La argentina Melisa Liebenthal con solo 24 años demuestra harta noción (de lo que significa el documental en esencia), entrega y un aire fresco en su ultra honesta (hasta la “auto-zancadilla”), inteligente y simpática ópera prima, que en lo principal y más destacado es un estudio sobre los arquetipos contemporáneos de la belleza, pasando revista de paso a la historia de la estética femenina en el tiempo y su relevancia social y humana, habiendo una reflexión y crítica intrínseca a ciertos parámetros de exclusión, ya que la propia Liebenthal se pone de ejemplo (contrario), exhibiéndose críticamente sobre no pertenecer al ideal ni al canon de la belleza, de lo que siempre se consideró una mujer poco agraciada, producto de varios factores, que llegan a lo especifico, como tener una voz masculina (que inclusive hacía que la señalaran de lesbiana, asunto que ha pasado por su existencia en el apunte de que una de sus mejores amigas es gay), por su ancha ropa a lo tomboy, por no desear sonreír ante la cámara (como sentido de rebeldía y a su vez de auto-contemplación estética), o por no fomentar en sí un cuidado más femenino (como la depilación), teniendo una cierta mayor necesidad de arreglo a la que no estaba muy dispuesta (le abunda el vello corporal), no obstante, como refleja el filme, la belleza ha sido y es parte de su vida, tener siempre presente ser aceptable para el contrario.
Melisa Liebenthal no se desespera por querer que nos congraciemos con la situación que presenta o ha presentado, sobre todo poniéndose ella de precepto, como quien diría que pretende que lapidemos las exigencias sociales de la belleza, como haría la mayoría (y sería el gancho obvio), ¡no!, más bien es como una comparación, científica, a un punto, departe de la autora, entregada a una temática vivencial, tanto como de sensibilidad y auscultación reflexiva que nace en el espectador, en un sentir de crecimiento e identidad (que atañe a todos), la documentación de un yo, dentro de la adolescencia, mientras pone en el tapete la discusión voluntaria, libre, de estas disposiciones, quedando procesarlo y dirigirlo por uno mismo, al dejar simplemente unas bases comparativas, con una conclusión que queda elíptica en Liebenthal, bajo un toque de ironía y positivismo, un optimismo que recorre todo el filme, por lo que corre por nuestra cuenta determinar una conclusión, pero que naturalmente cae por su propio peso.
En el documental no hay una exigencia moral ni nada por el estilo, nada directo. Pero sí se comprende que la belleza puede ser algo tan vacío y cruel, un problema para muchos, que puede crear complejos y hasta una vida mermada, pero no exageremos, porque el filme no lo hace nunca, la relación saludable pasa por aceptarnos, por perpetrar pequeños cambios y sobre todo no darle sobredimensión al asunto, pero sí dándole la noción y el entendimiento justo y sano, y en ello es un llamado colectivo, no de lastima, sino de sentido común, y de mayor alcance de madurez con el tema, e interrelación humana, desde toda persona, principalmente desde uno.
Liebenthal para proponer todo esto hace uso de un extenso material –de una recopilación cariñosa y lúdica de más de una década, con participaciones muy íntimas, incluso tiene una buena amiga que no quiere salir hoy en día en cámara, le tiene fobia- de video casero, fotos y recuerdos, reuniéndose con su pasado y diario vivir, o sea, sus fuertes lazos con las amigas de siempre, con las que comparte vivencias en el presente del filme. Pasa revista junto a ellas a las distintas etapas de su infancia, adolescencia y juventud, en un canto de sonrisas, contextos y anécdotas, que como todas las relaciones humanas es todo un universo propio, aunque común. Al respecto el filme exhibe una narrativa amable, fácil de sobrellevar, que predomina en el conjunto, donde hay unas intervenciones que no siempre son las más interesantes o profundas, pero avivan la identidad, la espontaneidad y la amabilidad general, porque rayan en la sencillez de las amigas participantes, que pueden no ser tan curiosas a fin de cuentas, aunque bajo la “grandilocuencia” de suponer parte trascendental del documental, cosa que no es equivocado, tienen su cierto encanto menor y necesidad, pero el verdadero poder del filme yace en las pocas intervenciones visuales, la voz en off de ella siempre acompaña, y hay documentación casera, de la directora, intelecto y protagonista. Con ello logra concebir un documental alegre y a la vez pensante, con una fisonomía humilde, seria, radiante, que la hacen una propuesta enriquecedora dentro de un empaque relajado y por una parte superficial, porque todos lo somos al fin y al cabo, por eso no se trata de lapidar ni encender nada, como hace Liebentahl en su tono, sino tomárselo tranquilo, con humor, y superándolo con madurez, tal cual lo ha consumado este pequeño documental, que tiene todo en su punto, luciendo ligero en muchos sentidos, pero también suficientemente inteligente para trascender, apoyando la noción de que la belleza yace en el compartir con los que amamos (los lindos/lindas, para nosotros), dejando a la par una deliciosa, alturada, ligera, crítica constructiva y complementaria, tras la audacia de manejar eternas presiones sociales.