
es aquel sexo rabioso, desesperado y esencial que busca en el marido pensando
en el otro hombre, en lo platónico, de lo que solo podemos hacer conjeturas e
imaginar respuestas. ¿Un antiguo amor?, ¿un hombre intachable que enamora con
su idealismo?, que me recuerda a ¡Qué verde era mi valle! (1941). Esa entrada
al baño para ver al hombre deseado desnudo es otra pulsación primaria que acierta en su
exhibición y sugerencia. El filme posee muy buena narrativa, haciendo de
historias muy fáciles de identificar un cine sensible y duro a partes iguales,
un cine que logra contener arte. La religión, algo importante en Polonia, sobre
todo frente al comunismo en su país, queda relegada por las 4 mujeres
protagonistas, donde ellas se enfrentan elípticamente a ésta.
La tercera historia yace compartida – las cuatro mujeres poseen
una relación muy fuerte entre sí- y se
da entre Marzena (Marta Nieradkiewicz), una bella aspirante a modelo, profesora
de danza y de ejercicios acuáticos, y Renata (Dorota Kolak), la profesora solitaria
y mujer mayor, que vive fascinada con la joven vecina Marzena. Renata sueña con
darle una vida llena de cuidados y afectos que la joven no consigue contener, a
pesar de representar la figura del deseo, observando que la belleza le
representa aprovechamiento y desilusión de los otros más que realización. Miremos
esa escena de masturbación sobre su cuerpo desnudo petrificado, acto impropio,
sucio, cercano a la violación, una escena poderosa que se complementa con un
lavado espiritual, de idolatría secreta. En la historia brilla el contraste de
los dos cuerpos, el bastante imperfecto y el voluptuoso, el de la relación “imposible”
(lo que gobierna el filme), de cara a la liberalidad sexual heterosexual que
atrae daño y a la trasgresora homosexualidad idealizada, pura.