El debut del surcoreano Lee Seung-won es un filme provocador, aunque al cine cada vez le cuesta más extrañar al
espectador curtido. No obstante, ciertamente, sale del común denominador del séptimo arte de su país, aunque puede verse como un Hong Sang-soo hiriente, mucho más
cruel y perverso (donde el alcohol tiene su uso propio). El filme nos muestra una
relación “amorosa” entre una empleada de limpieza y un profesor. Ambos tienen
pasados cargados de traumas, la pérdida de seres queridos, tomar medicación y
un grave sentido de culpa, que los hace vagar por el mundo, sobreviviendo como
pueden tratando de resistir sus pesadas
y dolorosas mochilas existenciales. De paso ambos exhiben problemas mentales, les ronda el suicidio y una desesperación interna que aflora en sadomasoquismo o potentes depresiones que los materializa como unos freaks y
antisociales. Es más visible –y está mejor trabajado- en ella que se lapida siendo
promiscua con maestros (le entra a todo, quiere que la humillen, que alguien
se vengue de ella).
La película abre con una llamada de atención -y clásico encuadre de cine arte- a la mujer sufrida protagonista, que de espaldas a la cámara estática escucha y afirma descaradamente toda la increpación que deja anonada a su interrogadora que poco puede entender su actitud y libertinaje, para lo que avanzando el metraje el filme se justificará plenamente. La película está grabada en blanco y negro con el que luce su bajo presupuesto con todo el ingenio de las tramas mínimas y del vivir complejo de nuestra humanidad social, haciéndonos ver a dos seres al límite de sus fuerzas, entregados a hacerse daño, como ella que férreamente quiere castigarse, y hace de éste maestro introvertido una relación más de ese aspecto, cuando éste no sabe a lo que se entrega (una prueba muy grande que exagera), habiendo más un camino de machaque que de liberación, que hace exigente a muchos resistir, visto que es común otorgar siempre respiros en el cine. Un cierto problema puede ser la credibilidad del enamoramiento, aunque puede que en realidad no exista y sea solo un tumbo más de éstas almas perdidas. No obstante yacen en el proceso de algo, pero no la comunión típica del lugar romántico, de lo que asoma una frialdad narrativa, pero cuidada, viendo cómo se entregan sin cortapisas a la miseria anímica.
La película abre con una llamada de atención -y clásico encuadre de cine arte- a la mujer sufrida protagonista, que de espaldas a la cámara estática escucha y afirma descaradamente toda la increpación que deja anonada a su interrogadora que poco puede entender su actitud y libertinaje, para lo que avanzando el metraje el filme se justificará plenamente. La película está grabada en blanco y negro con el que luce su bajo presupuesto con todo el ingenio de las tramas mínimas y del vivir complejo de nuestra humanidad social, haciéndonos ver a dos seres al límite de sus fuerzas, entregados a hacerse daño, como ella que férreamente quiere castigarse, y hace de éste maestro introvertido una relación más de ese aspecto, cuando éste no sabe a lo que se entrega (una prueba muy grande que exagera), habiendo más un camino de machaque que de liberación, que hace exigente a muchos resistir, visto que es común otorgar siempre respiros en el cine. Un cierto problema puede ser la credibilidad del enamoramiento, aunque puede que en realidad no exista y sea solo un tumbo más de éstas almas perdidas. No obstante yacen en el proceso de algo, pero no la comunión típica del lugar romántico, de lo que asoma una frialdad narrativa, pero cuidada, viendo cómo se entregan sin cortapisas a la miseria anímica.