Tiene un aspecto desordenado por ratos, como muy espontáneo, más que todo en la interacción de los oficiales de la ley, pero se hace
interesante hallar que los asesinatos son muy curiosos y extravagantes, como
matar a mujeres con ropa de color rojo, bajo la lluvia y cuando suena una
canción en especial. Hay un progresivo desarrollo con muchos cambios que van desde
lo inane hasta poseer contexto sustentado, habiendo un carácter universal en la
trama con rasgos de origen coreanos que se minimizan ante lo humanamente global,
y que sobrelleva coherentemente la forma de descubrir rasgos de identidad que
no son comunes a ningún otro crimen; se unen cabos pero rehúye la brújula en repetidas
oportunidades; parece una lucha muy titánica e imposible aunque a ratos haya
proximidad, mientras se lleva la investigación con errores y algunas tonterías.
Se da un aire fresco, repetidamente cómico que no afecta el contexto
ya que es de drama y crimen de lo que va; hace que la película se haga predominantemente
entretenida y digerible, nada pesada, además que hay originalidad en el asesino
invisible, solo hipotético. El filme se mueve en construir y dar forma al
criminal, buscarlo desde una huella, nudos militares, acosos, el semen, la
excitación de la ropa interior utilizada para amordazar, etc., viéndose en el ecran incluso una de las acciones de secuestro, apreciando además que parte y termina el filme con la revisión del primer cadáver.
Cumple la obra con poner todos los instrumentos de una
historia de asesinatos e investigaciones, pero lo matiza con la personalidad de
sus investigadores que van dando un tira y afloja dentro de su labor, ambos decididos
y comprometidos solo que con mayor o menor inteligencia. Kang-ho otorga esa
ligereza que hace de la película algo contrario a lo denso que suele ser
ponerse en una investigación de asesinos en serie sin resolver, donde sus
arrebatos y elucubraciones no desmerecen el producto, solamente lo suavizan, ya
que seguimos atentos a sus posibles culpables. Uno lo proporciona el más bobo
detective; luego el otro que impone la técnica y la modernidad, y entre ambos
hay un tercero.
A media película estamos tras los pasos del asesino ya
decididos a agarrarlo luego de cierto aire de “despreocupación”; es una virtud
encontrar que se puede ser ligero, irreverente y entretenido, y luego cambiar
de registro y poner enjundia y sensatez a lo que se persigue. Matiza aun llevando
exceso y sobresaltos, siendo una propuesta muy visual y extrovertida, que se
permite más de un posible sospechoso, abordado y no solo esbozado, contando hasta tres, más un álbum de fotos. La locura que proporciona el protagónico
de Kang-ho hace que exista visceralidad, entusiasmo, como el que se impregna en
el compañero. Esa dualidad de carácter se fusiona logrando un equilibrio en el
relato, aunque uno sea más llamativo que el otro.
La razón parece sucumbir a las emociones, hay una "sinrazón" que brota del mal y ese parecer aborda el filme aun siguiendo ciertas pautas
generales propias de una investigación. El director hace gala de algunos
trucos en proporcionar forma a personajes secundarios que hacen más próxima la relación
con el caso. Se conoce a quienes mueren y eso hace que el compromiso se
ensanche. Hay un deseo constante de punzar en donde más duele, y mientras
se discute el proceder de los policías más arcaicos, provincianos, se humaniza a su vez el quehacer general por medio de ellos. Es una batalla entre el orden y la
desorganización; se ocasiona la ruptura de la línea de acción policial de ese pueblo que tiene mucho de telón
de fondo reprobable que termina justificándose en parte por la intimidad y el atraso,
luego presente en quien representa a la racionalidad, habiendo mutua influencia, en un filme por debajo muy duro que hace
reflexionar sobre la perversidad y el querer vencerla.