Dentro de la competencia oficial de documental del 17
Festival de Cine de Lima compiten 12 películas y uno que se deja ver bastante y
muy bien es el presente, dirigido por los argentinos Emiliano Altuna y Carlos
F. Rossini, y el mexicano Diego E. Osorno. Destinado a mostrarnos quien es y
que tiene de especial Mauricio Fernández Garza, el que fue alcalde de San Pedro
Garza García, en Nuevo León, hasta fines del 2012.
Un hombre decidido y efectivo que ha logrado que su mano
dura intime a los delincuentes de una forma implacable en su zona, hasta
limpiarla por completo, y que no quiere o no puede detallar cómo lo hace,
defendiéndose de que eso le pertenece a su servicio de inteligencia y son
estrategias secretas y de mucho cuidado (que no le falta en parte razón, su
jefe de guardaespaldas fue acribillado en otro estado); y que crea suspicacias
hasta sobrevolar la idea de que utiliza algún método paramilitar, habiendo dos
casos que dejan dudas o siembran la leyenda sobre sus espaldas, una amenaza termina
con la aparición del cuerpo muerto del maleante que señaló su cabeza y un
asesinato de un policía en menos de 24 horas da con el cadáver de quien se cree
fue el homicida, creándose sobre su orden la disyuntiva de que si es lo
correcto no saber qué es lo que está realmente haciendo para acabar con la
inseguridad o si conocida la práctica es la que se requiere en estos tiempos,
si es la mejor, si se puede aceptar (de lo que se revela que el alcalde compra
información y cree que no hay que despreciar de donde proviene sino en que favorece
lo que se recoge de la calle), y si personajes como Fernández Garza son el camino contra la inestabilidad y la
peligrosidad que suele arreciar México con el narcotráfico y las bandas de
criminales. Recordando que es un tema que atañe mucho a su país que no sabe
cómo contener la creciente violencia nacional y la impunidad delictiva.
Y en efecto el resultado es impresionante, él mismo nos dice
que los índices de delincuencia están en cero por ciento en cuanto a las distintas
cotidianas problemáticas criminales mexicanas, que no perviven en su municipio,
arguyendo que tiene métodos infalibles –que sabe qué hacer para hacer pagar
cualquier quebradura de la ley y eso intimida a los delincuentes- pero que las
suyas no son artes ilegales, y no solo es su palabra ya que se le suele
investigar en distintas acciones gubernamentales, de lo que hace su descargo
como que no entiende tanto fastidio, desconfianza y envidia hacia su mandato y
persona porque a diferencia de la mediocridad ajena está haciendo una gestión
impecable digna de emularse y que se proyecta como la recuperación del orden en
México, y hay que decir que no le falta razón, al menos en lo que se puede
constatar, ya que San Pedro Garza García no solo se presenta como uno de los
lugares más tranquilos de este país latino del norte de América, hasta el punto
de que el alcalde menciona que el pacifismo, modernidad, riqueza y belleza de
su zona convence a capos del narcotráfico de poner a sus ordinarias familias a
radicar en su ciudad, sino uno muy próspero y de los más vistosos del
territorio.
El alcalde es una apología a Mauricio Fernández Garza, un
lugar para que se haga ver como el gran personaje que debe ser, no solo un
exitoso y acaudalado hombre de negocios sino un alcalde entregado a su labor
que pone su seguridad en segundo plano por un patriotismo que se atribuye y se
puede observar en el filme; sale con la bandera nacional en la mano en un
discurso y lo dice fiero de boca propia. Un tipo culto aficionado a coleccionar
fósiles y artesanías, un aventurero (lo vemos en las muchas fotografías y
videos caseros que pasa la realización) y también alguien sencillo y simpático,
con la broma en la palabra, con el comentario audaz y ácido, con un lenguaje
coloquial y de la gente, sin arreglos sino siendo muy directo y simple, quien
dice las cosas como son, y que hasta se conmueve en cámaras, y llora un poco
pensando en un servidor público que fue asesinado y como debe sufrir su
familia.
Se percibe con claridad que es alguien especial, que está
destinado a hacer grandes avances para México o algo trascendente (más), lo
dice además indirectamente tomando de ejemplo la percepción de sus allegados (y
eso se queda en el aire tras el ecran, que seguramente se debe hacer notar en
algún otro cargo aunque nos dice que desprecia los que tienen déficit de
ingresos porque son cultivo para la corrupción, su gestión se articula en la
bonanza; quedando la lectura de que no está al asalto ni a la necesidad
estatal), y sobre todo que a pesar de cierto recelo general de afuera de su
ciudad y la prensa hacia su método municipal que peca de un aura de oculto supuesto
extremismo discutible es un ser humano integro.
Se exalta a ultranza de forma natural su carisma que hace de
imagen de su respetabilidad, peso importante en el filme y para todo político; junto
con su ideología que presenta una fuerte personalidad, y que se atribuye al hombre de acción, de
hechos, como él mismo deja apreciar en su diálogo. Gran parte del documental,
el formato que se escoge, es el de Fernández Garza simplemente hablando lo que
piensa, defendiendo su liderazgo en la alcaldía, incluso comentando intimidades
superficiales, mostrándose y revelándose supuestamente, siendo un filme
convencional pero no aburrido, ligero, porque el alcalde sabe crear un ambiente
vivo y entretenido (aparte de la buena estructura y la inteligente y cercana forma
de exhibirlo que tiene el documental), siendo expresivo, alegre y de verbo
rápido y despierto.
La propuesta juega a su vez a hacer alguna broma –y en sí el
filme amilana la tensión de todo rastro de ambigüedad de la persona y cualquier
pormenor de su lucha la envuelve en lo manejable- que agrega al relajo y campechanía
del comportamiento del alcalde como el de la luz y el secador. Coloca sus
mejores discursos públicos, como nos enseña una personalidad multifacética y cautivante,
lo que no le suele faltar a la gente que están tan hechos de sí mismos, llenos
de ego y ambiciones públicas al punto de dar la impresión de que es un
personaje finalmente solitario entregado a una fijación: su labor, a lo que ayuda
mucho centrarse y enseñarlo solo a él y ni siquiera a su familia salvo en la
mención anecdótica o de alguna vivencia como al inicio sobre el secuestro de su
hija que parece haberlo marcado. Viéndose como un presentador en su circo, o un
comediante en su unipersonal, una estrella en su película, que consigue casi sin que se den cuenta cierta admiración del público lejano a ese contexto, entendiendo el
mérito de la erradicación de la violencia en un lugar tan complicado
actualmente al respecto como México y su tipo de personalidad tan potente para
conseguirlo (el filme se adscribe al logro y las dificultades a su vera), que
le va para bien como para mal, polariza reacciones; y más la complacencia de su
conciudadanos.
Un aficionado a las armas y con un anillo o escudo familiar de
unos 250 millones de años en una anécdota que habla de su audacia y picardía,
de su amor de padre y su orgullo que transporta a lo nacional, un hombre del
pueblo, un tipo criollo, ávido, rápido, efectivo; esto último lo define,
alguien práctico. Y verlo en su amplia casa o recordar una visita a un
presidente es como mirar el éxito en sí, que simboliza el de su municipio, aun
poniendo un video promocional muy cutre, muy de película porno de San Pedro
Garza García.
Estamos ante la gloria de Mauricio Fernández Garza aunque el
filme empiece con alguna sensación de temblor que nos induce a creer en un
trabajo por cumplir, sin embargo lentamente se va volviendo algo cálido y la
fuerza del personaje brilla en toda pantalla, se come al resto, llena de
docilidad el entorno como en lo que se muestra ha sido su gestión. En general
el documental luce -pensando bien lo que vamos viendo- como unidimensional, es
la perspectiva del que admira a Fernández Garza, de un idealismo que parece
tener lados oscuros pero que en el metraje son minimizados, “entendidos”, y en
donde la sencillez del vídeo muy tranquilamente exhibe las pretensiones de
querer impulsarlo hacia el futuro; queda la sensación de que hay que explotarlo
más para bien de sus compatriotas.
La estética es irregular por varios formatos caseros y
periodísticos usados pero entendidos en su uso y que no disminuyen el conjunto
y su calidad formal, con la exhibición de muchos lugares sencillos, de un
contexto con algunos espacios en una forma sugerente y clara pero mínima, con un
extremismo más verbalizado, y en general es una obra sin aspavientos, con la
constante del monologo de Fernández Garza, que no es un filme apagado o académico
sino todo lo contrario, fresco e intenso, fácil de seguir y por ende, de
identificarse.
Para muchos la historia de este personaje será una curiosidad, en que se nos presenta a alguien ordinario en el trato pero que llena un fondo amplio que ostenta particularidades amables a la vista y un halo de ente extraordinario en su temeridad y su logro central, una San Pedro Garza García digna de postal turística, habitable para sus más competentes ciudadanos, y que con esa masa aplaudiendo un discurso es el rincón de la felicidad.