El holandés Paul Verhoeven es un director muy querido por
cantidad de cinéfilos (los de en serio), por lo que no sorprende tan
buena reacción ante su último filme, haciendo un largometraje después de 10
años, que aparte de ello es una obra notable, con una película que en gran
parte del metraje parece no tener mucha lógica. Una mujer exitosa e imponente ya
de cierta edad pero aun atractiva es violada en su casa, en lugar de
denunciarlo a la policía decide guardar silencio (producto también de su herencia
criminal), tomárselo con calma, simplemente cambia las chapas de las puertas. Los
ataques –hasta psicológicos- se sucederán, pero la trama tendrá un giro
bastante audaz, en lo ultra feminista. La mujer poderosa (una espléndida Isabelle
Huppert) convertirá la repetición de la violación y la violencia, el posible
trauma, en una relación de deseo y autoafirmación extremo, propia de un sadomasoquismo
bruto, tomando control de la situación, para luego hacerse cargo a su modo de
todo el planteamiento loco que propone en mayoría Verhoeven, lo cual termina
cogiendo lógica conjunta y triunfando.
Isabelle Huppert interpreta
a una arpía en toda hegemonía, la que engaña y traiciona a sus amigos/as
con harta superficialidad; su sensualidad y apetito carnal no mantiene
cortapisas, lo mismo pasa con sus familiares, pero con cierta inocencia. Es de
mano dura en su trabajo, siendo una empresaria del diseño de videojuegos que se
sabe manejar muy bien frente a la efervescencia y el arrinconamiento de la juventud
(como pasa con el propio Paul Verhoeven, que a los 78 años hace una película
fresca, libre y osada, una obra actual, más allá del año de realizada y de la edad). Michèle
Leblanc (Huppert) mantiene vínculos con su ex marido, un escritor medio perdedor,
al que aun manipula y maltrata, pero ayuda. Su hijo es la parte estúpida del
filme, trayendo comedia de poca importancia con la infidelidad tacita de su
fácil y vulgar mujer. Verhoeven hace gala de humor grueso, de burla notoria,
que se pueden asumir como actos de cierta intrepidez autoral.
Isabelle Huppert luce físicamente y por expresión siempre sofisticada, se le interpreta de un poco soberbia, tiene un
look y un aire esnob, pero es una falsa apariencia salida de su elegancia, ya
que como actriz da todo en el filme de Verhoeven, luce apetecible, vulgar, se
entrega a lo absurdo, al humor grueso, a la irreverencia, a la sexualidad, a la
brutalidad, y no teme el ridículo. Huppert debe ser una de las mejores actrices
actuales, y no solo una filmografía con cantidad de grandes autores en su
haber, y en esta película afirma totalmente su lugar, realmente brilla.