Un asesino a sueldo (Joseph Chang), que toma su trabajo como
uno cualquiera, sin ninguna animadversión, menos remordimiento, con todo
profesionalismo (hasta una misión implica que se travista), se ve perseguido
por los fantasmas (ancianos, jovencitas, gente sencilla) de las personas que ha
asesinado. Estas almas no quieren vengarse de él ni torturarlo como en
principio parece, estilando una comedia de terror, apareciendo en su pequeño cuarto
y generando una notoria claustrofobia, de lo que surgen momentos de humor bajo
la gracia, simpatía y desenfado de un atemorizado, algo ridículo y sorprendido
Chang, sino desean descubrir la razón de sus muertes, asunto que desconoce
nuestro protagonista, que simplemente cumple las instrucciones que le envía la
despampanante y fría femme fatale A-Gu (Sonia Sui), dueña de una lavandería,
donde se desaparecen finalmente los cadáveres haciendo de cubierta criminal.
The laundryman interactúa entre la comedia y el thriller, habiendo escenas de acción, peleas
a puño limpio, muy bien coreografiadas, intensas, impredecibles, usando cualquier
cosa para golpear, ostentando su toque de gracia y una música de buen rock de
fondo, potenciando los fuegos artificiales. Hay un estupendo combate bare-knuckle
en el lugar menos apropiado, incomodo, en que pelea el (anti)héroe que hace Chang
con múltiples atacantes, u otro donde se le unen mujeres, descubriéndose como artistas
marciales bastante atléticas, veloces y gimnasticas.
No abundan las peleas, habiendo centralmente la búsqueda de
la solución para cada fantasma, quienes fomentan su propia historia y
ocurrencias, pero el filme llena tranquilamente el requerimiento de escenas marciales
de decente extensión, ya que esta propuesta pretende plasmar ante todo una
historia variopinta, curiosa, más que una película de acción pura y dura, en
medio de sencillas sub-tramas, hasta la reveladora y remate, de lo que la
película llega a convertirse en algo compleja, justo cuando el argumento parecía
haber ya mostrado la mayor parte de sus cartas, al abrirse una “nueva”
perspectiva con el origen de la lavandería en una especie de Correccional, medio
Manicomio, y el sobrenombre “No 1, Chingtian St.” de Chang, aunque hay que
decir que el filme nunca abandona la broma ni el entretenimiento, la aventura
fantástica, la pesquisa, que es, desde luego, lo que más le importa al director
taiwanés Lee Chung, para lo que interviene un tercer puntal (el cuarto es el dúo
de policías que es de lo más flojo y poco que mencionar) en que la médium y
exorcista Lin (Regina Wan) implica mucha locura y extravagancia, típica
oriental, como que al musculado y asesino implacable Chang le sale la pareja
romántica más infantil y menos glamorosa del planeta, aunque divertida y
plástica, con un trato tipo de amigos cercanos, en contraste con uno lujurioso y
de forcejeo con A-Gu.