Si uno tuviera que hallarle virtudes al cine de Joanna
tendría que decir que sabe poner en escena algo que es fácil de ubicar, de
identificar y sentirlo como verdadero, pero como narradora de historias se
queda corta, no genera expectativa o esperas y nunca llega "nada". Se extrañan emociones. Si ver lo que hace tu abuela en su casa es algo entretenido estamos graves, aunque todos los mundos tienen algo que aportar y la curiosidad humana es
grande. Pero de ahí a cautivar por lo
que tranquilamente podemos ver quedándonos a dormir en casa de algún pariente
solitario y envejecido es muy diferente, y ni siquiera hay drama detrás, es
solo la vivencia normal de alguien que yace anclado a una etapa de la existencia y como todos yace
normalizado, acostumbrado.
No quiero ser indolente porque esa anciana
sufre por la ausencia de su propia familia y yace ocupada abogada al cariño de su mascota
en ese estado de modestia en que todos estaremos en una época, hay una
sensibilidad para con ese ser humano mayor, pero en el cine no estamos detrás
de pasos tan sedentarios, tan desprovistos de alguna intensidad, tan abúlicos y
sosos, no si no hay un fondo con mucha ambición reflexiva. No es regla generar
efectos o artificios vacíos para generar estados de ánimo en
el espectador, sin embargo tampoco darle un hueso con tan poca carne, no vamos
al cine a ver desayunos, llamadas de atención por dejar la puerta abierta,
enojos simples, frases como "que rico está el pan, señora" y un sinfín de momentos sumamente intrascendentes. Incluso, Joanna, se
esmera en hacer sentir el peso de esa tranquilidad, con poca iluminación y en
la monotonía del silencio (hay hasta un apagón muy simbólico con lo que
experimenta uno como público), bajo un único escenario, una casa antigua. Joanna hace uso de diálogos acordes a esa simplicidad que por lo menos evita la jerga, y que repite
hasta el cansancio la presencia del perro que cae hasta en la broma fácil de
decir que la sopa que le gusta a Patricia es para el animal.
La señora Pilar en dos momentos se queda meditabunda. Uno cuando está a puertas de bañarse; sabe Dios que estará pensando y para ser
franco ese pudo ser un buen tema a afrontar, más que la normalidad; acompañar
en esa parte psicológica al personaje en su edad. El otro cuando se da cuenta que
Ana, su hija predilecta, no va a venir ni ha llamado en su cumpleaños, ella se
queda triste escuchando una declamación
escolar de su otrora pequeña. No es que necesitemos llorar pero sencillamente, valga la
redundancia, es muy poco lo que vemos, y es que si no te quedas dormido a media
película quieres meterle una patada al perro o a Patricia, que las
dos caen pesadas. Patricia en lugar de pensar en sí, debió pensar en su madre, ser menos
egoísta y llamar a la olvidadiza de su hermana para que le de felicidad a la
anciana con un saludo o una visita dominguera, y también arreglar el televisor
de la cocina, y no quejarse tanto de que todo esté bajo llave.
Reflexiones chiquitas, familiaridad, eso tenemos entre manos. Casa dentro (2013) es una realización que ejecuta lo que quiere y muere en su ley. No es cuestión de técnica sino de guión, de generar algo más atractivo aun sin salir de la misma temática. No siempre lo sutil es interesante ni esconde grandes secretos. Éste filme peca de forma, aunque pueda ser bastante coherente, y es que tampoco es estar sin que nos generen emociones. Hay ideas por debajo, pero no se mueven mucho, es una cavilación dormida, que no infringe daño, tampoco se trata de rehuir el conflicto. Es contemplación, pero ¿de qué?, del polvo de una casa, de la última etapa de la vida vista desde afuera, y al final hay mucha calidez si se quería pretender dolor aun con diálogos planos (más que contenidos). El filme es fiel a la realidad externa, a esa costumbre que nos enseña la obligación de la docilidad y el conformismo, y en ese lugar hay materia. Pero falta presión, pulso no. No obstante hay atrevimiento en que ha hecho un séptimo arte de espaldas a un gran público, por no darle acción sino mucho sosiego a su película, que habrá inquietado a los exhibidores de las salas de cine.
Reflexiones chiquitas, familiaridad, eso tenemos entre manos. Casa dentro (2013) es una realización que ejecuta lo que quiere y muere en su ley. No es cuestión de técnica sino de guión, de generar algo más atractivo aun sin salir de la misma temática. No siempre lo sutil es interesante ni esconde grandes secretos. Éste filme peca de forma, aunque pueda ser bastante coherente, y es que tampoco es estar sin que nos generen emociones. Hay ideas por debajo, pero no se mueven mucho, es una cavilación dormida, que no infringe daño, tampoco se trata de rehuir el conflicto. Es contemplación, pero ¿de qué?, del polvo de una casa, de la última etapa de la vida vista desde afuera, y al final hay mucha calidez si se quería pretender dolor aun con diálogos planos (más que contenidos). El filme es fiel a la realidad externa, a esa costumbre que nos enseña la obligación de la docilidad y el conformismo, y en ese lugar hay materia. Pero falta presión, pulso no. No obstante hay atrevimiento en que ha hecho un séptimo arte de espaldas a un gran público, por no darle acción sino mucho sosiego a su película, que habrá inquietado a los exhibidores de las salas de cine.