Presentada en el Festival de Cine de Cannes 2013 en la
importante sección de A certain regard en donde ganó un premio, el Prix un
talent certain pour l'ensemble des comédiens (un reconocimiento a sus actores),
el primer largometraje de ficción del director español Diego Quemada-Díez ahora
presente en la competencia oficial de ficción del 17 Festival de Cine de Lima trata
sobre la emigración a Estados Unidos por la vía ilegal, ejemplificada mediante el viaje mochilero de tres muchachos que están entre los 15 y 16 años; una chiquilla que se hace pasar por hombre, Sara (Karen
Martínez); un indígena que no habla español,
Chauk (Rodolfo Domínguez); y un atrevido, arisco e intrépido jovencito, Juan (Brandon
López).
Ellos tomaran el camino largo y difícil siguiendo la ruta
rural hacia Norteamérica atravesando pueblitos y el amplio y mucho desolado
campo, partiendo desde Guatemala, pasando por México hasta su frontera con el país de
las barras y estrellas para llegar a Los Angeles, California. Pero en ese
trayecto no faltaran los problemas, el dolor y las emociones, siendo una
historia de aventuras, fuertes trabajos agrarios, improvisaciones teatrales,
una vida austera que se adapta a poco, gallinas que robar para comer, bebiendo aguardiente,
durmiendo en vagones abandonados, enfrentando a la policía y a migraciones, a distintos
secuestradores y guerrilleros/narcotraficantes, pasando por fiestas populares y
subidas como polizontes a los techos de los trenes de carga. Todo esto sirve
para unir a estos tres pequeños, recios e independientes soñadores que han
madurado temprano y se han puesto una meta ardua, la que muchos toman, arriesgando
su seguridad por un futuro mejor.
En ese periplo hay juegos y atracciones, enojos y
prejuicios, camaradería y conflicto, en una en general muy lograda convivencia
con diferentes perspectivas y sentimientos. Hay una notable actuación al
respecto y se crea una simpatía por ellos tres, teniendo naturalidad y presentando
esa simpleza del ansiado realismo interpretativo, aun teniendo uno que otro
lugar común en cuanto a reacciones, como la distancia entre Juan y Chauk, y la
proximidad de éste último y la comprensiva Sara; sin embargo, finalmente toman
rumbos que uno no hubiera predicho.
No es que invente la pólvora, Diego Quemada-Díez, pero lo
hace bastante bien en ese trayecto de embestidas y retos, utilizando cierta medida
contención en el despliegue de afectos, lo suficiente para que uno sintonice, y
bien, como para el goce de la mayoría, pero sin desecharse en la abrumadora exaltación
tanto que pierda algo del necesario halo de complejidad que tiene, confabulando
con esta pequeña banda de inmigrantes, que de eso trata, de crear la infaltable
empatía, si bien es un relato desasosegante y triste en el devenir que nos
presenta, colándose una crítica al sistema que pone tan complicado el querer
hacer realidad una vida mejor en otro país, siendo fulminante además su
contradicción, entre lo que uno espera y lo que encuentra, como en el sueño de
la nieve cayendo en la oscuridad, una belleza y anhelada felicidad que luego se
transforma en melancolía.
Es un filme en un estilo de querer ser popular, pero que está muy bien hecho, de fácil visionado que
ostenta sus alegrías y que aunque puede no ser todo lo original que uno quisiera
ver, es entrañable, simpático y también muy doloroso, tanto que Diego
Quemada-Díez no ha podido evitar mostrar que el mundo es un lugar duro donde no
abundan los finales felices (lo que clama porque nosotros lo transformemos, al reflexionar ante lo visto), tal como se puede ver en su famoso y multipremiado cortometraje
I Want to Be a Pilot (2006). Se acerca un poco al efectismo, pero también muestra la verdad que está ahí afuera y no se puede negar; y cala, derrota nuestra habitual desconfianza.
Cuando nos preguntamos cómo hará el indígena de ilegal en
tierra anglosajona con la limitación del lenguaje, el que sirve de
centralización de un cúmulo de diferencias que deben rebatirse por algo mayor,
la cualidad de hermanos de toda la humanidad, vemos que se sortea en
el complicado viaje, y eso alberga esperanza. Otra pregunta tomándola al pie de la
actualidad que evoca el filme es ¿Vale la pena ir a parar a una jaula de oro? También nos habla de estar atrapado en falsas ilusiones. Es un retrato pesimista al fin y al cabo.
En éste relato habrán algunas sorpresas como ¿y qué de aquella
persona? y como en la vida misma se darán historias sin resolver, así lo representa esa mirada perdida en los copos de nieve de la negra noche. Muestra cierta impotencia
latente que espera por un cambio, aunque arreglar el mundo nos parezca tan utópico. He ahí el reto y el mensaje de esta propuesta que no solo entretiene,
sino que aporta su grano de arena. Ha corrido mucha agua bajo el puente pero aun así plantea su propia
voz.