- Moonrise kingdom (Wes Anderson)
- Argo (Ben Affleck)
- El caballo de Turín (Bela Tarr)
- Érase una vez en Anatolia (Nuri Bilge Ceylan)
- Shame (Steve McQueen)
- Hors satan (Bruno Dumont)
- Casa de tolerancia (Bertrand Bonello)
- Fausto (Aleksandr Sokurov)
- Nader y Simin, una separación (Asghar Farhadi)
- Bestias del sur salvaje (Benh Zeitlin)
- The dark knight rises (Christopher Nolan)
- Tabu (Miguel Gomes)
- Pieta (Kim Ki-duk)
- Amour (Michael Haneke)
- The yellow sea (Na Hong-jin)
- Tyrannosaur (Paddy Considine)
- Cosmopolis (David Cronenberg)
- Holy motors (Leos Carax)
- Kauwboy (Boudewijn Koole)
- In another country (Hong Sang-soo)
- The man from nowhere (Lee Jeong-beom)
- Cesar debe morir (Paolo y Vittorio Taviani)
- No (Pablo Larraín)
- The Cabin in the Woods (Drew Goddard)
- Ruby Sparks (Jonathan Dayton y Valerie Faris)
- Looper (Rian Johnson)
domingo, 30 de diciembre de 2012
Las mejores películas del 2012
jueves, 27 de diciembre de 2012
Tabu
Tercer filme del portugués Miguel Gomes, ganador del
fipresci en la Berlinale 2012. Está dividido en dos partes, paraíso perdido y paraíso.
La primera parte nos remite a una anciana
solitaria que solo vive para malgastar su poco dinero en los juegos de azar y
que es medio loca, alejada de su única hija vive solo con una empleada de color
que suele tratarla como a una niña ya que en su locura piensa que le quieren
hacer daño y no suele cuidarse apropiadamente. Sus días los pasa conversando con
una vecina con la que comparte esa decadencia y soledad fehaciente de la vejez.
Una que no ha sabido amar a nadie y que es muy bondadosa, recatada y dócil, la
otra la que fue una ardiente mujer que parece la antagonista de esa
convencionalidad que exuda su compañera, una que ha vivido (aunque pecando), otra
que no. En sí la primera parte es menor del conjunto y aunque resulta muy
compatible entre forma y fondo ostenta algunos rasgos de autor que la hacen un
poco gratuita, como con el sueño de los monos o la interrupción de la anécdota
en la mina. Esto último quizá pretende decirnos que hay una vocación de
fantasía, sabiendo que la memoria es selectiva y reconstruye las vivencias de
acuerdo a factores como el sentimiento que han provocado en su momento. Estamos
en una Lisboa como toda gran ciudad un poco fría, y ésta en particular con cierto
fervor religioso y un aire de protesta política. Una pugna discreta.
La segunda parte se nos relaciona con el pequeño prólogo del
filme, en una leyenda sobre una mujer anclada a un cocodrilo tras la muerte de
su pareja por amor. Una simbología que nos puede remitir a lo salvaje, al
deseo, ese que nos ata la existencia a un desenlace penitente, a un lapso que nos define y no se puede
olvidar. La vida es como solo ese recuerdo. Regresamos a esa pasión que la
joven Aurora (Ana Moreira) tuvo con el hombre que más amo y al que quiere ver
antes de partir. Ventura (Carloto Cotta) es un atractivo músico mujeriego que
queda prendado de Aurora cuando es una mujer casada, sin embargo eso no los
limita y tienen una aventura. África, una colonia de Portugal, una tierra de
calores da cobijo a su idilio ilícito y salvaje. Con un blanco y negro que nos
atrapa en su estética clásica que le otorga un toque vintage, en la emulación además
de una cinta muda, pero que nos hace ver que solo es una ilusa apariencia, una
creación, un artificio estético, ya que está acompañada por la voz en off de la
pareja, la descripción de esa pasión en boca de él y luego la respuesta en
cartas de ella. Vamos viendo la recreación del romance, el que es universal y
ya tantas veces visto pero no deja de ser atrapante. Nos recuerda a
tantas historias de amor, uno libre,
atrevido, reprochable pero igual feliz aun así, a costa de todo acto razonable
y decente, de esos que hacen perder la cabeza y no miden más que el encuentro,
la repetida desnudez del cuerpo (no faltan las imágenes sensuales), la
irresponsabilidad, otro tipo de locura. Sería una telenovela en otras manos,
pero Gomes se encarga de volverlo séptimo arte. La calidez de sus imágenes están muy cerca de la realidad más palpable. Se nos quiere decir que es algo antiguo, algo primitivo, algo esencial, una pasión.
Es un filme realmente sencillo, que sorprende un poco que
genere tanto entusiasmo en la crítica que es la que ensalza el filme en listas
y en su premio, que se debe a que Gomes ha hecho llevadero algo que cala a
menudo más en los sentimentales. Ha
entregado una versión para los amantes del cine de autor en que la sensibilidad
y el atrevimiento se dan cabida, pero realmente se trata de una ilusión
general, porque estamos frente a un eterno y repetido cuento de amor, ese en que
se roba a la mujer ajena, especial, y ese en que ella vive lo prohibido, lo
carnal, un canto a la seducción masculina, y sin machismo (hay un contrapeso
estructural muy igualitario), y en que irónicamente nadie se ve reflejado en el
pobre marido, como suele pasar en que nos atrapa esa sensación engañosa de
sentirnos –y querer ser- aventureros, osados, rebeldes, los principales. Un Corín
Tellado para tipos serios, y claro, es tremenda audacia, no obstante sin
desproporcionarlo, ya que es un filme más de matices y técnica que de verdadera
profundidad, pero que explota muy bien su historia. Y que debe mucho su éxito a
que es muy entretenido, y nos da lo que
nos gusta, como en los subtítulos: el cielo de los hombres, terrenales, apasionados
y ardientes. Una mujer bella (y viceversa), tan provocativa que nos hace romper
las reglas, nos transforma. En un lugar sin tiempo, exótico, imperecedero, al
menos en la memoria.
martes, 25 de diciembre de 2012
Navidades blancas
Bing Crosby nos seduce con su hermosa voz, que me recuerda en el estilo a Frank Sinatra, elegante, serio y hasta un poco más simpático. Crosby como Bob Wallace tras terminar la guerra vuelve a su antiguo trabajo de
cantante y anfitrión pero cumpliendo con una gran deuda hacia un buen amigo se
asocia con él y se convierten en un dúo, de donde en adelante gozan de la fama y el
éxito. Su compañero de nombre Phil Davis (Danny Kaye) es la alegría y el desenfado
andante, el contrapeso ideal al conjunto,
otorgándole ese lado lúdico y feliz que necesita en su vida, la que le atribuye de
solitaria y para la que planea el mejor remedio, que su mejor amigo se busque a una chica pero no solo linda sino
con la cual formar una familia.
En el trayecto presenciamos bellas y seductoras coreografías de baile y
canciones, de la mano de la narrativa clásica,
con ese toque inocente y fastuoso en el interior de un relato próximo. Se acercan a dos hermanas que se desenvuelven en su
misma profesión aunque recién se están iniciando, las Haynes, Judy (Vera-Ellen) y
Betty (Rosemary Clooney).
Sin embargo, esto no es todo, no sólo se trata de romance y realización afectiva
como camino a la felicidad, sino que es un canto de amistad y agradecimiento
conllevando lealtad y generosidad para con un general al que quieren y admiran,
su antiguo líder en tiempo de guerra, interpretado por Dean Jagger, que desde lo
castrense logra atribuirse una atípica sensibilidad que no rompe con la imagen
que tenemos de su cargo, que se presta para entender perfectamente la nobleza que genera
en Wallace y Davis, quienes llevan su espectáculo a un pueblito para apoyar y conmemorar al jefe militar, a puertas de la navidad.
Navidades blancas (1954) es una historia que conlleva un constante deleite musical, con
impresionantes coreografías de danza, principalmente por parte de la actriz
Vera-Ellen que se encarga de la parte más compleja, con movimientos
no sólo sincronizados y armónicos, sino algunos bastante exigentes y extensos; además, aunque menos gestual que el resto de los protagonistas, con
la dificultad de hacerlo dentro de la actuación, expresando pesar o seducción. Por su lado Rosemary Clooney
sobresale por su bella voz y con una cuidada personalidad, muy
característica de una mujer muy educada, recatada e idealista, hecha a la medida
del personaje de Crosby, mediante una grave
delicadeza en el trato, con un enamoramiento lleno del encanto clásico, dulce, tímido
y con un aire de improbable, aun sabiéndose atraídos
el uno por el otro, para lo que la personalidad de Judy y Davis son
el empujoncito seguro a su idilio.
Kaye, gracioso y libre, da la cara irreverente al musical (aparte
de que es un estupendo bailarín), jalando a Crosby a ello, que no se queda en
sus laureles y demuestra su gran oficio que justifica su nombre y entrega con
el proyecto, como con la performance de vestirse de mujeres -que rompe con
cualquier estereotipo- o el aire relajado de las representaciones militares. No
obstante está claro que Crosby es la voz cantante, y se
adscribe solo a ello en realidad, no baila, aunque su canto es bastante
imponente, como tampoco lo hace Clooney. Esto nos da como resultado un intercambio
dramático y calmado de un lado por una de las parejas, mientras el otro resulta
fiestero y más activo, compaginándose perfectamente. Crosby es el actor más
cuajado del filme, tiene más recorrido y eso pesa para el director Michael
Curtiz que parece respetarlo bastante. Sin embargo se puede ver que explota más
a Vera-Ellen en cuanto a lo visual sabiendo que se trata de un musical y pesa mucho
el desenvolvimiento físico que capta la atención, como también se percibe que Kaye
trabaja más en conjunto y es menos importante.
El filme nos envuelve en la otrora máxima grandeza del musical,
con un aire perfeccionista, elaborado, siempre dando mucho, pero con una
historia de esas fáciles, entrañables, en que no se trata de la importancia del conflicto
sino de un sentimiento que reina fehacientemente en cada rincón de su propuesta,
como con esa pureza y bondad que se nos quiere impartir desde el principio,
como con el general anteponiendo a fin de cuentas el goce de su pelotón a la
rigidez de la formación, a su reconocimiento por encima del deber, desde lo más
humano, y es que se trata de personas y estar en una reunión familiar donde se quiere al prójimo.
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domingo, 16 de diciembre de 2012
Fausto
Escribir de éste filme es en gran parte un reto, el director
ruso Aleksandr Sokurov, uno de los más interesantes creadores de la actualidad,
presenta una versión muy libre de la obra magna de Goethe, de uno de los libros
capitales de la literatura universal, sobre la famosa leyenda alemana del
doctor que vendió su alma al diablo en busca de nuevas sensaciones,
sentimientos y mayores descubrimientos filosóficos, existenciales y científicos,
por lo que comprender toda su extravagancia y abstracción resulta algo que
muchos prefieren eludir, muchas veces con el simple resultado de decir que es
vacío por debajo, ególatra o aburrido, evitando comprender que ha querido
manifestar con su arte, uno que requiere entrega y pasión por nuevas maneras de
expresión. Y ahí está el genio de Sokurov, hacer algo nuevo, poderoso y creativo
con lo que para la mayoría podría ser intocable o difícil de destacar, sobre
todo al tener una visión excéntrica y arriesgada, desde una adaptación visual
que manifiesta el firme propósito de asumir su imaginación, agregando efectos y
rescribiendo el tema universal de esa búsqueda del hombre por su intelecto y
razón de existir.
Inmediatamente entramos en un mundo sucio, rancio, muy
paupérrimo donde se respira hambre y necesidad, donde como se dice en algún
diálogo no hay cabida para la comedia, ni para la moral. Un espacio que se hace
idóneo para nuestro protagonista, un ser humano racional detrás de respuestas,
y descreído de la naturaleza espiritual. Un Fausto de acuerdo a su contexto,
quien se pregunta por aquella frase bíblica: y al comienzo fue el verbo, que nos
retrotrae al enigma, y a la grandilocuencia que hemos visto antes en Tarkovski.
El filme que ganó el león de oro en el Festival de Cine de
Venecia del año 2011 sigue la historia de Goethe pero a su modo y total
libertad creando algo bastante nuevo con la misma esencia aunque ramificando cavilaciones
para su propio cauce, en la absoluta irreverencia y solvencia personal, Mefistófeles
no se llama de esa manera sino bajo un cómodo y anónimo Mauricius, mientras por fuera toma vida humana encallado al
entorno. Es un prestamista cínico que besa lascivamente las efigies cristianas,
quien una vez desnudo nos enseña la deformidad y la monstruosidad. Lleva un andar
particular, regodeado en su insolencia y autosuficiencia (esa que Fausto pasará
finalmente por alto), además de mostrarse fríamente maquinal. Sokurov nos va
descubriendo a éste demonio, entre la realidad y lo sobrenatural. A través del
saqueo de unos muertos en una catacumba que parece un lugar de desechos, para
hallar la pequeña fortuna que cambie la existencia de la humilde amada entrada
en desgracia, o cuando simula un sueño de cara a un lago que hace de puerta a
la cita y habitación añorada, y ya lo vemos tal cual cuando cumple la promesa,
el deseo último de Fausto, la del encuentro sexual con la bella e inocente Margarita
(a un punto nomás ya que odia a su madre y siente el conflicto entre el deber
de aborrecer al asesino de su hermano o dejarse rendirse al enamoramiento de éste
siendo un inteligente, amoroso y generoso pretendiente), una muy joven actriz Isolda
Dychauk que en pantalla se ve mucho menor aún pero perfecta para la gracia de la
iluminación romántica (en el filme
incluso literalmente). Donde en ese lapso sensual de olfatear y besar su
pubis rubio seres amorfos ingresan silenciosos clamando ante la indiferencia del
doctor por el pacto sellado con el alma, en la cual no cree Fausto. Ingenioso
el primer encuentro con la dama encantadora, Margarita impoluta y sencilla lava
la ropa colectivamente, habiendo alrededor un aura de vulgaridad, transparencia
y lujuria.
El doctor vive en la ciencia, sin embargo hay un toque de fantasía
en ella (la historia es bastante un cuento), se logra crear sin sobresaltos al
homúnculo y en boca de los personajes hay imaginario de la alquimia, la
inmortalidad o la creación de oro, aunque en general no hay respuestas habiendo
hambre de conocimiento y de anhelo de cambio, paradójicamente –o de esa manera
surgen otras salidas ante esa carencia- hay un endeble discurrir científico (expresamente
más médico, el epitome de la sabiduría de la época) que cae en la tortura o en la
mentira, se dice metafóricamente, la ciencia es como la labor del tejido femenino,
encargada de vencer al vacío.
El filme está plagado de extravagancia, en un rapto de cierta gratuidad biográfica al prestamista lo
sigue una mujer que según él es su esposa y que parece algo desmelenada, o el
hermano, un militar en medio de la decadencia, agradece su muerte, y con ello
los alegatos parecen los de toda la civilización retratada. Como si todos
esperaran la muerte; que no le temieran ya que vive a su costado en el día a
día. Fausto definitivamente no le teme y aunque en su mente aun trata de ser
coherente y cauto, la pasión lo subyuga, pronto su timidez dejara de existir,
por ello el final tan abierto tras el ataque con las rocas, dejándose ir hacia
la inmensidad de lo desconocido, su lucha es la del eterno saber, sin
agotamiento. El prestamista parece el retrato del destino, su encuentro es inminente,
la vida de Fausto lo persigue, pero en el filme se hace muy como quien no
quiere el asunto, casi accidentalmente, sin forzar la esencia del relato, una
audacia que rompe con lo predecible, como lo hace toda la propuesta que añade y
cambia los lugares de la trama puesta por Goethe.
Johannes Zeiler es un estupendo Fausto, pero Anton Adasinski es simplemente impresionante, un personaje completo con una expresión corporal
compleja llena de gestos y movimientos estrambóticos en una conformación de
demonio que acoge individualidad y maestría, gracias también al cariz que le
brinda Sokurov dándole riqueza interior, una personalidad marcada llena de
diálogos que se acoplan a la falsedad naturalista en que se mueve. Mordaz,
tentador, caustico, espontáneo, impredecible, culto y a su vez primitivo y
salvaje, como todos en realidad lo son, en un contexto que los arrastra en conjunto
a una fealdad y explicites visual (arranca el filme con una autopsia descarnada
que rápidamente nos anticipa un escenario deprimente y podrido, como el mal
olor en que Fausto hace hincapié en su labor), una mundanidad muy propia de una
época histórica de la Europa medieval, y que hace un contraste con la
profundidad del habla sin romper la magia de la estética. La película esta
grabada en idioma alemán.
La historia pasa por ciertas técnicas visuales, como en un lente que distorsiona y que mueve
la pantalla hacia un lado, habiendo desenfoques y plegándose a colores, más
verdosos o blancos entre otros, además de iluminaciones o claroscuros, y que
aunque muy pocos llega a tener algunos paisajes atractivos como en la caminata
con Margarita y su madre tras el entierro, sin embargo predomina cierta
consciencia de estar dentro de un fresco renacentista.
El filme nos mete de lleno en una fantasía, hay esa
sensación de fabulación, de mundo creado, y aun así nos podemos ver
identificados aunque principalmente parece un artificio, que hace gala de
reflexión pero también de entretenimiento. Este cine de autor posee ese matiz,
no solo grandilocuencia u oscuridad. Es un Fausto definitivamente raro pero
bello en su fealdad, ingenioso, atrevido, una realización hiperactiva, nerviosa, que puede inquietar en
ese sentido, con mucha personalidad (y de ahí un desenlace chocante y críptico,
saltándose toda convención lógica), que aporta ya siendo una historia muy
popular.
jueves, 13 de diciembre de 2012
Amour
Ésta es una película que por donde va cosecha elogios, y triunfos
como la palma de oro en el Festival de cine de Cannes 2012. Michael
Haneke nos remite al sufrimiento emotivo y físico en la vejez tras las
enfermedad que llega repentina, aquí ante ataques cerebrovasculares.
Una pareja de músicos de avanzada edad que profesan mucho amor entre sí tienen que afrontar el devenir del tiempo y la proximidad de la muerte. Mientras Anne (Emmanuelle Riva) se deteriora hasta no poder ni comunicarse coherentemente ni sostenerse por su propia voluntad, Georges (Jean-Louis Trintignant) no sabe que hacer con aquella dignidad que lentamente va perdiendo su eterna pareja, junto al dolor que presencia padecer y que se incorpora en él desasosegándolo ante la inutilidad de lo poco que puede solucionar frente a lo que ve. Ha hecho la promesa de no dejarla en un asilo de ancianos sino cuidar de ella, lo que lo pone en el meollo del asunto y lo hace vivir fehacientemente el estado de su mujer. Esto lo pone de cara a la dura crueldad de algo que llega intempestivamente sin que uno pueda preverlo o siquiera vislumbrarlo; es una etapa a la que uno no está preparado mentalmente siendo algo muy violento de atravesar. A veces, como vemos, mucho más en quien puede razonar lo que sucede y sentir la presión de ver al ser que más se quiere llorando, susurrando maquinalmente que le duele provocando desestabilidad emocional, cayéndose al suelo sin dominio de sus facultades y un sinfín de momentos que un director como Haneke nos lo deja ver o sugerir sin caer en una pornografía visual, pero haciéndonos entender en su propuesta que de ahora en adelante todo es cuesta abajo a la par que la resistencia ajena se verá afectada lentamente.
Una pareja de músicos de avanzada edad que profesan mucho amor entre sí tienen que afrontar el devenir del tiempo y la proximidad de la muerte. Mientras Anne (Emmanuelle Riva) se deteriora hasta no poder ni comunicarse coherentemente ni sostenerse por su propia voluntad, Georges (Jean-Louis Trintignant) no sabe que hacer con aquella dignidad que lentamente va perdiendo su eterna pareja, junto al dolor que presencia padecer y que se incorpora en él desasosegándolo ante la inutilidad de lo poco que puede solucionar frente a lo que ve. Ha hecho la promesa de no dejarla en un asilo de ancianos sino cuidar de ella, lo que lo pone en el meollo del asunto y lo hace vivir fehacientemente el estado de su mujer. Esto lo pone de cara a la dura crueldad de algo que llega intempestivamente sin que uno pueda preverlo o siquiera vislumbrarlo; es una etapa a la que uno no está preparado mentalmente siendo algo muy violento de atravesar. A veces, como vemos, mucho más en quien puede razonar lo que sucede y sentir la presión de ver al ser que más se quiere llorando, susurrando maquinalmente que le duele provocando desestabilidad emocional, cayéndose al suelo sin dominio de sus facultades y un sinfín de momentos que un director como Haneke nos lo deja ver o sugerir sin caer en una pornografía visual, pero haciéndonos entender en su propuesta que de ahora en adelante todo es cuesta abajo a la par que la resistencia ajena se verá afectada lentamente.
George se pone en el lugar de la amada, lo dice en su
conversación; se siente impotente, afligido y quiere ayudarle, sostenerla, pero
el camino cada vez es más tortuoso, más inevitable, y cada minuto empeora. Anne,
una dama autosuficiente tendrá que lidiar con la nueva realidad aun no
queriendo verse inválida en su enfermedad, primero consciente de que la
tragedia es una bola de nieve, evitando el consuelo y el repercutir en su
esposo, sin embargo no sabe lo que será, y más en su noble amor que debe
hacerse cargo. El amor en ningún momento
se pone a prueba, éste es muy fuerte y eso lo hace más insufrible para el de
afuera. Esa unión en ese mundo pequeño de a dos, se hará una tortura solitaria
para Georges ante el ser amado que empieza a desaparecer, aun teniendo el
cariño de algunos conocidos, el joven alumno u algunos inquilinos, o el de su
hija Eva (Isabel Huppert, accesoria, expresiva, desolada), la que más que
calmarlo le infringe desesperación.
El tono es frío, sin dramatismos exagerados pero hirientes, ya
que el filme de Haneke duele irremediablemente, hay que atenerse a las consecuencias,
no se puede evitar aunque trata de aplacar la flagrante decadencia del ambiente
con el deambular sonámbulo y ocupado de las nimiedades caseras del protagonista
varón. A ratos vemos lo que encierra la trama y a otros caemos en sentir lo que
ocupa desde afuera del conflicto en sí, se mueve la cotidianidad asumida desde
la enfermedad, es como un pacto entre dos seres demasiado unidos, el dolor de
uno vive en el otro, y en cada rincón se trasluce. Los silencios, las
conversaciones rotas, los monólogos pesimistas ante el cambio de la corrupción
del cuerpo, las miradas, los recuerdos, los exabruptos discretos, todo van
haciendo ceder al corazón ante un final anunciado.
La de Haneke es una película vista en Volcano (2011) del islandés
Rúnar Rúnarsson pero enfocándose en el deterioro de la vejez visto desde el
amor de una pareja y no desde la individualidad de un hombre que entiende una
transformación (en uno se trata de un personaje en evolución y en otro de dos inseparables, pero comparten ideas en distinta intensidad); estamos ésta vez en un callejón sin salida, salvo con un
desenlace críptico, artístico, romántico. No obstante principalmente el
cineasta alemán quiere que aceptemos lo que representa una parte innegable de
la existencia, como Anne diciendo ha sido una larga y bella vida. Y Georges es quien sirve de prisma para la comprensión,
mientras al mismo tiempo desde el ecran el arte nos va enseñando sin poesía ni
velos engañosos a través de su desarrollo un acontecimiento universal aunque en
duras condiciones, pero sin faltarle la estética, ya que Amour en su leit motiv
–ese que oculta el título, la preparación del fin y el dolor en el trayecto, como representación
indisoluble de éste último de lo que realmente significa existir- es una
propuesta que conmueve y abre nuestra percepción, mientras nos cubre con su
hipnótica belleza, como un ineludible Baudelaire buscándola en los espacios menos imaginados.
Dos actuaciones brillantes, Jean-Louis Trintignant en un
papel de hombre educado, cariñoso, dócil, entregado, servicial, doméstico, dejando
ver su pasado, su sensibilidad, en la ilustración del ser menos preparado para éste
acontecimiento, y Emmanuelle Riva, una señora fuerte, dominante, dulce,
tranquila, apunto de ver doblegada su esencia.
La realización es un derroche de inteligencia en la
sencillez, en la claridad, dándole al público mucha conversación ante las
imágenes presenciadas en la vejez, en el tiempo, en el sufrimiento, en el
sentimiento. Es un Michael Haneke transportado a su obra, próximo, humano, a pesar
de todo afable, sin extremismos pero en un extremo, calmo en el diluvio interno
y abstracto como ninguno en la llaneza y poder de las imágenes efervescentes, intelectualizando
con el séptimo arte pero para la comprensión amigable del espectador común a
quien le entrega por medio de su cine de autor profundidad en la transparencia.
No es un filme propiamente atrevido salvo en su honestidad y lucidez, sin regodeos
vulgares, y aunque alguna decisión no sea la nuestra, podemos sentirnos
satisfechos con su conjunto. Es la cotidianidad de lo que no esperamos ver, el
ocaso anti-romántico de un contexto del compartir del amor.
El filme tiene solo tres momentos extraños o particulares,
uno en el intermedio con la exhibición de unas pinturas al oleo de unos
paisajes, la belleza en el reposo, un aire de neutralidad, de contemplación y de
inmovilidad. Luego una paloma en dos oportunidades entra a la casa y Georges bajo
un claroscuro se topa con ella, entra a tallar lo imprevisible, lo
desconcertante, matar al ave, dejarla en libertad, que es lo que nos implica la
acción que debe solucionar, la inocencia, la paz, la naturalidad, el vacío, un
simbolismo simple y ciertamente indefinible, una ocurrencia menor a fin de
cuentas. Y luego cierra con un único halo explícito de poesía en como nos ha
reflejado la historia: No dos almas separadas, sino dos en una, juntas.
lunes, 10 de diciembre de 2012
Pieta
La triunfadora del Festival de Cine de Venecia, uno de los
más importantes y respetados festivales del mundo. León de oro 2012. Su autor
el surcoreano Kim Ki-duk retorna a los grandes reflectores del séptimo arte con
ella, luego de un lapso de cierta indiferencia hacia su obra, al tiempo de
haber cimentado una reputación entre los críticos más audaces que veían en su
personal mezcla de lirismo y violencia una de las más sugerentes
cinematografías que existen. Kim Ki –duk lleva esta vez el estandarte del mejor
arte de su país, anclado a las constantes de oriente, y aprovechando nuevamente
ese leit motiv que ha hecho famoso y distintivo al cine coreano, la venganza.
Dotado de un notable sentido de la historia, planea su
estructura milimétricamente y nos entrega una trama en que un hombre sufre
hasta la locura por amor, el materno, una vez que este ser muy frío y cruel
encargado de dejar inválidos a deudores de un jefe prestamista recupera el
tiempo perdido y se topa con la progenitora que lo abandonó al nacer. El guión
espolvorea algunas ideas recubriendo la propuesta de un toque de ingenio, el
que persigue la obra presente con flagrante ahínco, además de un desenlace
apoteósico muy propio del cine en que se adscribe. Sin embargo el control y la
precisión que se persigue hacen prever el final, saber que es lo que esconde,
aunque teniendo en cuenta que parece consciente de ello y entra a tallar la duda de la
manipulación, la locura y la redención en el dolor que hacen redonda y efectiva
la realización.
Estamos ante un cuento con mensaje donde se le hace sentir a un
ser humano malvado lo que hace con sus semejantes, se transforma en lo que
provoca, una invalidez mental que aprisiona su corazón y lo doblega, lo hace
sentirse débil. Su error no es el de pedir un dinero que se multiplica ante el
crédito en diez veces su valor y que hace pagar el precio que en cada familia
repercute, habiendo suicidios y viéndose que los seres queridos quedan
lastimados para siempre, sino el de sentir afecto por alguien y depender de
ello, volverse vulnerable hasta perder la cabeza, lo mismo que mueve a cada
deudor a hacer un préstamo, como el del padre que quiere ofrecer dos manos para
obtener dinero para darle una buena vida al hijo por venir.
Paradójicamente el odio que ha sobrellevado siempre el
protagonista ante la dureza de su existencia y su soledad lo mantiene en su
lugar pero en cambio el amor lo pone frente al paredón de la justicia regida no
por ley pero si por el hombre, esa que pervive en la Piedad, alusión de Kim Ki-duk
a la monumental escultura de ese genio llamado Miguel Ángel, en que la virgen
llora el sufrimiento de su hijo, Jesucristo. La piedad que clama esta nueva
María terrenal e imperfecta no llega nunca por el verdugo, se esquiva
rotundamente y como en una nueva interpretación de la historia no queda más que
la lección en la propia carne que castiga al que es ciego de sus actos, siendo
el dolor que infringe en el amor la repercusión que se pone en pie, un espejo
que regresa desde el otro cauce.
Kim Ki-duk logra que la relación maternal tenga visos de
atracción sexual en medio de cierta natural violencia, inconsciente pero muy en
la orden de un Edipo más carnal, la madre masturba al hijo dormido, se come un
pedazo de su cuerpo, es vejada y violada ante la incredulidad, paga por ser
aceptada queriendo ser parte del monstruo que el tiempo y el mundo ha creado
ante el abandono, y que solo importa como un ser individual. La biografía queda
mermada ante el acontecimiento del presente, el matón Gang-Do (Lee Jung-Jin,
que expresa en su rostro su papel) se ajusta a la historia, en que es
monotemático, primitivo, y solo entiende en el sacrificio, una vez que procesa
que uno es secundario frente a otros, en una mirada menos egoísta y egocéntrica
del mundo, justamente reflejada en el cristianismo.
Kim Ki-duk es muy ágil en crear el vínculo materno sin que
quede endeble, y ayuda mucho el dramatismo gestual de su intérprete, la actriz Jo
Min-Su, siendo muy importante para perpetrar su historia; tampoco requiere de
muchos datos, se enfoca en la fuerza de sus personajes, que son primarios, y
por ende inteligentemente explotados como emotivos y expresivos. El contexto de
los pequeños puestos metalúrgicos o industriales crea personalidad al conjunto
dando la sensación de submundo, de un infierno de la clase trabajadora que
puede ser interpretado con la dificultad de sobrevivir; también un espacio de pecado,
muy humano, un microcosmos de nuestra idiosincrasia general como toda buena
arte debe poseer y el cine conoce bien.
La violencia reina en la obra de Kim Ki-duk, no solo en los
casos de los cobros indebidos de los futuros inválidos sino que recurre a un
chocante proceso de transformación. Una vez asimilada la madre, amonesta al
hijo pervertido (invirtiendo el dominio), en donde él en clara metáfora ni se
da cuenta de su comportamiento, por eso en adelante es necesario que presencie
el mal que ha ejercido, las consecuencias de su indolente quehacer cotidiano,
para compararse, verse reflejado, pero sin marcha atrás, o quizá sí cuando ella
se pregunta por el acaecer de un extraño
sentimiento, del que incluso Gang-Do llega a revestirse en un vuelco de
desesperación en que pide de rodillas. La memorable imagen de los cuerpos
echados debajo del árbol sembrado para las cenizas es el reflejo de una
mutación y una fusión en que ya nada importa, el sentimiento ha doblegado a la
razón.
jueves, 6 de diciembre de 2012
Bestias del sur salvaje
Gran premio del jurado en el Festival de Cine de Sundance,
uno de los máximos premios de este año dentro del cine independiente, y tres en
el Festival de Cine de Cannes 2012, el fipresci en Un Certain Regard, la cámara
de oro a mejor ópera prima y el premio del jurado ecuménico. Una película
discreta en medios económicos y publicidad por parte del director novel Benh
Zeitlin que por mérito propio hace su camino al Oscar, el cual esperemos que le
de el lugar que se merece. Con una trama emotiva entre el amor de un padre y el
aprendizaje de su hija, una pequeña de seis años a la que se le llama hushpuppy
(debut de Quvenzhané Wallis). En un contexto pobre en medio de la naturaleza salvaje
y violenta de un bayou de Louisiana en una comunidad conocida como bathtub. Un
progenitor que trata de inculcarle a su niña la fortaleza suficiente para
afrontar el mundo que le ha tocado vivir, en donde el hombre debe sobrevivir
por sí mismo, valientemente, creciendo sin pedirle nada a nadie. La pequeña en
un aire surrealista invoca en sus diálogos fantásticos una metáfora en unos
animales prehistóricos conocidos como Aurochs, entre toros y jabalíes gigantes
que salen de su descanso en el hielo desde el polo hacia bathtub al encuentro
de ella, representando la fuerza, la dominación en el reflejo y el reto. Hushpuppy
habla con su madre en el viento, la busca, mientras el padre le cuenta que por
donde ella pasaba se hacía el fuego, clara alusión a la sensualidad, la subyugación
y el magnetismo de esta mujer, sin embargo lo que necesita este tierno cachorro
es amor, y eso es el duro padre enseñándole a ser mejor, el adaptarse al
entorno.
Una propuesta que destila sentimiento pero en la rudeza del
trato, de la implacable realidad que les ha tocado vivir, una tormenta e
inundación a la que pocos se enfrentarían, una enfermedad que cuenta los días
de ese maravilloso y único vinculo paterno. No hay tiempo para el llanto y hay
que seguir adelante, sin embargo el dolor también se cuela por las rendijas,
como el mismo afecto, en una forma de aparente naturalidad de conmover en
pantalla, con actos más que con palabras, con la magia de las imágenes y al
arte cinematográfico en su propia personalidad y características, gracias a la
dulzura, a la expresividad, a la entrega, al ensimismamiento interpretativo, el
sucumbir al enajenamiento de la actuación, de la unión en la trama, de la
historia, con actores como Dwight Henry, el padre, que crea un personaje
primitivo que no teme serlo, que respeta su código de existencia, con el
convencimiento de su propia sabiduría, en un conjunto de seres simples y
hereditarios acordes con el espejo de su idiosincrasia, amoldados perfectamente
a ese paisaje indómito y bruto que a su vez es bello en su inconfundible
honestidad, y que no media más que a través
de la esencia, un lugar que vive como en
un único concepto existente, y en donde mediante el filme nos imbuimos con ojos
crédulos, absorbidos, admirados, indagando y aprendiendo de un enfoque distinto
entre comillas al nuestro, que nos recupera un pasado que aun no ha desaparecido
y que vive ahí en sus propias reglas.
El filme se hace poderoso con su sentimiento, es tan eficiente
la relación que fabrica que se sostiene sin rebuscadas justificaciones pero con
verdades absolutas de acuerdo a su espacio mental y físico, que aprovecha lo
salvaje, esquivando lo muy racional aunque vibra en su coherencia personal.
Dando pie a pequeños detalles de interés, a la aventura, al paisaje que tiene
injerencia en el relato, como en un marco que da vida a una tesis, la
explotación de lo que nos parecería sencillo en el papel y a su vez es tan
profundo ya que los recursos, el lugar pone todo muy arduo.
¿Se encuentra la niña con su madre? El camino es improbable
pero creíble, ambiguo, oscuro y no importa, porque es audaz como en el mejor
arte. El engaño de lo espontáneo. Y nunca se reprocha nada, no es un filme de
débiles, como cuando la niña dice, que si no llega el padre va a tener que
comerse a sus “mascotas”. Una historia de gente pobre elevada a héroes comunes
que vencen sus ambientes, la niña tras el camino del padre, en convertirse en
él, alguien de cuerpo frágil a simple vista pero tan fuerte por lo que lleva
adentro, lo que se le ha trasmitido, el grave mensaje del filme. Tiene o quiere
tener frases ingeniosas (para quien suscribe la que refleja más sin quererlo
quizá es feed time, hora de alimentarse), no obstante lo general yace
suficiente, importando más una panorámica del bayou, el quehacer monótono para
nosotros novedoso, y una niña que termina cuidando de su padre a temprana edad lista
para dar cara al mundo.
domingo, 2 de diciembre de 2012
Holy motors
Ésta película del galo y enfant terrible, con solo
cinco películas en su haber en 32 años de labor artística, Leos Carax, es una
propuesta de ciencia ficción muy difícil de definir racionalmente. Sin embargo
la podemos dividir en nueve cuentos independientes o actuaciones muy
entretenidas, plagadas de extravagancia, emotividad y un aire chocante e
imprevisible. Es un alarde de creatividad que desde el arranque nos conmina a dejarnos
soñar con el séptimo arte por medio del atrevimiento y la auténtica libertad
del cine más radical.
El propio director sale en pantalla en el prólogo. Desde su dormitorio
cruza una puerta secreta cubierta por un tapiz con el uso de una llave mágica
en uno de sus dedos, e ingresa a una vieja sala de exhibición cinematográfica,
en ella los espectadores duermen apaciblemente, enseguida poza su mirada en un
perro gigante que se adentra por el pasillo, y a continuación se queda mirando
el ecran, desde donde empieza la fantasía. Inicia la película.
Somos participes de las transformaciones de un hombre
llamado señor Oscar (Denis Lavant) que en el interior de una limosina blanca
que le sirve de camerino se apremia a cumplir con su trabajo, recrear nueve carpetas
documentadas que remiten a distintos escenarios y papeles, cada uno más
variopinto que el otro, intentando cada vez superarse más, ser ingenioso, sorprendernos, y ser completo en un corto espacio. Participamos de un gran teatro real
en donde un camaleónico personaje cumple con alguna performance, disfrazándose,
maquillándose, adaptándose, y que incluye repetirse, como asesinarse repetidas
veces siendo un ser sin identidad más que en su interpretación (el resto está
fuera de nuestros ojos como un misterio), emulando en una de sus creaciones un
acto circular y libre de la atadura de la muerte (el actor no muere, sigue
viviendo en cada nuevo rol).
Produce el movimiento de computadora de
un monstruo en pleno acto sexual o muestra la agilidad de un artista marcial dentro del
cine de acción. Llega a descansar a un hogar con simios, como en un
colofón inverosímil y fiel a una “locura” encallada en el arte en que el reto
es descolocarnos, y en donde no se salva de la referencia ni el chofer de la
limosina de Oscar, la actriz Edith Scob que con una máscara remite a Los ojos
sin rostro (1960) de George Franju, y en donde los vehículos en conversaciones pueden
temer ser desmantelados, porque muchos motores están pasando de moda, como bajo
la metáfora del ingenio en donde siempre hay que estar al pie del cañón sino
perecemos, quedamos olvidados, y es que el arte está en los ojos del espectador
nos dice Carax en alguna paráfrasis.
Tenemos en la presente una creación anterior de Carax que se
pudo ver en la cinta ómnibus Tokyo! (2008), el señor mierda, un vagabundo de
espectro irlandés, tuerto, incomprensible en el hablar y que se alimenta de
flores, que de una sesión fotográfica en un cementerio rapta a una gélida modelo,
la actriz americana Eva Mendes, y ella en total docilidad pasa a ser vestida con
una burka artesanal mientras él se desnuda y se tiende en su regazo con el
miembro erecto. Ésta es la más audaz de las actuaciones, aunque todas tienen algo
atractivo y provocativo. Incluso hay canto, como en el musical con la cantante
pop australiana Kylie Minogue como Jean, otra actriz de la agencia que es el gran
amor de Oscar y con quien en tan solo unos pocos minutos nos mete en un drama romántico
que cuenta con un suicidio, en un instante de pura sensibilidad, al igual que
en el acto de la decepción con la hija y el dejarla a su libre idiosincrasia, en asumir su
personalidad, como también yace emotiva la muerte de un anciano ante un tipo de
amor agradecido, mientras hay otro rato de música con acordeonistas que se van
incrementando al andar, que no solo es una trama de tristezas y el sentimiento
también implica alegría, como en las múltiples capas del cine.
Es un filme rompedor que seguramente puede desagradar pero
también enamorar. Definitivamente es polémico. Hay que verlo sin la preocupación
de la lógica sino en la irreverencia. El filme es nuestro narrador de
historias frente al fuego, el que atrapa la atención, el que no te deja
pestañar, el que quiere tu curiosidad, el que puede ser absurdo, pero no causar
indiferencia. Éste nos alecciona en esa
entrega que vemos en Lavant, ensimismado en cada circunstancia que lleva acabo,
el fetiche que puede concebir la magia que despliega Carax, el demiurgo o titiritero
comprometido que está siempre tras un siguiente paso, seduciéndonos y atrapándonos
en su red imaginativa. De eso va, de convencernos de muchas realidades
fantásticas y artísticas, ficciones que envuelven, que se hacen creíbles en el
tiempo que duran o que quieren únicamente entretener, y que como notamos son
artificiales y se deben al genio humano en constante reto, que salta a la
palestra dejando todo en el ruedo, exhausto. Es el homenaje del creador y del
actor, de la fusión Lavant-Carax. El resto son motores sagrados, ideas
sacrosantas y sus escenificaciones.
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Lima 13
Hay películas que no desean optar por festivales sino que
priorizan ganarse al espectador nacional, lo que para el caso es lo que anhela
el director Fabrizio Aguilar, y está bastante bien, mucho sabiendo que el
público peruano no es muy asiduo a su propio séptimo arte. Los índices de
audiencia son muy bajos y no duran o abundan horarios en cartelera. A su vez
suena bastante realista ya que tampoco el filme se ve como un fiero competidor
internacional, aunque El inca, la boba y el hijo del ladrón, de Ronnie Temoche, ganó
el premio a mejor opera prima en el Festival de Cine Latino Americano de
Trieste 2012, con lo que tampoco podemos desechar la misma opción si
comparamos, ya que poseen el mismo nivel en lo que ofrecen, un cine sin mucha
originalidad, bastante convencional; el de Aguilar muy en la línea del cine
norteamericano moderno y comercial con ribetes de reflexión bastante ligeros mientras El inca… aunque es más flagrante con el gancho de la figuras nacionales
culturales también lleva un aire muy gringo, en su optimismo, en sus ganas de
conmover fácilmente (que lo logra con una canción del grupo de rock en quechua
Uchpa), en la simpleza de su trama. En todo caso no está mal, ya que es el cine
que más se consume en el mundo y bastante en nuestro país, sin embargo para
cumplir con convencer al público peruano van a tener que romper con cierta figura
mental por culpa del grueso de la oferta, es decir, que nuestro cine es malo. Deberán vencer las constantes nacionales: calatas, lisuras, estereotipos y
chabacanería.
Lo que quiere ofrecer Aguilar en su tercera película, luego
de Palomas de papel (2003) y Tarata (2009), dos historias sobre terrorismo, una
situada en los Andes y otra en la calle emblema de la capital en el distrito de
Miraflores, es sentimiento. El filme nos remite a tres historias que abordan
la melancolía, vidas que se cruzan para
superar sus conflictos personales; la anciana Trini (Élide Brero) quiere
cumplir una promesa, tirar en año nuevo las cenizas de su difunto marido al
mar; Tesla (Kani Hart) sentirse menos sola, ante la falta del padre y la
indiferencia y superficialidad de la madre, para lo que cuenta con la amistad
atípica de un guachimán; el tercer componente del relato, el guachimán, también tiene su
dilema, pasa por un mal trago en la separación de su esposa y está a puertas
del desempleo, lo interpreta Juan Ubaldo Huamán. Todo bajo la cercanía del
nuevo año, el 2013, en que los maya auguran el fin del mundo.
Las actuaciones son un poco rígidas en las emociones que
presenciamos, aunque se hacen bastante
identificables, fáciles de apreciar, entendibles; son carencias a falta de talento
y experiencia por parte de cada actor central. El guion busca fermentar expresividad en
la chiquilla y sólo lo logra avanzado el metraje; Kani Hart consigue ser menos
falsa en su deseo de rebeldía y soledad, mientras Huamán se queda tal cual en un
aura de casi vacío visual, por defecto, aun en la intención de adscribirlo a la
abulia, a la indolencia, salvando su desahogo, algo muy visto y en sí ese es
el problema del filme, no genera notoriedad e interés porque es muy común, muy repetitivo y muy predecible. El único momento que sorprende es ver a Élide Brero
desnuda, una “maldad” del director y una entrega en un filme que no le va a
compensar en absoluto, pero, bueno, es el compromiso del actor y es valido
aunque sea en un filme muy discreto en cuanto a resultados y hasta en lo que
acontece en sí. Élide Brero cae en una sutilidad que no contamina al espectador
con emociones, un toque aquí y allá y es muy poco su historia, ella rememorándose
en la foto o algunos comentarios no alcanzan a sensibilizar, y el clímax de su desmayo es
apenas llamativo. Son faltas muy visibles. El entretenimiento únicamente llega con
vernos retratados, es siempre un aliciente ver la propia realidad, a nuestra
gente, a nuestro espacio, pero el filme es todo menos ingenioso, solamente cumplidor
y muy olvidable. Su deseo de infringir drama, queriendo ser más de lo que
es, se queda como anécdota, como esbozo, pasa el tiempo y todo parece
irremediablemente tan sencillo que ni las bromas del panadero –gestualmente
bastante cómico- o la belleza de Melisa Loza -muy cuidada en
pantalla- no hacen gran efecto. Son cosas a fin de cuentas tan pequeñas en lo
que encierra el arte, aun en lo simpáticamente banal, que el filme grita un
“imposible” al espectador por un lugar en su rutina cinematográfica. Se
intuye muy complicado de que supla lo que ya hace bien el cine americano.
lunes, 26 de noviembre de 2012
Cesar debe morir
Los hermanos Taviani son famosos por filmes como Padre
Padrone (1977), palma de oro, y La noche de San Lorenzo (1982), gran premio del
jurado también en Cannes, pero ya había tiempo que sus nombres no volvían a la
palestra, y es cuando la presente llega por la puerta grande, gana el oso de oro, es la triunfadora de
la Berlinale 2012, un festival que muestra un cine de
autor con mucha sobriedad aunque con audacia.
Estamos ante un drama carcelario atípico, el de la recreación de unos presos de la obra teatral Julio Cesar de William Shakespeare. Vemos a través de un flashback a blanco y negro la interpretación al natural de esta magna obra, con momentos en que se ensaya, se discute y se vive la adaptación en una prisión italiana. Un filme sencillo y a su vez hermoso, la escena en el patio cuando matan a Julio Cesar es notable, asistimos a una interpretación pasional muy creíble aun en su llaneza, apelando a la honestidad de sus actores, a la entrega y la pasión que despierta en ellos el arte, un soplo de vida en su ruinosas y apagadas existencias, un aire de readaptación sutil que enarbola el compromiso con su roles ficticios.
Se llega a creer en lo que hacen como en el guiño de un
pequeño conflicto interno en que un preso ve como un traidor a un compañero.
Ayuda mucho que la noción de realidad y artificio se mezclen, se salte de la
persona al actor y viceversa, como cuando los presos gritan arengas tras los barrotes al oír el monólogo del personaje de Antonio ante la muerte de su
señor. Otra imagen hermosa es la del cuerpo del Cesar tapado por una sabana en
el patio de la cárcel.
Y es que sólo cuando se suben al teatro en que vuelve el color
uno deja de creer y sentir la obra, no sé si intencional o no, pero es en el
trayecto -en la recreación anterior- que se reinterpreta la obra de
Shakespeare y se asume desde un espacio insólito como la prisión, no se vuelve
raro sino muy verosímil, es como si los personajes fueran eso presos, esos
rostros, esos gestos, quizás dentro de un teatro del absurdo pero que no se hace
incongruente, dando la sensación de la vida -lo real- imitando el teatro como en
aquella frase de que el mundo es un gran escenario dramático, el teatro
convirtiéndose en vida, no solo metafóricamente sino sustancialmente. Cesar es
un preso, Bruto un traidor, el senado compañeros conspiradores, la muerte en
los idus de marzo la rotura de esa
dictadura, pero sin el esfuerzo de cambiar nada salvo utilizar como en el
pasado sólo a hombres, siguiendo fielmente el texto, como una casualidad
perfecta.
El filme es sumamente entretenido, con una clara concepción, el arte reivindica, enajena positivamente, alumbra esperanza,
como la ultima sentencia de un preso que siente ahora el peso de su encierro
tras la libertad que le brinda el haber participado de ésta obra.
Desde el arranque de la audición para elegir a los
participantes uno queda atrapado en la película, tratándose de dar un discurso lacrimógeno con datos
biográficos y luego de igual forma uno violento, donde vemos rasgos de personalidad
y curiosidades de ellas, el tipo que hace callar con el dedo o el que imita un
saludo de rugby. Es un equipo compacto, carismático, sin excesos, ninguno falla,
todos aportan un grano de arena a su respectivo papel, inaudito sabiendo que no
son actores profesionales. Están en una ficción con vistos de realidad, con gran
asertividad, claridad y verdadero ritmo, dando una cara de mucha espontaneidad mientras
se quiebra la línea entre el cuento y el hombre. Leemos a Shakespeare
entendiendo que es una puesta en escena, alabamos el arte, el artificio y la
ficción tratada en sí, sin desencantarnos sino asumiendo toda su grandeza desde
postulados sencillos pero espléndidamente ejecutados. La transformación y
credibilidad que propicia la imitación, el desdoblarse para fabular y entender
una historia que esconde otra, aquí develada a flor del espectador.
El arte no necesita ser complicado, puede ser muy
transparente, puede ser estéticamente atractivo aún en un minimalismo atroz,
puede ser noble en el artificio. Que mejor que seguir coordenadas tan apabullantemente
ingeniosas.
martes, 20 de noviembre de 2012
The king of pigs
Todo buen cinéfilo que quiera ver un cine destacado y con
personalidad debe ver cine surcoreano, un país que tiene un séptimo arte
sólido y variado. La presente es un dibujo animado y primer largometraje de
Yeon Sang-ho. El filme es un trabajo que versa sobre la violencia, el
omnipresente bullying escolar. Dos viejos amigos se encuentran tras la llamada
de uno tras romper vínculos por 15 años y éste le hace recordar a un chiquillo de
reacciones salvajes que los solía defender del abuso de los matones de aula. Con
volver atrás se despiertan los traumas y las malas vivencias bajo ese régimen
de humillación y acoso, pero también algunos secretos que se apoyan en
subsistir y vengarse de ese entorno amenazador.
Lo que vemos son continuas demostraciones de violencia,
quien las sufra en pantalla no es definitivamente su película, pero también es
una constancia que aunque en los primeros 46 minutos se hace muy entretenida y atrayente
termina cansando un poco. Porque quién no ha pasado por alguna pelea en el
colegio por culpa de algún abusón, resulta muy identificador ineludiblemente, y
no son recuerdos agradables pero tampoco son toda la vida y aquí son casi un
calvario, una retroalimentación bárbara y un continuo escalón mayor en los
conflictos físicos, por ende no hay balance, no hay por donde respirar en el
ecran. Sin embargo uno no despega la vista y se pasa muy rápido el filme, y eso
se debe a que tiene giros que aunque se disponen a seguir engordando a la
bestia que llevamos dentro, nos entrega novedades, se procede a llegar a los
límites. Otra virtud salvadora es que hay varias sub-tramas y los tres
personajes principales tienen un sustento familiar. No obstante todas terminan
en el mismo punto, en aquella azotea reveladora, en que también se da una pelea
de la que Bruce Lee pudo haberse sentido celoso.
Los vaivenes asumen también distintos comportamientos, se
mezcla la cobardía y la tentación de ser como expresan los protagonistas más
diabólico que los agresores, convertirnos en monstruos, se incita a resolverse
en los actos de abuso, soportar no es fácil pero tampoco la salida lo es, en sí
encierra un callejón sin aparente salida, la única sería arruinar la mente de
los participantes del bullying, borrarles la sonrisa en el futuro ante
rememorar el pasado, y de ahí se desprende el que exista un rey de los cerdos, asunto que debe cada uno descubrir que aguarda una metáfora sobre la sociedad.
Hay otra lucha, el dinero importa mucho, repercute en los
hijos y en su anhelos, hay una esclavitud materialista, pero también de orden
de realización personal, de paz, de no aguantar otro tipo de opresión y
menosprecio. El panorama adolescente se transporta al de adulto.
Los trazos son afilados, los colores son opacos, a ratos los
fondos parecen tener individualidad separados de las personas que yacen
sobrepuestas como en una maqueta, como separadas en dos tipos de ilustraciones,
la animación recurre a pocos detalles pero marcados, se diferencian de los
animes incluso en los ojos, y entre otros en el sentido de que no hay humor, no
hay sobresaltos cómicos, ni siquiera gestos de ternura, sino hay un drama
recurrente pero anclado al golpe, al llanto, a la frustración, hay como un
acuerdo físico más que interno, hay la sensación de reflejar por fuera
dominantemente, la reflexión se merma un poco o nos distrae el efecto de las
palizas, las molestias, las ofensas o los ataques de furia, pero está, porque
cuando el filme quiere ser solamente entretenimiento se desprende un tono de
profundidad, pero con claridad o es que nos quedamos resumiendo la película
en la matonería y la salvación o
redención con lastre sempiterno, pero indudablemente parece tener más capas o
las propone detrás de su leitmotiv. Se trata el estatus social, la
convivencia entre clases, las raíces del poder, la violencia familiar, los rezagos
traumáticos infantiles, el vacío, un capitalismo despiadado, una carencia del
tipo del sueño americano y en fin podemos seguir enumerando más ideas, es un
filme rico aun en su apariencia superficial.
Posee un lado lúdico con las imágenes, da cabida al
surrealismo, la sangre sin ser 3D parece saltarnos un poco en la cara. Es un
filme potente pero que pierde fuelle al perpetrarse demasiado en la violencia,
debió matizarla y no solo demostrar tantas formas de ella o ser redundante, desprender
todo por ese lado, lo que visto bien no está mal tampoco ya que es una
exploración pormenorizada de ese modo operandi despiadado y subyugante para con
el prójimo, que es como una bola de nieve y que genera ramificaciones. Si nos
acomodamos a su explotación y sobrevivimos -o simplemente disfrutamos del
espectáculo- sacaremos algo más y eso nos entrega un cine con resultados
positivos para con distinto espectador, ergo, es una obra valiosa.
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sábado, 10 de noviembre de 2012
Argo
Ésta película pasó por el festival internacional de cine de
Toronto (TIFF), festival de los más prestigiosos
del Norte de América y antesala de la estatuilla dorada, y dejó en claro que será una de las favoritas
para los Oscars. Ben Affleck con su anterior película, The Town (2010), demostró
que es muy solvente haciendo cintas de entretenimiento, no solo contenta a las
mayorías sino al cinéfilo más exigente, y se encumbra en ser un cineasta
importante. Con la presente da un paso hacia adelante, tomando de contexto la
irrupción y captura de ciudadanos americanos en la embajada de éste país en Irán
ante el descontento de la huida y asilo del último Sha que gobernó su nación de forma sanguinaria apoyado por Estados Unidos
en su avance por la occidentalización del mundo árabe. El filme se centra en el
rescate de 6 estadounidenses que yacen escondidos en la embajada de Canadá en Teherán, bajo una falsa fachada
creada por la CIA en manos del agente
Tony Méndez (Ben Affleck) en que se les hace pasar por los ejecutores de una
película denominada Argo.
El mérito está en reconstruir dicho conflicto en 1979,
Affleck incluye fotografías denotando el haberse pegado a la letra. Da tensión a la misión, pone el asunto peliagudo, como algo un poco suicida por el
alto riesgo en cuestión y no busca romper la cadena con los hechos reales en que se
basa. Se trata de mezclar realidad con entretenimiento, asumiendo una carga
política no tan crítica a fin y al cabo, exponiendo más no buscando ninguna
polémica sino hubiera ahondado en ello. Lo que predomina es una aventura y un éxito
para su país (indirectamente en pantalla para la institución, y agradeciendo a
Canadá), parece querer colocarlo más como un marco histórico. De este podemos
sacar reflexiones ya que la historia universal está ahí en pantalla, Estados
Unidos tiene culpa en lo que pide la población iraní, su método de fuerza, el
secuestro de sus ciudadanos, es una consecuencia de su injerencia política, hay
una confrontación de bandos firmemente delineados, y habiendo triunfado la
revolución iraní es lógico que pidan la cabeza de su enemigo represor, sin
embargo también no sería consecuente que el gobierno de Estados Unidos
traicionara a un antiguo y fiel aliado en un mundo contrario a ellos. Esto
genera una fricción que podemos entender como una exhibición de Affleck por
mostrar antecedentes al trato actual de estos dos países, un mea culpa
discreto, sin embargo también se ve en la trama que los árabes muestran mucha
violencia, no es que mienta ya que hay ahorcados desde grúas a vista y paciencia
de la gente en las calles, pero incentiva el estereotipo de que su cultura es
incandescente, los encasilla en su salvajismo, que también se entiende porque es
una película de aire afable al público que así como hay héroes hay antagonistas. Parte de la adrenalina es asumir un ambiente muy duro y complicado. Solo hay clara
humanidad iraní en la empleada de la embajada de Canadá cuya fidelidad raya en
lo heroico, pone su vida en muy alto peligro; y aunque creen tratar con canadienses lo vemos a su vez en los risueños soldados del aeropuerto al ver los storyboards de Argo o en el
representante de cine orgulloso del interés por su país.
Affleck yace en un papel normal aunque valiente, en ese
sentido no se inflan las cualidades del agente, prima su calma, convicción y el
generar confianza, y se sobrentiende que su devoción al trabajo y a su anclada
formación humanitaria es de alto grado al punto de poder dejar a su hijo sin
padre. En un momento dice no parecer el típico agente, se despercude de alguna
grandilocuencia del tipo Bourne o Soldado Universal, incluyendo en la propia dirección
cuando se bromea en uno de los diálogos
de que hasta un mono podría dirigir una película. Una licencia en el esquema
tradicional del cine es que no hay ningún vínculo amoroso en escena, el filme
está exento de romance, y los propios ciudadanos en rescate aportan ingenio, no
son ningunos cobardes aunque son razonables y corrientes.
El filme apuesta por el desenlace de suspenso, lleva al
límite ese apartado, y no teme exagerar. Mientras, su gancho es su historia, el
desarrollo del proyecto de escape, que prima por encima de lo demás, pero que
se engrandece con el contexto político, y la sátira de Hollywood. Argo fuck
yourself repite el cineasta americano Lester Siegel (Alan Arkin) bromeando con
su amigo el storyboarder John Chambers (John Goodman), compañeros del falso
montaje de ésta película de cine B de ciencia ficción que titula el filme de
Affleck, una alusión despreocupada hacia su propia obra. Esa frescura impregna
el filme, es indiscutible que Affleck es un tipo rebelde pero relajado, y no es
definitivamente Alan Pakula (Todos los hombres del presidente, 1976), pero sí alguien que quiere sonreír y generar sonrisas, que consigue con maestría de autor de gran entretenimiento, al mismo tiempo que es audaz con su cine dentro del cine, diciendo: Argo, váyase a la mierda.
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lunes, 5 de noviembre de 2012
Moonrise Kingdom
Wes Anderson es dueño de un estilo muy particular, entre
aniñado y raro, puede abordar algunas imágenes o temáticas chocantes pero lo
hace con la mayor inocencia, con un cromatismo como el del arco iris, que nos
remite a una mirada optimista y alegre, el suyo es un mundo personal muy
autobiográfico debajo de las capas de ficción, familiares impositivos,
lealtades a prueba de conflictos,
romances con alguien fuera de lo común, una extranjera o una persona muy
especial, tipos estrafalarios que para él son normales, una contextualización
americana pero cosmopolita o muy cercana a la europea, un aire kitsch, una
comedia “tímida” que nada entre la
ironía más audaz pero clara, y una circunscripción a explotar el lugar común
generando viajes bizarros.
Genera un cine inclasificable y nuevo, que puede o no ser
aburrido –que sí convencernos ya que es original- dependiendo de si nos dejamos llevar, al verse ligero y tonto dentro de su extravagancia, donde los outsiders
toman la posta y se convierten en héroes mostrando todas esas virtudes que en
la realidad por uno u otro motivo no se pueden desplegar, en cambio para Wes Anderson
es fácil ponernos en el ecran una niña inconforme con su mundanidad, de su
hogar de clase media, quien sobrelleva su propio espacio de influencia
francesa, su isla mental, llevando la apariencia de una bailarina rebelde de
los sesenta pero salida de algún comercial de tv. Suzy Bishop (Kara Hayward, en
su primer filme) es la fuente de rebeldía de la historia presente, el ánimo de
escapar de ese espacio que no nos produce felicidad. Sam (jared Gilman, también
en su primer filme), líder de su propia
independencia, un niño con personalidad, decide hacer lo que los otros
quisieran y no pueden, salirse del orden establecido, y como entrando en lo
salvaje, en la libertad, ayudado por su sabiduría de boy scout, para lo que la
misma sociedad lo ha entrenado, tiene una razón a defender, el amor, un tema de
adultos abordado por niños. No solo el amor por Suzy sino por sí mismo, por
defender lo que quiere en la vida. Y en medio de esa historia que debe ser
recordada como anuncia la película, todos suspiran y alientan en el fondo su proceder,
sin embargo se remiten a sus obligaciones como padres, como fuerza de orden,
que tienen que reprimir el cauce de fuga, pero haciendo la salvedad de prometer comprensión para hacerlos volver, habiendo la intención muy
sutil del suicidio.
Se destaca un reconocido reparto de estrellas de cine como
en la constreñida Laura Bishop (Frances McDormand), la rigurosidad de los
servicios sociales (Tilda Swinton), el naturalmente inubicable como actor, padre
de Suzy, las convenciones que terminan perdiendo (Bill Murray), el infaltable
en el universo Anderson, el scout inspirador (Jason Schwartzman) y el menos
conocido pero quien nos hace saber que estamos ante una fantasía, o una historia
que se recuerda, Bob Balaban como el narrador.
Un filme que en un momento parece una parodia de uno de
acción o el recubrimiento de algo más fuerte por el estilo y las formas de
Anderson, su manera de reinterpretación, como cuando los héroes se enfrentan a
una horda de guerreros en el bosque, niños scouts armados con cuchillos,
flechas y hachas, o en el momento en que Sam escapa en lancha por el río y
luego la cubre con hojas. Pero ante todo es una historia cálida e infantil, como es más notorio puesta la pareja protagonista a besarse frente a la orilla del mar, en donde tampoco se
contiene la broma cuando se escupe en la arena, no obstante saltado el
exabrupto vuelve a su estado de idilio,
el culmen de la aventura. Nunca deja de ser un cuento, algo suave y calmado,
que solo busca remitirnos a esa etapa de crecimiento en que todavía no nos
aliena el entorno, y más, porque Suzy y Sam son dos personas muy particulares
pero a su vez muy comunes a todos,
siendo siempre el deseo humano de hacer la diferencia creyéndose normal. El primer amor es el trasfondo, el asumirse
como niños problemas, el magma de tomar la existencia con fuerza y
espontaneidad, el ser yo en un mundo de limitaciones.
Y no son rebeldes sin causa, el amor les da una excusa para
actuar como lo hacen, sin embargo es el deseo de salirse del mundo en que se
hallan el que los une, y a su vez no estamos ante algo tajante y unidireccional, ya que
se critica el adormecimiento de la pareja en el matrimonio más no este, como el
capitán Sharp (Bruce Willis) anhela, o con los niños exploradores en que el
jefe scout Ward (Edward Norton) se enmienda con una acción y recupera el
sentido de su labor. Al igual que los binoculares que utiliza Suzy, Wes
Anderson nos acerca una realidad afín a
todos los seres humanos, perder la intensidad en lo que queremos no es
una opción a aceptar y es lo que se lucha, sino buscar siempre llevarla con uno. En pantalla vemos dos
chiquillos inteligentes, que en su huida leen, y que sobreviven en la
intemperie, están preparados y ahí hay confabulación con ellos, y a pesar de
que viene la tormenta no se intimidan, más bien muestran aplomo.
No hay un estado de conmiseración con Sam, que es huérfano y que se entiende sutilmente que eso también lo moviliza. Anderson prefiere la
irreverencia infantil que las lágrimas melodramáticas, prima en él la comedia,
por eso no se aguanta y al estilo de los scouts imitando sin peligro lo que
sería el verdadero riesgo de escalar nevados
o sobrevivir en la selva, fabrica un matrimonio “falso”, del cual se
rescata que es un compromiso con esa libertad puesta en práctica que enarbolan
los pequeños, el recordatorio de un hecho valiente, que por chico, que aquí no
lo es, no deja de ser importante, ya que es el prototipo, la esencia, el
microcosmos de algo mayor, el que subyace y que mejor que a través de unos niños
(el arte más flagrante de Anderson), la representación de lo puro y
transparente, siendo la película de Wes Anderson la trasmisión del
sinceramiento del que el cine se provee para conmover, incentivar o enseñar.
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Wes Anderson
miércoles, 31 de octubre de 2012
Halloween Maratón 2012
Alexandre Aja nos dio éste filme gore con la actriz Cecile
de France, una de sus mejores películas para ella, y su punto más alto para él
que lo hiciera famoso en el género. Éste es un filme que guarda 20 minutos finales
inconmensurables en que da un giro sorprendente a un nuevo subgénero de terror.
Nunca podrán separarnos es la frase que define la trama, mezcla de violencia y sexo,
sadismo, excitación, desmedido afán de posesión. Es un slasher despiadado que
hasta inventa un arma en un garrote con alambre de púas. Un asesino en serie
que persigue mujeres llega en su camioneta a una casa descampada en el campo,
toca la puerta y empieza a matar, en el lugar en que dos mejores amigas van a
visitar a la familia de una de ellas. Sobresaliente protagonismo de la dupla de
actores en dos caracteres enfrentados, de France y Philippe Nahon. Éste último
yace en un tipo vulgar vestido con overol, botas de minero y gorra de
béisbol. Da la imagen de fuerza y salvajismo que se espera de alguien
desquiciado pero frío y engañosamente ecuánime. Ella parece una heroína salida
de Prueba de muerte (2007). Destaca un tercer personaje, Alexia (Maiwenn), reducida a escombros en un aire de áspero
e implacable desasosiego, bajo una humillación extrema que parece una muestra
demencial y moderna de esclavitud. Se trata de un filme directo, rudo, sencillo, de pocos
diálogos, muy fácil de digerir, salvando la exposición descarnada y trepidante. Es una película entretenida. Tiene un excelente despliegue de ocultamiento, escape y contraataque.
El páramo (2011, Colombia)
Estamos ante un filme de mucho suspenso en que nueve comandos del
ejército colombiano llegan a un puesto militar abandonado que parece haber sido
atacado por la guerrilla en un páramo. Una vez en el lugar encuentran una extraña
sobreviviente de aspecto degradado y atemorizador tras un muro que advierte el
temor por algo sobrenatural. En adelante cunde el miedo, el desorden y la
muerte. Es un filme en que el director Jaime Osorio Márquez ha sabido brindar
justificación para generar realismo en la progresiva eliminación de los
soldados, hay creatividad y ambigüedad en lo que acontece. Existe un ritmo que
mantiene tensión en un clima de sorpresas en medio de sombras, de neblina, de
oscuridad, mientras surte efecto el generar un background paranormal, pagano y
supersticioso. ¿Es un karma el que están pagando? Parece la pesadilla de algún
militar que ha cometido crímenes en la facultad que creen tener en la guerra.
Ayuda mucho la atmósfera que se vive, el carácter de misterio, de abandono, de
estar aislados, en un lugar destinado al envilecimiento, a los temores, a los
excesos, a la sobrevivencia. El enemigo resulta muy natural habiendo un audaz
juego de expectación, gracias a algunos artilugios claves. Se rompen los
elementos que definen las fuerzas armadas, disciplina y sentido de grupo. También
hay mucho contexto con sangre y cadáveres, mientras hay una normalización de
los militares. El temor se vive en otro nivel de pensamiento, los efectos
visuales están en el entorno más que en los protagonistas. Resulta un juego
mental bastante interesante.
Livide (2011, Francia)
El presente es un filme que apela a los miedos más viscerales, dentro de un
aire de deja vu, de estar ante algo visto pero mezclado para que se vea
original. No logra adjudicarse una trama ingeniosa aunque creando sobresaltos
primarios es donde está su fuerte y por ende la recomendación. Inquietan las
cruces en el cementerio, la desaparición de varios niños, el encierro en la
mansión, el perderse en el interior, los fetos enfrascados, los juguetes
moviéndose, las muñecas de porcelana rotas, la taxidermia, el aire clásico en el
inmobiliario, una muñeca humana que parece estar embalsamada y eso es solo el
comienzo ya que el misterio aguarda. Los directores galos Alexandre Bustillo y Julien Maury ponen a
tres muchachos de la clase trabajadora a buscar un tesoro en una vieja casona
donde hay una anciana en coma postrada en la cama con una llave desconocida. Van a un lugar tenebroso que pronto les hará arrepentirse de haber entrado.
La casa muda (2010, Uruguay)
Una muchacha que va con su padre a reparar una casa de campo
entra en pánico y en shock cuando descubre que en la vieja casona hay un
criminal, anticipándose a enfrentar un antagonista, como a su vez a la muerte.
En medio de la noche con un farol en la mano recorre el inmobiliario
descubriéndose que guarda una relación oscura, sexual y trágica en relación a ella en que
una pérdida subyuga su pensamiento. Éste es un filme un poco tramposo descubriéndonos
quien está detrás de las muertes, que tiene más lógica si se puede ver como que no es lineal lo que observamos (pegado a lo surreal), pero como parece seguir el tiempo real (salvo que sea solo una técnica), entonces se nos esconden y dificultan muchos detalles. La película consta de una única larga toma en que se va hurgando en el lugar al
pasar de un aposento a otro. Es una historia de suspenso en que el espacio
desconocido se va abriendo al espectador y a su caminante, donde la luz nos va
guiando presagiando lo inesperado en cualquier momento. La propuesta tiene un toque enigmático, se basa en un caso de hechos reales que no se ha resuelto. Es un filme
muy bien dirigido que economiza sus recursos pero los magnífica en la trama, se
van haciendo claves en el detalle. Es sugerente poniendo el miedo en la sensación
de peligro y misterio del ambiente. Parece muy convencional pero su forma de
poner algunos toques paranormales y psicológicos le da un alcance múltiple,
mayor. Se ve visualmente sencillo y minimalista el trabajo del director Gustavo Hernández pero aun así tiene una trama en parte críptica. Dosifica muy bien el
tiempo sin repetirse, una virtud viéndose que todo gira en el interior de una
casa, por sus rincones, habitaciones y pasajes, como el título nos refiere, una lugar que
guarda muchos secretos. Florencia Colucci se mantiene gritando, asustada, llorando, lo
que crea una atmósfera de inquietud constante. Hay una iluminación base
que hace tenebroso y mínimo lo que se observa al andar. Tenemos entre manos una apuesta muy
inteligente en su estructura, que sabe construir un filme con precisión formal en lo visual aunque coqueteando con la ambigüedad de su historia, con el misterio y los secretos. No tiene mucha sangre ni grandes efectos especiales, pero genera un potente y notable estado de alerta.
Jigoku (1960, Japón)
Clásico de culto de tierras niponas que ha servido como
inspiración a otros cineastas, perteneciente a Nobuo Nakagawa. Es una propuesta
extravagante, personal, excesiva, una revisión budista en donde podemos ver fácilmente
emulada La Divina Comedia, el infierno de Dante. Un hombre correcto se deja
influenciar por un amigo –un Mefistófeles asiático cínico, teatral y burlón- y
pronto entra en una carrera de pecado que incluye el asesinato. Tras la figura
de alguien bondadoso pero manipulable afloran graves faltas que son provocadas
sin intención, éste se rodea de mucho drama y una flagrante mala suerte, y es que
parece la humanidad destinada al infierno (rige la frase de quien esté libre de
pecado que tire la primera piedra), una mundanidad afectada al interés de
exaltar el defecto humano. Tiene entre varias particularidades que en la
segunda parte no existe casi trama, se llena de una visualidad abrumadora,
cundiendo el terror de un sadismo naif. Es una película donde nadie se salva del
castigo, doctores de mala práctica profesional interesados en el dinero,
policías y periodistas corruptos, militares fratricidas, adúlteros, alcohólicos,
promiscuas, suicidas que caen presas de un mundo ultra terrenal en que se
dedican a sufrir y nosotros literalmente a observarlo. En ese submundo el
protagonista principal busca salvar a su bebé mientras atraviesa los 8 círculos
del infierno. Es una película de rasgos muy de cine B donde te chocan los
cromatismos de la pantalla, hay lugares comunes en dobles a propósito como con
Yukiko y Sachiko, algunas muertes lucen falsas –la caída del puente- aunque
otras son de amplia estética (el yakuza sobre el charco de agua), hay sabor a
telenovela barata –la madre infiel confesando una hija oculta, otra progenitora
enloquecida repitiendo el nombre de la hija muerta- o hay aspectos incongruentes y repetitivos en
la trama. Exhibe una sensación de imperfección notoria pero también por todo ello se
luce como un filme muy libre y audaz, vastamente estrafalario y curioso dando una
versión original al cruzar el río Sanzu y pasar hacia el juicio del fuego
eterno.
El pueblo de los malditos (1960, Inglaterra)
Un clásico del cine de terror en toda regla, convencional, ágil
y elegante, dirigido por Wolf Rilla, y que tiene un arranque espectacular y
misterioso. Crea un contexto en que unos niños alienígenos han nacido
intempestivamente de madres humanas pero de dudosa paternidad en un pequeño
pueblo inglés llamado Midwich. Llevan cabello rubio platinado, les brillan los
ojos y tienen un coeficiente mental superior al normal con poderes telepáticos,
lectura de la mente e hipnotización. El filme tiene una estructura muy bien
planificada y hábilmente expuesta pero le falta un aire de pavor en sus
postulados ya que tiene un aire inocente e inofensivo (aun provocando muertes,
muy cuidadas y sugeridas), pero como historia de aventuras es muy original y
entretenido. Sobresale el actor George Sanders que como científico más que como
padre de uno de los niños cree en el poder superior del intelecto pero luego se
da cuenta que mal encaminado e incontrolable representa el miedo que produce lo
desconocido. Hay una notoria lectura simbólica sobre la raza aria, sobre la etapa
nazi, sobrevuela el temor que desató en la segunda guerra mundial y su nefasto
desarrollo, que nos retrata la inteligencia al orden del mal. Se trata como un
fenómeno general que compete al mundo. Es muy audaz ver a los niños temidos
como si fueran una especie de monstruo de Frankenstein, y es que en ningún
momento sus apariencias pequeñas se vuelven una carga para su exterminación ante
el temor que desatan, hay noción de que son el enemigo y aunque ellos dicen
solo defenderse no conocen la moral, tienen sus propias reglas. Es una clara
revisión histórica en clave. Predominan las ideas del aislamiento y el rechazo
a lo diferente. Presenciamos un filme inteligente en su profundidad y claridad aunque guarda sus elipsis, que quedan fuera sin problemas. El pueblo de los malditos es una película sumamente entretenida.
Thirst (2009, Corea del Sur)
Uno de los nombres importantes de Corea, Park Chan-wook, nos trae una historia de vampiros, con la actuación de Song Kang-ho como un
padre católico que quiere sacrificar su vida por la humanidad y que termina en
una vuelta de tuerca no pudiendo controlar el instinto de pecado una vez
enamorado de una mujer casada que lo arrastrará a la corrupción. El cineasta
surcoreano mezcla un gore implacable, de constante exposición, con el humor
negro, dos rasgos muy propios del séptimo arte de este país. A su vez nos
conmueve con una historia de amor en medio del salvajismo de la naturaleza.
Ella pretende ser un zorro tras una gallina mientras él es un hombre con dudas
existenciales. Se mezclan paradigmas, hay una lucha interna entre lo que uno
representa. Se rompen límites en fondo y género, pronto se confunde el bien y
el mal, las apariencias caen por falsas y sin embargo la primera muestra de
afecto en la entrega de los zapatos engloba el concepto. Se trata de un filme sobre la
enajenación de la pasión donde la muerte es secundaria. No espanta en absoluto
aunque hay que tener un estómago fuerte, entretiene en otro nivel sin
adscribirnos a un único lugar. Genera emociones encontradas entre rechazar o
aceptar a la pareja protagonista y es que a fin de cuentas no hay rótulos contundentes
sobre ellos, van hacia adelante y atrás pudiendo redimirse o seguir cayendo, un
canto de excesos visuales grotescos en un aura de despreocupación, Thirst tiene comedia,
sensibilidad, irreverencia, intensidad, muy en el estilo que tanto entusiasma a
los seguidores del cine surcoreano.
Viernes 13 (1980, Estados Unidos)
Éste es uno de los slashers capitales del género, dirigido por Sean S. Cunningham, explotado hasta la
extenuación, que tiene un origen de culto. Un campamento llamado Cristal Lake
vuelve a abrir sus puertas a un grupo de jóvenes tras algunas muertes sin
descubrir el culpable, las cuales aluden al ahogo de un niño llamado Jason
Voorhees. Se habla de una maldición que no intimida a los aventureros
dispuestos a divertirse y a tener sexo, y como resultado se da un despliegue
implacable de desaparecidos en medio de la incomunicación mediante el ataque
con objetos punzo-cortantes. Uno a uno será presa de un asesino oculto en el
bosque al cual solo vemos en el desenlace. Se hace un poco inverosímil al
final, sin embargo el misterio alimenta la razón de las muertes. El filme es menos
visual que muchas de las otras realizaciones que vendrían después, pero en la
línea de la música de identificación que antecede al pánico, los gritos, un
destino firmado y un final abrupto no tiene pierde, resultando de visionado
obligado. El primer Viernes 13 es una reliquia del pasado que ha perdido fuerza con el tiempo ante un
embate mucho más sádico, más explícito, más detallado y más crudo dentro del avance
del cine de terror pero que entraña cariño por un subgénero que se creó a su
vera. Recuerda en parte a Psicosis (1960), siendo curioso que sea más una
introducción en toda regla, una apuesta visionaria, que algo literal. Mantiene la
invisibilidad del ejecutor, lo que le da prioridad a los asesinatos, haciendo gala del fuera de
cámara, para enaltecer misterio, sorpresa e impacto, desde cada acto hasta la conclusión, mientras en el trayecto proporciona el esquema que forma
las estructuras de los filmes de la saga. Está primero el tonteo de unos
veraneantes jóvenes, alegres y lujuriosos (la resonancia sexual es parte
ineludible), y luego una matanza paciente, de persecución en descampado,
personalizada, bajo reglaje, omnipresente y de feroz culminación. Vemos entre los muchachos al actor Kevin Bacon y
no es precisamente el héroe. En esencia hay una intrascendencia general, es el
ambiente de los jóvenes que pagan por su libertad, dispuesto el filme para que predomine la acción, en tan solo un día. Estamos ante entretenimiento puro y duro del bueno.
Session 9 (2001, Estados Unidos)
Ésta es una película de terror psicológico, que dirige Brad Anderson (El Maquinista, 2004). Nos pone a ver los arreglos de 5 trabajadores en un manicomio abandonado. Sobresale
Peter Mullan como el jefe de operaciones de la restauración que yace deprimido
por problemas personales, mientras hay roces en su equipo y se descubren intereses
propios. Destaca un ambiente rápidamente enrarecido y expectante, habiendo conversaciones
curiosas sobre el recinto y los distintos pacientes. Prima la presión mental en
el espacio habiendo una fuga con el pasado del lugar, trama que va en paralelo
con otra sobre personalidad de desórdenes múltiples, de ahí proviene el nombre
del filme, sobre las sesiones que tuvo un enfermo homicida con su psiquiatra que
interesa a uno de los trabajadores que escucha sus grabaciones. Inquietan las voces
moduladas de distinta forma en el confesor tras la hipnosis. Es una propuesta de
bajo presupuesto que se ha convertido en un filme de culto y que para la
crítica americana yace entre las mejores del género. Posee realmente una
argumentación sencilla en medio de un lugar intimidante que apuesta
al golpe en el desenlace. Le pesa un poco la fama pero genera mucha expectativa
saber cómo y cuándo se va a desencadenar el terror.
domingo, 28 de octubre de 2012
Memories of murder
Ésta es la película más famosa del surcoreano Bong Joon-ho. Tiene un
ritmo trepidante lleno de investigaciones en una atmósfera familiar y relajada que
va siguiendo pistas y falencias. Por un lado está el agente que viene
de la capital a éste pequeño pueblo donde un asesino en serie está matando
mujeres. Seo Tae-Yoon (Kim Sang-Kyung) es el detective racional que se inmiscuirá
emocionalmente. Por el otro yace el local Park Doo-Man, el tonto, que piensa en pesquisas
absurdas y se mueve en los interrogatorios violentos; lo interpreta el
reconocido actor Song Kang-ho.
Tiene un aspecto desordenado por ratos, como muy espontáneo, más que todo en la interacción de los oficiales de la ley, pero se hace
interesante hallar que los asesinatos son muy curiosos y extravagantes, como
matar a mujeres con ropa de color rojo, bajo la lluvia y cuando suena una
canción en especial. Hay un progresivo desarrollo con muchos cambios que van desde
lo inane hasta poseer contexto sustentado, habiendo un carácter universal en la
trama con rasgos de origen coreanos que se minimizan ante lo humanamente global,
y que sobrelleva coherentemente la forma de descubrir rasgos de identidad que
no son comunes a ningún otro crimen; se unen cabos pero rehúye la brújula en repetidas
oportunidades; parece una lucha muy titánica e imposible aunque a ratos haya
proximidad, mientras se lleva la investigación con errores y algunas tonterías.
Se da un aire fresco, repetidamente cómico que no afecta el contexto
ya que es de drama y crimen de lo que va; hace que la película se haga predominantemente
entretenida y digerible, nada pesada, además que hay originalidad en el asesino
invisible, solo hipotético. El filme se mueve en construir y dar forma al
criminal, buscarlo desde una huella, nudos militares, acosos, el semen, la
excitación de la ropa interior utilizada para amordazar, etc., viéndose en el ecran incluso una de las acciones de secuestro, apreciando además que parte y termina el filme con la revisión del primer cadáver.
Cumple la obra con poner todos los instrumentos de una
historia de asesinatos e investigaciones, pero lo matiza con la personalidad de
sus investigadores que van dando un tira y afloja dentro de su labor, ambos decididos
y comprometidos solo que con mayor o menor inteligencia. Kang-ho otorga esa
ligereza que hace de la película algo contrario a lo denso que suele ser
ponerse en una investigación de asesinos en serie sin resolver, donde sus
arrebatos y elucubraciones no desmerecen el producto, solamente lo suavizan, ya
que seguimos atentos a sus posibles culpables. Uno lo proporciona el más bobo
detective; luego el otro que impone la técnica y la modernidad, y entre ambos
hay un tercero.
A media película estamos tras los pasos del asesino ya
decididos a agarrarlo luego de cierto aire de “despreocupación”; es una virtud
encontrar que se puede ser ligero, irreverente y entretenido, y luego cambiar
de registro y poner enjundia y sensatez a lo que se persigue. Matiza aun llevando
exceso y sobresaltos, siendo una propuesta muy visual y extrovertida, que se
permite más de un posible sospechoso, abordado y no solo esbozado, contando hasta tres, más un álbum de fotos. La locura que proporciona el protagónico
de Kang-ho hace que exista visceralidad, entusiasmo, como el que se impregna en
el compañero. Esa dualidad de carácter se fusiona logrando un equilibrio en el
relato, aunque uno sea más llamativo que el otro.
La razón parece sucumbir a las emociones, hay una "sinrazón" que brota del mal y ese parecer aborda el filme aun siguiendo ciertas pautas
generales propias de una investigación. El director hace gala de algunos
trucos en proporcionar forma a personajes secundarios que hacen más próxima la relación
con el caso. Se conoce a quienes mueren y eso hace que el compromiso se
ensanche. Hay un deseo constante de punzar en donde más duele, y mientras
se discute el proceder de los policías más arcaicos, provincianos, se humaniza a su vez el quehacer general por medio de ellos. Es una batalla entre el orden y la
desorganización; se ocasiona la ruptura de la línea de acción policial de ese pueblo que tiene mucho de telón
de fondo reprobable que termina justificándose en parte por la intimidad y el atraso,
luego presente en quien representa a la racionalidad, habiendo mutua influencia, en un filme por debajo muy duro que hace
reflexionar sobre la perversidad y el querer vencerla.
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