Hay muy poco del conflicto mapuche a la vista y es como dice la autora, mucho una
atmósfera, soterrada, que recorre por debajo de la trama, pero que comparte
espacio con lo intrascendente, principalmente algún capricho de Pancho Ovalle,
ciertos humores y comodidades, y las aventuras veraniegas de Manena enamorada
de un joven pintor; amigo de su familia, un muchacho seductor; como fumando
marihuana o yendo a bailar a una fiesta popular, por Pedro. En sí es cine de vivir
lo cotidiano, lo simple y conocer a los distintos personajes a la vera de ello;
así se pasa toda la película sumando descripciones como si fuera un reloj de arena, de grano en
grano, para conocer un poco de ellos. Vemos que el conflicto no tira para un
lado totalmente, aunque parece criticar en buena parte la actitud de Pancho aunque
reconociendo que el latifundio es suyo; la autora parece apuntar a compartirlo para que
cohabiten de alguna forma.
En el filme vemos dos posturas, la del padre que es reacio a
doblegarse ante nadie sintiendo que el lugar es todo decisión de él, que nadie
lo coarta ni influye en sus deseos, y la hija que aunque yace distraída
madurando y viviendo un tiempo de verano se muestra más sensible al entorno, y trata de hacerle ver a
su progenitor que debe ser más compasivo, ecuánime y condescendiente.
Uno puede implicarse sabiendo de que va por debajo la
historia, en un tema importante para Chile, el enfrentamiento entre las
llamadas reivindicaciones comunitarias frente al derecho a la propiedad, la intimidación o la
explotación, lo colectivo y lo individual, lo pasado y el presente, y que
aparte de ser cultura general para el resto de espectadores es una temática
universal como una lucha de clases; o como más tenderá a pasar porque muchos ni se enteraran, se verá simplemente un latifundio y una familia con sus
particularidades, su sociabilización, sus molestias, su entretenimiento y sus afectos. Unos padres distanciados y una hija en crecimiento que empieza a juzgarlos, y puede ser algo muy
pequeño.
La hija dolida adormecida en el agua es una imagen que
articula una transversalidad que pasa por la indiferencia y egocentrismo de su gente que no asume una responsabilidad que debe –y tendrá que- aceptar resolver. Es
un llamado de atención, viendo el escenario simplemente, mientras los peces
vuelan por los aires por absurdas detonaciones en el agua. Se trata de “anécdotas” por
encima del llamado de la historia por labrar de Chile, y todo bien, permitido,
porque claramente es una ficción y no política ni ninguna ideología, ante todo un relato, aunque con ideas.
Lo llano afuera y lo trascendente detrás en el mismo mundo, para un hombre,
como para muchos, a través de la descripción del individualismo.
Un filme austero por donde se le vea, fresco. pero bien
realizado, con su notable noción de autor y su lectura de soporte necesaria
aunque algo lejana, a la que le hubiéramos pedido más detalles, para no sentir
tanto ese verano de sencillez argumental y ese cariz al que más le importa (y
ancla en) Manena, y desgraciadamente no es para tanto. Un filme de buena forma,
que tiene de complejo, el que aspira a ser importante sin poner
intensidad en el asunto principal. No obstante queriendo no llega a ser demasiado
simpático. Cine de autor bastante correcto, con muy buena noción de cómo hacerlo, un poco sobre-dimensionado por su
estructura. Pero, aunque tiene de criticable, representa una propuesta saludable e
inteligente dentro de la competencia de ficción del 17 Festival de Cine de
Lima.