Competidora de la sección oficial de ficción en el 17 Festival
de Cine de Lima, viene con el aval de la Berlinale 2013 que le otorgó el oso de
plata a su actriz principal, a Paulina García. Y es que la película del
director chileno Sebastián Lelio bien merece su título en una actuación protagonista
sobresaliente, en donde apenas un pequeño gesto alberga mucha expresividad,
mientras la entrega interpretativa es total (no solo por los desnudos o caer en
algún ridículo); los registros cómicos, dramáticos, meditabundos y melancólicos
están presentados con mucha solvencia. Pero, ¿quién es Gloria? Ella es una
mujer solitaria entrada ya en algunos pesados años que aún mantiene el espíritu rebelde
y joven, teniendo sueños y anhelos de felicidad semejantes a cualquier
jovencita, y ese es un rasgo de su vitalidad, que no es común en sentido de que
no se contiene ni mantiene una vida oculta en su interior sino que es muy
abierta y extrovertida, pareciendo mucho una fémina inmadura y alocada, una
mujer impredecible, llena de furia e intensidad, la que como en ese baile final
de su canción homónima no puede dejar de ser ella misma, no puede resistirse a
tratar de comerse al mundo aun frente a tanto escollo, el tiempo, lo perdido y la
frustración, y la dificultad de hallar un vínculo amoroso sólido que piense en
sí en un nuevo y predominante cubículo afectuoso, dejando lo demás en un
segundo plano. Gloria busca velar por ella, llenar su existencia, al estar divorciada y tener un hijo músico independizado y satisfecho, mientras sabe
que su último bastión, su hija, con la que es muy unida, ya ha crecido también y se va a otro país a hacer su propia vida, a
diferencia de su nueva pareja, que hace de contraste, el que sigue atado a la
familia e incluso a su ex esposa, a sus dos hijas grandes, en el pasado y en la responsabilidad
que acogota su libertad, y en ello Gloria es toda libertad, deseosa de volver
a sentirse viva y realizada.
El filme es el canto de un espíritu alegre y desinhibido, e irrevocable. Lo más destacable de esta realización, claro está, es la figura de esta mujer, de Gloria, pero hay otra
cualidad notable, que a pesar de tener de drama, uno que no exagera, también
tiene mucho de comedia, con un humor seco, de broma corta y que tiene decoro e
inteligencia en ello, aun siendo de tono sencillo, a diferencia de
Gloria que es capaz de perder el control y aventurarse con un desconocido a emborracharse
y tener sexo en la playa cuando ha sentido una decepción, o de ir con una pistola
de paintball y atacar a una ex pareja. El humor puede atinar como fallar pero
está ahí en muy buen nivel.
Si algo le falta al relato es que todo lo representa Gloria
y una vez conocida su personalidad y su avatar en la vida ya es algo muy
pequeño lo que tiene que ofrecer como conjunto argumental aunque el recurso de
su naturaleza, cotidianidad y carencias sea tan grato de apreciar y este bien
dirigido sin aspavientos en clave de relajo y sin alargar la mayoría de escenas; sin embargo, hay varios momentos definitorios y logrados como otros
intrascendentes, que parecen poca cosa. Gloria quedándose desnuda en una disyuntiva para elegir la prioridad en
la actualidad de Rodolfo (Sergio Hernández, que presenta un rostro compungido,
penoso, y una cierta honrosa decrepitud muy valorable) nos presenta el rato más
atinado, emotivo y decisivo de toda la película, y habría que destacarlo.
Después, aunque el resto de circunstancias cumplen y están bastante bien, falta
mayor efecto en cuanto a cierta originalidad.
Estamos ante un buen filme de muchos recursos pequeños, pero
que no llega a despegar tanto como para impresionarnos abundantemente, aunque
tiene ese sentido tranquilo que se entiende y se llega a querer más que
suficiente, es una película a recomendar, definitivamente. Notoriamente artístico
a ratos, como generar todo a través de una expresión, dentro de una de las tantas coyunturas
de las idas y venidas de su relación con Rodolfo, mientras la música juega un
papel atractivo, baladas, canciones de los 80, música disco, un repertorio algo
complicado de identificar pero sumamente preciso en cuanto a lo que vemos.
Lelio matiza a Gloria, tiene de varias generaciones, puede comportarse como una persona mayor y a la vez como alguien muy joven, realista y madura o todo lo contrario. Es, visto
como uno quiera, un gran personaje y eso ya apunta a alabar el filme, aun
teniendo altibajos producto de momentos muertos o poder tener algún estado algo
contradictorio de digerir. Sí, es un filme imperfecto, pero de esa
imperfección que tiene tanta personalidad como su criatura, y aunque puede
tocar un poco el lugar común la empatía es irrefutable, y Paulina García una
gran actriz que ha caído en un papel preciso, es Gloria de pies a cabeza.
Si recordaré más el filme será por su gracia, en verdad; esa lucha por imponer la alegría a costa de remar mucho con el mar arreciando en contra,
el drama lo he sentido mucho menos. Ha quedado velado en buena parte sin
quererlo tanto aunque no me pase desapercibido tampoco y sea cuestión de
agudizar el ojo y lo emotivo, un cierto defecto que se pasa
de ser mucho cine de autor aun reconociéndole al respecto el talento general en todo el
conjunto. No he sentido tanto su fuerza dramática aunque sea más que decente en su éxito respectivo y quizá no era
lo que buscaba el filme, no es una historia triste finalmente, o mejor dicho, Gloria no
lo permite; su personalidad es demasiado estoica para ello aun siendo tan
frustrante y hasta decadente su mundo.
Otro logro es como se ve físicamente la protagonista, y es que en ella las
apariencias engañan totalmente, la vida viene de adentro, aunque no sepamos
hasta qué punto sea tan difícil hallar la locura compartida (sin que nos pase
la factura, además), cuando la vejez y la responsabilidad apremian, y el
desencanto parece eterno y nos quiere sepultar. Sin embargo, ese último baile pleno
y libre de esa clásica canción popular de Gloria de Umberto Tozzi era lo que esperaba,
y me saca una sonrisa (más), en otra película jugosa del
Festival de Cine de Lima que se bate con buenas armas en la competencia.