Primera película de una saga de ocho filmes, dirigida por Blake
Edwards, que nos cuenta la intensión del robo de la joya más grande del mundo conocida
como la pantera rosa (al reflejar una en el interior de un diamante), la que ha
ostentado como regalo familiar y dinastía una princesa del país oriental
imaginario de Lugash, interpretada por la guapa Claudia Cardinale, como Dahla,
quien en la trama se va de vacaciones a Cortina d'Ampezzo, en los
Alpes, al norte de Italia, donde recibe la noticia de que un audaz ladrón
conocido como el fantasma está tras su preciada pieza de orfebrería, negada
incluso a su población. En el resort se topa con el millonario británico y playboy
Sir Charles Lytton (David Niven) que trata de seducirla mientras lleva un
affaire con la esposa del inspector de la Sureté encargado de la seguridad de
la joya de la princesa, la actriz de rasgos afilados y porte de modelo
Capucine. El inspector es Jacques Clouseau (Peter Sellers), el más torpe investigador de la policía francesa.
La pantera rosa (1963) tiene una
comedia plenamente inocente y muy física. Clouseau camina por el mundo
tambaleándose y chocándose contra todo a su alrededor, no puede ver a dos pasos
de sí las pistas que lo puedan llevar a atrapar al fantasma, de predecible
identidad, pero que no es nada convencional ya que está a la par del héroe que
queda minimizado frente a él. La trama no juega a ninguna lógica tradicional,
es solo una excusa para divertirnos en los entretelones de un robo, en cómo se
va tejiendo la trampa para el ansiado hurto que es como un grave artificio de
algo muy sencillo, mientras se pretende enamoramientos, triángulos amorosos, aventuras
sexuales, en un tono relajado y funcional. La parte cómica proviene principalmente
del inspector que yace bastante perdido de su caso. No obstante a su vez
provoca que los demás padezcan de su torpeza, como su hermosa esposa que es
títere de imperturbables golpes, complicaciones y jaleos. El humor es fresco,
sin pretensiones, pero ingenioso en su llaneza. Es un entretenimiento
simpático de un cine ligero, pero cuidado, otrora fuente de risas más sanas.
Clouseau no cuenta en apariencia con el cariño del director de la película, que lo hace
caer en constantes absurdos para bien del espectador agradecido con el humor,
es un perdedor sin remedio, de esos desprovistos de consciencia, bondadosos
hasta la extenuación y que representa la otra cara de la moneda de Lytton, que
es sagaz, seductor y serio, como cuando logra enamorar a la princesa aun
teniendo ella prevenciones y habiéndolo atacado en su soltería, y es que logra
someterla a su deseos casi sin esfuerzo, en donde lo que implica la imagen
apremia en ambos.
A Sellers el
personaje le queda como anillo al dedo, sus muecas y su desconcierto es
impagable, y con una naturalidad que hace más creíble y menos rudo su padecer,
se presta para la broma y siempre está indemne listo para una nueva tontería. No agota en ningún momento, aunque la repetición y la carga sea tan abusiva, y
eso es tremenda virtud, gracias también a que hay compensación con el entorno y
los demás personajes, que dan balance y permiten que sea la estrella de la
película, aunque no lo parezca en la trama. Es un antihéroe que no está para
ningún mensaje de redención de esos en donde los débiles o tontos ganan la
partida sino todo lo contrario, audacia que se hace muy llevadera a contracorriente de la fantasía del cine porque
no valen en la película los juicios de valor, sino solo está para divertir con
su auto y colectivo flagelo, tranquilo porque lo importante es el desarrollo de
la historia. La pantera rosa es Edwards burlándose del pobre Clouseau, la
astucia por encima de la torpeza, como la vida misma, pero riéndonos de ello,
sin crueldad sino con ironía.