El segundo largometraje de ficción del portugués João
Nicolau, tras A Espada e a Rosa (2010), es una película coming of age (de
crecimiento), un simpático y dulce retrato sobre la adolescencia femenina, en
la figura de Rita (Julia Palha), una muchachita de 15 años que es como
cualquier joven de su edad en nuestros tiempos, baila lambada, adora la música
que oye en su ipod, vive en el internet, toma sol en su balcón, va a fiestas a
beber y a bailar, se adormece en el sillón viendo televisión, y sobre todo pasa
el rato con su mejor amiga, dentro de su propio código juvenil, o sea es una
persona feliz. Todo normal, al igual que la narrativa de la película que
retrata su vida de lo más común, hasta que Rita descubre en un centro cultural
al que asiste para tocar el piano que el curador y fotógrafo de una muestra de las
islas de Melanesia, su vecino, mucho mayor que ella, es un hombre que le atrae,
por el que se trastoca la realidad en pos de permisividad, junto con la narrativa
del filme que se torna surrealista, onírica, en la ilusión que siente la chiquilla
por este hombre que luce muy sencillo, pero también afectuoso y
agradable, como vemos en el cuidado de una niña pequeña, en medio de un paternalismo
ejemplar.
La perspectiva entera del filme, toda la esencia, es la de
Rita que se deja apasionar tanto por lo exótico y paradisiaco de Melanesia,
como por su vecino, a los que mezcla en un propio mundo que ella diseña en su
vitalidad y curiosidad, dentro de un aire ordinario. El filme tiene la delimitación,
primero lo real, luego lo fantástico, a partir de una niebla barata que hace
como de sueño, de lo que risiblemente parece que alguien ha lanzado una bomba lacrimógena
en el ambiente, habiendo cierto sentido del humor en cómo se va dando esta
relación idílica en la mentalidad “infantil” y la poética de una jovencita
abriéndose al mundo, a sus anhelos y apetencias, formándose aun emocionalmente,
habiendo todavía un lado Disney en ella.
En el sueño surge un poco de vandalismo, un aire aventurero y
entretenido a lo Indiana Jones y luego como en ese culto religioso a John From de
las islas tratadas vivir como los nativos melanesios venciendo el frío
urbanismo, ese que vemos cuando la cámara se fija desde afuera en el edificio
donde vive Rita y sus padres. El filme respira juventud, en la invasión de la
imaginación, libre, lejos de cualquier limitación o perturbación, en la que es
una película austera, e impoluta, aun a costa de saltarse restricciones psicológicas,
morales y legales, pero como todo parte de la perspectiva inocente y romántica de
una muchachita (aunque apreciando que sí ha tenido relaciones sexuales). El
asunto y el filme resulta si se quiere bello y sano, incluso ante la intromisión
de una imagen donde el pequeño fotógrafo es un Casanova que alegremente, como
en un show de variedades, va besando a sus jóvenes modelos, por lo que hay un
leve y discreto asomo del mundo imperfecto de lo real, donde anida el rechazo,
lo feo y el aprovechamiento.