Alexandre Aja nos dio éste filme gore con la actriz Cecile
de France, una de sus mejores películas para ella, y su punto más alto para él
que lo hiciera famoso en el género. Éste es un filme que guarda 20 minutos finales
inconmensurables en que da un giro sorprendente a un nuevo subgénero de terror.
Nunca podrán separarnos es la frase que define la trama, mezcla de violencia y sexo,
sadismo, excitación, desmedido afán de posesión. Es un slasher despiadado que
hasta inventa un arma en un garrote con alambre de púas. Un asesino en serie
que persigue mujeres llega en su camioneta a una casa descampada en el campo,
toca la puerta y empieza a matar, en el lugar en que dos mejores amigas van a
visitar a la familia de una de ellas. Sobresaliente protagonismo de la dupla de
actores en dos caracteres enfrentados, de France y Philippe Nahon. Éste último
yace en un tipo vulgar vestido con overol, botas de minero y gorra de
béisbol. Da la imagen de fuerza y salvajismo que se espera de alguien
desquiciado pero frío y engañosamente ecuánime. Ella parece una heroína salida
de Prueba de muerte (2007). Destaca un tercer personaje, Alexia (Maiwenn), reducida a escombros en un aire de áspero
e implacable desasosiego, bajo una humillación extrema que parece una muestra
demencial y moderna de esclavitud. Se trata de un filme directo, rudo, sencillo, de pocos
diálogos, muy fácil de digerir, salvando la exposición descarnada y trepidante. Es una película entretenida. Tiene un excelente despliegue de ocultamiento, escape y contraataque.
El páramo (2011, Colombia)
Estamos ante un filme de mucho suspenso en que nueve comandos del
ejército colombiano llegan a un puesto militar abandonado que parece haber sido
atacado por la guerrilla en un páramo. Una vez en el lugar encuentran una extraña
sobreviviente de aspecto degradado y atemorizador tras un muro que advierte el
temor por algo sobrenatural. En adelante cunde el miedo, el desorden y la
muerte. Es un filme en que el director Jaime Osorio Márquez ha sabido brindar
justificación para generar realismo en la progresiva eliminación de los
soldados, hay creatividad y ambigüedad en lo que acontece. Existe un ritmo que
mantiene tensión en un clima de sorpresas en medio de sombras, de neblina, de
oscuridad, mientras surte efecto el generar un background paranormal, pagano y
supersticioso. ¿Es un karma el que están pagando? Parece la pesadilla de algún
militar que ha cometido crímenes en la facultad que creen tener en la guerra.
Ayuda mucho la atmósfera que se vive, el carácter de misterio, de abandono, de
estar aislados, en un lugar destinado al envilecimiento, a los temores, a los
excesos, a la sobrevivencia. El enemigo resulta muy natural habiendo un audaz
juego de expectación, gracias a algunos artilugios claves. Se rompen los
elementos que definen las fuerzas armadas, disciplina y sentido de grupo. También
hay mucho contexto con sangre y cadáveres, mientras hay una normalización de
los militares. El temor se vive en otro nivel de pensamiento, los efectos
visuales están en el entorno más que en los protagonistas. Resulta un juego
mental bastante interesante.
Livide (2011, Francia)
El presente es un filme que apela a los miedos más viscerales, dentro de un
aire de deja vu, de estar ante algo visto pero mezclado para que se vea
original. No logra adjudicarse una trama ingeniosa aunque creando sobresaltos
primarios es donde está su fuerte y por ende la recomendación. Inquietan las
cruces en el cementerio, la desaparición de varios niños, el encierro en la
mansión, el perderse en el interior, los fetos enfrascados, los juguetes
moviéndose, las muñecas de porcelana rotas, la taxidermia, el aire clásico en el
inmobiliario, una muñeca humana que parece estar embalsamada y eso es solo el
comienzo ya que el misterio aguarda. Los directores galos Alexandre Bustillo y Julien Maury ponen a
tres muchachos de la clase trabajadora a buscar un tesoro en una vieja casona
donde hay una anciana en coma postrada en la cama con una llave desconocida. Van a un lugar tenebroso que pronto les hará arrepentirse de haber entrado.
La casa muda (2010, Uruguay)
Una muchacha que va con su padre a reparar una casa de campo
entra en pánico y en shock cuando descubre que en la vieja casona hay un
criminal, anticipándose a enfrentar un antagonista, como a su vez a la muerte.
En medio de la noche con un farol en la mano recorre el inmobiliario
descubriéndose que guarda una relación oscura, sexual y trágica en relación a ella en que
una pérdida subyuga su pensamiento. Éste es un filme un poco tramposo descubriéndonos
quien está detrás de las muertes, que tiene más lógica si se puede ver como que no es lineal lo que observamos (pegado a lo surreal), pero como parece seguir el tiempo real (salvo que sea solo una técnica), entonces se nos esconden y dificultan muchos detalles. La película consta de una única larga toma en que se va hurgando en el lugar al
pasar de un aposento a otro. Es una historia de suspenso en que el espacio
desconocido se va abriendo al espectador y a su caminante, donde la luz nos va
guiando presagiando lo inesperado en cualquier momento. La propuesta tiene un toque enigmático, se basa en un caso de hechos reales que no se ha resuelto. Es un filme
muy bien dirigido que economiza sus recursos pero los magnífica en la trama, se
van haciendo claves en el detalle. Es sugerente poniendo el miedo en la sensación
de peligro y misterio del ambiente. Parece muy convencional pero su forma de
poner algunos toques paranormales y psicológicos le da un alcance múltiple,
mayor. Se ve visualmente sencillo y minimalista el trabajo del director Gustavo Hernández pero aun así tiene una trama en parte críptica. Dosifica muy bien el
tiempo sin repetirse, una virtud viéndose que todo gira en el interior de una
casa, por sus rincones, habitaciones y pasajes, como el título nos refiere, una lugar que
guarda muchos secretos. Florencia Colucci se mantiene gritando, asustada, llorando, lo
que crea una atmósfera de inquietud constante. Hay una iluminación base
que hace tenebroso y mínimo lo que se observa al andar. Tenemos entre manos una apuesta muy
inteligente en su estructura, que sabe construir un filme con precisión formal en lo visual aunque coqueteando con la ambigüedad de su historia, con el misterio y los secretos. No tiene mucha sangre ni grandes efectos especiales, pero genera un potente y notable estado de alerta.
Jigoku (1960, Japón)
Clásico de culto de tierras niponas que ha servido como
inspiración a otros cineastas, perteneciente a Nobuo Nakagawa. Es una propuesta
extravagante, personal, excesiva, una revisión budista en donde podemos ver fácilmente
emulada La Divina Comedia, el infierno de Dante. Un hombre correcto se deja
influenciar por un amigo –un Mefistófeles asiático cínico, teatral y burlón- y
pronto entra en una carrera de pecado que incluye el asesinato. Tras la figura
de alguien bondadoso pero manipulable afloran graves faltas que son provocadas
sin intención, éste se rodea de mucho drama y una flagrante mala suerte, y es que
parece la humanidad destinada al infierno (rige la frase de quien esté libre de
pecado que tire la primera piedra), una mundanidad afectada al interés de
exaltar el defecto humano. Tiene entre varias particularidades que en la
segunda parte no existe casi trama, se llena de una visualidad abrumadora,
cundiendo el terror de un sadismo naif. Es una película donde nadie se salva del
castigo, doctores de mala práctica profesional interesados en el dinero,
policías y periodistas corruptos, militares fratricidas, adúlteros, alcohólicos,
promiscuas, suicidas que caen presas de un mundo ultra terrenal en que se
dedican a sufrir y nosotros literalmente a observarlo. En ese submundo el
protagonista principal busca salvar a su bebé mientras atraviesa los 8 círculos
del infierno. Es una película de rasgos muy de cine B donde te chocan los
cromatismos de la pantalla, hay lugares comunes en dobles a propósito como con
Yukiko y Sachiko, algunas muertes lucen falsas –la caída del puente- aunque
otras son de amplia estética (el yakuza sobre el charco de agua), hay sabor a
telenovela barata –la madre infiel confesando una hija oculta, otra progenitora
enloquecida repitiendo el nombre de la hija muerta- o hay aspectos incongruentes y repetitivos en
la trama. Exhibe una sensación de imperfección notoria pero también por todo ello se
luce como un filme muy libre y audaz, vastamente estrafalario y curioso dando una
versión original al cruzar el río Sanzu y pasar hacia el juicio del fuego
eterno.
El pueblo de los malditos (1960, Inglaterra)
Un clásico del cine de terror en toda regla, convencional, ágil
y elegante, dirigido por Wolf Rilla, y que tiene un arranque espectacular y
misterioso. Crea un contexto en que unos niños alienígenos han nacido
intempestivamente de madres humanas pero de dudosa paternidad en un pequeño
pueblo inglés llamado Midwich. Llevan cabello rubio platinado, les brillan los
ojos y tienen un coeficiente mental superior al normal con poderes telepáticos,
lectura de la mente e hipnotización. El filme tiene una estructura muy bien
planificada y hábilmente expuesta pero le falta un aire de pavor en sus
postulados ya que tiene un aire inocente e inofensivo (aun provocando muertes,
muy cuidadas y sugeridas), pero como historia de aventuras es muy original y
entretenido. Sobresale el actor George Sanders que como científico más que como
padre de uno de los niños cree en el poder superior del intelecto pero luego se
da cuenta que mal encaminado e incontrolable representa el miedo que produce lo
desconocido. Hay una notoria lectura simbólica sobre la raza aria, sobre la etapa
nazi, sobrevuela el temor que desató en la segunda guerra mundial y su nefasto
desarrollo, que nos retrata la inteligencia al orden del mal. Se trata como un
fenómeno general que compete al mundo. Es muy audaz ver a los niños temidos
como si fueran una especie de monstruo de Frankenstein, y es que en ningún
momento sus apariencias pequeñas se vuelven una carga para su exterminación ante
el temor que desatan, hay noción de que son el enemigo y aunque ellos dicen
solo defenderse no conocen la moral, tienen sus propias reglas. Es una clara
revisión histórica en clave. Predominan las ideas del aislamiento y el rechazo
a lo diferente. Presenciamos un filme inteligente en su profundidad y claridad aunque guarda sus elipsis, que quedan fuera sin problemas. El pueblo de los malditos es una película sumamente entretenida.
Thirst (2009, Corea del Sur)
Uno de los nombres importantes de Corea, Park Chan-wook, nos trae una historia de vampiros, con la actuación de Song Kang-ho como un
padre católico que quiere sacrificar su vida por la humanidad y que termina en
una vuelta de tuerca no pudiendo controlar el instinto de pecado una vez
enamorado de una mujer casada que lo arrastrará a la corrupción. El cineasta
surcoreano mezcla un gore implacable, de constante exposición, con el humor
negro, dos rasgos muy propios del séptimo arte de este país. A su vez nos
conmueve con una historia de amor en medio del salvajismo de la naturaleza.
Ella pretende ser un zorro tras una gallina mientras él es un hombre con dudas
existenciales. Se mezclan paradigmas, hay una lucha interna entre lo que uno
representa. Se rompen límites en fondo y género, pronto se confunde el bien y
el mal, las apariencias caen por falsas y sin embargo la primera muestra de
afecto en la entrega de los zapatos engloba el concepto. Se trata de un filme sobre la
enajenación de la pasión donde la muerte es secundaria. No espanta en absoluto
aunque hay que tener un estómago fuerte, entretiene en otro nivel sin
adscribirnos a un único lugar. Genera emociones encontradas entre rechazar o
aceptar a la pareja protagonista y es que a fin de cuentas no hay rótulos contundentes
sobre ellos, van hacia adelante y atrás pudiendo redimirse o seguir cayendo, un
canto de excesos visuales grotescos en un aura de despreocupación, Thirst tiene comedia,
sensibilidad, irreverencia, intensidad, muy en el estilo que tanto entusiasma a
los seguidores del cine surcoreano.
Viernes 13 (1980, Estados Unidos)
Éste es uno de los slashers capitales del género, dirigido por Sean S. Cunningham, explotado hasta la
extenuación, que tiene un origen de culto. Un campamento llamado Cristal Lake
vuelve a abrir sus puertas a un grupo de jóvenes tras algunas muertes sin
descubrir el culpable, las cuales aluden al ahogo de un niño llamado Jason
Voorhees. Se habla de una maldición que no intimida a los aventureros
dispuestos a divertirse y a tener sexo, y como resultado se da un despliegue
implacable de desaparecidos en medio de la incomunicación mediante el ataque
con objetos punzo-cortantes. Uno a uno será presa de un asesino oculto en el
bosque al cual solo vemos en el desenlace. Se hace un poco inverosímil al
final, sin embargo el misterio alimenta la razón de las muertes. El filme es menos
visual que muchas de las otras realizaciones que vendrían después, pero en la
línea de la música de identificación que antecede al pánico, los gritos, un
destino firmado y un final abrupto no tiene pierde, resultando de visionado
obligado. El primer Viernes 13 es una reliquia del pasado que ha perdido fuerza con el tiempo ante un
embate mucho más sádico, más explícito, más detallado y más crudo dentro del avance
del cine de terror pero que entraña cariño por un subgénero que se creó a su
vera. Recuerda en parte a Psicosis (1960), siendo curioso que sea más una
introducción en toda regla, una apuesta visionaria, que algo literal. Mantiene la
invisibilidad del ejecutor, lo que le da prioridad a los asesinatos, haciendo gala del fuera de
cámara, para enaltecer misterio, sorpresa e impacto, desde cada acto hasta la conclusión, mientras en el trayecto proporciona el esquema que forma
las estructuras de los filmes de la saga. Está primero el tonteo de unos
veraneantes jóvenes, alegres y lujuriosos (la resonancia sexual es parte
ineludible), y luego una matanza paciente, de persecución en descampado,
personalizada, bajo reglaje, omnipresente y de feroz culminación. Vemos entre los muchachos al actor Kevin Bacon y
no es precisamente el héroe. En esencia hay una intrascendencia general, es el
ambiente de los jóvenes que pagan por su libertad, dispuesto el filme para que predomine la acción, en tan solo un día. Estamos ante entretenimiento puro y duro del bueno.
Session 9 (2001, Estados Unidos)
Ésta es una película de terror psicológico, que dirige Brad Anderson (El Maquinista, 2004). Nos pone a ver los arreglos de 5 trabajadores en un manicomio abandonado. Sobresale
Peter Mullan como el jefe de operaciones de la restauración que yace deprimido
por problemas personales, mientras hay roces en su equipo y se descubren intereses
propios. Destaca un ambiente rápidamente enrarecido y expectante, habiendo conversaciones
curiosas sobre el recinto y los distintos pacientes. Prima la presión mental en
el espacio habiendo una fuga con el pasado del lugar, trama que va en paralelo
con otra sobre personalidad de desórdenes múltiples, de ahí proviene el nombre
del filme, sobre las sesiones que tuvo un enfermo homicida con su psiquiatra que
interesa a uno de los trabajadores que escucha sus grabaciones. Inquietan las voces
moduladas de distinta forma en el confesor tras la hipnosis. Es una propuesta de
bajo presupuesto que se ha convertido en un filme de culto y que para la
crítica americana yace entre las mejores del género. Posee realmente una
argumentación sencilla en medio de un lugar intimidante que apuesta
al golpe en el desenlace. Le pesa un poco la fama pero genera mucha expectativa
saber cómo y cuándo se va a desencadenar el terror.